jueves, 5 de julio de 2012

Y OCURRIÓ UN HECHO EXTRAÑO


                         Ferdinand Georg Waldmueller





Llegaron las vacaciones navideñas y, como otros años, decidimos marcharnos a la casa que tiene un amigo en las montañas.
El viaje fue agotador, estábamos cansados, pero debíamos poner en orden la vivienda antes de instalarnos allí.
Acabamos lo antes posible para salir a echar un vistazo por los alrededores; después de una hora nos dirigimos de nuevo a la casita.
Aquello parecía otra cosa, el calor que desprendía la lumbre conseguía que se sintiera uno como en su hogar.
Mis amigos y yo habíamos hecho muchos planes, lo pasaríamos muy bien.
Teníamos ganas de estar solos, de pasar la noche sin dormir, hablando horas y horas frente a la chimenea contándonos miles de historias, sobre todo de miedo. Nos atraía de forma especial lo desconocido.
Empezábamos con unos cuantos chistes y contándonos las aventuras más divertidas que nos habían ocurrido con los amigos o lo sucedido en el colegio. Luego, entrada la noche, cuando nos encontrábamos casi apiñados cerca del fuego flotaba algo misterioso en el ambiente.
Hablábamos más despacio, se nos notaba el miedo, nuestros ojos brillaban más e incluso parecía que disminuyeran nuestros cuerpos al acercarnos tanto los unos a los otros. Nadie quería que los demás pensaran que era un cobarde y nos reíamos para demostrar nuestro valor. Pero las carcajadas nerviosas nos delataban más todavía.
La noche, las historias y la atmósfera que habíamos creado nos ponían en tensión. Empezamos por recordar películas de miedo, después hechos que nos habían contado, y nos empeñábamos en asegurar que eran verdad historias que nosotros mismos nos imaginábamos.
Se oían frases como:
“Te acuerdas cuando el protagonista corría, iba a ser alcanzado y sonaron las campanadas del reloj…”
“Y aquella horrible criatura que emergió del fondo del mar…”
“Me contaron que a mi abuelo se le apareció…”
“Y dicen que es verdad eso que ocurre cada vez que…”
Nos esforzábamos por seguir allí unidos, mas el sueño terminaba venciendo nuestros deseos.
Javi, al que le habían dejado la casa sus padres, se decidió al fin y ordenó la retirada. Los camastros estaban preparados para recibir nuestros agotados cuerpos.
-Vosotros: Fofi y Vicen os vais a acostar aquí, José Antonio y yo en esta otra habitación, -dijo Javi.
Cuando acompañé a Vicen  a la cocina para beber agua vimos un ser repugnante debajo de un mueble, era como si estuviera acechando nuestros movimientos. Grité, grité tanto que los demás se asustaron y vinieron corriendo. Fofi se reía después y Javi dijo que si me asustaba de una araña.
No acabábamos de conciliar el sueño, una vez acostados se oían algunos comentarios y risitas forzadas que venían de la habitación de al lado.
Se durmieron todos, solo quedaba el silencio aterrador de una noche oscura en un lugar apartado entre las montañas. Creo que me dormí…
Estábamos contentos, el día resultó genial. Pero un acontecimiento imprevisto nos jugó una mala pasada. Todo estaba tan oscuro. Oímos ruidos poco conocidos, no podíamos distinguir de dónde procedían, ni quién o qué los produjera.
De momento, no le dimos importancia, pero cada vez se hacían más patentes hasta el punto de sobrecogernos, estábamos realmente asustados.
Fofi, que era el más valiente, salió al exterior y alumbró con la linterna hacia la oscuridad. No vio nada. Javi subió al piso de arriba acompañado por Vicen para comprobar si venía de allí ese espantoso ruido. Yo me dediqué a mirar a través de las ventanas, el exterior aparecía como si fuera una enorme mancha negra, no se podía distinguir nada. Aterrorizados nos reunimos de nuevo para buscar una explicación lógica a todo aquello que nos estaba ocurriendo.
Era como un gruñido animal o un quejido humando o podría, incluso, proceder de un aparato mecánico grabado a propósito. Lo que ocurría es que cada vez lo oíamos más cerca… y eso nos estaba poniendo los pelos de punta y los nervios a flor de piel.
Por aquellos parajes sólo estábamos nosotros. Tratamos de calmarnos unos a otros, de armarnos con objetos contundentes o terminados en punta. Nos preparábamos para cualquier acontecimiento. Cada vez se oía más cerca, pero no veíamos nada ni a nadie. ¿Contra qué íbamos a enfrentarnos? Lo que sí era cierto es que el sonido procedía del exterior.
Cogimos las linternas para salir, dirigíamos el foco luminoso a varios puntos. No se veía nada. De pronto cesó el ruido. El silencio fue más espantoso si cabe. Emití un grito aterrador.
-¡No!
Sentí que me oprimían muy fuerte el pie y tiraban de mí, me agarré al brazo de uno de mis amigos, creo que era Vicen y él tiró a su vez de Javi. El extraño ser nos arrastraba con gran fuerza.
Nuestras fuerzas empezaron a flaquear, llegó a tiempo Fofi y dio un fuerte golpe a esa enorme masa, me sentí libre de la trampa en la que había caído.
Casi no podía caminar, me arrastraron hasta el interior de la vivienda.
Una vez allí, examinamos mi pie por el lugar que había sido oprimido para encontrar una pista, cualquier indicio. Fue inútil. Por las señales que habían provocado en mi pierna parecía que había sido atrapado por unas grandes y resistentes pinzas. El dolor era insoportable.
Javi sacó el botiquín de primeros auxilios, pero no le había dado tiempo a levantar la tapa cuando se abrió la puerta de golpe.
No entró nadie, aparecía un fondo oscuro, era noche cerrada. El ruido seguía allí. Vicen estaba tan asustando que no pudo más y gritó.
-¡Por favor! ¿Quién está ahí?
Y todos nos unimos con él desesperados para tratar de calmar a nuestro visitante, de hacerle saber que no íbamos a hacerle daño.
-Conteste, ¡por favor! -Decía Javi.
-Nosotros no le haremos daño, –aseguró Fofi.
Creo que aquella persona o animal que estaba fuera sabía que no podríamos hacerle nada.
-¿Qué pretende? –Me atreví a preguntar.
No obtuvimos ninguna respuesta. Se había levantado viento, podía haberse abierto la puerta por ese motivo. Seguro que mi pierna había sido atrapada por un cepo o había pisado entre algunos matorrales y se había enredado entre ellos. No estábamos muy convencidos de nuestras suposiciones, sólo eran para tratar de calmarnos. ¿Y el ruido?, pensábamos, ¿y aquella fuerza que tiraba de nosotros?
La noche produce ruidos muy extraños, pero aquel se oía cada vez más cerca.
Ahora parecía que estaba en el piso de arriba, se arrastraba un cuerpo o eso era lo que nosotros podíamos sospechar.
La puerta seguía abierta. Se acercó apresuradamente hasta ella Javi y la cerró. Apoyó la espalda en ella y respiró profundamente.
Yo seguía sentado en el suelo, mi pierna empezaba a entumecerse, la hinchazón iba en aumento, aparecía y desaparecía, sentí que me desmayaba…
El cuerpo de arriba seguía arrastrándose y el ruido se oía más cerca, pero más suave, parecía como de satisfacción.
Nos situamos en el rincón opuesto a las escaleras, nos preparábamos para cualquier eventualidad.
Se oyó caer un objeto pesado arriba, debía haber tropezado con algún obstáculo.
El viento soplaba cada vez más fuerte, el extraño ruido se oía más cerca… lo sentíamos en la parte de arriba.
Nos acercábamos más el uno al otro, no sabíamos lo que podríamos hacer.
Vimos que mi pierna empeoraba. ¿Cómo íbamos a enfrentarnos a aquello?
Nuestras caras reflejaban el espanto propio de quienes están en peligro, lo que sentíamos lo mostraban nuestros aturdidos movimientos.
Aquel ser extraño estaba cerca de la puerta que daba a la escalera, en cualquier momento aparecería.
Y de pronto.
Vimos un enorme y horrible bicho asomarse al principio de las escaleras, y yo no podía moverme. Mis amigos corrieron hacia fuera instintivamente. Me encontraba ante un animal espantoso.
Di un salto a la vez que grité:
-¡No!, no me dejéis…
Alguien encendió la luz y trataba de calmarme, había estado soñando.
Me animaban porque no pasaba nada, pero estaba sudando en medio de aquel frío invierno. Mi voz salía entrecortada. Me miré la pierna, estaba bien, menos mal.
Empecé a contarles mi pesadilla y se reían al verme tan asustado.
-Era como una gigantesca araña, el ruido era terrorífico, -les decía- y vosotros querías huir. Pero yo no podía correr.
-Estamos aquí –dijo Javi- ¡venga ya, tengo sueño!
Vicen quería que siguiera contándoles. Y seguí a duras penas hablando para explicarles mi pesadilla y para que se me fuera un poco el miedo que todavía perduraba.
-No vamos a poder contar historias de miedo, -decía Fofi.
Traté de imitar aquel extraño ruido para que ellos apreciaran lo espantoso que fue, lo tenía grabado en mi mente. Se rieron de mí…
Nadie se había movido, de eso estábamos seguros, seguíamos aquí los cuatro. Y ahí fuera un ruido aterrador irrumpió en el silencio de la noche. Nos dimos cuenta que en este momento comenzaba la verdadera historia.


M. Godúver




1 comentario:

viky frias dijo...

Cuánta imaginación teníamos en la niñez.
Nada de lo temíamos ocurrió, probablemente,
pero la vida nos trajo acontecimientos
que nos hicieron encanecer
y recordar con benevolencia
aquellos antiguos y mínimos terrores.