El canto de un pajarito
Mercedes Merino
El canto de un pajarito
Ilustrado por Hisako Takegami
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente
prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas de las leyes, la
reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento
incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
© 2013 EL CANTO DE UN PAJARITO
© 2013 Mercedes Merino
© 2013 Editorial: Liber Factory
C/ Magnolias
35 bis 28029 Madrid. España
Web:
www.liberfactory.com Tel: 0034 91 3117696
ISBN:
978-84-9949-321-3
Depósito legal: M-xxxxxx
Ilustracción de: Hisako Takegami
Las opiniones
expresadas en este trabajo son exclusivas del autor. No reflejan necesariamente las opiniones del editor, que queda eximido de cualquier
responsabilidad derivada de las mismas.
Disponible en préstamo,
en formato electrónico, en www.bibliotecavisionnet.com
Disponible en papel y ebook www.vnetlibrerias.com
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A Bruno
Gil Martínez
El canto de un pajarito
Las primeras
nevadas no tardarían en caer y cu- brirlo todo con su gran- dioso manto blanco, fal- taban
dos meses para que llegara el crudo invierno.
Mercedes Merino
Bruno salió del colegio y
se dirigió hacia su casa. Caminaba deprisa,
arre- bujado en su abrigo con las manos en los bolsillos, la mochila colgada en los hombros pendía tras la espalda.
El canto de un pajarito
Vio, a lo lejos, que
caía del árbol un cuerpo y no podía distinguirlo.
Mercedes Merino
Se acercó apresurada- mente para saber qué era, había un pajarito tendido en el suelo, medio mori- bundo.
El canto de un pajarito
Lo cogió en sus
manos, le dio calor, espiró repeti- das veces sobre su cuerpo hasta reanimarlo. Y al fin, sintió
que se movía.
Mercedes Merino
Bruno respiró
profun- damente, su esfuerzo no había sido en vano. Co- menzó a sentir una gran alegría
dentro de sí.
El canto de un pajarito
El
pajarito hizo un mo- vimiento brusco
y, pues- to que el niño lo sujetaba suavemente, se le esca- pó
de
las
manos,
pero no pudo hacerse
mucho daño porque Bruno esta- ba en cuclillas y, por tan- to, cerca del suelo.
Mercedes Merino
Esperó un poco antes
de volver a cogerlo por si era
capaz de volar y que- ría marcharse,
mas no fue posible porque sus fuer- zas eran escasas.
El canto de un pajarito
Tuvo que reanimarlo como al principio, esta vez se recuperó
antes pero no se movía mucho, solo daba señales de vida.
Mercedes Merino
El pajarito parecía
estar bien en el cobijo de las manitas
de Bruno, el niño se sentía tan
feliz, empe- zó a comprender que el pajarito estaba a gusto y su contento aumentaba.
El canto de un pajarito
Se atrevió
a acariciarlo y a “Topi” –así llamó a su amigo pajarito– le gustó que lo tocara suavemente.
Mercedes Merino
Siguió en las manos
del niño dando muestras de agradecimiento, movía sus alas, no para volar sino para
que el pequeño supie- ra de su existencia y com- prendiera que se quedaba con él porque quería.
El canto de un pajarito
Bruno, enterado
del mensaje, siguió
acaricián- dolo y le hablaba con ca- riño.
Mercedes Merino
—Topi, le dijo, para
que su amigo supiera el nom- bre que él le había asigna- do.
El canto de un pajarito
El pajarito
estaba más recuperado porque em- pezaba a gorjear.
Bruno sonreía, sonreía y le
tras- mitía un sinfín de emo- ciones nuevas a su peque- ño amiguito.
Mercedes Merino
—Vola, Topi! Vola, Topi!
–le
repitió varias veces.
El canto de un pajarito
De pronto, Topi
empezó a volar y el niño se puso triste porque pensó
que el pajarito se iría, pero
no fue así, se posó en uno de sus hombros, Bruno ape- nas podía hablar de lo emocionado que estaba pero le dijo dulcemente:
Mercedes Merino
—¡Ah, Topi, amigo! Tú sí
que eres mi amigo, no quieres irte.
El niño caminaba con alegría,
Topi volaba de un lado a otro alrededor
de su cabeza.
El canto de un pajarito
Bruno sabía que los
pá- jaros tienen que estar li- bres y no lo quería rete- ner, llevárselo a su casa, enjaularlo.
Aunque no era por falta
de deseos.
Mercedes Merino
Cuando llegó junto a
la puerta se paró y le dijo:
—Sé que no quieres
se- guirme, espérame, salgo ahora.
El canto de un pajarito
El niño entró y al
poco tiempo volvió con unas miguitas
de pan, extendió la mano y Topi, que ha- bía
permanecido esperan- do cerca de la
puerta, fue hasta el niño, se posó en la
mano y comió lo que le ofrecía su amigo.
Mercedes Merino
Bruno se despidió
hasta la tarde, cuando salió de la casa el pajarito estaba
por allí esperándolo.
El canto de un pajarito
El niño iba al colegio acompañado de su amigo Topi, le daba comida, ju- gaba con él.
Mercedes Merino
Por la noche, antes
de acostarse, miraba al árbol que
había frente a su ven- tana y Topi
ya estaba dor- mido.
El canto de un pajarito
Veía a lo lejos una peque- ña bola y sabía que aque- lla bolita de carne, huesos y plumas era su pajarito, su amigo, su Topi.
Mercedes Merino
Después se metía en
la cama contento y cerra- ba los ojos para dormir- se pronto, pasar
la noche y despertarse temprano
para ver a su amigo.
El canto de un pajarito
Cada mañana lo oía
can- tar, al levantarse, lo pri- mero que hacía era ver a Topi, el pequeño
animal se encontraba en el
árbol, por el césped del jardín o bien cerca de su ventana.
Mercedes Merino
Bruno desayunaba, co- gía una porción de
pan y salía hacia el colegio.
En la puerta se encontraba con Topi revoloteando tí- midamente.
El canto de un pajarito
Los días que pasaron
juntos estuvieron llenos de regocijo
por parte de ambas criaturas.
Mercedes Merino
—Ya llegan Bruno y
su amigo Topi –decían los niños al verlos.
El canto de un pajarito
A Bruno le gustaba
que reconocieran la amistad que mantenía con el paja- rito, quería que Topi fue- ra más amigo de él que de los demás niños; aunque jugara
con todos.
Mercedes Merino
Pues, a quien esperaba al salir
de casa era
a él, a quien saludaba por las mañanas…
quien le daba más veces de comer al
pa- jarito era él.
El canto de un pajarito
Él le puso el
nombre, él lo vio primero. Por todo esto él sabía que su mejor amigo, sin lugar a dudas, era él y le gustaba que los demás niños también
lo supieran.
Mercedes Merino
Los padres se habían
dado cuenta de lo alegre que
estaba su hijo y del cariño que sentía hacia Topi,
se preocupaban un poco porque estaban
muy cerca las primeras nieves
y los pájaros emigraban a tierras
más cálidas.
El canto de un pajarito
No quedaban muchos
de su especie por allí y Topi tendría que dejar es- tos parajes no pasando mucho tiempo.
Mercedes Merino
Cómo explicarle al
niño que eso es lo que suele
pa- sar, cómo decirle que
qui- zás luego volvería,
cómo… Quizás era mejor dejar que un día se despertara y no estuviera
por allí.
El canto de un pajarito
No sabían qué hacer.
Lo hablaron algunas veces y al final decidieron contár- selo.
Mercedes Merino
—Bruno
–le dijo su ma- dre.
—Sí, mamá.
El canto de un pajarito
—Cuando llega el invier- no, hace mucho frío y los pájaros se marchan a tie- rras
más cálidas, después vuelven.
Mercedes Merino
—Todos no se irán.
—Se van todos,
–dijo el padre.
—Pero Topi tiene ami- gos.
El canto de un pajarito
—Luego vuelven
en la primavera, –dijo la ma- dre.
—Pero Topi no se irá.
Mercedes Merino
—No lo sé, mi vida,
pero si se va no tienes que po- nerte triste. Aquí hará frío y no podrá quedarse, se moriría, –le dijo su madre.
El canto de un pajarito
Bruno pensó que le
da- ría calor como la primera vez que lo vio y no ten- dría que irse. Aunque sa- bía que sus padres no so- lían equivocarse.
Mercedes Merino
Por tanto, se puso un poco triste, pero al salir
y ver a Topi se dio cuen- ta
de que nada de lo que le habían
contado sus pa- dres había ocurrido y vol- vió a sonreír.
El canto de un pajarito
Pasaron algunos
días más, se le había
olvidado lo que le dijeran
sus padres porque todas las mañanas encontraba a su amigo es- perándole: se saludaban, le daba de comer, jugaban con los amigos.
Mercedes Merino
Transcurría el
tiempo y ellos permanecían acom- pañados
el uno del otro.
El canto de un pajarito
Un día, al levantarse, se acercó a la ventana,
como siempre, pero no vio a Topi.
Mercedes Merino
Miró hacia
el árbol y no estaba,
no había nin- gún otro pájaro por
allí, el cielo se había
teñido de blanco, como para nevar.
El canto de un pajarito
Esperó un rato más y Topi no llegó.
—Mamá, papá –gritó compungido.
Mercedes Merino
—Buenos días, peque- ño, ¿qué ocurre? –dijo su madre.
El canto de un pajarito
—Topi no está,
¿dónde está?
—Se habrá marchado, empezará pronto a nevar, durante
el invierno no puede quedarse,
vendrá después.
Mercedes Merino
—Ya no jugaré con él,
¿quién lo cuidará?
—Él sabe cuidarse, –le dijo su padre.
Bruno lloraba,
solloza- ba tristemente. La
madre lo abrazó.
El canto de un pajarito
—Mi pequeño,
no te preocupes, volverá, sólo tienes
que esperar a que llegue la
primavera. Y co- rroboró el padre acari- ciando al niño.
Mercedes Merino
—Vosotros nunca os equivocáis.
¿Verdad, papá?, ¿verdad, mamá?
El canto de un pajarito
Salió de casa, esta vez no llevó
miguitas en la mano ni la extendió
al salir para que comiera su
amiguito, ya no estaba por allí.
Mercedes Merino
Para Bruno fue un
lar- go y duro invierno,
todas las mañanas se asomaba al exterior
por si hubie- ra
vuelto Topi y pensaba muchas veces: “¿cuándo llegará
la primavera?”
El canto de un pajarito
El invierno le
parecía in- terminable.
Empezó a hacer menos frío,
los días eran más lar- gos.
Mercedes Merino
Bruno sabía, por lo
que le habían dicho sus pa- dres, que ya
estaba cer- ca la primavera, que Topi podría volver de un mo- mento a otro.
El canto de un pajarito
Y todos los días
miraba varias veces por los luga- res donde solía encontrar a su viejo amigo.
Mercedes Merino
¡Hacía ya tanto tiempo!
–pensó.
Una mañana,
se des- pertó y, de pronto, oyó el canto
de un pájaro en el exterior.
El canto de un pajarito
Se tiró de un gran
salto de la cama y se dirigió
a la ventana emocionado de alegría.
Mercedes Merino
—¡Ha vuelto Topi!,
¡ha vuelto Topi!... ¡Mamá, papá… he reconocido su canto!
El caballito volador
Mercedes Merino
El caballito volador
Dibujo realizado
por Miriam Rodelgo
Nieto Fotografías realizadas por Vicky Frias
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones
establecidas de las leyes, la reproducción parcial
o total de esta obra por cualquier
medio o procedimiento incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
© 2013 EL CABALLITO
VOLADOR
© 2013 Mercedes Merino
© 2013 Editorial: Liber Factory
C/ Magnolias
35 bis 28029 Madrid. España
Web:
www.liberfactory.com Tel: 0034 91 3117696
ISBN: 978–84–9949–484-5
Depósito legal: M–xxxxxx
Ilustracción de: Miram Rodelgo Nieto.
Fotografías de: Viky Frías
Las opiniones
expresadas en este trabajo son exclusivas del autor. No reflejan necesariamente las opiniones del editor, que queda eximido
de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.
Disponible en préstamo,
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A Loreto Santos Raboso
A
las mujeres que la han precedido, las más cercanas:
Rebeca, Ene, Paquita,
Marcelina, Magdalena, Gabi y Piedad.
Y también a ellos: José, Ángel, Sorix, Agapito, Santiago,
Exoristo y Manuel.
PARÁBOLAS
Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito
no vio.
Con un
caballito blanco el niño volvió a
soñar; y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido, el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló! Quedóse
el niño muy serio pensando que no es verdad un caballito soñado.
Y ya no volvió
a soñar. Pero
el niño se hizo mozo
…
A. Machado
A unos cuantos kilóme-
tros del pueblo se veía una pequeña
casa.
Las personas
que la ha- bitaban eran dos,
una se- ñora y una niña: madre e hija.
La
diminuta vivienda las acogía lejos de
amigos y parientes.
Aquellos
parajes grandio- sos, bonitos, ¡tan
verdes!, eran suficiente para que ellas vivieran
contentas.
El agua descendía por los estrechos cauces de la montaña,
viniendo a des- embocar en un remanso
claro, dulce, fresco y lim- pio.
Los altos y frondosos ár- boles sombreaban el lu- gar.
El cielo, ¡esa inmensa capa de tonalidades azu- les, blancas,
grises; siem- pre impenetrable!
Comenzaba un nuevo día, Rebeca
procuró hacer los trabajos más duros
antes de que se levantara Lore- to, ella quería
colaborar en todo.
“El niño se despertó”
–Mamá, ¿por qué no me llamaste?
–Ven, pequeña, colócate
bien la camisa, todavía puedes ayudarme. Vamos a regar las plantas.
Terminadas las faenas, Loreto podía irse a jugar.
Bebió apresuradamente un tazón de leche. Corrió hasta su lugar
favorito.
Miraba el azul del cielo,
el verde de la vegetación, el colorido
de las flores.
Oía el piar de los pájaros, el
correr del agua, el soni- do
interminable de la na- turaleza.
Y vio unas lindas maripo- sas
que volaban cerca de ella.
Todo aquello la conmovía y se
sentía feliz, corría de un sitio para
otro, obser- vaba la vida de los
dimi- nutos insectos.
Terminaba extenuada.
Se dirigía hacia un fron- doso árbol bajo el que so- lía descansar, allí se tum- baba tranquila.
…todo le daba vueltas.
De pronto, vio venir un caballito blanco,
parecía como si flotara, no
dejaba huella en la hierba.
Podía subir sobre el lomo, el animalito
estaba cerca y la invitaba a que mon- tara sobre él.
Se sintió emocionada, ¡te- nía
un amigo para jugar! Se agarraba a la
crin, pero suavemente, no fuera a dañarlo.
El caballo se movía, galo- paban.
En un instante se alejaron de allí, no sabría decir cuánto habían cabalgado, volado
más bien.
La transportó a un lugar
desconocido y se encon- tró con muchos niños, to- dos parecidos a ella, la es- peraban
para jugar.
Le ofrecieron extraños ob- jetos que pretendían ser juguetes.
¡Era un mundo tan nue- vo!
Varios chicos y chicas la cogieron
de la mano y la llevaron con los demás, el gesto le encantó.
Cuando estuvo junto a ellos todos querían
salu- darla.
–Una nueva amiga –de- cían.
Dos de los niños, un poco más
altos que el resto, co- menzaron a caminar se- guidos
por todos los que estaban allí.
Llegaron a un inmenso lago, una gran barca se aproximaba
a la orilla, su- bieron a la barca.
Navegaron horas y horas, mientras tanto se entre- tenían
con juegos diverti- dos que ella no conocía.
El paisaje le proporciona- ba
una sensación de júbi- lo.
La niña se sentía muy con- tenta.
Todo cuanto veía estaba como dispuesto para su dicha.
Y por fin entraron en una oscura
cueva, después de un rato les sorprendió una potente claridad.
Sí que se está bien –pen- só–,
hay de todo y no echo nada de menos.
Los niños y niñas se orga- nizaron
en grupos y una de las niñas se dirigió a Loreto para
decirle que se reuniera con el grupo
número cinco.
Tenían que realizar un trabajo
muy fácil.
Por la mañana desperta- ban al sol y con sus risas lo tenían todo el día ocu- pado, radiante, hasta que llegaba la noche y lo deja- ban descansar.
Entonces se dirigían
ha- cia el lecho de la luna y la despertaban para que velara durante la noche mientras
el sol dormía.
Ahora comprendió Lore- to
por qué no veía nunca juntos al sol y a la luna.
Puesto que era muy curio- sa
quiso que le enseñaran lo que hacían los demás grupos.
Aceptaron los niños y la dejaron pasar al número
cuatro.
El trabajo del grupo nú- mero cuatro no parecía
complicado, tenían que mantener llenos de agua los mares,
ríos, lagunas…
y conseguir que las mon- tañas permanecieran en su sitio, que reinara la ar-
monía entre el agua y la tierra.
Unos grandes depósitos
contenían agua que caía hacia abajo cuando abrían las compuertas.
Ellos sabían bien el agua que se necesitaba.
Loreto no llegó a enten-
derlo bien, le pareció difí- cil
que luego se repartiera por todas
partes; por unas más, por otras menos.
A continuación pidió que la
llevaran hacia el grupo número tres.
Los componentes de este grupo estaban
más espe- cializados, las tareas em- pezaban
a complicarse.
Vigilaban todas las plan- tas
del universo, cuidaban de que siguieran vivien-
do, que ninguna especie desapareciera, que las flo- res salieran en la misma
temporada, que el fruto llegara
a madurar.
Y así, comprendió que existieran tan variadas y hermosas plantas.
Pero se preguntaba por qué, a veces, se estropea- ban, cuando estos niños y niñas las cuidaban delica- damente.
A pesar de tantas cuestiones sin responder quiso que la lleva- ran donde estaban los del gru- po número dos. Son muy listos
–le dijeron– conocen todas las especies del reino animal y se ocupan de su conservación con mucho mimo.
Velan por los más peque- ños,
siguen su proceso vi- tal para que
nada les ocu- rra.
Si alguna vez mueren los padres, ellos cuidan más detenidamente de esos animalitos huérfanos.
Este trabajo le pareció aún más difícil
que los anteriores y, aunque
no lo tenía nada claro, no lo que ellos hacían, sino lo que después sucedía
en ese mundo que cuidaban,
¡era todo tan distinto a lo que ellos pretendían!,
les dijo que le mostra- ran el grupo número
uno.
–A este no lo podrás ver –dijo uno de los niños
más altos.
–¿Por qué?
–Solamente Uno se en- carga
de velarlo, pero sin trastocar nada.
–¿Qué es lo que vigila?
–A
las personas.
–¿A todas?
–Sí.
–Entonces verá a mi papá.
–Claro.
–Y no podrías pedirle, por favor, que me deje verlo.
–No creo que sea posible.
–Si yo solo quiero verlo para saber cómo está.
–¿Es que no vives con él?
–No, se fue a trabajar
y vive muy lejos de casa.
–¿Hace mucho tiempo que no lo ves?
–Muchos años
–Quizás acepte si se trata de tanto tiempo para ti.
El niño que había estado hablando con Loreto se dirigió
a una de las puer- tas de la inmensa
sala y desapareció tras ella.
Después volvió con una pequeña
bola de cristal en
la mano y se la entregó a Loreto.
–¿Qué es esto? –le pregun-
tó.
–Si la miras con atención
podrás ver a tu papá.
–Gracias, sabía que me dejaría
verlo.
Se puso muy contenta cuando
vio a su papá.
¡Es mi papá! –gritó emo- cionada– pero se entris-
teció porque estaba entre muchos otros hombres y mujeres
con caras tristes, malhumorados.
–¿Por qué si cuidáis tanto del
universo no sale bien?
–le preguntó al niño que la acompañaba.
–Eso nos preguntamos nosotros
y el secreto está ahí dentro.
El número Uno vigila a los
hombres, pero les deja que hagan lo
que quieran porque dice
que son libres
y los ama mucho.
Y los hombres no saben valorar
el gran regalo que se les da.
–¿Podríais hacer algo?
–No, nosotros no.
Vio venir al caballo blan- co, se vio sentada sobre él y voló muy deprisa,
era acariciada por el viento.
“¡El caballito
voló!”
Rebeca estaba preocupa-
da porque no había vuel- to Loreto.
Salió de la casa y se dirigió hacia donde su hija solía jugar, la llamó repetidas veces:
¡Loreto!, ¡Loreto!…
De pronto la vio tendida bajo
un árbol, dormía plá- cidamente, una de sus ma- nos la tenía metida en el bolsillo y la otra suavemen- te cerrada, hacia arriba.
–¡Loreto!
–Sí, mamá.
–Estabas dormida, es hora de comer.
–Mamá, ¿los caballos vue- lan?
–No, mi niña.
Entonces se apresuró
a sacar la mano del bolsillo para enseñarle la bola de cristal.
Abrió la mano
y no había nada.
Siguió caminando jun- to a su madre y comenzó
a contarle todo lo que le había sucedido.
–Claro, pequeña, estabas
soñando.
–Pero yo he visto a papá y era de verdad…
“Y ya no volvió a soñar. Pero el niño se hizo mozo”
Y volvería a soñar…
El caballito volador
Mercedes Merino
El caballito volador
Dibujo realizado
por Miriam Rodelgo
Nieto Fotografías realizadas por Vicky Frias
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establecidas de las leyes, la reproducción parcial
o total de esta obra por cualquier
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© 2013 EL CABALLITO
VOLADOR
© 2013 Mercedes Merino
© 2013 Editorial: Liber Factory
C/ Magnolias
35 bis 28029 Madrid. España
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ISBN: 978–84–9949–484-5
Depósito legal: M–xxxxxx
Ilustracción de: Miram Rodelgo Nieto.
Fotografías de: Viky Frías
Las opiniones
expresadas en este trabajo son exclusivas del autor. No reflejan necesariamente las opiniones del editor, que queda eximido
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A Loreto Santos Raboso
A
las mujeres que la han precedido, las más cercanas:
Rebeca, Ene, Paquita,
Marcelina, Magdalena, Gabi y Piedad.
Y también a ellos: José, Ángel, Sorix, Agapito, Santiago,
Exoristo y Manuel.
PARÁBOLAS
Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito
no vio.
Con un
caballito blanco el niño volvió a
soñar; y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido, el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló! Quedóse
el niño muy serio pensando que no es verdad un caballito soñado.
Y ya no volvió
a soñar. Pero
el niño se hizo mozo
…
A. Machado
A unos cuantos kilóme-
tros del pueblo se veía una pequeña
casa.
Las personas
que la ha- bitaban eran dos,
una se- ñora y una niña: madre e hija.
La
diminuta vivienda las acogía lejos de
amigos y parientes.
Aquellos
parajes grandio- sos, bonitos, ¡tan
verdes!, eran suficiente para que ellas vivieran
contentas.
El agua descendía por los estrechos cauces de la montaña,
viniendo a des- embocar en un remanso
claro, dulce, fresco y lim- pio.
Los altos y frondosos ár- boles sombreaban el lu- gar.
El cielo, ¡esa inmensa capa de tonalidades azu- les, blancas,
grises; siem- pre impenetrable!
Comenzaba un nuevo día, Rebeca
procuró hacer los trabajos más duros
antes de que se levantara Lore- to, ella quería
colaborar en todo.
“El niño se despertó”
–Mamá, ¿por qué no me llamaste?
–Ven, pequeña, colócate
bien la camisa, todavía puedes ayudarme. Vamos a regar las plantas.
Terminadas las faenas, Loreto podía irse a jugar.
Bebió apresuradamente un tazón de leche. Corrió hasta su lugar
favorito.
Miraba el azul del cielo,
el verde de la vegetación, el colorido
de las flores.
Oía el piar de los pájaros, el
correr del agua, el soni- do
interminable de la na- turaleza.
Y vio unas lindas maripo- sas
que volaban cerca de ella.
Todo aquello la conmovía y se
sentía feliz, corría de un sitio para
otro, obser- vaba la vida de los
dimi- nutos insectos.
Terminaba extenuada.
Se dirigía hacia un fron- doso árbol bajo el que so- lía descansar, allí se tum- baba tranquila.
…todo le daba vueltas.
De pronto, vio venir un caballito blanco,
parecía como si flotara, no
dejaba huella en la hierba.
Podía subir sobre el lomo, el animalito
estaba cerca y la invitaba a que mon- tara sobre él.
Se sintió emocionada, ¡te- nía
un amigo para jugar! Se agarraba a la
crin, pero suavemente, no fuera a dañarlo.
El caballo se movía, galo- paban.
En un instante se alejaron de allí, no sabría decir cuánto habían cabalgado, volado
más bien.
La transportó a un lugar
desconocido y se encon- tró con muchos niños, to- dos parecidos a ella, la es- peraban
para jugar.
Le ofrecieron extraños ob- jetos que pretendían ser juguetes.
¡Era un mundo tan nue- vo!
Varios chicos y chicas la cogieron
de la mano y la llevaron con los demás, el gesto le encantó.
Cuando estuvo junto a ellos todos querían
salu- darla.
–Una nueva amiga –de- cían.
Dos de los niños, un poco más
altos que el resto, co- menzaron a caminar se- guidos
por todos los que estaban allí.
Llegaron a un inmenso lago, una gran barca se aproximaba
a la orilla, su- bieron a la barca.
Navegaron horas y horas, mientras tanto se entre- tenían
con juegos diverti- dos que ella no conocía.
El paisaje le proporciona- ba
una sensación de júbi- lo.
La niña se sentía muy con- tenta.
Todo cuanto veía estaba como dispuesto para su dicha.
Y por fin entraron en una oscura
cueva, después de un rato les sorprendió una potente claridad.
Sí que se está bien –pen- só–,
hay de todo y no echo nada de menos.
Los niños y niñas se orga- nizaron
en grupos y una de las niñas se dirigió a Loreto para
decirle que se reuniera con el grupo
número cinco.
Tenían que realizar un trabajo
muy fácil.
Por la mañana desperta- ban al sol y con sus risas lo tenían todo el día ocu- pado, radiante, hasta que llegaba la noche y lo deja- ban descansar.
Entonces se dirigían
ha- cia el lecho de la luna y la despertaban para que velara durante la noche mientras
el sol dormía.
Ahora comprendió Lore- to
por qué no veía nunca juntos al sol y a la luna.
Puesto que era muy curio- sa
quiso que le enseñaran lo que hacían los demás grupos.
Aceptaron los niños y la dejaron pasar al número
cuatro.
El trabajo del grupo nú- mero cuatro no parecía
complicado, tenían que mantener llenos de agua los mares,
ríos, lagunas…
y conseguir que las mon- tañas permanecieran en su sitio, que reinara la ar-
monía entre el agua y la tierra.
Unos grandes depósitos
contenían agua que caía hacia abajo cuando abrían las compuertas.
Ellos sabían bien el agua que se necesitaba.
Loreto no llegó a enten-
derlo bien, le pareció difí- cil
que luego se repartiera por todas
partes; por unas más, por otras menos.
A continuación pidió que la
llevaran hacia el grupo número tres.
Los componentes de este grupo estaban
más espe- cializados, las tareas em- pezaban
a complicarse.
Vigilaban todas las plan- tas
del universo, cuidaban de que siguieran vivien-
do, que ninguna especie desapareciera, que las flo- res salieran en la misma
temporada, que el fruto llegara
a madurar.
Y así, comprendió que existieran tan variadas y hermosas plantas.
Pero se preguntaba por qué, a veces, se estropea- ban, cuando estos niños y niñas las cuidaban delica- damente.
A pesar de tantas cuestiones sin responder quiso que la lleva- ran donde estaban los del gru- po número dos. Son muy listos
–le dijeron– conocen todas las especies del reino animal y se ocupan de su conservación con mucho mimo.
Velan por los más peque- ños,
siguen su proceso vi- tal para que
nada les ocu- rra.
Si alguna vez mueren los padres, ellos cuidan más detenidamente de esos animalitos huérfanos.
Este trabajo le pareció aún más difícil
que los anteriores y, aunque
no lo tenía nada claro, no lo que ellos hacían, sino lo que después sucedía
en ese mundo que cuidaban,
¡era todo tan distinto a lo que ellos pretendían!,
les dijo que le mostra- ran el grupo número
uno.
–A este no lo podrás ver –dijo uno de los niños
más altos.
–¿Por qué?
–Solamente Uno se en- carga
de velarlo, pero sin trastocar nada.
–¿Qué es lo que vigila?
–A
las personas.
–¿A todas?
–Sí.
–Entonces verá a mi papá.
–Claro.
–Y no podrías pedirle, por favor, que me deje verlo.
–No creo que sea posible.
–Si yo solo quiero verlo para saber cómo está.
–¿Es que no vives con él?
–No, se fue a trabajar
y vive muy lejos de casa.
–¿Hace mucho tiempo que no lo ves?
–Muchos años
–Quizás acepte si se trata de tanto tiempo para ti.
El niño que había estado hablando con Loreto se dirigió
a una de las puer- tas de la inmensa
sala y desapareció tras ella.
Después volvió con una pequeña
bola de cristal en
la mano y se la entregó a Loreto.
–¿Qué es esto? –le pregun-
tó.
–Si la miras con atención
podrás ver a tu papá.
–Gracias, sabía que me dejaría
verlo.
Se puso muy contenta cuando
vio a su papá.
¡Es mi papá! –gritó emo- cionada– pero se entris-
teció porque estaba entre muchos otros hombres y mujeres
con caras tristes, malhumorados.
–¿Por qué si cuidáis tanto del
universo no sale bien?
–le preguntó al niño que la acompañaba.
–Eso nos preguntamos nosotros
y el secreto está ahí dentro.
El número Uno vigila a los
hombres, pero les deja que hagan lo
que quieran porque dice
que son libres
y los ama mucho.
Y los hombres no saben valorar
el gran regalo que se les da.
–¿Podríais hacer algo?
–No, nosotros no.
Vio venir al caballo blan- co, se vio sentada sobre él y voló muy deprisa,
era acariciada por el viento.
“¡El caballito
voló!”
Rebeca estaba preocupa-
da porque no había vuel- to Loreto.
Salió de la casa y se dirigió hacia donde su hija solía jugar, la llamó repetidas veces:
¡Loreto!, ¡Loreto!…
De pronto la vio tendida bajo
un árbol, dormía plá- cidamente, una de sus ma- nos la tenía metida en el bolsillo y la otra suavemen- te cerrada, hacia arriba.
–¡Loreto!
–Sí, mamá.
–Estabas dormida, es hora de comer.
–Mamá, ¿los caballos vue- lan?
–No, mi niña.
Entonces se apresuró
a sacar la mano del bolsillo para enseñarle la bola de cristal.
Abrió la mano
y no había nada.
Siguió caminando jun- to a su madre y comenzó
a contarle todo lo que le había sucedido.
–Claro, pequeña, estabas
soñando.
–Pero yo he visto a papá y era de verdad…
“Y ya no volvió a soñar. Pero el niño se hizo mozo”
Y volvería a soñar…
Reinventen el nombre de los personajes y la trama de la histo- ria, de este modo cambiarán
también la autoría.
Porque ahora, querida
lectora o lector,
tú serás la autora o el autor.
Invente una historia
nueva y regálasela a su hija, hijo o a quien tenga a su cuidado. Sería maravilloso que coincidiera con el mundo que usted sueña para generaciones posteriores.
Este es un cuento que habla de libertad y de sueños.
Madrid, en octubre de 2014 y treinta y tantos años atrás.
Mercedes Merino Verdugo
Aleteo de letras
Fotografías de Pilar Fernández
Gallego y Viky Frías Ruiz
Reservados todos los
derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las
sanciones establecidas de las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o
procedimiento incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
© 2015 Aleteo de letras. Mercedes Merino Verdugo
© 2015 Editorial: Liber Factory
C./ San Ildefonso nº 17 28012
Madrid. España Web: www.liberfactory.com Tel: 0034 91 3117696
ISBN Papel: 978-84-9949-xxx-x ISBN Ebook: 978-84-9949-xxx-x
Depósito legal: M-xxxxx-2015
Fotografías
de Cuéllar: Pilar Fernández Gallego. Fotografías de la contraportada: Viky Frías Ruiz
Las opiniones expresadas en este trabajo
son exclusivas del autor. No reflejan necesariamente las opiniones del
editor, que queda eximido de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.
Disponible en préstamo, en
formato electrónico, en www.bibliotecavisionnet.com Disponible en papel y ebook
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Pedidos a:
Si quiere recibir información periódica sobre las
novedades de nuestro grupo editor envíe un correo
electrónico a:
A ti
Y Dios me repetía que ese nombre era el
mío, que me llamaba Alondra,
pero yo bien sabía que me llamaba Alfonsa,
y Dios bien lo sabía. Alfonsa de la Torre
Encuentros con Alfonsa de la Torre de Rojas y Ángeles Fernández de la Borbolla
En
Sintra, 1969. Imagen de la fotografía cedida por María del Carmen Gómez
Sacristán.
I
Me encontré
con un libro de la poeta Alfonsa.
Quedó guardado hasta que un día reapareció en mi vida.
Me encontré
con un libro de la poeta Alfonsa.
Quedó guardado hasta que un día reapareció en mi vida.
II
Esta etapa era otra,
me impulsaba el
entusiasmo y empecé a preguntarme quién sería la Alondra.
7
Esta etapa era otra,
me impulsaba el
entusiasmo y empecé a preguntarme quién sería la Alondra.
7
I
Una noche… subí
a la terraza
para recoger
sábanas. De pronto, oí el suave aleteo de un pájaro
que se posaba
en la cuerda y me miraba de cerca.
Me sorprendió
su belleza, me aproximé
para acariciarle el plumaje. Cuando lo hube tocado un
haz de luz
me obligó a cerrar los párpados.
Sentí un
escalofrío porque alguien
acariciaba mi mano
y me invitaba a
caminar muy despacio.
No me salía la voz,
la respiración
me abandonaba, sin embargo sentía una paz inmensa.
Así comenzó
el ir y venir de encuentros.
9
Una noche… subí
a la terraza
para recoger
sábanas. De pronto, oí el suave aleteo de un pájaro
que se posaba
en la cuerda y me miraba de cerca.
Me sorprendió
su belleza, me aproximé
para acariciarle el plumaje. Cuando lo hube tocado un
haz de luz
me obligó a cerrar los párpados.
Sentí un
escalofrío porque alguien
acariciaba mi mano
y me invitaba a
caminar muy despacio.
No me salía la voz,
la respiración
me abandonaba, sin embargo sentía una paz inmensa.
Así comenzó
el ir y venir de encuentros.
9
II
Caminaba con
ella, señorita del pasado, quedábamos cerca de un jardín
las tardes de
los sábados, junto a la verja
de la calle Fortuny, en la Residencia
de sus años de estudiante.
10
Caminaba con
ella, señorita del pasado, quedábamos cerca de un jardín
las tardes de
los sábados, junto a la verja
de la calle Fortuny, en la Residencia
de sus años de estudiante.
10
El reloj
marcaba más de las veintidós horas.
Alfonsa me
cogió la mano y, como dos personajes escapados de un cuadro de Chagall,
volamos hasta la copa de un árbol.
En un vuelo
lento bordeamos las ramas
sin tocarlas,
su mano y mi mano permanecían unidas.
Sin dirigirnos la palabra
nos
trasformamos en cuerpos ingrávidos.
El silencio
acompañaba interrumpido, en ocasiones, por un diálogo susurrante como llegado
de otra galaxia. Comenzó a relatarme
retazos de su vida.
Se rodeó de
libros y otros bienes que le legó su padre y al lado de Juanita
comenzó una vida en pareja.
11
Había nacido en
Cuéllar. De niña perdió la vista, después la recuperó
y desde
entonces lograba intuir lo que otros no veían. Las garras del patriarcado, con
la férrea mano
de su hermano
Basilio, y la dictadura
no la dejaron en paz.
¡Cuánto la
incordiaron: cercenada en vida
y olvidada durante años!
13
Me situé junto a la verja
de las
glicinias y miré a través de los barrotes
por si la viera.
Transcurridos quince minutos
la sentí muy
próxima. Llegó con mirada
melancólica, poco cariñosa, pero me cogió de la mano
y volamos.
¿Qué estará
recordando? Nuestros ingrávidos cuerpos sobrevolaban
el jardín de la
Residencia. Durante vueltas y vueltas comenzó a susurrarme frases entrecortadas.
Me hablaba de
sus años de infancia, de sus viajes.
15
Mientras leo Égloga
me recorre
un escalofrío por todo el
cuerpo,
como si alguien
estuviera a mi lado leyendo.
Alfonsa comienza
a acariciarme
el cabello, me coge la mano
y traspasamos los cristales de la
ventana.
¡Volamos al jardín
de nuestros encuentros!
17
I
Plantas y rosas
en la Oda
a la reina del Irán
para entregarte al escribirlo.
Lista extensa nombrando flores… como si las rosas cayeran
del cielo para
encontrarse con Platero
en aquella hora
del Ángelus que soñara Juan Ramón.
19
Plantas y rosas
en la Oda
a la reina del Irán
para entregarte al escribirlo.
Lista extensa nombrando flores… como si las rosas cayeran
del cielo para
encontrarse con Platero
en aquella hora
del Ángelus que soñara Juan Ramón.
19
II
Me he encontrado
con ella después
de haber leído la Oda.
Esos versos
que dirige a un amante,
¿cómo deberíamos entenderlos?
¿Se desborda
la imaginación
de Alfonsa y proclama
el amor que siente?
¡Se desborda la
poeta contemplando rosas! Llega,
me ofrece su
mano, volamos.
20
Me he encontrado
con ella después
de haber leído la Oda.
Esos versos
que dirige a un amante,
¿cómo deberíamos entenderlos?
¿Se desborda
la imaginación
de Alfonsa y proclama
el amor que siente?
¡Se desborda la
poeta contemplando rosas! Llega,
me ofrece su
mano, volamos.
20
Hoy, hemos visitado
“la Colina de los chopos”, alegría y viaje
al pasado. Miramos a
jóvenes de la Edad de Plata
que se reúnen
en tertulias y conferencias
antes del desastre de la guerra.
Volvemos a la verja de las glicinias,
nos adentramos
en la Residencia y vemos a varias señoritas:
es un grupo de
las Modernas reunidas en una gran sala compartiendo ideas.
Alfonsa aparece
entre ellas, y señala con el dedo
a aquella joven
que entonces fue para que yo la reconozca.
21
I
Hoy está triste el jardín, en las plantas se
ven
las lágrimas.
Alfonsa llega vestida de oscuro.
Sobrevolamos silenciosas.
Los desastres
de la guerra
nos mantienen en suspenso:
tantos años de
combate convirtieron la convivencia en penalidades
y llantos. Después,
tantas décadas de desconsuelo.
Hoy está triste el jardín, en las plantas se
ven
las lágrimas.
Alfonsa llega vestida de oscuro.
Sobrevolamos silenciosas.
Los desastres
de la guerra
nos mantienen en suspenso:
tantos años de
combate convirtieron la convivencia en penalidades
y llantos. Después,
tantas décadas de desconsuelo.
II
Si empuñamos las armas
y nos arrojamos las letras…
23
Si empuñamos las armas
y nos arrojamos las letras…
23
Nos vemos, como otras veces, junto a la verja de las glicinias nos
cogemos de la mano.
Esta vez
volamos por la Castellana hasta el café Gijón, vemos al grupo
reunido en torno a la poesía.
Cuando regresamos
se le caen las
lágrimas, quizás por algo que le pasa a su compañera Juana.
Acaricio con
mis dedos los suyos
por si le sirve de consuelo.
25
Otras veces…
miramos al cielo
y me cuenta sus
secretos. Estos encuentros resultan
próximos, espaciados,
sabrosos, pautados, rítmicos muy intensos
y aromados.
27
Me preparo para salir al cine. De pronto, oigo el revolotear de un pájaro
en el alféizar
de mi ventana.
No lo dudo un
segundo, cambio de planes,
la sigo por ese
guiño cómplice que reconozco.
29
Después de
algún tiempo volviste por aquí en
“un revolotear
de pájaros remotos”.
Me despierto de
un sueño. Esperas.
31
En el jardín
luce el sol, los árboles se desperezan
para saludarme
cuando me acerco.
Miro por todos
los rincones por si la viera.
Desde hace un
tiempo no aparece,
como si ya no
fuera necesaria su presencia.
33
Hoy está mojado
el jardín, las glicinias lloran
su ausencia… en el invierno
a las hadas les
cuesta volar. Siento húmeda la cara,
la lluvia se ha
confundido con las lágrimas.
35
Me recoge,
nos vamos al jardín.
Me deja en la
copa de un árbol, ella se va a otro cercano
y allí, al
vuelo, recitamos poemas.
37
Vivió en La Residencia,
luego Colegio
de Santa Teresa, profesora universitaria, investigadora, sabia.
Y, de pronto,
se retira… lejos de tanta necedad.
39
I
Seremos como
dos ranas en una Charca
con sus
delantalitos blancos, rememorando aquellos lagartos de nuestro Federico, el poeta asesinado.
Seremos como
dos ranas en una Charca
con sus
delantalitos blancos, rememorando aquellos lagartos de nuestro Federico, el poeta asesinado.
II
Convertimos las
nanas de la cebolla
en nanas
de amapolas, hortensias,
alelíes y otras flores.
41
Convertimos las
nanas de la cebolla
en nanas
de amapolas, hortensias,
alelíes y otras flores.
41
Mientras espero
dos de tus escritos, de nuevo tú.
Te recuerdo
entre estanterías libros,
algo habitual en mi vida.
Vienes y vas,
aunque te alejas sigues cerca.
43
Desciende la
fuente por un hilo armonioso,
murmullo de pájaros al precipitarse
en el agua verdiblanca.
Rubor de
nenúfares al ser sorprendidos, otras
hojas junto a ti. A lo lejos,
cerca. Siempre.
45
¡Alfonsa!, ¡Alfonsa!
Llegó la madrugada
y con ella un repiqueteo
de campanas desde Cuéllar.
Huele a flores
de antaño y correr de agua,
a conventos en
silencio de siglos, a celdas azules para azucenas desencantadas.
Y a ti,
Alondra. Sueño con tu Charca desde el
postigo
de san Martín.
47
Te pregunto por Juana
y me hablas de sor Nada.
La dama de soledad
que se fraguó
en el Gijón fue uno de los motivos
para aislaros
en celdas azules. Seguimos en un vuelo silencioso en aquella noche de abril.
Recordamos algunos
párrafos del cuento de las azucenas.
Nos despedimos
con deseos
de reencontrarnos.
49
Paseo junto al
muro del jardín.
Voy rápido.
Su fragancia
consigue que pare la vida.
Me lleno de
aire repetidas veces para sentirla cerca.
51
Esta luz recóndita
de la caída de
la tarde me atrapa, me enajena. Vuelves a mí afirmándome.
No sé contar lo
mucho que te echo de menos, por estos jardines paseo y paseo para sentirte
próxima.
53
En el tejado
una ventana espía a las paseantes
del jardín…
atalaya
centenaria o no. Quizás sí, ¿quién sabe?
¡Cuánto me
cuesta soportar el peso de
tu ausencia!
55
Algunos días
me regalas media hora.
¡Qué contenta!
Abro el libro, leo. Vuelves.
Los ojos se tiñen
de un cielo gris.
¡Es tremendo!
Se oye tu canto. Y es azul.
57
Llegaste a mí
en un revolotear
de pájaros remotos.
Me invitaste a tu vuelo, permanecí en suspenso durante años.
¡Bailamos!
59
Otro jardín del
pasado… se suceden imágenes
por el devenir
del tiempo
en un correr de
agua. Recuerdo cuando llegabas
mientras te leía.
61
Aquella
barbarie me deja perpleja.
El poder mal
utilizado enturbia la vida.
¡Parón.
Retroceso! Se acabó la “Resi”.
63
Llegaste a mí
entre secretos, poco precisa.
Mi ilusión te esperaba, satisfacciones en el aire.
Te fuiste como llegaste.
Desapareciste una vez más,
nunca para siempre:
tus escritos esperan.
65
Frente a mí la
Resi, varias fotos ilustran
la época de las Modernas.
Mujeres uniformadas con sus vestidos zapatos, cabellos.
¿Estabas aquí
otra tarde en este instante?
67
En este ir y venir en el tiempo
me sobrecojo cada vez que apareces.
La variedad de temas
en tus escritos
manifiestan lo preparada que estás.
Llegaron tiempos difíciles, décadas
de tedio.
Retrocesos. Las
luces de aquellos años de la Edad de Plata tuvieron que quedar
a la sombra o
fuera del país. Tú,
te refugiaste
en la
Charca.
69
Calle Fortuny
número cincuenta y tantos.
Paso al jardín
miro hacia arriba
me saludas
radiante. Bajas. Subo. ¡Volamos!
71
Te pregunto
por Juana y no me respondes.
¡Aquellos años
con ella! Vuestra relación: Ángeles y
tú, tú y Juana.
73
En el poemario
Plazuela
de las obediencias
te muestras
mística esotérica, algo maga documentada.
Adentrarme en
tus versos es como encontrarme
en un laberinto y perderme.
Son momentos de gozo
y vuelvo una y otra
vez a leer, leer, leer.
75
I
Pájaros en
vuelo, remotos, de otros tiempos.
Ahora, a solas,
nos despedimos
sin razón ni
sentimiento. Aquí, en este mes de abril cuando todavía suena
la música de tus versos.
Pájaros en
vuelo, remotos, de otros tiempos.
Ahora, a solas,
nos despedimos
sin razón ni
sentimiento. Aquí, en este mes de abril cuando todavía suena
la música de tus versos.
II
Pues sí, llegaste
cuando menos lo
esperaba y te marchas sin decirme lo
que quieres.
Pues sí, llegaste
cuando menos lo
esperaba y te marchas sin decirme lo
que quieres.
III
Me abandonaste o cerré el capítulo.
¿Quién deja a quién?
¿Te fuiste o
dejé de leer? Difícil saber el desenlace. Permanecen tus palabras.
77
Me abandonaste o cerré el capítulo.
¿Quién deja a quién?
¿Te fuiste o
dejé de leer? Difícil saber el desenlace. Permanecen tus palabras.
77
Farolas encendidas
en paseos no
frecuentados. Al aire libre calor y escarcha.
La Castellana de árboles frondosos, el café Gijón
y aquellos años…
79
Tú, tú, tú, de nuevo tú.
Intentos de olvidarte,
de no leerte ni
frecuentarte. Llegas a mí.
Incondicional yo, tú te impones.
81
¡Me han sacado de un sueño!
Carmen ha
detectado mi presencia y me insta
a que abandone
el jardín. Me acerco. Me identifica.
Tengo permiso hasta las dos. De nuevo tú: vienes, vas, revoloteas por mi
cabeza.
83
En la buhardilla.
Más arriba del
tejado, agotada la posibilidad
de cobijo,
intuyo tu mirada. Sí, miras.
Me llega
insistente tu mirada. Me recojo y te recojo,
me ensimismo en ti.
85
En el otro
jardín fuentes sonoras
junto a ruidos
altisonantes. Te siento a mi lado,
recito en
silencio algunos de tus poemas. Sonríes entre flores silvestres, aromáticas.
¡Magia! He
acariciado tus palabras mientras pasaba las hojas.
87
Llego. Estás.
Me sonríes.
Un haz de
colores luminosos transforma el
árbol.
89
En el jardín
castañetean las ramas:
el invierno y
los jardineros lo han dejado aterido.
91
I
El otoño regala
una alfombra al
jardín. La luz y contraluz interpretan
una sinfonía de colores.
El otoño regala
una alfombra al
jardín. La luz y contraluz interpretan
una sinfonía de colores.
II
Las hojas en su aleteo
desde los árboles
al césped
recitan
los nombres
de cientos de
señoritas que estudian en la Resi.
Las hojas en su aleteo
desde los árboles
al césped
recitan
los nombres
de cientos de
señoritas que estudian en la Resi.
III
Las hojas lloran
al recordar
a las miles, miles y miles
de mujeres… anónimas.
93
Las hojas lloran
al recordar
a las miles, miles y miles
de mujeres… anónimas.
93
Apareciste en
los entresijos del alma, Alfonsa.
En ese diálogo
interior secreto, misterioso
en el que sólo encuentro
a quien me toca
la fibra sensible.
¡Inolvidable el
tiempo que comparto contigo!
95
Cantemos,
Alfonsa, volemos
para que no
conviertan nuestra vida
en un silencio.
97
ANEXO
Casa donde nació Alfonsa
de la Torre en 1915,
en Cuéllar.
Fotografías de Pilar Fernández Gallego.
La Charca, casa donde vivió Alfonsa de la Torre, en Cuéllar.
Fotografías de Pilar Fernández Gallego.
Homenaje póstumo a la poeta, Sala Alfonsa de la Torre. Gracias al trabajo
llevado a cabo por María del Carmen Gómez Sacristán, para rescatar a la poeta del olvido,
quien estuvo encargada de la Concejalía de Cultura en Cuéllar durante ocho años.
Fotografías de Pilar Fernández Gallego.
UN
ROSTRO CONTENTO
MERCEDES MERINO VERDUGO
UN ROSTRO CONTENTO
Reservados
todos los derechos. Queda rigurosa- mente
prohibida, sin la autorización escrita de los titulares
del Copyright, bajo las sanciones
establecidas de las leyes, la reproducción par- cial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento incluidos la reprografía y
el tra- tamiento informático.
© 2017 UN ROSTRO CONTENTO
© Mercedes Merino Verdugo
© 2017 Editorial:
Liber Factory
C./ San Ildefonso nº 17 28012 Madrid.
España Web: www.liberfactory.com Tel: 0034 91
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PRÓLOGO
C
uando empezamos a escribir Mercedes
y yo nunca pre- tendimos
igualarnos a los genios y genias que pueblan la literatura. Y sin embargo
ella lo es, Mercedes es genial para
su gente querida,
su familia y sus amistades.
Un
rostro contento es un libro preparado con amor, con mimo, con cuidado. Saca a relucir lo que
debe saberse. Este libro habla de
gente buena a la que Mercedes admira, res- peta
y ama. Los admira porque son admirables. Muchos de los personajes que transitan por el libro: el padre, la madre,
el maestro..., ya no existen.
Y antes de que sean olvidados Mercedes
los fija en sus poemas, porque la vida humana es demasiado breve y la palabra escrita la prolonga.
El libro tiene tres partes, la primera dedicada a la
madre, la segunda a la biografía de
la propia autora y la tercera a la familia, amigas y amigos.
El título alude a la madre, de la que Mercedes recuerda
su alegría
Mi madre canta en el campo, en la casa, en todos sus trabajos.
Un rostro contento habla de la infancia
7
|
uando empezamos a escribir Mercedes
y yo nunca pre- tendimos
igualarnos a los genios y genias que pueblan la literatura. Y sin embargo
ella lo es, Mercedes es genial para
su gente querida,
su familia y sus amistades.
Un
rostro contento es un libro preparado con amor, con mimo, con cuidado. Saca a relucir lo que
debe saberse. Este libro habla de
gente buena a la que Mercedes admira, res- peta
y ama. Los admira porque son admirables. Muchos de los personajes que transitan por el libro: el padre, la madre,
el maestro..., ya no existen.
Y antes de que sean olvidados Mercedes
los fija en sus poemas, porque la vida humana es demasiado breve y la palabra escrita la prolonga.
El libro tiene tres partes, la primera dedicada a la
madre, la segunda a la biografía de
la propia autora y la tercera a la familia, amigas y amigos.
El título alude a la madre, de la que Mercedes recuerda
su alegría
Mi madre canta en el campo, en la casa, en todos sus trabajos.
Un rostro contento habla de la infancia
7
Lumbre de infancia
junto a la chimenea
del pasado
A lo lejos, la sombra
de mi abuelo
se eleva misteriosa
de la casa
mi lugar
favorito fue un rincón del tejado
del pueblo
Cabezamesada nos vio nacer
de paisajes manchegos
cereales en los campos
en el corazón aquellos paisajes
Este es un libro para recordar,
un libro para disfrutar.
Viky Frías
8
I.
LA MADRE
LA MADRE
SOPLA EL PASADO CON EL VIENTO
Ruge el viento en los rincones
del muro de su casa.
Sopla el pasado por las calles de la villa.
Los angostos caminos
que me acercan
a la ermita me hablan de ti.
13
Ruge el viento en los rincones
del muro de su casa.
Sopla el pasado por las calles de la villa.
Los angostos caminos
que me acercan
a la ermita me hablan de ti.
13
LOS PRIMEROS ROMANCES
En una pequeña villa suenan notas de contento. Llegan
del patio familiar,
la madre canta romances de gentes de otras tierras.
Unos ojos de niña atienden
y traga saliva. Se le anuda la garganta no puede escuchar.
15
En una pequeña villa suenan notas de contento. Llegan
del patio familiar,
la madre canta romances de gentes de otras tierras.
Unos ojos de niña atienden
y traga saliva. Se le anuda la garganta no puede escuchar.
15
AÑOS QUE PASAN RÁPIDO
Verde el toldo geranios en los tiestos
las baldosas rojas.
Algunas sillas y mesa en la terraza
que nos acoge.
A lo lejos, la sombra
de mi abuelo
se eleva misteriosa.
17
Verde el toldo geranios en los tiestos
las baldosas rojas.
Algunas sillas y mesa en la terraza
que nos acoge.
A lo lejos, la sombra
de mi abuelo
se eleva misteriosa.
17
AUDITORIO
Estoy en el Auditorio… escucho
El Mesías de Händel, las cuatrocientas voces
llenan todos los intersticios.
La magia de la música
me transporta a otros momentos
vividos.
Unas lágrimas se deslizan por mi cara al recordarla.
Mi madre canta en el campo, en la casa, en todos sus trabajos;
apenas disfrutó del ocio. Yo soy una privilegiada.
19
Estoy en el Auditorio… escucho
El Mesías de Händel, las cuatrocientas voces
llenan todos los intersticios.
La magia de la música
me transporta a otros momentos
vividos.
Unas lágrimas se deslizan por mi cara al recordarla.
Mi madre canta en el campo, en la casa, en todos sus trabajos;
apenas disfrutó del ocio. Yo soy una privilegiada.
19
S. L.
Sus labores y las de los demás esa fue la profesión
de ella, ayudar
a todo el que estaba a su lado, con más alegría
que la del voluntariado.
21
Sus labores y las de los demás esa fue la profesión
de ella, ayudar
a todo el que estaba a su lado, con más alegría
que la del voluntariado.
21
TORMENTA
Se oían rezos en el interior de la casa de mi abuelo, “Santa Bárbara bendita”, su mujer imploraba.
Pero el miedo para mi madre no existió, seguía ensimismada en sus diferentes
tareas demostrando valentía.
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Se oían rezos en el interior de la casa de mi abuelo, “Santa Bárbara bendita”, su mujer imploraba.
Pero el miedo para mi madre no existió, seguía ensimismada en sus diferentes
tareas demostrando valentía.
23
AMANECER EN DÍA NUBLADO
Amanecer desde la ermita de la Virgen
en día nublado
Devota de esta virgen fue mi madre,
del Castillo por más señas que nació en la Cabeza. El padre era más religioso
en el sentido tradicional
pues no faltaba
nunca a misa. Tú tenías tantos quehaceres en todo momento
que sabías que se excusaría
tu presencia allá en la católica iglesia.
Ya dijo Teresa de Cepeda
que también anda entre los pucheros.
25
Amanecer desde la ermita de la Virgen
en día nublado
Devota de esta virgen fue mi madre,
del Castillo por más señas que nació en la Cabeza. El padre era más religioso
en el sentido tradicional
pues no faltaba
nunca a misa. Tú tenías tantos quehaceres en todo momento
que sabías que se excusaría
tu presencia allá en la católica iglesia.
Ya dijo Teresa de Cepeda
que también anda entre los pucheros.
25
DÍA DE REFLEXIÓN
Así lo llaman quienes esperan
otro día las urnas a rebosar.
Mi madre lo sabía bien, me dijo: nosotros siempre
estaremos abajo.
Recuerdo el día que se votó sobre la otan,
se encontraba enferma la muerte se le acercaba.
Mi padre socialista quiso arrastrarla a su tren. Mi madre era una de esas mujeres justas, tan cariñosa,
escuchaba como nadie, pacifista,
de saber querer.
27
Así lo llaman quienes esperan
otro día las urnas a rebosar.
Mi madre lo sabía bien, me dijo: nosotros siempre
estaremos abajo.
Recuerdo el día que se votó sobre la otan,
se encontraba enferma la muerte se le acercaba.
Mi padre socialista quiso arrastrarla a su tren. Mi madre era una de esas mujeres justas, tan cariñosa,
escuchaba como nadie, pacifista,
de saber querer.
27
¡SILENCIO!
Aullidos. Silencio. Un perro en la acera a su costado,
allí, un día tras otro. Un perro en la acera a su costado.
Un dieciocho de julio tocaron las campanas.
Congoja. Silencio.
29
Aullidos. Silencio. Un perro en la acera a su costado,
allí, un día tras otro. Un perro en la acera a su costado.
Un dieciocho de julio tocaron las campanas.
Congoja. Silencio.
29
DE LA NOCHE AL ALBA
¡Qué luna llena a lo lejos! Lucen
cerca dos estrellas.
Candiles encendidos la noche alumbran
en esa inmensa oscuridad del firmamento.
Lumbre de infancia
junto a la chimenea.
¡Farolas en calma serenan el alma!
31
¡Qué luna llena a lo lejos! Lucen
cerca dos estrellas.
Candiles encendidos la noche alumbran
en esa inmensa oscuridad del firmamento.
Lumbre de infancia
junto a la chimenea.
¡Farolas en calma serenan el alma!
31
MADRE, MÁS ROSAS
Estar por aquí es encontrarme sus huellas a cada paso.
Algunas veces, como duendes que me acompañan, siento
la sensación de tenerlos tras la espalda.
Sonríen entre las luces del patio, junto a sus rosales los veo unidos de la mano.
33
Estar por aquí es encontrarme sus huellas a cada paso.
Algunas veces, como duendes que me acompañan, siento
la sensación de tenerlos tras la espalda.
Sonríen entre las luces del patio, junto a sus rosales los veo unidos de la mano.
33
II.
YO EN EL MUNDO
YO EN EL MUNDO
LA FIESTA
En la plaza Narciso me ha recordado
a mi madre.
Pasó a refugiarse
a su casa. Toros de fuego para una fiesta.
Estaba embarazada.
37
En la plaza Narciso me ha recordado
a mi madre.
Pasó a refugiarse
a su casa. Toros de fuego para una fiesta.
Estaba embarazada.
37
OTOÑO EN MADRID
Una cortina azul
me transporta a otro tiempo.
El otoño
me huele a vendimia, a comienzo de curso.
La infancia continúa
arraigada en mí.
39
Una cortina azul
me transporta a otro tiempo.
El otoño
me huele a vendimia, a comienzo de curso.
La infancia continúa
arraigada en mí.
39
CEREALES
No cruzo calles
con semáforos, han cesado las lágrimas.
Los caminos son todos iguales.
Cereales en los campos
en el corazón aquellos
paisajes.
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No cruzo calles
con semáforos, han cesado las lágrimas.
Los caminos son todos iguales.
Cereales en los campos
en el corazón aquellos
paisajes.
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MI NIÑEZ
Una extraña
fobia
he mantenido
con el agua.
De niña imaginé una casa verde en el pozo de mi casa.
Un pozo de agua salobre.
No sé el porqué soñé con esa casa verde. Mi padre intentó enseñarme
a nadar
me lanzó al agua corriente
de un río.
¡Sentí un escalofrío!
Ni de una ni otra experiencia parece
guarde ya nada
o quizás sí y por eso insisto
en seguir retirada.
Sucede que a mí el agua con grave corriente
me da respeto y retrocedo, me gusta el agua en calma.
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Una extraña
fobia
he mantenido
con el agua.
De niña imaginé una casa verde en el pozo de mi casa.
Un pozo de agua salobre.
No sé el porqué soñé con esa casa verde. Mi padre intentó enseñarme
a nadar
me lanzó al agua corriente
de un río.
¡Sentí un escalofrío!
Ni de una ni otra experiencia parece
guarde ya nada
o quizás sí y por eso insisto
en seguir retirada.
Sucede que a mí el agua con grave corriente
me da respeto y retrocedo, me gusta el agua en calma.
43
Mi lugar favorito
fue un rincón del tejado,
llegaba hasta allí
subiéndome sobre una silla y salía al exterior
a través de un ventanuco. Me instalaba en aquel espacio,
dirigía
al horizonte la mirada.
Imaginé, imaginé.
¡Siempre soñé!
Mirar a lo lejos me serenó, me llenó de esperanza.
44
AUTOBIOGRAFÍA
Me engendraron y crecí en la Cabeza,
me educaron
y viví
en la independiente Alcázar, me vine a mi Madrid cuando era yo quien decidía.
Desobedecí al ‘padre’ me encuentro errante.
Algo así como un personaje
ambiguo que ama
y habla en femenino.
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Me engendraron y crecí en la Cabeza,
me educaron
y viví
en la independiente Alcázar, me vine a mi Madrid cuando era yo quien decidía.
Desobedecí al ‘padre’ me encuentro errante.
Algo así como un personaje
ambiguo que ama
y habla en femenino.
45
EL TRANSCURRIR DEL TIEMPO
Cuando la situación me sobrecoge al ver
al bebé llorar de dolor no sé qué puedo ofrecer. De niña corría alegre cuando jugaba
por los campos,
no recuerdo a qué.
¡Ha pasado
tanto tiempo!
Mi adolescencia fue estupenda porque
me aficioné a la lectura
y el placer que experimenté perdura todavía.
He vivido llena de dudas pues es muy difícil saber qué acontecerá después.
La madurez se marcha tan deprisa que voy a ser vieja
en el próximo traspié.
47
Cuando la situación me sobrecoge al ver
al bebé llorar de dolor no sé qué puedo ofrecer. De niña corría alegre cuando jugaba
por los campos,
no recuerdo a qué.
¡Ha pasado
tanto tiempo!
Mi adolescencia fue estupenda porque
me aficioné a la lectura
y el placer que experimenté perdura todavía.
He vivido llena de dudas pues es muy difícil saber qué acontecerá después.
La madurez se marcha tan deprisa que voy a ser vieja
en el próximo traspié.
47
VOLAR
Ha crecido libre en sonora soledad,
se levanta de la tierra
en un sueño rasante al infinito…
como si fuera a volar.
49
Ha crecido libre en sonora soledad,
se levanta de la tierra
en un sueño rasante al infinito…
como si fuera a volar.
49
LUNA DESDE LA VENTANA
Cámaras abiertas
al tejado, una ventana escondite predilecto durante años.
Observo. Medito.
Sueño.
51
Cámaras abiertas
al tejado, una ventana escondite predilecto durante años.
Observo. Medito.
Sueño.
51
DESDE LAS ESCUELAS
Llueve en jueves.
¡Arco iris!
Cincuenta años atrás
una niña está subida en una ventana.
Día de limpieza.
Hoy, hay un grupo de mujeres ensayando
en lo que entonces fue un aula.
53
Llueve en jueves.
¡Arco iris!
Cincuenta años atrás
una niña está subida en una ventana.
Día de limpieza.
Hoy, hay un grupo de mujeres ensayando
en lo que entonces fue un aula.
53
OLOR A VENDIMIA
Subo por la cuesta
que me lleva hacia mi estancia y oigo el clamor del viento, llega entre lamentos
y me transporta
lejos. Niños sin ir a la escuela
llevan espuertas grandes
para recoger la uva,
días de vendimia.
Me pregunto si volveremos a esa España
frágil que no siempre está de fiesta.
Se barruntan otras campañas y se me cae el alma al suelo cuando pienso
en todo el planeta.
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Subo por la cuesta
que me lleva hacia mi estancia y oigo el clamor del viento, llega entre lamentos
y me transporta
lejos. Niños sin ir a la escuela
llevan espuertas grandes
para recoger la uva,
días de vendimia.
Me pregunto si volveremos a esa España
frágil que no siempre está de fiesta.
Se barruntan otras campañas y se me cae el alma al suelo cuando pienso
en todo el planeta.
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EL TREN
Viajo.
Por la ventanilla observo aquellos paisajes.
Se suceden las viñas, recuerdo
la laboriosidad de sus gentes hasta extraer
el néctar embriagador
de esos racimos a ras de suelo.
¡Para comer un pastel muchas
manos han tenido que trabajar
en él.
Los trabajos
del campo los conozco desde mi niñez!
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Viajo.
Por la ventanilla observo aquellos paisajes.
Se suceden las viñas, recuerdo
la laboriosidad de sus gentes hasta extraer
el néctar embriagador
de esos racimos a ras de suelo.
¡Para comer un pastel muchas
manos han tenido que trabajar
en él.
Los trabajos
del campo los conozco desde mi niñez!
57
III. FAMILIAS
BAUTIZOS
Bautizados en esta iglesia los padres y los hijos.
Cabezamesada nos vio nacer.
Luego, emigramos del pueblo a una ciudad manchega.
Pasados unos años salimos
de Alcázar, los padres regresan a su villa de origen
con algunos vástagos. En cuyo lugar, la madre,
se quedó para siempre.
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Bautizados en esta iglesia los padres y los hijos.
Cabezamesada nos vio nacer.
Luego, emigramos del pueblo a una ciudad manchega.
Pasados unos años salimos
de Alcázar, los padres regresan a su villa de origen
con algunos vástagos. En cuyo lugar, la madre,
se quedó para siempre.
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ELLOS EN LA ESCUELA
Niña y niño en aquella guerra
incivil
padecen sus consecuencias.
No fueron casi a la escuela.
No.
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Niña y niño en aquella guerra
incivil
padecen sus consecuencias.
No fueron casi a la escuela.
No.
63
JILGUERO
Como el canto
de un jilguero recordaba
mi padre a mi madre en sus memorias.
Estos niños buenos me han hecho llorar
mientras leía retazos de vida
a sus nietos.
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Como el canto
de un jilguero recordaba
mi padre a mi madre en sus memorias.
Estos niños buenos me han hecho llorar
mientras leía retazos de vida
a sus nietos.
65
OTRAS ESTACIONES
Primavera de trigales
verdes, cebadas, titos, avena…
con amapolas, margaritas
y flores perecederas.
Verano de campos dorados de comestibles cabelleras con campesinos arropados
pues el sol les quema.
Otoño de viñas con uva para llevar a la bodega,
se corta y no se deja la garulla debajo
de la cepa.
Inviernos fríos
con la aceituna entre hielos.
Se varea el olivo
y si caen fuera del anjeo se recogen una a una
para no dejarlas en la tierra.
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Primavera de trigales
verdes, cebadas, titos, avena…
con amapolas, margaritas
y flores perecederas.
Verano de campos dorados de comestibles cabelleras con campesinos arropados
pues el sol les quema.
Otoño de viñas con uva para llevar a la bodega,
se corta y no se deja la garulla debajo
de la cepa.
Inviernos fríos
con la aceituna entre hielos.
Se varea el olivo
y si caen fuera del anjeo se recogen una a una
para no dejarlas en la tierra.
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El campo daba mucho trabajo,
¡cuánta faena y qué poca cosecha para quienes se ganaban el jornal y para los de poca sementera!
68
TRADICIONES
Familia, tradición, agobio.
Noches de intenso sufrir. Si de mujeres
se trata horas interminables de escobas, cubos, bayetas, cacerolas, platos.
¡Lo conseguido se tira por la borda!
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Familia, tradición, agobio.
Noches de intenso sufrir. Si de mujeres
se trata horas interminables de escobas, cubos, bayetas, cacerolas, platos.
¡Lo conseguido se tira por la borda!
69
CAMPOS LLANOS
Trabajos que no cesan.
No hay tiempo para quejarse
jornadas interminables.
Las bocas necesitan
comida la que se arranca a la tierra. Cambiar en la cuadra la paja la limpieza del corral
dar la cebada a las mulas. Cuidamos a los animales nos ayudan en la labranza.
¡Antaño, en el campo,
el cuerpo tan quebrado!
71
Trabajos que no cesan.
No hay tiempo para quejarse
jornadas interminables.
Las bocas necesitan
comida la que se arranca a la tierra. Cambiar en la cuadra la paja la limpieza del corral
dar la cebada a las mulas. Cuidamos a los animales nos ayudan en la labranza.
¡Antaño, en el campo,
el cuerpo tan quebrado!
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OLIVOS
He visto los olivos del abuelo, cogíamos
la aceituna con las manos ateridas.
El intenso frío nos congelaba
los huesos.
73
He visto los olivos del abuelo, cogíamos
la aceituna con las manos ateridas.
El intenso frío nos congelaba
los huesos.
73
MI PADRE
Igual que el santo fue labrador,
pero no tuvo su suerte
de ver arar
solos a los bueyes.
Trabajó de sol a sol en el campo, en las eras
o con el coche
por las carreteras mirando de un lado a otro, por aquello del informe
a la empresa.
75
Igual que el santo fue labrador,
pero no tuvo su suerte
de ver arar
solos a los bueyes.
Trabajó de sol a sol en el campo, en las eras
o con el coche
por las carreteras mirando de un lado a otro, por aquello del informe
a la empresa.
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NEGOCIOS
Hoy recordábamos los negocios que tuvieron
y lo poco que ganaron
después de tanto esfuerzo.
Eran emprendedores, muy trabajadores,
tan generosos que parte del beneficio lo dedicaron a compartirlo.
77
Hoy recordábamos los negocios que tuvieron
y lo poco que ganaron
después de tanto esfuerzo.
Eran emprendedores, muy trabajadores,
tan generosos que parte del beneficio lo dedicaron a compartirlo.
77
EL GALLINERO
En uno de mis paseos
veo las ventanas
de las gallinas
ponedoras, las mimaban tanto
que las alimentaban con manzanas para conseguir calidad
en los huevos.
Sorpresa por sus dimensiones, son iguales y me trasladan
junto a mis padres.
Ellos bajan con la sera
por la escalera, yo subo a gatas.
Pero no me acuerdo… me lo contaron y lo cuento.
De aquel entonces me vienen a la memoria
las chapas con un número
y aquella habitación
tan estupendamente orientada destinada a las gallinas.
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En uno de mis paseos
veo las ventanas
de las gallinas
ponedoras, las mimaban tanto
que las alimentaban con manzanas para conseguir calidad
en los huevos.
Sorpresa por sus dimensiones, son iguales y me trasladan
junto a mis padres.
Ellos bajan con la sera
por la escalera, yo subo a gatas.
Pero no me acuerdo… me lo contaron y lo cuento.
De aquel entonces me vienen a la memoria
las chapas con un número
y aquella habitación
tan estupendamente orientada destinada a las gallinas.
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CORREDOR DE PIENSOS
Y LEGUMBRES
De profesión corredor
además de campesino.
Me preguntaron qué era eso.
Una pregunta de un señor gracioso que no tenía la menor gracia.
81
De profesión corredor
además de campesino.
Me preguntaron qué era eso.
Una pregunta de un señor gracioso que no tenía la menor gracia.
81
LOS COLUMPIOS
Esta casa siempre los tuvo, se balanceaba una soga
a modo de columpio en una viga de la cámara,
subíamos a jugar
a una gran habitación con ojos de buey por ventanas, como en los barcos.
Debió instalarlo mi padre.
Los que permanecen en el patio fueron un regalo a las nietas.
Oigo su voz al mirarlos:
Por allí vienen las monjas…
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Esta casa siempre los tuvo, se balanceaba una soga
a modo de columpio en una viga de la cámara,
subíamos a jugar
a una gran habitación con ojos de buey por ventanas, como en los barcos.
Debió instalarlo mi padre.
Los que permanecen en el patio fueron un regalo a las nietas.
Oigo su voz al mirarlos:
Por allí vienen las monjas…
83
A MI MAESTRO AMIGO
Paseo por el jardín de La colina de los chopos,
he visto más de una exposición desde
aquella primera vez
que subí acompañada de un entrañable
amigo.
Cuando me habló de “aquellas
batallas’ se le iluminaba la cara.
Lloró siempre que me contó algo de la guerra impuesta.
¡Otro perdedor
del combate
en el que otros países intervinieron, la víspera de otra guerra!
Se ha escrito
tanto…
¿Cuándo
aprenderemos a no repetir tales gestas?
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Paseo por el jardín de La colina de los chopos,
he visto más de una exposición desde
aquella primera vez
que subí acompañada de un entrañable
amigo.
Cuando me habló de “aquellas
batallas’ se le iluminaba la cara.
Lloró siempre que me contó algo de la guerra impuesta.
¡Otro perdedor
del combate
en el que otros países intervinieron, la víspera de otra guerra!
Se ha escrito
tanto…
¿Cuándo
aprenderemos a no repetir tales gestas?
85
EN AGRADECIMIENTO
Me levanto y sé dónde voy pero no lo que ocurrirá.
Me encuentro un montón de cemento junto a tu descanso
eterno, había cogido
la bebida.
Tus muros de fuego son.
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Me levanto y sé dónde voy pero no lo que ocurrirá.
Me encuentro un montón de cemento junto a tu descanso
eterno, había cogido
la bebida.
Tus muros de fuego son.
87
PROMESAS
Mi profesor-amigo, mi padre intelectual,
me encomendó una misión: “No quiero que quede ni rastro de mí sobre la tierra,
que no se encuentren juntas
de mi nombre dos letras”.
Durante meses estuve dedicada a destruir todos los documentos en los que su nombre apareciera.
Con paciencia y unas tijeras corté en pedazos
tantos papeles.
Puesto que me lo pidió rompo de su nombre todas las letras
mas no puedo borrarlas
de mi cabeza.
89
Mi profesor-amigo, mi padre intelectual,
me encomendó una misión: “No quiero que quede ni rastro de mí sobre la tierra,
que no se encuentren juntas
de mi nombre dos letras”.
Durante meses estuve dedicada a destruir todos los documentos en los que su nombre apareciera.
Con paciencia y unas tijeras corté en pedazos
tantos papeles.
Puesto que me lo pidió rompo de su nombre todas las letras
mas no puedo borrarlas
de mi cabeza.
89
A UN HERMANO
Naciste en tierras llanas tiraba de ti el mar a lo lejos.
Ajos, puertas, día a día, trabajo, trabajo.
La vida es dura.
¡Ahora toca fiesta!
Ángeles y tú selláis amor con la arena.
91
Naciste en tierras llanas tiraba de ti el mar a lo lejos.
Ajos, puertas, día a día, trabajo, trabajo.
La vida es dura.
¡Ahora toca fiesta!
Ángeles y tú selláis amor con la arena.
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MÁS MÚSICA
En el paseo de hoy el sonido de la música me ha tocado el alma.
Añoro otra vivienda,
a mis dos hermanos.
Un tocadiscos en el salón cuando vivía con mi familia en la entrañable
Alcázar.
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En el paseo de hoy el sonido de la música me ha tocado el alma.
Añoro otra vivienda,
a mis dos hermanos.
Un tocadiscos en el salón cuando vivía con mi familia en la entrañable
Alcázar.
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HERMANAS
Tenue línea separa la mano de una hermana.
¡Y la del cielo
con el mar que no tuvimos en la infancia!
Nos rodeó su cariño, aquel trabajo inmenso
para sacar adelante
a tres hijas y dos hijos.
95
Tenue línea separa la mano de una hermana.
¡Y la del cielo
con el mar que no tuvimos en la infancia!
Nos rodeó su cariño, aquel trabajo inmenso
para sacar adelante
a tres hijas y dos hijos.
95
VIAJES AL PUEBLO
Trayectos cortos los fines de semana.
Las hermanas y hermanos atrás
en el coche.
Se oían sus tonos de voz como a lo lejos, la madre asentía
siempre.
Yo jugaba con las nubes.
97
Trayectos cortos los fines de semana.
Las hermanas y hermanos atrás
en el coche.
Se oían sus tonos de voz como a lo lejos, la madre asentía
siempre.
Yo jugaba con las nubes.
97
MODAS
Se despierta un día soleado
para visitar el cementerio.
No desprenden frío los mármoles,
no hay sombras fantasmales.
He podido ver
a gente en un ir y venir. Cuidamos a los muertos;
desde tiempos remotos
pasando por Egipto
y hasta hoy.
En la memoria los faroles en el camino a las sepulturas
a primeros de noviembre.
¡Ahora se llevan flores!
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Se despierta un día soleado
para visitar el cementerio.
No desprenden frío los mármoles,
no hay sombras fantasmales.
He podido ver
a gente en un ir y venir. Cuidamos a los muertos;
desde tiempos remotos
pasando por Egipto
y hasta hoy.
En la memoria los faroles en el camino a las sepulturas
a primeros de noviembre.
¡Ahora se llevan flores!
99
CAMPO ABONADO
¡Llano el campo de mi tierra!
Son mis lugares: la casa de mis padres
con los estimados libros, el viejo olivar de un abuelo
cerca del camposanto.
¡Recuerdos de mis ancestros!
101
¡Llano el campo de mi tierra!
Son mis lugares: la casa de mis padres
con los estimados libros, el viejo olivar de un abuelo
cerca del camposanto.
¡Recuerdos de mis ancestros!
101
MUJERES DE CABEZA
Me vienen a la mente recuerdos de mi infancia…
todas las muchachas
y señoras cercanas iban al campo, incluso las que siempre estaban enfermas.
Recordamos a las mujeres que dejaron su vida en el trabajo,
muchas sin salario.
103
Me vienen a la mente recuerdos de mi infancia…
todas las muchachas
y señoras cercanas iban al campo, incluso las que siempre estaban enfermas.
Recordamos a las mujeres que dejaron su vida en el trabajo,
muchas sin salario.
103
TANTAS FAMILIAS
¡Son ya tantas las familias
desde la de origen a la elegida!
En el pueblo la familia de tías tíos, primos y abuelos.
¡Y las primeras amigas!
En Alcázar ‘las chicas del insti’. Conozco
a un hombre bueno, su familia es otra familia.
Familia de compañeros de trabajo, las del ocio
y la enorme de amigas feministas. En mi corazón
las más íntimas.
105
¡Son ya tantas las familias
desde la de origen a la elegida!
En el pueblo la familia de tías tíos, primos y abuelos.
¡Y las primeras amigas!
En Alcázar ‘las chicas del insti’. Conozco
a un hombre bueno, su familia es otra familia.
Familia de compañeros de trabajo, las del ocio
y la enorme de amigas feministas. En mi corazón
las más íntimas.
105
LAS MADRES
Fue en la plaza
de Tirso...
acabamos hablando de nuestras madres ella y yo.
El resto había
desaparecido.
107
Fue en la plaza
de Tirso...
acabamos hablando de nuestras madres ella y yo.
El resto había
desaparecido.
107
ÍNDICE
PRÓLOGO.............................................................................. 7
I. LA MADRE.......................................................................................... 11
SOPLA EL PASADO CON EL VIENTO............................ 13
LOS PRIMEROS ROMANCES......................................... 15
AÑOS QUE PASAN RÁPIDO........................................... 17
AUDITORIO..................................................................... 19
S. L.................................................................................... 21
TORMENTA..................................................................... 23
AMANECER EN DÍA NUBLADO.................................... 25
DÍA
DE REFLEXIÓN........................................................ 27
¡SILENCIO!....................................................................... 29
DE LA NOCHE AL ALBA................................................. 31
MADRE, MÁS ROSAS...................................................... 33
II.
YO EN EL MUNDO......................................................................... 35
LA
FIESTA........................................................................ 37
OTOÑO EN MADRID...................................................... 39
CEREALES....................................................................... 41
MI NIÑEZ......................................................................... 43
AUTOBIOGRAFÍA........................................................... 45
EL
TRANSCURRIR DEL TIEMPO..................................... 47
VOLAR.............................................................................. 49
LUNA DESDE LA VENTANA.......................................... 51
DESDE LAS ESCUELAS.................................................... 53
OLOR A VENDIMIA........................................................ 55
EL
TREN........................................................................... 57
BAUTIZOS....................................................................... 61
ELLOS EN LA ESCUELA................................................... 63
JILGUERO........................................................................ 65
OTRAS ESTACIONES...................................................... 67
TRADICIONES.................................................................. 69
CAMPOS LLANOS.......................................................... 71
OLIVOS............................................................................ 73
MI PADRE........................................................................ 75
NEGOCIOS..................................................................... 77
EL GALLINERO................................................................ 79
CORREDOR DE PIENSOS Y LEGUMBRES...................... 81
LOS COLUMPIOS............................................................. 83
A MI MAESTRO AMIGO................................................... 85
EN AGRADECIMIENTO................................................... 87
PROMESAS....................................................................... 89
A UN HERMANO............................................................. 91
MÁS MÚSICA................................................................... 93
HERMANAS..................................................................... 95
VIAJES AL PUEBLO......................................................... 97
MODAS............................................................................. 99
CAMPO ABONADO........................................................ 101
MUJERES DE CABEZA................................................... 103
TANTAS FAMILIAS....................................................... 105
LAS MADRES................................................................. 107
La necesidad
y los sueños
MERCEDES MERINO VERDUGO
La necesidad
y los sueños
© Obra: LA NECESIDAD
Y LOS SUEÑOS
Primera edición: Julio 2018
© Autor: MERCEDES
MERINO VERDUGO
ISBN: 978-84-17404-64-2
Depósito Legal: M-24000-2018 Maquetación: Jesús Navarro Bravo Imágen de cubierta: Viky Frías Ruiz
© Editado por LIBER FACTORY www.liberfactory.com
Gestión, promoción
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A ti, en agradecimiento por el
regalo de tus horas y el
tándem que ha quedado en mi memoria.
Las madres
Fue en la plaza
de Tirso...
acabamos hablando de nuestras madres tú y yo.
El resto había
desaparecido.
Latidos
Aquel día fue un instante
de emoción controlada corría tan veloz
mi corazón junto a tu pecho
que sentí derretirse mi alma convulsionada por el deseo.
Confluencia de calles
De tu auto se empañaron
los cristales y quedamos al resguardo de posibles miradas
tras ese vaho que produce el aliento
en el gozo de tus besos.
El abrazo
Ha sido como una purificación del espíritu llegar a ti tan serena,
en
esta amalgama de tráfico que
no ayuda en nada al abrazo.
Y con el cabello
erizado…,
¡eres el ser más hermoso que en mi vida se ha cruzado!
En la tarde eran dos
Las cinco de la tarde eran y no hubo muerte sino amor.
Rodeada por tus brazos
me habló el murmullo del viento las olas que golpean las rocas
la brisa en silencio sonoro
el deseo manifiesto.
Aunque muera permanecerás en mi corazón.
Deseo en un solo sentido
Hoy la luna era un susurro he escuchado la llamada
de esa cadena que me arrastra.
Salí corriendo a abrazarte sin prisas, llegué
sin aliento a tu presencia,
me recibiste remolona,
como sin ganas,
comprobada mi entrega ya no intereso.
Siento la puerta en mis narices, atrás veo un vuelo de perdices.
¡Añorada utopía,
impensable rutina!
Miradas
desviadas, conversaciones apretadas,
intercambios rápidos… Es tanto el deseo
y tan poco el tiempo que verte y no verte
me mantiene
en suspenso.
¡Así quiero vivir por si vienes a mí!
Momentos
Compartíamos la carne
al comenzar la tarde, alguien se acercó
a la mesa: comimos tres.
Te escuchaba alegre mientras hablabas.
Sonreías feliz, yo estaba por ti.
Te quedaste, me marché.
Los cromos entregados llegaron impregnados con tu aroma
me recordaron tu piel,
la dicha de ayer.
Azul
He mirado tantas veces esa tenue línea azul
en tu piel… cada vez que te veo
compruebo que sigue ahí, es como corroborar
que tú y yo continuamos aquí, un escalofrío intenso recorre mis entrañas.
Brisa
Cuando llamas el sol es brisa antes del alba, si te veo
brota el
agua en el desierto.
Cuando
te acercas presiento acariciar la primavera,
si me miras sigo atenta
para que me digas.
Me ilusiono con el amor para apaciguar
el dolor que me causa la injusticia.
Entraste por la ventana
Me despierto al alba y encuentro a alguien
que se ha colado en casa.
Llegas con tantas noticias que nos sonreímos
juntas al contar las albricias.
Ha sido el mejor regalo
de reyes desde aquellas noches
en blanco cuando esperaba con
ilusión lo que me dejaban
en los zapatos.
No sé a qué hora llegaste, la emoción
había parado el reloj. Después
el tiempo nos abandonó
y se convirtió
en instante
lo que fue una tarde.
Varios instantes de encuentros fugaces,
sonrisas cómplices, miradas
furtivas, frases como besos pero sin labios.
Al unísono las dos.
Siete días de abril trabajando sin parar otros escenarios te esperan
aquí y en otro lugar y, mientras llega
el día de verte, yo deambulo por la ciudad porque tú siempre me encuentras.
El mar a lo lejos
Llegaste en un atardecer y vibró cada poro de mi ser.
Galopé a lomos del viento
por praderas inmensas
en un mar de deseos.
Subí a los cielos y conocí el infierno
en instantes efímeros
y a la vez eternos.
Fuera del tiempo
Nos encontramos en un frío invierno y se abrazaron
los huesos.
Momentos inolvidables en ríos de tinta
que me unieron a ti más allá de lo que tú puedas sentir,
más allá de lo que yo pueda esperar.
Venus celeste
Mi ilusión se presenta vestida
de azul.
Me abres la puerta un mar de esperanzas despiertas.
Se oye una música que serena el alma
ayuda a la concentración en las tareas diarias.
Me sonríes complacida, te devuelvo otra sonrisa.
Muros que se abren me acogen alegres
me convierten en transeúnte de tarde en tarde.
Luz en fuga
¿La luz se ha colado
por la ventana?
¿Ha entrado por la puerta
apenas entreabierta?
Y si llegas…,
¿por qué te vas?
Le pregunto
a un caballito
blanco de infancias
y pasados.
Más añoranza
En una mañana radiante apareces
vestida de blanco.
Sin embargo
una tristeza profunda
me sobrecoge al instante. Recuerdos: cuando viajaba de niña miraba las nubes
y jugaba con ellas,
se transformaban en mil figuras
diferentes con las que soñaba.
Hoy, la ilusión de entonces
ha bajado a mi morada
me he dado cuenta que se sitúa muy lejos,
como aquella de la infancia
ahora es mi añoranza.
La realidad
y un sueño
Ayer me despertó tu llamada del sueño.
Llegas radiante con la indumentaria
del teatro,
la de aquella tarde. Te miro y observo tus gestos
tan conocidos, tan tiernos.
Sonreímos, dialogamos y adivino tu mirada
a pesar de esconderla tras unas gafas negras.
Hoy oigo tu voz.
Mi corazón ya no está alerta, sólo sabe de esperas.
Tiempo de descanso
Te busco y no te encuentro
no me respondes cuando te añoro.
Te llevo en mi corazón
te arrullo
y te siento aunque no te veo.
Es un continuo el diálogo contigo.
Y cual si fuera lo acordado
sin haberlo pactado
luego apareces si es que te viene bien y quieres.
Parece que torna el color
ha vuelto el verde
y con él sus tonalidades diferentes.
Es como escuchar música en mis solitarios paseos se me sale el corazón
del pecho cuando te pienso.
Das señales de tiempo en tiempo miro la hora en el móvil
para comprobar
que es cierto.
Llegó el color
Algún correo da otro sentido
a mi vida cotidiana
con pocas palabras me envías cariño.
Me permito soñar con una cometa instalarla
a todas horas frente a tu puerta
para que te vea pasar cuando sales y entras.
Atardecer
Surgen las limitaciones cuando menos lo espero desapareces.
Son pocas las ilusiones que proporciona la vida.
Si no fuera
por esas hermosas obras en las que me siento inmersa
o tu sublime correo que me mantiene
alerta, me dormiría
apenada.
Un oasis al anochecer
Hoy te encuentro
relajada en cuadriláteros de agua, baldosas
entre verdes
mis ojos gozosos de verte.
Se apaga el día
en un jardín ardiente. Contraste
de agua azul verde en el césped.
Te acercas hasta una silla,
de nuevo el azul
se cobija en el verde.
La memoria aflora recuerdos y perspectivas de una tarde sumergida, instantes fugaces
de un ayer que no vuelve.
El azul me envuelve en recuerdos
que se hacen presentes.
Puede ser azulón, azulado
o azulino, otras veces añil,
turquesa, cobalto
o índigo.
El del mar, el del cielo, el de tu chaqueta
el de tu pañuelo. Estos
días el azul llega por doquier
y ya no sé qué hacer.
¿Qué no haría por ti? Estoy en la biblioteca esperando revistas y libros
todo me resulta fuera de lugar:
la luz que entra a través de los cristales, el silencio de los pupitres iluminados. Me levanto, me sonríe el ordenador, ha llegado una misiva y me reclamas.
El móvil
Un día, en pleno
enamoramiento,
me pareció perder
el móvil y casi sucumbo.
Ahora lo dejo olvidado, no lo echo de menos.
No sé si partirás o te abandonaré, presiento que nuestra separación marcará
un antes y un después.
Me acuerdo de aquel domingo
que se me quedó el móvil en tu coche,
entonces te alegrabas de volver a verme.
A ti se te olvidó una vez el reloj.
Recuerdo de relojes
Las esquinas cómplices
de esta ciudad
de un sueño nos citan
a horas sin tiempo.
Castaño, pardo, cobrizo
Ha llegado el otoño y los tonos marrones salen al encuentro.
Se mezclan los recuerdos y los sabores,
añoranza de deseos antes satisfechos.
Te echo de menos,
te echo de menos y no te vas de mi cabeza.
Me gustaría estar a tu lado, ayudarte
en lo que pudiera para hacer tu vida más placentera.
¿Vendrás ahora?
Apareces a toda velocidad.
Llegas, me besas y te marchas.
Dices unas frases
de cortesía,
siento cercanía.
Pocas palabras bastan cuando la comunicación es fluida.
Se amontonan hojas en vísperas
de entrega. Otro nuevo instante
para seguir en la vida.
Suena Bacarisse
En la sala del teatro me acariciaste la mano la entrelazaste a la mía,
pensé que habría otra representación.
Ahora te siento lejos sé lo que es la añoranza.
El fondo musical me ha transportado
a aquel espectáculo de un verano contigo,
el embrujo de las notas ha tocado cual dardo
mi sensible
corazón.
Fue tal el bálsamo que no siento la herida.
Lluvia serena
Nubes en el cielo lluvia serena, vamos al coche, me invitas a entrar,
me abres la puerta con esa manera tuya tan tierna, incluso cuando no estabas por mí.
Dejamos el pueblo, el auto nos acerca,
me resulta fugaz el viaje de vuelta a la ciudad.
Silencio en la noche
Me ha sorprendido el blanco
con las nubes de la tarde, ha sido como un relámpago
que anunciara tormenta
interior. Las hojas resbalan al pisarlas, alumbra
la luz de otra estrella,
el pasado confunde el presente
en momentos de emoción.
Me has sobrecogido en calma.
Luna llena en Madrid
Caen unas gotas de lluvia,
la noche está clara
porque la alumbra la luna.
En este barrio señorial los edificios se elevan con aires de grandeza. Es un placer pasear disfrutar
con su belleza
encontrar tantas historias
en las placas que cuelgan
junto a sus puertas.
Este barrio de mis amores me acoge en pequeños
jardines.
Atardecer
lluvioso, charcos en los zapatos,
cristales, lágrimas
en los ojos.
Caminante del pasado,
la de la mano en mi bolsillo, sigues conmigo.
Es tal la tristeza de tu mirada se me saltan las lágrimas.
En este momento
me gustaría estrecharte
en mis brazos
queda
un guiño cómplice
y un mirar cabizbajo.
Encuentros en la red
Largas horas interrumpidas por fugaces momentos.
Silencios
interminables con un punto de calor.
Paisajes
helados y leves instantes.
En tu rostro
los ojos luminosos
ponen una nota
de serenidad interior…
y me miras, nos miramos.
Dichosos encuentros allá en el pueblo.
Me recogías
a tu paso por mi barrio, era un viaje
sin necesidad de equipaje. Contigo
todo es correr.
Pasamos unas horas juntas visitamos aquel pueblo,
en la casa nevada nos besamos.
La puerta se cierra y quedo justo
al lado de tu piel.
Te acercas para saludarme siento el calor de tu mirada.
Sonríes
y me comunicas las últimas noticias.
Me alegro tanto que
debes notar mi entusiasmo, yo siempre por ti.
Estamos juntas
labios que besan
ojos que miran bocas que susurran
manos que acarician.
La Luna llena
Oigo una voz a mi espalda de pronto me saludas.
Una luna radiante nos acoge gozamos bajo el cielo
en un ir y venir de luces.
Algunos
tonos rosas cubren parte de tu cuerpo.
Las nubes te envuelven te desentiendes,
miras hacia otro lado como disimulando.
Han brillado dos estrellas en un ir y venir de sorpresas.
¡Se ilumina la noche!
Momentos
Me siento a tu lado
rosas en tu cuerpo
intercambiamos los papeles
puntitos de pasión
cerca del tacón.
Te miro
me dejas sin aliento y me sobrepongo
para no confundir tu ego.
Y llegaste, menos mal que te esperaba.
No fue ardiente la ausencia
ni fogoso el encuentro había pasado tanto
tiempo que nos fundimos
en un tierno abrazo.
Te sueño en mis sueños
Apareces
en un sueño como brumas
en el alba… la niña me cuenta
tu vida, tus juegos, tus idas y venidas.
Yo, absorta en un mundo que no es mío,
la escucho callada mientras me habla.
Nos cruzamos
Apareciste en el momento oportuno
me iba y llegaste.
¡Qué hermosa coincidencia poder sentirte tan cerca!
Siempre con prisas,
son escasos segundos
los que disfruto
de tu rostro. Después camino hasta casa casi turbada,
embaucada.
¿Cuánto tiempo pasará sin volver a encontrarnos?
Sonríes y miras yo te comprendo,
entre palabra y palabra siento
cómo te siento.
¡Quién te volviera a sentir!
Cruzar precipicios escalar
montañas
llegar hasta las estrellas
para poder tocarlas.
Sentir que puedo con todo, que una fuerza
especial me ayuda.
Esa magia me transforma me hace sonreír
o ausentarme
a cualquier
hora.
Pierdo el sentido del ridículo
la realidad desaparece
me encuentro en la infancia
aunque la vejez sea incipiente. Cuando no estás a mi lado parece
que en cualquier parte te veo.
El sol es más sol que nunca
se presenta más bella la luna.
La música me envuelve
las flores me recuerdan tus colores mi alrededor lo veo con ojos diferentes.
¡El gris en arco iris se torna!
Fechas señaladas.
Hoy, hace años, cenábamos en un pequeño restaurante tus tiernos ojos
me miraban de manera diferente.
No sé qué nos dijimos
ni qué comimos,
todas las energías
estaban puestas en el momento siguiente.
Luego, un sonido de mensaje
me despertó a la realidad
en ese instante intuí la futilidad de los gestos,
de las palabras vacías.
Salgo a tu encuentro
Transito las calles mirando
a lo lejos por si te veo aparecer.
Aquella imagen que en otro tiempo me regalabas se esconde en la distancia
la siento a intervalos frágiles.
Si alguna vez se han rozado involuntariamente nuestras manos cuando
soy consciente,
me doy cuenta que de tanto
perderte
el contacto
con tu piel me parece
inocente.
Tardes de invierno
La tarde languidece
la noche se presenta
con las calles casi desiertas.
En otro tiempo
volvía de un hospital
me llamaste
para vernos.
Algún día estaré lejos y recordaré estos lugares
en ellos pasé instantes
inolvidables.
Me encontraba entre un grupo de mujeres,
me dirigiste unas frases
que todavía dan vueltas en mi cabeza.
La de veces que te había visto y hasta
ese momento
no me había dado cuenta de que existieras.
En plena luna
Paseo sin rumbo fijo por itinerarios del olvido,
la luna me guarda una sorpresa
la escena se precipita
en la misma acera de aquella noche tan primaveral,
me regalas unas palabras. Dos caminan.
Nostalgia
En los inicios hubo un faro. Componíamos notas mágicas entre
risas y miradas.
Los intervalos eran largos subíamos a la montaña
a una casa de colores
para desmontarla.
Aquellos viajes en coche nos acercaron.
En esta fotografía
puedo ver el agua semejante al momento
en el que vivo.
Hay un faro solitario que no sabe lo que aguarda.
No habían sonado las doce
En mis paseos, ensimismada, me paré junto a la acera para cruzar y volver a casa, ocurrió
algo mágico, aparecieron las luces
luminosas de la carrocería
roja.
Al mismo tiempo
te veo y me haces señas, no podía salir de mi asombro,
creí caer de bruces contra el suelo.
Paras allí cerca, me invitas
a entrar, me cuentas tus logros. Unos quince minutos
contigo todo se transforma.
¡Qué dicha!
Blanco al atardecer
Algunas veces el vacío me espera las ideas están de vacaciones
el camino por andar lo acompaña un suspiro
y no me permito volver atrás.
Sigo con paso lento rodeada de frases que no llegan.
No te vas de mi pensamiento escribo algunos versos para recordarte,
la última vez que nos vimos fue un suspiro
pasas a toda velocidad y me quedo sin fuerzas
me cuesta continuar
en la vida con alegría.
Semanas sin verte, meses de espera así transcurren mis días lo quiera o no.
La necesidad
y el deseo
Voy al cine para escuchar
música veo la gran puesta en escena del don Giovanni en Venecia.
La ciudad de las máscaras
le va bien a este drama.
En silencio presencio
los enredos donjuanescos,
algunos existencialistas jugaron
a los contingentes y necesarios.
¿Si el sujeto se enardece
el resto termina en contingente?
El filtro del feminismo
en las lides de amante amado nos muestra con precisión quién es cada quién
en este mundo patriarcal.
¿Y no será que a quien no le sale bien amar acaba siendo un don Juan?
Alguna vez fui don Juan
y acabé frustrada, casi escaldada.
Sin luna
En esas noches de sombras,
cuando no hay luna, imagino
la luz de tu alcoba y me duermo en un
ángulo de tus sueños.
Dorada luz otoñal
En un instante plácido de la tarde,
la luz invade la estancia
a través de la ventana
y permite la lectura del libro en tu mano.
Desde otro ángulo…
te pienso de vez en cuando siento
en un arrebato
las vivencias de entonces. Lo más bello sigue igual.
Mañana con luna
Años atrás temblaba
al bajar por la cuesta
que me conducía
a tu puerta.
Hoy camino alegre, divertida… me embarga
la dicha.
Conseguí superar la urgente necesidad
de sentir tu presencia.
Mientras espero que decidas
si voy o me quedo escribo poemillas
así entretengo
las horas.
No es mala decisión.
Hoy eres mi recuerdo
Ha llegado el momento de recordar el puente, ver coches pasar y no pararme a mirar.
Tantas horas pendiente
de tu visita, de tu presencia, de tu mirada tierna. Los días tienen sentido por sí mismos.
Tu abrazo me envolvió durante
años lo mejor que me regaló la vida.
Has pasado a ser mi añoranza.
Te encuentra
el olfato
Algunas veces me llega tu aroma
en una hoja, al abrir
un mueble… acerco la nariz
al objeto buscándote en el recuerdo
y se derrama
una lágrima por un cajón
de mi corazón.
Te encontré
en los papeles del plástico,
en la puerta de un armario.
Por un día te arrebató
una fotografía.
No pudo ser, pero te llevo grabada a fuego
y llegas sin querer.
Coches en la noche
Las luces encendidas de los coches anuncian la llegada del anochecer.
Blancas por delante,
rojas por detrás
y el día se nos va. Me acerco pensativa por lugares del pasado el susurro de los sueños
me acompaña.
¡Qué lejos queda aquel tiempo
y qué cerca te siento!
Noche de luna,
noche inmensa sin tu presencia. Noche triste si no sé de ti.
¿Cuántos días añorándote?
Estoy sin ti y no me duermo.
Imploro al sueño y no me duermo.
Siento que estás lejos y no me duermo.
Madrid en Agosto
Siento tan triste
a Madrid sin ti.
Te busco en el pasado
más cercano
te encuentras
lejos.
Cada porción
de la ciudad me resulta
agria si tú no estás.
Me transformaría en la silla de tu cocina
en el sillón de tu despacho o en la almohada de tu cama.
Si por ti fuera elegida
te daría mi tiempo de por vida.
Fuentes en blanco y negro
Encuentro un Madrid desolado, la ciudad no vive sin ti.
Una fina capa de hielo
ha cubierto los monumentos. Las flores no responden al sol.
El reloj se ha parado
en la hora en la que nos miramos… cada porción de la ciudad amarga cuando tú no estás.
Noche de estrellas
¡Hacía tiempo
que no veía tantas estrellas! debajo de esa inmensa capa celestial
moteada de blanco
plateado he sentido
que no estaba sola, tenemos
algo en común,
nos acoge el firmamento.
Lágrimas de lluvia
Gotas de lluvia cubren mis vestidos y no siento frío.
La distancia
en espacio y tiempo es tanta que me tiene anestesiada.
Me llega el sufrimiento de los otros y me atormenta.
Esta tarde pasearé
bajo la luna creciente.
¿Estará el cielo iluminado?
¿Tendré señales de vida?,
¿cesarán
las lágrimas de lluvia? Hoy se ensombrecen las esquinas.
Con tu mano en mi bolsillo
Al escuchar la puerta del vecino se mastica el silencio
y algunos sonidos de mis días se hacen patentes.
Salgo a pasear para dejar
atrás el recogimiento
en el que vivo, camino por la ciudad a paso lento
buscando los instantes
en los que estuve contigo.
Apareces junto a un árbol, en una plaza o en la acera con tu mano en mi bolsillo.
Me conmuevo al comprobar lo mucho que te quiero.
Tu mirada
Tras un color que sube y baja no encuentro
tu mirada,
te has escondido en la muralla de una tarde que se apaga.
Y vuelvo corriendo al alba antes de que se derrita la escarcha
por si una huella me dejaras allí donde pasaras.
Con su carita de plata
la luna me llama y llama
yo salgo a buscarte
en la noche y de mañana.
Algunas veces
el tiempo se detiene espero
una llamada que no suena
aguardo en una esquina y no llegas.
Otras veces
te vas de mis manos
como si te hubieran robado
en una conversación agradable
mirando un paisaje
en aquella cita
que pasó tan deprisa.
Un dueto
Me pareció escuchar
el sonido de una guitarra
y vibró de emoción el arpa.
Cada noche interpretaba las canciones más bellas que conocía,
algunas veces me acompañaste. Un día me sentí sola, olvidada, pasé unos años de melancolía, de buscar por todas partes
de no encontrarte.
Viví noches frías y desoladas, mas los cálidos acordes
de gratos recuerdos
me proporcionaron el acompañamiento suficiente para tocar
un solo tan allegro que sonaba a dueto.
La lluvia en el recuerdo
Está llorando el cielo, las lágrimas de las nubes han cubierto
las aceras, montones
de hojas caídas tropiezan con mis zapatos.
Una anciana dibuja una danza peligrosa y contenida para no caer al suelo, por esta vez sale ilesa.
Después sigue caminando
con más cuidado e introduce
una mano en el bolsillo mientras la otra la deja morir de frío porque teme perder el equilibrio.
¡Y recuerda
aquellas manos en el bolsillo!
Llega un nuevo año sin estrenar con los días cortos y las noches largas,
quizás quedemos algunas veces como en el dos mil once, dos mil diez,
dos mil nueve,
dos mil ocho, dos mil siete… transitaré las calles mirando a lo lejos
por si viera aparecer
tu sombra.
Aquella imagen de ti que en otro tiempo me regalaste se esconde en la distancia
y la siento a intervalos
frágiles como si fuera un soplo de viento.
Volverán a enero los calendarios seguiré esperando por si se te ocurriera
quedar como aquellos años.
Otra vez Enero
Buscaré tu sonrisa en las tardes pálidas
en los jueves de invierno
por si llegaras al alba.
Quizá, en uno de los doce meses,
deje de sentir la escarcha
y en una noche serena hablen nuestras
miradas.
En las nubes
Un día me enamoré soñé con un nido
en el que vivíamos
juntas.
Una década después
sentí eso que llamamos amor,
entonces pensé que nunca más estaría sola, aunque volara
por las nubes sin rumbo fijo.
Se ha parado el reloj
Un mantón blanco es señal de ausencia,
el reloj marca las horas con las agujas quietas.
Los días de la semana no presentan
diferencias, las noches se bloquean,
los días no llegan y las manecillas
impasibles, impertérritas
marcan las diez y diez, otra vez en espera.
Cielo con nubes,
señal a lo lejos,
se acerca el invierno. Tú, en el recuerdo, yo, en sueño eterno.
Señales a lo lejos en día lluvioso.
El viento me trae recuerdos
de una cajita preparada con esmero. Qué poco duró la dicha
para quedar un rato robado al tiempo.
¡Mi añoranza, cómo te echo de menos!
Se han traspapelado los encuentros,
ya no busco contacto entre
tinieblas.
Una serena luz alumbra desde dentro regalándome instantes de sosiego.
Me pregunto dónde me dirijo si ya no encuentro un punto fijo en este laberinto tan complicado.
Me he enredado
con los versos he perdido
el hilo del regreso. Voy a tratar de buscar a Ariadna
me ayudará a salir del drama.
Compongamos versos que formen grandes escalas
de ritmos métricos,
nos acerquen a las estrellas
nos conduzcan al cielo.
Y si la dama de nuestros sueños
no nos quiere
a pesar de tanto empeño,
sigamos escribiendo.
Índice
Las madres........................................................................... 9
Latidos............................................................................... 10
Confluencia de calles..................................................... 11
El abrazo............................................................................ 12
En la tarde eran dos........................................................ 13
Deseo en un solo sentido................................................. 14
Miradas desviadas,.......................................................... 15
Momentos......................................................................... 16
Azul.................................................................................... 17
Brisa.................................................................................... 18
Entraste por la ventana.................................................... 19
No sé a qué hora llegaste,............................................... 20
Varios instantes
de encuentros fugaces,....................... 21
El mar a lo lejos................................................................ 22
Fuera del tiempo............................................................... 23
Venus celeste.................................................................... 24
Luz en fuga........................................................................ 25
Más añoranza................................................................... 26
La realidad
y un sueño..................................................... 27
Tiempo de descanso......................................................... 28
Parece que torna el color................................................. 29
Llegó el color..................................................................... 30
Atardecer........................................................................... 31
Un oasis al anochecer...................................................... 32
El azul me envuelve......................................................... 33
¿Qué no haría por ti? Estoy en la biblioteca............... 34
El móvil.............................................................................. 35
Recuerdo de relojes.......................................................... 36
Castaño, pardo, cobrizo................................................. 37
Dices unas frases.............................................................. 38
Suena Bacarisse................................................................ 39
Lluvia serena..................................................................... 40
Silencio en la noche........................................................ 41
Luna llena en Madrid...................................................... 42
Es tal la tristeza................................................................ 43
Encuentros en la red........................................................ 44
Dichosos encuentros....................................................... 45
La puerta se cierra........................................................... 46
La Luna llena..................................................................... 47
Algunos tonos rosas......................................................... 48
Momentos......................................................................... 49
Y llegaste,
menos.............................................................. 50
Te sueño en mis sueños................................................. 51
Nos cruzamos................................................................... 52
¡Quién te volviera a sentir!............................................. 53
Fechas señaladas.............................................................. 54
Salgo a tu encuentro......................................................... 55
Tardes de invierno............................................................ 56
Me encontraba entre un grupo....................................... 57
En plena luna.................................................................... 58
Nostalgia............................................................................ 59
No habían sonado las doce............................................. 60
Blanco al atardecer.......................................................... 61
No te vas de mi pensamiento......................................... 62
La necesidad
y el deseo................................................... 63
Sin luna.............................................................................. 64
Dorada luz otoñal............................................................ 65
Mañana con luna............................................................. 66
Hoy eres mi recuerdo....................................................... 67
Te encuentra
el olfato...................................................... 68
Coches en la noche........................................................... 69
Noche de luna, noche inmensa...................................... 70
Madrid en Agosto........................................................... 71
Fuentes en blanco y negro.............................................. 72
Noche de estrellas........................................................... 73
Lágrimas de lluvia............................................................ 74
Con tu mano en mi bolsillo............................................. 75
Tu mirada.......................................................................... 76
Algunas veces.................................................................... 77
Un dueto............................................................................ 78
La lluvia en el recuerdo................................................... 79
Llega un nuevo año sin estrenar................................... 80
Otra vez Enero................................................................. 81
En las nubes...................................................................... 82
Se ha parado el reloj........................................................ 83
Cielo con nubes,.............................................................. 84
Se han traspapelado....................................................... 85
Me pregunto dónde me dirijo........................................ 86
Compongamos versos.................................................... 87
Al Museo en Metro
Mercedes Merino Verdugo
Al Museo en Metro
© Obra: AL MUSEO EN METRO
Primera edición: Julio 2018
© Autor: Mercedes Merino Verdugo
ISBN: 978-84-17404-XX-X
Depósito
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La necesidad me encadena me liberan los sueños.
De tanto vivir en las nubes me he colgado de la luna.
Estábamos sentados, otros no podían permanecer en aquel lugar ni de pie.
Se atrevió a molestar donde no debía según las normas de la buena sociedad.
Así es la vida, unos derrochamos sin parar y otros no tienen para comer.
El domingo en el metro
veo caras alegres con amplias sonrisas.
Los días laborales nos acerca al trabajo.
Los usuarios en el subterráneo llevan
smartphone, móvil, tablet.
Más del ochenta por ciento utilizan
máquinas.
Algunos duermen,
otros bostezan.
Más metro, más metro, más metro.
El suelo está sucio, algunos papeles abandonados nos hablan del poco cuidado.
¡Algarabía de peques!
Salen del colegio
han sido recogidos por las madres, los abuelos algún que otro
padre. Los pequeños cuidados por los padres. ¿Cuidarán algún día
estos peques varones a sus progenitores?
Se habla de lenguas en el suburbano
conversaciones de políglotas
bajo la villa. ¡Qué deleite!
Jóvenes promesas enganchados a la pantalla de artefactos varios. Cada vez se integra más el cuerpo a la máquina.
Algunos parece que se esconden tras un libro.
¡Es tal la exigencia
del canon de belleza!
¿Quién lo impone?
Chanclas
Para Alonso Merino García
Si
no hay botas, chanclas.
Unos van descalzos otros con botas de marca.
Me acerco a la infancia hambrienta para
ver el color de sus alas. Disfrutemos
con los charcos
nos regalan miradas nos envían muy lejos.
Algunas chanclas
se elevan desde zancos.
Seguridad
Violines, flautas, guitarras…, el metro transporta música.
Los ciudadanos están tristes: unos aplauden, otros colaboran, pocos sonríen.
La seguridad llega en detrimento de la
libertad. Se acalla y silencia el canto.
El usuario calla desencantado.
La Chusma
Para Alba Rondón González
Me gusta. Somos más libres, no tenemos
nada que perder.
¡Formo parte de la chusma!
Reímos a carcajadas no nos importa
el qué dirán.
No sé los demás pero yo siento que no
poseo nada.
Me encanta el uso del concepto por Pérez Galdós en Marianela.
Más metro
Para Asunción Oliva Portolés
¿Dónde está la medida cuando la ciudadanía se levanta?
La casta utiliza a la masa para ocultar
sus peores sentimientos: el odio y el egoísmo, tiene miedo a
ser reconocida.
¡El pueblo así no aguanta!
Congoja
No consientas que te conviertan en sumiso guardián del
sistema.
Así se sienten ante la barbarie quienes antes que nosotros
pensaron y lo reflejaron en imágenes.
Goya, amigo, ¿el perro semihundido es respuesta o antesala
de las pinturas negras?
Sobre cotos privados
Cuando algunos chicos se reúnen en panda
les sale lo más ancestral, convierten al sujeto
en objeto para después apresarlo, desde el más gañán a los
más
refinados por el cargo que les ha tocado
en esta escala social se afanan en depredar.
¿Seremos capaces de vivir sin avasallar?
Una labor bien hecha
En el día de las mujeres trabajadoras quiero recordar a las amas de casa porque gozan
de poco reconocimiento social.
Cada cual se debe realizar sus
trabajos personales y, si los puede y quiere pagar, que los pague
con un salario digno y no sigamos esclavizándolas.
Érase una vez un sastrecillo valiente se atrevió a
confeccionar
trajes para todo tipo
de gente vestida a medida con botones remotos para su control.
De esta guisa vistió a todo el mundo, muchos fuimos invitados
a una fiesta. Los allí presentes
bailábamos sonrientes, fue manipulado semejante artilugio
y todos quedamos desnudos.
¡Quién nos lo iba a decir, cómo lo podíamos imaginar,
qué asombro cuando nos miramos!
Me encuentro
entre los solitarios,
mas necesitamos sentirnos entre el
nosotros con lo que muchas veces soy de los mandados,
pocas
veces estoy en el poder porque no me sienta bien.
El poder mal utilizado
corrompe a cualquiera.
Las Sinsombrero
Para mi compañera de escritura,
Viky Frías Ruiz
Un aplauso por la ocurrencia que el sombrero se lo pongan
otros. Vivamos
con la cabeza descubierta.
Esa historia silenciada de tantas y tantas damas nos parece
imposible que se repita de nuevo.
Pero sabemos que es difícil cambiar los privilegiados ponen
obstáculos.
Sigamos aprendiendo a vivir
a corazón
abierto y mente despejada.
Paseo por las calles
Horas sin aliento
desafían el tiempo me agarro al alma para no perder la
calma.
Mantenemos viva el ansia de acumular sin parar riqueza de acá
y allá. Guardianes del sistema,
de una u otra manera, somos los de esta empresa llamada
capital pues beneficios nos da.
¡No me bajo del barco soy un fantoche de trapo!
Existen tantos problemas se complican al contarlos.
A veces sentimos tan de cerca la sinrazón, es como un comezón
que nos congela la vida.
Si las adversidades nos llegan mejor llevarlas con calma.
¿Dónde nos encontramos?
Ahora nos llega el correo
de instituciones, administraciones o a través de yahoo,
gmail, orange,
hotmail.
¿Dónde están
los emisores
de entonces?
¿Qué ha pasado
con los pueblos y ciudades?
Nos comunicamos desde un mundo virtual
hemos cambiado
los domicilios.
Necesito equilibrio, sentirme en paz.
Bastante tenemos cada cual con nuestros problemas si nos
dedicáramos a resolverlos
de manera particular se solucionaría la mayoría a escala
global.
Clase preferente
Frente a la vejez
no hay nada que hacer a todos nos llega
y al que no,
la vida le cuesta.
Hoy he visto
dos señoras en el vagón conversaban amargadas.
Entraban y salían de todas las edades, algo nos caracteriza:
viajamos en la misma clase.
¡Nos movemos en metro!
No a las armas
¿Hasta cuándo tendremos que soportar
la violencia
a un igual?
Seamos semejantes a quienes luchan por lograr una justicia
universal
no a esos prepotentes que con armas y puños
consiguen lo que quieren.
Ante tanto dolor
se me parte el corazón me siento presa
de la impotencia.
Reconozco mis limitaciones el llanto me anega.
El empleo es empleo
Me siento esclava en el trabajo cuando me doy cuenta
que no puedo cerrar la puerta para no perder a los
clientes. Tengo que respetar el horario necesito cobrar a fin de mes.
El hambre de los demás
A los templos del consumo acudimos con gran placer
solitarios, en familia
y amigos en panda.
No queremos perdernos las
ofertas del dos por uno.
Resulta excesivo
lo vivimos como necesidad.
¡Y otros mueren de hambre!
El sufrimiento personal
No sabemos del dolor hasta que no lo sentimos. Es un aguijón que se instala en la mente y en el cuerpo,
se extiende por todos los
intersticios sin dejarnos respirar. El mal se apodera
del yo sin piedad ni compasión.
Es tal la desesperación que me acuerdo de
quienes sufren sin esperanza alguna.
Las crisis
Llegan las crisis sin horarios ni fechas
demostrándonos que quienes
ostentan el poder obran como les da la gana.
Miran por su interés.
Lavapiés
Me siento
a tomar
un refresco y no me sienta bien, hacía algún tiempo
que no veía semejantes escenas. Algunos guardianes del
sistema llegan con motos o coches
para amedrentar
a los de a pie.
Cuando se crean dos categorías naturalcultural
realvirtual
nacen para fastidiarnos si uno
de los dos términos
ejerce el poder contra el otro extremo.
¡Nos sometemos a un sistema injusto!
Fatal actualidad
Anoche me despertó un mal sueño, muchas personas mueren por el hambre y la
guerra.
Las lágrimas
cubren mi rostro.
El vuelo de poetas permanece a ras de
suelo
aunque pretenda rozar el cielo, se convierte en un quiero
y, tantas veces, no
puedo porque ve las injusticias a todas horas cumplidas.
Los buenos deseos
se quedan en simple anhelo.
En un mismo escenario
Las calles se alargan en sombras quebradas de transeúntes sin casa, los
sin techo se cobijan
en cartones
para pasar la noche.
Las entidades bancarias alojan junto a sus
cajeros algunos de esos pobres que no
les aportan dinero.
Mañana por la mañana
el barrio lo pueblan ejecutivos niñas y niños hacia el
colegio.
Melancolía
Me duele la necesidad del hambriento
la melancolía de los sin sueños.
Me duele la falta de justicia que soporta el pueblo
la ajustada realidad de los sin sueldo.
Me duele la indecisión algunas veces del ego la cobardía excusa
del quiero y no puedo.
¿Existen los mercados?
En otro tiempo nos hablaron de dios los de la religión
del bienestar los de la nación; estamos en
una etapa de estafadores nos embaucan con los mercados.
¿Por qué cambian los nombres quienes quieren aplastar al
pueblo?
Así, las iglesias y los estados nos acaban defraudando.
Currante amigo, sufriente testigo cumples el horario preciso
te tratan como a un sumiso. Como todos desembocarás
acaudalado o no en la mar.
No te llevarás nada.
Anochece en las calles madrileñas, millones
de luces vuelven a brillar.
Hojas desprendidas
en un corto vuelo caen a las aceras
serán pisadas, retiradas por el servicio de limpieza.
¡No sé dónde acabarán!
Más de utopías
Si un mundo imaginario pudiera inventar me
gustaría que fuera ancho de miras corto de envidias,
con lo necesario para todos y no lo mucho para pocos;
que la educación
más la sanidad fueran prioridad y de la injusticia no tuviéramos que hablar,
con las diferencias respetadas en el que se diera la igualdad.
Jóvenes del 15 M
¡Despierta, niño, despierta despierta, niña, despierta en Sol
se han levantado temprano y está poblado
con decenas de pequeñas tiendas! Se convocan a través de la
red toman las plazas en son de paz,
pretenden llegar a los foros de más barrios;
se reúnen en asambleas para dialogar y compartir ideas. Parece que quieren conquistar
la luna, han comenzado
en la Puerta del Sol su manifiesto para extenderlo al mundo
entero.
¡Ojalá no sea un sueño!
Don dinero de nuevo
Huertos sin agua casas no ocupadas
miradas tristes.
Los jóvenes se reúnen para acordar soluciones,
han fracasado
los gobiernos.
El poder en manos del dinero
no es rentable, busquemos
otros cauces.
Hemos tenido que llegar a momentos
críticos para pensar otras vías, no
perdamos la ilusión.
En las sociedades de la opulencia si nos falta algo protestamos.
Y, en otras tierras, se sigue muriendo de hambre.
En la portería
Acabo de ver un autobús miro desde el otro lado cómo
transcurre la vida.
Lo peor del trabajo
es que me mantiene presa durante unas horas, quiera o no
quiera.
Los coches se marchan a pasar el día fuera
y los contemplo sentada, como si nada.
Una moto sale a toda prisa como si le faltara día,
y observo callada,
como si nada.
Vuelve la de la bicicleta, tan coqueta,
con el medio casco en la cabeza, y oteo asombrada,
como si nada.
Le toca el turno a los de a pie, se acaba la jornada
y salgo entusiasmada.
En algunas culturas se devoran
unos a otros
como Saturno
a sus hijos.
Los cristianos no somos politeístas pero abundan santos y
santas
a la virgen la multiplicamos. El hombre acumula sin
parar incluso reyes en un portal.
¡Ay, luna, luna!
Va decreciendo toda digna a lo lejos, la contaminación da
un tono grisáceo al cielo.
En primer plano
un mastodóntico edificio para eso recauda impuestos
a la derecha, la ciudad duerme sin querer darse cuenta
de tantas miserias:
los sin papeles, los sin techo, los
sin trabajo, los sin hospital, los
sin colegio, los sin pan ni paz.
Se me parte el corazón
de dolor cuando pienso lo lejos que está la humanidad
de una respetable solución.
Una vez comenzado el espectáculo
no sabemos qué ocurrirá en el siguiente acto,
nos sentimos protagonistas de la tragicomedia
de nuestra vida, necesitamos
pensar que la farsa es real.
La coordenada temporal acecha suspendida
¡macabra cuerda! pretende ahorcar la existencia.
En la calle los mendigos viven sin techo
los vemos al pasar… y pasamos.
Cada vez se comunica más gente a través de la red.
¿Quién escribe cartas en papel? El libro
será un objeto de lujo para coleccionistas y fetichistas, las nuevas
generaciones pensarán que es de antiguos
lo que no sea leer en una pantalla.
Algún día otro soporte sustituirá a los
ordenadores.
Paraguas para soportar el chaparrón
que se nos avecina nubes de algodón nos curan las heridas.
Son muchas las desgracias se habla poco de esperanza.
¡La música!
¿Una fórmula frente al poder?
Madrid se manifiesta
Es la una menos cuarto según nos muestra
el reloj del Banco.
Una marea roja sube por Alcalá la Cibeles majestuosa
presencia
el evento impasible apoltronada en el
sillón del carro arrastrado
por unos amantes castigados.
Unos amorcillos agarran en sus manos un ánfora y una
caracola, ajenos
a la manifestación juegan divertidos con el agua
mientras el pueblo llena las calles en señal de
protesta.
Todavía no he visto
una manifestación numerosa a favor de la eutanasia,
de vez en cuando se oye una voz en primera persona.
Me he levantado irónica me he dado cuenta
que la eutanasia llegará,
a la clase política se le avecina tal cantidad de pensiones…
queriendo o sin quererlo
la aprobará
en el Parlamento.
Pinceladas históricas
Panorama triste el que vivimos.
Desde épocas remotas el poder
ha tratado de ennoblecer las relaciones
con sus servidores:
en la etapa feudal el vasallaje, la burguesía le da un viraje
al trabajo
para que lo aprecie el que lo lleva a cabo.
Los románticos con su amor nos confunden el corazón y en esta etapa
capitalista
si no consumes te decapitan.
Se me olvidaba la Grecia clásica en la que sólo algunos
disfrutaron de la democracia.
Larga o corta la vida no deja
de ser una más.
Tarea ardua para quienes
se encuentran entre los débiles, los oprimidos, los
silenciados,
los que no pueden levantar cabeza porque a la mínima se la pisotean.
Me duele el mundo
El mundo está dividido en pueblos pobres
y pueblos ricos.
Me duele la impotencia la falta de amor
y las muchas penas.
En un mundo justo los
conceptos rico y pobre
habrían desaparecido.
No se utilizarían las palabras machismo o patriarcado.
En un mundo justo
los privilegios y el egoísmo serían un anacronismo.
Nuevas generaciones
Pienso en las nuevas generaciones me muero de pena,
¿disfrutarán de un mundo mejor?
No sé quién puede responder. Como tantas otras preguntas se
quedará sin respuesta,
aun así tenemos que seguir en la vida y trabajar juntos
para conseguir
una buena convivencia.
¿Cuidarán estas generaciones a las anteriores?
Me pregunto
qué profesiones salvaría, ninguna si es
una manera de crear jerarquías.
En este barco sin rumbo si de lo que se trata es de que la
vida sea vida
es cuestión de trabajar codo con codo.
En este barco sin rumbo
para que no se vaya muy pronto al fondo el amor y la justicia
han de ser nuestra guía.
Entre los demás
Cuando puedo vuelo a ras de suelo,
algunas veces me refugio
entre la gente.
Me gustaría vivir en
un pequeño espacio
con posibilidades infinitas abierto al prójimo.
Ser ciudadana de una aldea global en la que reine la amistad
y nos olvidemos
de tener por tener sin más.
Comienza el día
Ya no lucen las farolas, el astro surge majestuoso
alumbrando por todas partes.
Un edificio se despereza entre claros y sombras.
Se recuerda el seudónimo de un poeta para dar nombre
a una estación del metro.
En metro
El metro es una vía estrecha
de distancias cortas y largas emociones: a una señora se le caen las lágrimas tras unas gafas, un joven sin dedos
pide limosna mostrando sus manos, una
niña come un trozo de pan
se lo ha dado su madre, dos chicas se acarician
tiernamente sin esconderse.
Junto a este grupo de gente se agolpan añorados
recuerdos
en mi mente porque, alguna vez, compartimos tú y yo un metro.
Comentario
a un ensayo
|
ecibí El hilo y el grito, ensayo
de mi amiga Asunción Oliva Portolés, en un archivo
a través del correo
electrónico. Lo leí en la pantalla rápidamente sabiendo lo mucho que me iba a
gustar lo que dijera en ese texto, y así fue. En cuanto pude lo trasladé al
papel para leerlo con el interés que requiere para mí una argumentación
feminista.
La pensadora reflexiona sobre dos de los arquetipos
de mujeres: por una parte la mujer sumisa en espera del marido, Penélope, y, por otra, la que se subleva ante
el poder estatal para cumplir con las obligaciones familiares, Antígona. Ambas
mujeres interpretan per- fectamente su papel. Se sacrifican o se rebelan por una misión más fuerte que ellas
mismas. ¿Qué fuerza guía a estas mujeres? La pertenencia a una familia y sus
leyes ancestrales. Nada mejor que la familia para perseverar y sustentar la idea y práctica del
patriarcado. Pues sí, individualmente la mujer es anulada y en la institución
familiar se refuerzan los mecanismos necesarios para llevar a la práctica los
imperativos del patriarcado hasta sus últimas consecuencias. La familia es un camino
abo- nado para mantener
en absoluta sumisión
a las mujeres.
La doctora Oliva, investigadora a la par que muchas
otras feministas que también han
estudiado el sujeto, nos habla del mismo desmontando algunas teorías de otros
filósofos que han escrito sobre el sujeto. Cuando lo leí, lo que más me llamó la atención fue pensar en la familia
porque es donde nos ensalzan y nos
mantienen presas a las mujeres.
Mientras Penélope teje el hilo Ulises viaja hasta
que, finalmente, vuelve a Ítaca. ¿El hilo de Penélope ayuda a Ulises para que
vuelva a Ítaca?, curiosamente Penélope teje el hilo junto a su hijo Telémaco.
Por otra parte, la voz de Antígona se alza pronun-
ciándose contra el poder para cumplir con los deberes ancestrales de la
familia. Aunque el rey Creonte, su tío, le prohíba a Antígona enterrar a su
hermano Polinices, ella necesita darle sepultura, acabar de una vez para lograr
el sosiego. Mientras hay vida hay esperanza, pero si no hay esperanza tenemos
que llevar a cabo lo nece- sario para quedarnos en paz.
El hilo y el grito nos habla
del amor sacrificado y de la muerte.
En aquellos días, cuando recibí el ensayo, me encon- traba trabajando en unos relatos
cortos que, en mi in- tención, hablaban de algunos tipos de familias diferen-
tes. No sé el porqué, pero algo me vino a recordar mis cuentos cuando leí El
hilo y el grito, y eso me aportaba
un nuevo aliciente para que me tomara muy en serio la lectura del ensayo. Pues me preguntaba si no estaría
en
crisis la familia, como otras instituciones. Pese a que la familia es uno
de los pilares de la sociedad, pienso que se constituye frente al poder y me
pregunto: ¿si no se utilizara mal el poder nos tendríamos que atrincherar
frente a él?
Para hablarles de la familia
me voy a permitir comen- tar Las meninas,
como si no se hubiera dicho ya bastante sobre este cuadro. Con la de cientos de
interpretaciones que ya existen, ¿cómo atreverme yo?, me digo.
Miré el cuadro, que
conocemos con el nombre de Las
meninas o La familia de Felipe IV de Velázquez, por pri- mera vez
cuando todavía era una niña, no sabía qué representaba ni quién lo habría
pintado; ni siquiera sabía si era una
pintura o una fotografía. Encontré un visor de juguete en un cajón de una mesa
abandonada en el cuarto trastero donde se guardaban
las escobas y otros objetos
para limpiar la escuela, me impresionó tanto que cada vez que podía volvía al
cuarto trastero, abría el cajón de la mesa y miraba a través del visor para encontrarme con aquella familia. ¿Qué
me había fascinado de esas personas que se encontraban juntas en un momento preciso de sus vidas y
habían sido re- presentadas? Quizás la paz que sentía al contemplar la escena,
la tranquilidad, el orden, pensar que no necesi- taban nada más, que todo
estaba en su sitio. No lo sé. Más tarde he mirado el cuadro en diferentes
visitas al museo del Prado
y he leído acerca de él lo que han escri-
to algunas y algunos de sus investigadores. Pues sí, me fascinó, ha sido tanta esa fascinación y durante tantos
años que me permito renombrarlo, desde hace no mu- cho tiempo, para mí es
“La familia de Velázquez”, me cuadra mucho más
ese nombre para explicar un poco lo que quiero contarles acerca del cuadro.
Mirando esta pintura veo una luz, la de atrás, que
tiene que llenar la estancia para sobredimensionar el lienzo. El pintor vuelve
a su hogar, después de estar por segunda vez en Italia, y parece que se siente
obligado a ostentar sus atributos de pintor. Le viene que ni pinta- do el encargo que le hará el rey, está en la plenitud
de su arte y nos lo muestra
con todo lujo de detalles.
Felipe IV, después de apreciar el cuadro en todas sus
dimensiones, no pudo menos que conceder a Velázquez la cruz de Santiago. Se la
ganó a pulso pues le demostró que estaba a su altura desde su profesión de
pintor.
El cuadro fascina y se seguirá interpretando. ¿Qué
hubo detrás de la nueva pintura y por qué el rey se quita el sombrero y lo distingue como uno
más de la no- bleza, con la cruz de Santiago? No es sólo un oficio ma- nual,
no, no en el pintor Velázquez. La cruz de Santiago fue pintada después, ¿por el
pintor o por el propio rey? Estos y otros interrogantes siguen sin respuesta y
están abiertos a otras posibles interpretaciones. ¿Qué conver- saciones, qué
nivel de amistad mantienen Velázquez y Felipe IV para que le conceda la Cruz de
Santiago? Me parece que es como de su familia.
Cuando pensé en una imagen para comentar el ensa- yo de Asunción Oliva Portolés me acordé de Las meninas
de Velázquez, observo en este pintor que
se le pueden atribuir, según mi interpretación, las figuras de Ulises y
Penélope en su misma persona, según en qué momento de su vida nos detengamos.
Y, por supuesto, también representa, a mi modo de ver, el arquetipo de
Antígona, incluso más en otra de sus pinturas, en Las hilanderas.
Velázquez ha estado en Italia, viaja como el héroe Uli- ses, regresa a su
Ítaca. En el lienzo podemos reflexionar sobre el hilo que va tejiendo Velázquez
para contarnos la historia de la
escena que nos presenta. Y el grito te- nue, en tres dimensiones, que nos lanza
el pintor: aquí me tenéis, esta es mi obra y mi profesión. Se levanta frente al
poder de quien quiere ostentarlo, de quien se
le ponga delante. Y no se esconde tras el cuadro ni está pintando, mira
al espectador y muestra sus atributos de pintor: la paleta, el pincel y el gran
lienzo cerrando la escena por la parte izquierda del que mira. Espectacular por
la armonía que consigue, real por la serenidad, por esas tres dimensiones, por
esa profundidad que logra gracias a la
puerta que se abre. El foco de luz de atrás me parece importantísimo, porque
envuelve toda la es- cena dando luz de manera potente a la parte principal, y no menos importante
la luz que entra a través de las dos ventanas de la habitación donde se
representa la es- cena, un foco hacia el espejo donde se reflejan los reyes y otro hacia la escena principal
resaltando la personali- dad de la infanta Margarita. Se respira el aire.
Los reyes congelados en el espejo,
Felipe IV y Ma-
riana de Austria, ¿cómo algo del pasado?
El futuro es
la pequeña y la ilumina,
Margarita, la representa con la astucia del poder, por la mirada, no mira de frente. Las
meninas sirviéndola y cuidándola, ¿la niña mira de reojo a quien le sirve y por
lo que le entrega? La otra menina en pose de reverencia ante el poder.
El niño díscolo
molesta al perro, que ni se inmuta porque todo está en armonía y en su lugar.
No hay de qué preocuparse, nada inquieta al perro, pese a que Ni- colasillo esté con el pie sobre
el lomo, el perro lo soporta
sin más. El perro, mastín de los
montes de León, pro- tector del ganado y del hogar, fundamentalmente de los
niños, se encuentra tranquilo cerrando otra parte del cuadro. Pero si no fue perro sino cerdo, la interpretación ya es otra. ¿Quizás un
guiño a El
jardín de las delicias del Bosco, si tiene algo que ver con el
clero?, ¿en ese caso el niño, Nicolasillo, pisa
al cerdo en pose triunfal, como de
cazador con la pieza bajo sus pies? ¿Cuántas pregun- tas más pueden surgir de
algo que se cambió por peti- ción real? Nicolasillo pone el pie sobre el
mastín, pero el perro ni se inmuta,
todo está en orden, pero ¿de qué orden está hablando el pintor?, ¿qué orden nos
quiere transmitir? Al lado Mari Bárbola dispuesta a entretener a la infanta
mirando al que mira, con toda dignidad, para cumplir con su papel.
Seguimos con las figuras de la escena:
el aposentador, José Nieto, sale por la puerta para dar luz, mero
brazo del pintor, punto de fuga también. Aposentador es un cargo de la casa
real que ejerció el propio pintor. La infanta
Margarita representa el poder, el artista la debe
adorar, pero en la mirada veo la astucia, no ha dejado de
atribuirle uno de los signos del poder. ¡Es tan extraordi- nario este pintor!
La pequeña es el futuro poder y todos giran alrededor de ella, tiranía de los
niños, también de las mujeres. El poder no tiene género, la tiranía puede ser
ejercida por los hombres y por las mujeres, incluso por los niños.
El pintor representa a su familia, la pinta como si nos la estuviera
presentando, es real, como si perma-
necieran ahí cada uno de ellos. Velázquez nos muestra sus herramientas de
pintor y eterniza a su familia, el perro en el otro ángulo guardando el hogar,
el del ar- tista. Consigue otra
dimensión, el aire se respira, pin- ta la escena como en tres dimensiones, consigue que parezca real. La
familia frente al poder, el de los reyes que quedan reflejados en el espejo. En
esa estancia, el cuarto del príncipe, el pintor trabaja con su familia.
Margarita se entretiene con los enanos, Mari Bárbola y Nicolasillo; y las meninas, María Agustina Sarmiento de Sotomayor e Isabel de Velasco, la cuidan. Diego Velázquez se encuentra en
su casa.
Además eterniza su profesión: la pintura es la prota-
gonista por el enorme lienzo y la manera de mostrár- noslo junto a la paleta y
el pincel. Es el patriarca de la familia, años después Felipe IV le concede la
cruz de Santiago. Paz en esa estancia tan hogareña, luz entre los oscuros de la
familia, la luz realza las figuras de la niña,
las meninas y los enanos.
Velázquez convierte el
cuarto en su
hogar, eterniza el momento hogareño que él nos transmite.
La pareja
de guardadamas en penumbra. La mujer en menos penumbra, ¿futuro de las
mujeres, según el pin- tor? Pues las protagonistas en este caso son las mujeres, y en otras más de sus pinturas. Considero que a Velázquez se le podría rescatar entre los
pintores que reivindican a las mujeres porque
las pinta con dignidad. Representó a las mujeres en el papel que se les ha atribuido a lo largo de
la historia, pero con un digno protagonismo. Opino que se podría reivindicar a Velázquez porque nos mues- tra a las mujeres en primer plano,
pese a su desnudo fe- menino, ya sabemos,
el de La Venus del espejo, pero pinta a las mujeres con dignidad, como a cualquier
otra persona ocupe el puesto
que ocupe en la escala social. Por tan- to, me
parece que es un varón rescatable,
como pintor, por el trato que da a las mujeres, pese a lo de la Venus, tema
tratado por alguna feminista.
Si a las mujeres
nos han relegado
durante siglos al ho-
gar y es desde ahí donde hay que enterrar
a los muertos, es por lo que
Antígona se alza frente al rey para decirle: deja que yo realice
mi labor como me corresponde, se dirige al rey para reivindicar su papel. Por todo lo
expuesto, para finalizar, si no han conseguido coger el hilo en Las
meninas les invito a mirar la hebra de Las hi- landeras,
también representa El hilo y el grito, a
mi modo de ver. En este caso, podemos dar más relevancia a la figura de Antígona por estar relacionada con la muerte.
Y si, según nos muestra Velázquez en Las
hilanderas, esto es cuestión de tiempo, pues lo que tenemos es que
disponemos de una vida con muerte segura, no puedo terminar sin formularme otra pregunta más: ¿por qué la
vida y muerte de unas personas recibe mejor trato que la de otras?
ÍNDICE
EN
METRO......................................................................... 7
La necesidad me encadena................................................ 9
Estábamos sentados, otros no podían........................... 10
El domingo en el metro.................................................... 11
Más metro, más metro, más metro................................ 12
Se habla de lenguas
en el suburbano............................ 13
Chanclas............................................................................ 14
Seguridad.......................................................................... 15
La Chusma.......................................................................... 16
Más metro.......................................................................... 17
Congoja.............................................................................. 18
Sobre cotos privados......................................................... 19
Una labor bien hecha...................................................... 20
Érase una vez un sastrecillo valiente............................. 21
Me encuentro
entre los solitarios,................................. 22
Las Sinsombrero................................................................ 23
Paseo por las calles........................................................... 24
Existen tantos
problemas................................................ 25
¿Dónde nos encontramos?.............................................. 26
Necesito equilibrio, sentirme en paz............................. 27
Clase preferente................................................................ 28
No a las armas.................................................................. 29
Ante tanto dolor............................................................... 30
El empleo es empleo......................................................... 31
El hambre
de los demás................................................... 32
El sufrimiento personal................................................... 33
Las crisis............................................................................. 34
Lavapiés.............................................................................. 35
Cuando se crean dos categorías..................................... 36
Fatal actualidad................................................................. 37
El vuelo de poetas............................................................ 38
En un mismo escenario................................................... 39
Melancolía......................................................................... 40
¿Existen los mercados?.................................................... 41
Anochece en las calles..................................................... 42
Más de utopías.................................................................. 43
Jóvenes del 15 M.............................................................. 44
Don dinero
de nuevo....................................................... 45
En la portería..................................................................... 46
En algunas culturas.......................................................... 47
¡Ay, luna, luna!.................................................................. 48
Una vez comenzado......................................................... 49
En la calle los mendigos.................................................. 50
Cada vez se comunica...................................................... 51
Paraguas para soportar..................................................... 52
Madrid se manifiesta....................................................... 53
Todavía no he visto.......................................................... 54
Pinceladas históricas......................................................... 55
Larga o corta la vida......................................................... 56
Me duele el mundo........................................................... 57
En un mundo justo.......................................................... 58
Nuevas generaciones........................................................ 59
Me pregunto...................................................................... 60
Entre los demás................................................................. 61
Comienza el día................................................................ 62
En metro............................................................................ 63
AL MUSEO........................................................................ 65
Comentario a un ensayo.................................................
La enredadera
Mercedes
Merino Verdugo
La enredadera
© Obra: La enredadera Primera edición: Junio, 2021
© Autor: Mercedes Merino Verdugo
ISBN: 978-84-18874-05-5
Depósito Legal: M-
Maquetación: Pablo Casado Fernández Diseño de cubierta:
Imágenes o fotografías: Mercedes
Merino Verdugo
© Editado por LIBER FACTORY www.liberfactory.com
Gestión, promoción y distribución: Grupo Editor
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Dedicado a Piedad Merino García
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La enr dadera
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Una de mis sobrinas
fue bautizada con el nombre
de Piedad, el nom- bre de una de sus abuelas, la abue- la
que plantó la enredadera en el patio de Alcázar. Y el nombre es igual al de ella porque la madre de Piedad quiso seguir con la tradi- ción onomástica de la familia. Este relato fue escrito
junto a la abuela.
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ercedes Merino
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Durante un
tiempo notamos la pre- ocupación de
Piedad, nuestra ma- dre, por la enredadera que plantó y que no parecía
hacerse mayor. Le habían
asegurado que las enreda- deras crecían mucho y adornaban las paredes
de una forma
especial.
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La enr dadera
Nuestra madre la había ubicado
en una gran maceta
y se veía ridícula la diminuta
plantita en un recipien-
te de tan grandes dimensiones.
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ercedes Merino
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Y
se quedó allí,
un poco abandona- da por todos, en el rincón
del patio de un edificio de vecinos. Mi madre
siguió regándola, pero con pocas esperanzas de que se desplegara. Al cabo
de un tiempo comenzamos
a observar que sus tallos
eran más largos, sus hojas
más anchas, se estaba desarrollando.
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La enr dadera
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¡Al fin estaba creciendo! Mi madre se puso muy
contenta porque, a pesar de que le habíamos dicho que no
se molestara más con aquella planta, ella continuó cuidándola y suministrándole su ración de agua
y de buen trato diario como a to- das las demás.
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ercedes Merino
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Los hijos nos fuimos marchando de aquel
piso. Nuestros padres
se- guían allí, los visitábamos frecuen- temente. Yo mucho más porque no
tenía residencia fija y mante- nía parte de mis pertenencias en la casa
familiar.
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La enr dadera
Cuando salía al patio y regaba las plantas le
prestaba mayor aten- ción a la enredadera.
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ercedes Merino
¡Había crecido tanto! Y nosotros
que pensábamos…
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La enr dadera
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Se convirtió en una gigantesca en- redadera, sus tallos trepaban por las
paredes, cerca de las terra- zas interiores del edificio, ya ha- bían alcanzado
el segundo piso, además de haber rodeado todas las paredes del patio,
con ayuda
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ercedes Merino
de nuestra madre que en un prin- cipio condujo
los tallos a su anto- jo. Ahora trepaban
hacia arriba de manera increíble, como por volun-
tad propia.
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La enr dadera
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Había una vez una vecina en el
octavo que se quejaba por todo y aseguró que, cuando
llegara aque- lla horrible
planta a su terraza, no pasaría de allí
porque ella la corta-
ría.
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ercedes Merino
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Todo le molestaba a la señora del octavo,
tan joven y tan impertinen-
te. Últimamente no había de qué quejarse pues los vecinos
eran ex- celentes personas
que no importu- naban a nadie.
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La enr dadera
Pero mira por dónde la señora Concha estaba
buscando pelea y encontró un buen pretexto en la molestia que le pudiera causar
la enredadera.
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ercedes Merino
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¡Y eso que tardaría
bastantes años en llegar
al octavo, si es que llega-
ba! Además, no parecía que fuera ninguna molestia porque a los ve- cinos a quienes les había sobrepa- sado las terrazas de sus viviendas, por el contrario, les gustaba.
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La enr dadera
Pasaron los años, muchos años…
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ercedes Merino
Los padres comenzaban a enve- jecer, y las sobrinas
mayores, que quince o veinte
años atrás grita- ban o jugaban
en el patio los fines de
semana, ya no venían por aquí.
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La enr dadera
La enredadera seguía creciendo, desde abajo no
se podía calcular bien a qué piso había llegado.
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ercedes Merino
Se experimentaba una extraña sensación viendo
el desarrollo de la planta. ¿Cuál sería su fin?
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La enr dadera
La maceta se quedó pequeña, a pesar de sus
grandes dimensio- nes, los resistentes, largos y flexi- bles tallos de la enredadera habían alcanzado gran longitud y grosor.
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ercedes Merino
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La señora Concha envejecía y se-
guía tan cascarrabias, se prepara- ba para cortar la planta pues en
pocos años llegaría a la altura de su vivienda. Se le llenaba la cara de satisfacción al ver que al fin po-
dría podarla, era una señora tan inoportuna. Envejeció como todos nosotros y
las piernas empezaron a fallarle, también la vista.
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La enr dadera
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Nuestros padres dejaron el piso y desde hacía unos años era yo quien pasaba por allí, el edificio estaba
muy abandonado. Solo vivía gen- te mayor desfavorecida económi- camente que no
podía mudarse a pisos nuevos o rehabilitados. ¡La ciudad había crecido tanto!
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ercedes Merino
Las nuevas viviendas eran mucho más confortables y las familias
jó- venes las preferían a las antiguas.
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La enr dadera
Casi todas las semanas procuraba ir por
nuestra vivienda para regar los tiestos, dejar algunos libros y llevarme otros.
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ercedes Merino
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Un día… estaba regando las plan-
tas en el patio y escuché un grito aterrador, era muy temprano. Miré hacia
arriba y vi grandes llamara- das en las viviendas de los pisos superiores, en el interior. Era fuego y
se había propagado a dos plan- tas de viviendas. Salí del edificio
y comprobé que el fuego se extendía
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La enr dadera
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solo por las terrazas de las plantas octava y novena. Entré de nuevo,
pulsé el timbre de alarma y subí a nuestra casa. Llamé por teléfono a los bomberos y volví al patio para
gritar: ¡Fuego, es fuego! Los bom-
beros y otros cuerpos de rescate llegaron rápidamente, duró unas horas la
evacuación.
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ercedes Merino
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Se hizo el recuento de vecinos y
nos dimos cuenta de que faltaba la señora Concha. Estaba inválida y venía un
trabajador social a cui- darla, pero sólo unas horas al día. Se pensó en los
posibles accesos hasta su vivienda, era inútil, no había forma de entrar.
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La enr dadera
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En ese momento recordé que al-
gunas veces, muchos años atrás, los niños del
tercero aprovechaban la
ausencia de sus padres y baja- ban hasta el segundo piso, a casa de sus primos,
deslizándose por la enredadera del
patio que había trepado hacia arriba y había
llega- do hasta sus terrazas.
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ercedes Merino
Les dije a algunos bomberos que me
acompañaran, que tal vez se podría subir gracias a la enreda- dera que había en
la pared de los patios interiores.
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La enr dadera
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Una vez en el patio comprobaron si
la enredadera aguantaba el pe- so de una persona; la planta res- pondió bien a
las pruebas de los agentes. Uno de los bomberos tre- pó por ella. Desde el piso octavo un bombero lanzó varias
cuerdas, aseguró bien a la señora
Concha y comenzó a descender, otro bom-
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ercedes Merino
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bero tiraba suavemente y la ba-
jaron despacio hasta pisar tierra firme. La señora había arrastrado su cuerpo
hasta la cocina
aturdida y llena de miedo, pero gracias a esa iniciativa se pudo llevar
a ca- bo más rápido su evacuación. Una vez rescatada, salimos corriendo de allí.
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La enr dadera
La enredadera fue primordial para poder salvar a la señora Concha.
Llegaron más refuerzos, fue una larga jornada.
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ercedes Merino
El edificio quedó hecho una lásti- ma, tanto
el interior como el ex- terior acabó negro
por el incendio, destrozado.
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La enr dadera
Se logró extinguir el fuego y salvar
algunos objetos personales, sobre todo de los pisos más bajos.
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ercedes Merino
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El fuego acabó, pero la
rehabilita- ción del inmueble resultaba muy costosa. A los vecinos nos dieron
viviendas en otro edificio, éramos pocos, algunos ancianos se alegra- ron. El
edificio fue derribado unos meses después y con él pensé que estaba enterrada entre los escom-
bros la vieja y útil enredadera.
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La enr dadera
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Han pasado treinta años, eso pa-
rece lo único cierto, en cuanto al resto del relato, casi todo es fic- ción: la señora Concha
nunca exis- tió, no hubo
ningún incendio. Los padres de aquella familia murie- ron, la madre hace ya tantos años…
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ercedes Merino
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el piso se vendió
al poco tiempo
de morir Piedad y cada miembro
de la familia continuó
viviendo en otros pueblos o ciudades, nacieron más nietos. También murió
Manuel, el abuelo.
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La enr dadera
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La única que queda como testigo
del paso de aquella familia por allí es la enredadera: testigo de nues- tras correrías de niños, de nuestras
risas, de aquel ambiente familiar pendiente de salir adelante.
Cuan- do llegaban los reyes magos, si nos compraban
algo, nos divertíamos en el patio
por un doble motivo:
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ercedes Merino
los niños por el placer
de disfrutar con el juguete y los padres por el orgullo de haberlo podido comprar
para que jugaran sus hijos.
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La enr dadera
Han transcurrido treinta años y el único ser
vivo que ha quedado en la vivienda de aquella etapa que pasamos junto a
nuestros padres ha sido la enredadera.
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La enr dadera
Enredadera
fotografiada en el 2011 por uno de los hijos
de Piedad, José An-
tonio.
Escrito en 1981, en Alcázar, junto a la cuidadora
de plantas que era nuestra madre Piedad. Mientras ella cuidaba las plantas de la terraza exterior yo le
leía en voz alta algunas veces, otras veces escribía, este relato fue escrito
junto a ella.
Y revisado en Marbella, en el año 2021 para
dedicárselo a la nieta que lleva su nombre, Piedad Merino García. Nombre que eligieron
sus padres, Manuel y Toni, por iniciativa de Toni.
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Mercedes Merino Verdugo