viernes, 12 de febrero de 2010

EL MANDIL DE PIEDAD






Lluvia en las calles
de mi infancia,
barro que transporto
a los portales,
esteras de esparto
protegen la entrada.
Traspaso a toda prisa
la oscura cocina
y veo a la izquierda
la puerta de las cámaras,
¡tan siniestra!,
esas estancias
frías y desoladas…
Llego hasta el fogón
tras cruzar el porche
y me espera su regazo:
un mandil calienta
mis gélidas manos.


M. Godúver

3 comentarios:

viky frias dijo...

Nos deseo
que dentro del desolado paisaje
siempre se oculte una madre
que nos mantenga
las manos cálidas
y el corazón fortalecido.

Cons dijo...

¡Qué alegría encontrar una madre cálida y amorosa!

Colec

Anónimo dijo...

"Madres no hay más que una"

Becky