martes, 30 de diciembre de 2008

SOBRE EL INSTANTE Y LA FELICIDAD

Escribo sobre el instante y la felicidad porque forman parte de mi drama vital. La felicidad es un instante fugaz, si la amarro eterno. Y espero que cada instante esté lleno de esa anhelada felicidad.
Escucho el latir de la vida en algunos objetos que me acompañan como el tic-tac del reloj, el inexorable tiempo marcándome la vida, como advirtiéndome de lo corto del camino: “tempus fugit .
De manera más profunda el latir de mi corazón, si la onomatopeya que lo describe es como un pum-pum me sugiere una llamada a la puerta de la vida. Y si esa insistente llamada deja de sonar, se acaba mi vida. Sería algo así como la manera de representarme en la vida, una llamada continua a la puerta, como quedándome en el umbral.
Lo que me apetece es la felicidad a cada instante, pero, ¿la logro? Quizás sería más realista si considerara que el concepto felicidad está muy alejado de mis posibilidades, las del ser humano en general, sería menos absurdo hablar de no-desdicha. ¿Y no será la dicha precisamente eso: el no darme cuenta de ella porque no soy desdichada?
¡Felicidad! ¿Será un instante? Si pudiera atraparla, si pudiera.
Cuando tengo la vivencia de algo parecido a lo que entiendo por felicidad y un día siento el vacío de ella parece que ya no tuviera nada sentido y, entonces, el latido de mi corazón se ensombrece. No se oye el pum-pum. Se dice: “ni pum” para referirnos a nada en absoluto.
Deambulo por caminos vanos sin saber por dónde tirar, sin darme cuenta de que tengo que ser consciente del valor de cada instante, de ese pum-pum que me acompaña y que tan poco valoro porque está ahí y no tengo que realizar grandes gestos para que siga latiendo mi corazón. Puede ocurrir, en ése estar perdida, que me doy cuenta de que la vida pende de un hilo sutilísimo fácil de romperse y que no la estoy llenando de sentido.
Entonces, se hace patente el pum-pum llamando a la puerta de la vida y cómo insiste en entrar, desde el umbral.
Mas si soy capaz de apreciar en lo que vale el pum-pum que me acompaña, ese instante tras instante que sólo yo puedo llenar, pues, a cada instante tengo la posibilidad de elegir qué hacer en mi vida, no vale seguir justificándome. Tengo que, más tarde o más temprano, enfrentarme a mí misma.
Por tanto, el estar o no cercana a la felicidad sólo depende de qué instante haya elegido, uno tras otro. Ese es mi drama vital, soy responsable de mi vida, de lo que pase en ella, los acontecimientos me envuelven y me condicionan pero no me determinan; soy libre.
Si quiero ser feliz, yo soy responsable de no conseguirlo: elijo a cada instante. El ser consciente de esta sutil y grave empresa me inmoviliza, me deja perpleja las más de las veces. Porque tendría que partir, quizás, primero de: ¿qué es la felicidad?, ¿qué hace feliz a cada latido vital? Y como no estoy sola porque las vivencias necesariamente tienen mucho de convivencia ya empieza a complicarse más el problema. ¿Cómo consigo la felicidad?, y, ¿cómo olvidarme de la felicidad del/la otr@? Yo elijo mi instante y otra voluntad su instante. No es sólo la reflexión, es el diálogo, hay que pactar y respetarnos cuando nos relacionamos con los demás. Pero no es el momento de tratar ahora sobre lo que entendemos por convivir, ya sea en pareja, en familia, en el trabajo o en cualquier otra relación que establecemos con cada uno de los grupos sociales en los que nos encontramos inmers@s.
Yo busco ese instante de felicidad y engancharme a él, el carro de la farsa me acompaña siempre, lentamente. Por el contrario, el tren de la alegría pasa más de tarde en tarde, a toda velocidad, es más difícil de reconocer.
Considero que sólo desde la reflexión y desde una postura de amor puedo reconocer la dicha verdadera, eso que llamo felicidad. Si hablo del instante como inicio de vida y de la felicidad como finalidad, me quedo con el camino a ella que entiendo realizado con amor.
Con lo cual, como tan sólo camino me queda, necesito seguir pensando que es posible otro mundo, y, para que me sirva de acicate e ilusión me busco un punto de apoyo que me sirva de guía, a modo de piedra preciosa o estrella fugaz. Entiendo el “amor” como deseo de bien. Si el instante es como un principio continuo y la felicidad como fin al que tiendo continuamente, me queda adentrarme en el sendero, una vida de amor en su anhelo de bien.
En lo social puedo hablar de justicia pero la mayor parte de mis relaciones resultan más cercanas porque me gusta establecerlas de tú a tú y la justicia, a veces, se me queda corta, necesito recurrir a la piedad.
Concluyo diciendo que, en cuanto al amor se refiere, elijo el fileo de los griegos, la filía, en lo universal; el eiro, aquello que entiendo por eros es para andar por casa, si quiero, hasta en zapatillas.

M. Godúver
2001, en Madrid y mayo.

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