viernes, 2 de mayo de 2025

CLAVE DE SOL Y CLAVE DE TIEMPO

CLAVE DE SOL Y CLAVE DE TIEMPO ..................................... Adjunto dos escritos, entre ambos ha transcurrido mi etapa de adulta, está claro que mi apuesta por las mujeres ha condicionado mi vida. Cuando estaba casada, en los años ochenta, para realizar algo que me gustara más que vender coches el trabajo al que me dedicaba con Carlos, mi exmarido, en mis ratos libres leía y escribía, supongo que era una terapia. Fue mi madre quien me animó a escribir más cuando se enteró de que me inventaba historias. Ordené mi biblioteca, en aquel entonces casi mil libros, unos novecientos setenta, la catalogué y clasifiqué, con sus correspondientes fichas y cuaderno de registro. En fin, como no trabajaba en una biblioteca pública me monté una privada. También tomaba nota de los libros que iba leyendo con sus correspondientes apuntes en otras fichas. Estas prácticas tan ordenadas se las debo a Jofre, él me enseñó a utilizar las fichas como herramienta de trabajo, también a ordenar y clasificar libros. Ahora me he encontrado el archivo y he rememorado aquellos momentos. También escribí la segunda novelita que terminé, la titulé Clave de sol, es uno de los escritos que adjunto, me he reído mucho leyéndola, los momentos eróticos los describo emulando a Corín Tellado, quien escribía las novelas románticas que leía en mi niñez y adolescencia, las llamadas fotonovelas, las leía porque no había libros en mi pueblo. Una prima, a la cual le llegaban estas novelas porque uno de sus hermanos trabajaba en Madrid, se las dejaba a mi hermana mayor y yo me las leía todas, en ellas, nos adiestraban a las mujeres en el amor romántico. También leí algo de Roberto Alcázar y Pedrín, los cómics que leía otro primo que estudiaba en Madrid y los dejaba por la casa donde vivían sus padres en mi pueblo. En fin, estas fueron unas de mis primeras lecturas en la niñez y parte de la adolescencia. Cuando nos fuimos a vivir a Alcázar mi acceso a otras lecturas fue cambiando por completo, cuando estudiaba el bachiller empecé a ir a la biblioteca municipal y allí me encontré con los libros. Me inventé mi vida antes de vivirla, en esta novela Clave de sol, necesitaba explicarme a mí misma lo que quería vivir e ir contándoselo a Carlos, quien entonces era mi marido, pues se la dejaba leer para ver lo que le parecía lo que iba escribiendo. La presenté a un concurso y no recibí ninguna noticia del mismo, con lo cual quedó guardada y ha salido entre el aluvión de papeles, y documentos que he tenido que gestionar para distribuir o destruir en estos últimos meses, después de la venta de la casa de mis padres, donde había ido guardando todas las pertenencias de mi pasado. El otro escrito, titulado Clave de tiempo, título que es un guiño a un libro de Ida Vitale, una de los premiados con el Cervantes, uno de sus libros se titula Tiempo sin claves. En fin, este mi escrito poemario o lo que sea me fue surgiendo en el verano del año pasado, sus primeros versos. Después, desde en el que anoto una fecha al final, el 6 de noviembre, me llegaron de golpe antes del 23 de noviembre y en tres noches que me despertaba de madrugada y me ponía a escribir como si no tuviera nada más que hacer en mi vida, escribía de manera automática. En este escrito reconozco la necesidad y dependencia en la que estoy metida por causa de la enfermedad, el mundo en el que estoy inmersa en este momento y me llena de contradicciones. Y la doctora oncóloga es la principal de todos y todas, a quienes necesito, como si fuera una diosa en la tierra y mi hada madrina. Necesitamos engancharnos a los mitos, en esta etapa me he inventado la devoción a la doctora para justificar mis decisiones. Igual que el ansia de transcendencia nos hace inventarnos las religiones y a los dioses. Me parece que mi etapa de persona adulta ha transcurrido entre uno y otro de los escritos: Clave de sol y Clave de tiempo. En una parte de esa etapa de vida laboral, intensa y con grandes cambios, conocí un poco más a Viky y, animada por ella, dediqué parte de mi tiempo libre, mientras ejercía de librera, a publicar algo de mi obra escrita y lo que me iba surgiendo mientras tanto. Sin Viky no hubiera publicado a la manera tradicional, con una editorial, sino que lo hubiera seguido haciendo como empecé, en mi blog Un cuaderno. Las fichas de libros leídos las fui incrementando de manera virtual, en mi blog A solas con los libros. Y así, entre blog y blog, me resultaba más llevadero este mundo tan injusto que nos vamos montando entre todos. Con lo cual, tengo que agradecer a Viky que tenga una docena de libritos editados, los dos primeros con ella. Ahora estoy en mi etapa de vejez, casi anciana, porque la enfermedad ha incrementado en quince años mi edad real, esta edad que se presenta compleja y sencilla a la vez, pues tengo que asumir la complejidad de una enfermedad crónica y poder vivir con ella de la manera más sencilla posible. Y seguiré adelante hasta que no pueda más, pues las fuerzas flaquean. MMV Mercedes (19 /11 /2024) .......................................................... Las dos entradas anteriores. No consigo subirlas como quisiera, sale todo junto.

CLAVE DE SOL

CLAVE DE SOL MMV Mercedes Merino Verdugo (presentada como Victoria Olmo, escrita entre 1985- 24.06.87) CLAVE DE SOL 1 MOMENTO VESPERTINO Había estado varias horas espiando la entrada del inmueble… Ninguna de las personas que cruzó el umbral de esa puerta se parecía a la descripción de la mujer que buscaba. Era ya un poco tarde y empezaba a pensar que no la vería tampoco hoy. Di una vuelta por los alrededores y miré de nuevo las ventanas que suponía pertenecían a su apartamento. Pilar me lo había descrito todo con tanto detalle… Desistiría una vez más. Comencé la retirada. ¡De pronto! ¿Qué veo? Acaba de llegar un coche… Aparca cerca del edificio, es una mujer de unos cuarenta años. ¿Será ella? Esperé hasta que vi un poco confirmada mi suposición. La supuesta Raquel entra al edificio, un rato largo… Se ha debido entretener, quizás por causa del correo. Habrá abierto el buzón por ver la correspondencia, si la hay. Por fin se encienden las luces de su apartamento. Luego es ella, no cabe la menor duda. ¿Qué hago?, ¿voy ahora?, ¿llamo por teléfono?, ¿lo dejo para otro día? No, tengo que verla cuanto antes. La terca de Pilar, quizás, cambie de opinión si Raquel se lo pidiera. Tengo que intentarlo. ¿Y cómo decírselo, cómo presentarme ante alguien que no conozco? Subiré. La puerta se ha vuelto a cerrar. Y si llamo desde abajo, en el timbre… Quizás no me abra. Le diré que soy amiga de una amiga suya. Pero, es ya un poco tarde, no querrá abrir… Lo intentaré. Llamo, ahora. Decididamente sí. Estoy en el ascensor, casi no me lo creo. ¿Cómo habré podido ser tan convincente? Parece que me estuviera esperando. No me pidió demasiadas explicaciones. Me siento vigilada desde detrás de la mirilla. ¿Por qué sentiré esta sensación de angustia? Me notará nerviosa y no debería causar esa impresión. Bien, pulsaré el timbre. - ¿Qué desea? ¿Quién es usted? - Me gustaría hablarle un rato, es muy importante. Está en peligro la vida de una persona que usted conoce. - ¡Entre! Pero no puede ser… ¿Quién es? - Ya se lo he dicho antes, es Pilar. - ¿Qué le ocurre? Hace tiempo que no sé nada de ella. ¿No será otra de sus maquinaciones, qué le sucede? No puedo creerme todos sus cuentos. Será mejor que se marche y me deje en paz. Yo no tengo nada que ver en esa historia. - Yo creí que usted… ¿A qué tiene miedo? - ¡Miedo! ¿Por qué tengo que tener miedo? - No lo sé, pero es la sensación que he sentido al mirarla a los ojos. - Es mejor que se marche. ¡Márchese, por favor! De nuevo estoy en el ascensor, ahora ya no tengo ninguna esperanza. La tozuda de Pilar seguirá adelante con sus planes. ¿Qué o quién podría hacerla cambiar? Seguro que nada ni nadie. Busco un taxi, ya es de noche, pero sin darme cuenta seguí caminando… Tendría que quedarme una noche más en Madrid o bien intentar coger un tren para acercarme a mi pueblo. Voy a la estación, aunque toda la noche en el tren… Ahí viene un taxi. - A Chamartín. Está bien, me voy a casa …, no me importa pasar la noche en el tren. Mañana estaré de regreso y hablaré con Pilar. Aunque me temo que no voy a conseguir nada. Una de las casas del pueblo había sido alquilada por una mujer de unos treinta y cinco años, es Pilar. Estuve mucho tiempo pensando si lo que quería realmente era instalarme en este pueblecito… Y sí, llegó a caerme simpático las veces que vine a visitarlo. Alquilé esta casa. Es un pueblo costero. Tengo que realizar unos preparativos más, pero pronto llegará la primavera y podré soportar mejor la fría morada. Enchufo algunos artefactos que den calor para conseguir un ambiente más agradable. Salgo a recorrer los alrededores de la casa, después me acerco hasta el pueblo, hacia el centro. Las gentes parecen simpáticas, pero muy introvertidas, hablan poco. Me siento blanco de todas las miradas. Se preguntarán qué he venido a hacer aquí. La señora que me alquiló el inmueble intentó saber más de mi vida, hizo varios intentos sin conseguir demasiado. La casa alquilada pertenece a una hermana de la dueña. Ocurrió un accidente de carretera y murió toda la familia. Quise alquilársela y la señora accedió gustosa, después de haber satisfecho un tanto su curiosidad. Resuelto el problema del alojamiento, volví a Madrid para traerme algunos objetos personales o muy entrañables. Llevo aquí unos días y esto empieza a parecerme precioso. No está mal este lugar. Mañana vendrá Andrés, aunque le dije que pasaran más días él no ha querido esperar. Bien, tendré que recibirlo. Compraré algunos alimentos por si quiere quedarse un día aquí, pero no más, no le permitiré que pase más de veinticuatro horas conmigo. Ya sé lo que me va a decir y conoce mi respuesta: está decidido. Sé que insiste porque me quiere mucho, que me necesita -como él dice-, pero está decidido. Una tiene que hacer lo que quiera con su vida, al menos una vez, aunque sólo sea una vez. La llegada de Andrés es esta tarde, espero convencerlo para que mañana se marche y me deje sola durante, al menos, cinco meses. Estoy empezando a sentirme bien en estos parajes, los atardeceres son fascinantes… El variado colorido que consigue el sol al desaparecer en el horizonte embruja… La tarde cae lánguidamente y siento mi leve cuerpo elevarse hasta altitudes infinitas… Mi mente comienza a imaginar cientos de escenas amorosas junto al ser que adoro. Consigo una excitación sobrecogedora mirando estos paisajes. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir como queriendo pasar a otra escena. Respiro profundamente y comienzo a caminar muy lento, hasta llegar a mi nuevo habitáculo. Llaman, voy a abrir la puerta. - ¿Qué tal estás? - ¿Eso es todo? Me podías saludar y ser un poco más cariñosa conmigo, ¿no? - ¿Cómo quieres que sea de cariñosa? ¿A qué has venido? Te dije que me dejaras sola durante unos meses, no es mucho lo que pido, ¿no te parece? - No te enfades, sólo quería saber cómo te encuentras aquí, cómo es esto. - Vale, ya lo has visto, cuando quieras puedes marcharte. - Me marcho, está visto que contigo no se puede. Y esta vez para siempre. Deberás de ser tú quien me llame o vaya a buscarme. Creo que ya lo he intentado, yo por mi parte, algunas veces. Adiós. Cerró la puerta de golpe y Pilar se sintió aliviada. Piensa en el ensordecedor ruido que abre las puertas al silencio comunicándole su soledad. Incluso en los brazos de Andrés se había sentido muchas veces sola, tremendamente sola. Andrés es un hombre maravilloso, pero puede que insista, quizá sea demasiado tarde. Nos conocimos en una tarde de otoño, en un parque junto a la estación de autobuses. Ya nos conocíamos, pero aquella tarde nos dimos cuenta que podía resultar nuestro acercamiento. Y ha sido muy bonito los años que ha durado. No lo puedo dudar. Por eso, quizás, Andrés no puede entender mi última decisión. La discusión que tuvimos por este tema fue muy grande, pero se le pasará. Andrés termina aceptando, si no comprendiendo, todo. Paseaba todos los días por la playa, observándolo todo, disfrutando. Y la mayor parte del tiempo en casa escuchando música, leyendo. Me he levantado un poco temprano, no podía dormir, me he venido a pasear cerca de la playa. Los pescadores cogen sus pequeñas embarcaciones y salen a trabajar. El amanecer con sus contrastes de colores me infunde vida, tengo la intuición que esta mañana será hermosa, ha comenzado muy bien… Tengo que adquirir algunos objetos, antes de regresar a casa me pasaré por algunas de las pequeñas tiendas del pueblo. Todavía no había llegado el verano, las calles no están tan pobladas como cuando el sol nos envuelve con esa temperatura capaz de dorarnos la piel. Uno de los dependientes de un autoservicio me envió a la tiendecita de María. El comercio es una especie de bazar en pequeño. Al entrar se oye el sonido de una pequeña campana que está conectada a la puerta. - ¡Buenos días! Me han dicho que aquí puedo encontrar bisagras. - Sí, tenemos un poco de todo. La persona que tengo frente a mí parece como distinta a todas cuantas personas conocí de vista por este lugar… Me quedo fijamente mirándola a los ojos y ella me devuelve la mirada con una alegre sonrisa. ¡Me gusta el gesto! - ¿Cómo te llamas? -le pregunto. - María. ¿Y tú? - Pilar. - No eres de por aquí, claro. - No, he venido a pasar una temporada. Estaré unos meses. Seguí mirándola porque me recuerda un poco a alguien, porque ella misma es única y especial. - ¿Vives siempre aquí? - Sí, mis padres murieron y yo estaba con ellos tuve que quedarme al frente de todo esto. Aquí me tienes, siempre he vivido en este pueblo. Empezó a contarme todo de manera tan natural. - Me marcho. - Te olvidas de las bisagras. - ¡Ah, sí, qué despistada! Es para una puertecita, quiero que se abra bien. Salgo un poco obnubilada por esta aparición. Me da la impresión de que no puede ser real. Esta mujer elegante tras ese disfraz de persona cincuentona esconde un ser encantador. Desde ese mismo instante toda mi atención se fija en ella, en descubrir qué ser se esconde tras su máscara. Llega la tarde y con ella unas ganas locas de volver a ver a María. No sé qué puedo comprar, pero volveré por ese establecimiento. Mientras tanto María, que ha despachado a todos cuantos acudieron por la mañana, está a punto de cerrar para disponerse a comer… En su rostro luce una mirada especial y su sonrisa denota, además de sorpresa, alegría. Sabía que algún día llegaría alguien como Pilar -pensó-, espero que vuelva por aquí a comprar algo. Creo que las dos nos hemos caído bien. Tengo ganas de conectar con alguien diferente. Pilar es la persona que yo estaba esperando. Hoy luce el sol de una manera intensa. Presiento que seremos amigas. En la casa de la montaña, a un par de kilómetros del pueblo, se escucha una música tranquilizadora y, a través de las paredes, si se es capaz de imaginar lo suficiente, nos encontramos con un ser deambulando por las distintas habitaciones, tumbada o…, qué más da, Pilar está por allí. Me encuentro muy sola en algunos momentos. Me acuerdo de Raquel como nunca me había ocurrido, pero no puedo volver a molestarla. No entiendo nada y ella no me lo explicará nunca. Y, por otra parte, Beatriz, mi amiga Beatriz. Mi adorada amiga de siempre que tampoco ha querido aceptarme del todo. ¡Cuánto las quiero! Enciendo el aparato de televisión…, las noticias, ya se sabe: huelgas, manifestaciones, discusiones, enfrentamientos, amenazas, desgracias, corrupción. ¡Miseria! Nos hayamos inmersos en una gran bola de deshechos humanos… No queremos darnos cuenta, pero la mitad del mundo se muere o lo pasa mal. ¿Qué se podría hacer? ¿Quién para esta inmensa bola de nieve pringada en lodo que baja a mil por hora desde una gran altitud hacia una meta infinita? Nadie. O estamos dispuestos a pararnos todos o este rodar hacia el mal no acabará nunca. ¿Y por qué nos queda la esperanza? Porque yo misma estoy buscando una pequeña luz por la que guiarme, estoy buscando a alguien que me siga. Me pregunto: ¿Por qué queda la esperanza? A veces pienso en mi infancia, mi juventud, ahora ya mi madurez y todo ha llevado un proceso y desembocará en un fin, yo quiero ser dueña de ese fin. Mi fin, mi manera de decir adiós, es sólo mía. He tenido la impresión durante toda mi vida que acabaría como hoy, pero no sabía de qué modo sería capaz de ser dueña de mi destino. De mi propia vida. Tomar la decisión de si quiero o no vivir. Ser capaz de decidir hasta límites insospechados sobre nuestra propia existencia. Es hora de abrir el comercio. Voy a prepararme y me paso para ver a María. ¿Qué voy a comprar? Ya lo pensaré. - ¡Hola! - ¿Qué deseas? - Verás se me han debido de extraviar las bisagras. ¿No te importaría venderme otras? - Todo lo contrario. Encantada de atenderte en tus necesidades. - ¿Tú crees que podrás atenderme en mis necesidades? - Bueno, ya ves que, aunque esto es pequeño, hay gran variedad de artículos. - Tienes por ahí un artefacto que sirva al ser humano para llevar a cabo la función para la que ha sido creado. Algo así como la bisagra a la puerta, el pequeño artilugio que le hace desempeñar perfectamente su función. Dime tú, ¿lo tienes? - Pides demasiado. Creo que eso no se vende en ningún sitio. ¿Por qué pides cosas tan raras? - Porque sé que tú entiendes lo que busco, aunque no me lo puedas ofrecer. - Estás un poco… - Estoy cansada. Puedes darme un poco de agua, ¡por favor! - Claro. María pasa a la cocina pensando en aquella joven, sabía que la vería, pero tan pronto. Cuando vuelve con el agua mira a Pilar, tiene la cara más pálida y la invita a sentarse un rato. - ¿Quieres alguna otra cosa? Creo que estás mal. Espera, es muy pronto, a estas horas no viene nadie y si necesitan algo que llamen. Pasa por aquí. El establecimiento se comunica con la vivienda como puedes comprobar. Sentémonos aquí dentro. ¿Quién eres? - Soy Pilar. Ya te lo he dicho. He venido a pasar unos meses aquí, quizá, los últimos meses. Al conocerte esta mañana me han entrado muchas ganas de conectar contigo. - ¿Por qué dices los últimos meses?, ¿qué te ocurre? - Nada, es una manera de hablar, he venido a descansar, eso es todo. - ¿A qué te dedicas? - A nada en particular y a muchas cosas. He estado casada, por estar de alguna manera, Andrés y yo tenemos un negocio en la ciudad. Nos costó mucho llegar a conseguir lo que tenemos ahora. Vivimos bastante bien y lo hemos conseguido los dos solitos. Es un poco gratificante. En mis ratos libres: pienso, estudio, escribo. Ya ves, de todo un poco. Han ido pasando los años y cada día más trabajo… Necesito descansar y aquí estoy. He alquilado una casita arriba, en la montaña. Me gusta bastante este pueblo. Quisiera conocerte mejor, ¿vives tú sola? - Desde la muerte de mi madre, hace diez años. - ¿Te encuentras sola? - Ya me he acostumbrado a todo esto. No podría ir a ningún otro sitio. - No has contestado a mi pregunta. Además, pienso que te quedas por comodidad, ¿no crees? - Me he quedado aquí año tras año. ¿Dónde podría ir ahora? - Donde quieras. No te das cuenta. Tienes toda una vida por delante. - Oye, estás mejor. Te siento más animada. - Claro, hay que animarse, tengo que transformar tu vida. Es muy importante que te haya encontrado. ¿Por qué no sales a pasear a la playa conmigo? - ¿Por qué vas a cambiar mi vida? No me gusta mucho salir. Hay una señora que me trae todo lo que necesito. Sólo salgo, de vez en cuando, para ir a la iglesia. Me distraigo mucho con la tienda, la gente que viene por aquí habla conmigo. - ¿Quieres que venga todos los días a hablar contigo? - Si tú quieres…, yo estaré aquí. - Vendré, vendré todos los días. Ahora me marcho, parece que tienes clientes. Me fui alegre, muy alegre, María me abría sus puertas. Puedo tener una amiga, además me gusta. Entre aquellas gentes sin rostro…, aparece ella. En este pueblecito donde empiezo a respirar paz, a pesar de mi zozobra. Cuando me dirigí para casa me encontré con la señora que me alquiló la vivienda, me saludó y miró de manera inquisitoria. Pasé de largo, no quise que algunas frases malintencionadas de la casera pudieran turbar mi contento. Aunque no lo hubiera conseguido. ¿Qué me importa ella a mí? Nada. Sólo tiene que dejarme vivir en su casa durante algunos meses. Tengo ganas de relacionarme con María, pienso que es la persona que yo estaba buscando, ¡la ideal! ¿Voy a utilizarla? No, estoy segura que no. Además, todos nos necesitamos un poco para hacer más llevaderos todos estos días que nos ha tocado vivir… Antes de volver a casa me quedo a escuchar la mar, como dicen los de por aquí, en femenino. Aunque hoy está bastante en calma. Con mucho gusto me adentraría en las aguas, poco a poco, hasta que mi cuerpo sin vida fuera a descansar a las entrañas de un mágico animal, fabuloso y desde él pudiera renacer a un mundo diferente. Me gusta mirar el mar desde aquí arriba. Al fondo no se sabe bien cuál línea pone límites a las aguas y al colorido celestial. Nuestra vista es capaz de unir, a lo lejos, a esos seres opuestos, tan distintos: el cielo y el mar. Como ellos dicen, la mar ¡Su mar! María nació en un pueblo costero. Me paso las horas muertas mirándola, quedo fascinada, preñada de ella. Las aguas hoy están en calma y mi alma despierta y en calma busca el sosiego de otro tiempo… Aparece María en este momento ofreciendo un último aliento a mi existencia. La mujer que yo necesito. ¿Lo sabrá ella? Han vuelto algunas barquitas de pescadores. Lo observo todo desde aquí arriba. Es como un sueño maravilloso en el que tengo la dicha de participar. ¡No puedo pasar de largo en este mi último sueño! Hace dos días que no voy a ver a María, no quiero parecer pesada, quizá ella no se encuentre tan a gusto conmigo como yo con ella. Es una persona muy educada y pienso que no sería capaz de decirme que mi presencia le abruma un poco, ¿y si fuera al contrario…, que a María también le gustara mi compañía? ¡Ojalá! Estas horas serenas junto al mar me están reconfortando tanto…, hasta el punto de hacer más difícil mi decisión de marcharme un día para siempre. ¿Será que no sabemos apreciar cuanto nos rodea hasta que no nos damos cuenta que se nos escapa o que podemos perderlo? ¡Qué miserables! Llamo a Andrés por teléfono para pedirle que me envié otros libros y más discos. Me traje algunos, pero ahora me gustaría leer todos, escuchar toda la música, la que siempre me acompañó. Quiero impregnar mi ser de lecturas y melodías… ¿Cuánto me gustaría encontrarme con esos seres magníficos que ceden su arte a la humanidad! Y reencontrarme con esa media docena de seres que llevo tan dentro de mí. ¡Tan ciega estuve a causa de mis enamoramientos! Y ahora lo tengo todo tan claro…, al cabo de los años he conseguido sentir amor por mí misma, por ellos. ¿Amor! Qué difícil resulta en ocasiones. Amar hasta el punto de respetar completamente la vida de la otra persona. ¡Parece imposible! Si existe un alma infinitamente buena, creadora de todo cuanto existe debe de ser ella quien sea capaz de sentir e infundir más amor. Estoy segura. No puede decirse ni atribuirle nada de lo que nosotros se nos ha permitido conocer. Sólo hay algo que fluye entre los seres creados, en ocasiones y que esa alma pudiera poseer, en grado sumo, es el amor. Lo demás es ganas de querer echar un vistazo a lo desconocido, nuestra visión no da para tanto. ¡Qué le vamos a hacer! Y esto mismo que yo estoy pensando no es nada más que una manera de querer arañar un poquito el velo que cubre lo desconocido. Por si viera algo. ¡Lástima de mí si pienso que estoy en lo cierto! Sólo es un deseo. Quizá el mayor deseo, el ansia de transcendencia. Un amigo me contaba, en ocasiones, que toda su vida estuvo dedicada al estudio y que investigó a quienes parece que dicen algo intentando encontrar lo que le convenciera sobre el ser y sus secretos. Y nada. No encontró nada que le convenciera. Llegó a la conclusión de que el ser es porque sí. Después de ochenta años dedicado al estudio le quedaba la esperanza, sólo eso. El ansia de encontrar una razón. Nunca perdió, creo, esa esperanza. Incluso en sus momentos peores, si no, no habría aguantado tanto tiempo por aquí. O quizá era por miedo, miedo a lo verdaderamente desconocido. ¿Quién sabe? Hoy sí que voy a ir a ver a María, será como un lujo, como un regalo que me permito en este momento. Iré hacia las doce, ya sé que es más posible que haya gente en la tienda, pero así la observaré más tiempo mientras despacha. Pienso que es el último ser humano con el que debía encontrarme. Hay varias señoras en la tienda. Pasaré un poco después. Bajo lentamente por una de las calles más transitadas. Veo niños que salen de la escuela, señoras que van a la compra…, algunos viejos, en la plaza, toman el sol. - Hola, María. - ¿Qué tal, Pilar? - He venido a verte. - Me alegro, yo también tenía ganas de verte otra vez. - ¿Qué haces todas estas largas horas de esperar posibles clientes? - Hago punto, otras leo. No creas que me queda tiempo para aburrirme. - ¿A qué huele? - Es la comida de mis gatos. Ya ha debido de empezar a hervir. Ahora vuelvo. Desapareció por detrás de algunos estantes, desde alguna de las dependencias de la casa se oyen ruidos de utensilios de cocina…, unos pasos más cercanos. - Ya está, tengo dos gatos. Era su comida. - ¿Les haces todos los días comida a ellos? - Sí, siempre ha sido así. Mis padres tuvieron dos gatos y ahora los tengo yo. ¿No te gustan? - Cómo no. En la ciudad se suele tener perro, al menos la mayoría de quienes comparten la casa con animales. - Los gatos son más útiles y muy limpios. ¿Te quedarás mucho tiempo en el pueblo? - Ya te dije que pasaré algunos meses. He venido a descansar un poco. ¡Esto es fantástico! Cada día me gusta más. Las horas que paso junto al mar me llenan de una manera gratificante. - Sí que es hermoso, quienes vivimos siempre aquí no sabemos apreciar estos parajes. - Seguramente, suele ocurrirnos a todos. - ¿Quieres comer conmigo? - No, prefiero comer en casa. Pero no lo lleves a mal. Quizás otro día… Me gustaría que vinieras a pasear algún día conmigo por la playa. Hay instantes del día que no se pueden dejar de admirar…, si no es así no resultan tan fascinantes y acogedores, ¿vendrás? - Ya veremos. - Quedamos para esta tarde, cuando hayas cerrado puedo venir a recogerte y me acompañas hasta arriba. Verás qué delicia ver el mar desde la cima de la colina, cerca de mi casa. ¡Es una visión sobrecogedora! - Solía ir muchas veces por allí cuando era pequeña…, y después incluso. Más tarde fui creciendo y mis padres preferían que no saliera mucho de casa. Ya sabes, esto es un pueblo y la gente siempre quiere tener algo de qué hablar. - ¿Es posible?, ¿no puede ir una cuando quiera donde le parezca? - Sí que puede, pero aquí hay poco de qué hablar y cuando alguien se comporta de manera diferente va de boca en boca. - Bueno, si no te parece correcto no me acompañes. No quiero que nadie llegue a pensar nada de ti, es mejor quedarse en casa. - No es eso, no lo entiendes. Aquí sólo pueden ver bien que una persona como yo salga a la iglesia o algún sitio determinado que no cause escándalo. Pero no se comprendería que a mí me gustara ir a la playa o a la montaña para quedarme alelada mirando el mar. - Yo sí que no comprendo cómo la gente no tendrá cosas más importantes que hacer y no entrometerse en la vida de los otros. En fin, es tu pueblo y tu vida, tú verás si tienes que vivir de acuerdo con sus costumbres absurdas. - Y eso que la gente joven es diferente, en el verano nos visitan algunos turistas y esto ha cambiado un poco. Pero los del pueblo nos conocemos todos. Yo ya no puedo cambiar. - Claro, tú ya no puedes hacer lo que quieras, ¿por qué? ¿Por qué no puedes hacer esto o lo otro si te apetece? - No lo sé. No lo sé. ¿Por qué iba a saberlo? - ¿Quieres que venga mañana o esta noche a hablar contigo cuando cierres…, o tampoco puede ser? - Claro que puedes. Te espero a las ocho u ocho y media. - ¡Hasta la tarde! Me encanta esta mujer, ahora sé que cuenta con un rico mundo interior con cien mil aventuras dormidas, no llevadas a cabo por no armar escándalo en el pueblo. La conoceré más, estoy segura. Parece que ella quiere también. Creo que puedo ahondar en su vida, la conquistaré poco a poco, conseguiré ser su amiga…, quizá su amante. Estos meses serán mis mejores momentos, seré capaz de poner la nota de color que falta en el corazón solitario de María. Ahora me voy a la playa, quiero pasar largas horas paseando para ir más inspirada a su encuentro. ¿Siento la necesidad de trasmitirle mis sensaciones, mis vivencias, sentir en ella cómo soy! ¡Cómo poder seguir viviendo, aunque ya muerta! Recorrió toda la tarde el campo para buscar las más hermosas flores y robárselas a la naturaleza. Entró en la tienda despacio, con una leve sonrisa…, le dirigió un gesto de complicidad a María y le entregó el regalo de las flores elegidas… - Todavía falta media hora para cerrar. Tendrás que esperar un poco. ¡Son preciosas! Las pondremos en agua. - No me importa, esperaré. - Si quieres puedes quedarte aquí. Te enseñaré algunos libros por si te apetece leer. - Lo prefiero. Cuando me hizo pasar a la biblioteca mis ojos no podían dar crédito a lo que estaban viendo. Había miles de libros bien ordenados y encuadernados con materiales de calidad, con sumo gusto. Me aproximo para leer los títulos. Pero si hay de todo… Es de locura, lo estoy soñando. María conoce todas estas obras, estoy segura. Y adivina que a mí me entusiasma leer. ¿Cómo puede seguir viviendo aquí y con estos prejuicios? Tengo que conocer más detalles de su vida, todo esto tendrá una explicación. Oí abrirse la puerta a mis espaldas. - Te extraña, ¿verdad? - Un poco, no lo imaginaba. - Eran de mi padre, ahora míos, aunque míos lo fueron siempre. Mi padre no quería que leyese demasiado. Sólo él podía pasar aquí. Decía que había libros que una mujer no podía llegar a conocer jamás. Mi madre estuvo siempre un poco enferma, era mucho más joven que él y, aunque teníamos señoras que trabajaban en casa, quería que no le faltara la compañía de un ser querido: su hija. Nunca quiso que la abandonara. A mi madre le iba bien este clima y por eso nos instalamos aquí. Mi padre compró algunos terrenos y casas, después mandó construir esta y se quedaron. Cuando nos vinimos yo era pequeña… No quería que buscara libros en su biblioteca, él me los dejaba, los más indicados para mí según su criterio, sobre la mesa de mi habitación. Pero me las arreglé para leer otros más. La música, por el contrario, no nos la prohibía. Mi madre sabía tocar muy bien el piano. En casa se podía tocar cualquier tipo de música. Los libros no, creí que no quería que se los estropeáramos. ¡Los cuidaba tanto! Más tarde me di cuenta de que no quería que los leyera. Un día hice un comentario sobre algo que había leído y él se extrañó mucho de que eso saliera de mí. Pronto me preguntó: ¿Has pasado a la biblioteca sin mi permiso? No, -contesté. Desde entonces no volví a hablar ni opinar sobre nada. Era muy peligroso si quería seguir leyendo aquellos libros que de tan interesantes se me prohibían. ¿Por qué creería que eran peligrosos para una mujer?, -me pregunté en ocasiones. Ahora lo entiendo perfectamente. Mi padre quería que yo estuviera siempre a su lado, sobre todo junto a mamá, y pensaba que sería más fácil para mí si desconocía ciertos temas, otras conductas de vida. Él fue todo para mí. Después nos quedamos mi madre y yo solas. A pesar de que no estaba, en muchas ocasiones, de acuerdo con papá llegué a entenderlo perfectamente. Él me quería y pensaba que era más fácil así. Me protegió demasiado, pero él creía que hacía bien. Imaginaba que en la ignorancia se puede vivir más alegre, se echan de menos pocas cosas, se protesta menos. Yo no pude resistir la tentación y después de leer un libro, leí otro y otro más. Hasta que fui adquiriendo el hábito y gusto por la lectura de asuntos varios… Comencé a pensar y a hacerme miles de preguntas. Ya no podía dar marcha atrás. Y sigo instruyéndome, a pesar de mi apariencia. Eres la primera persona a quien se lo he contado. Desde el primer momento que abriste la puerta de mi casa supe que seríamos buenas amigas. Todo el tiempo estuve observándola: sus gestos, su tono de voz; sus ojos brillaban a la luz artificial chispeantes, como si poseyeran miles de estrellas… Sus manos se movían frágiles en el aire que nos envolvía. ¡Me dejó atónita! - María, es maravilloso. Y yo que creí que tendría que forzar la relación, que tú te podrías sentir a disgusto conmigo. - No es así, es más pienso, ya te lo he dicho, que llegaremos a ser buenas amigas. - Claro, aunque no hay mucho tiempo. - ¿Te vas a marchar pronto? - Seguramente. Después de marcharme para casa empecé a sentirme muy triste, pensaba una y otra vez en María, en el poco tiempo que nos quedaba. ¿Por qué no haberla conocido antes? Y si me enamoraba tanto de ella que no fuera capaz de… No, está decidido. Sólo tres o cuatro meses como máximo o, quizá, cinco ¿quién sabe? ¡Qué mujer tan fenomenal! Hemos pasado toda la velada leyendo. Leíamos en voz alta una vez cada una, textos al azar o buscados, por muy conocidos, de distintas obras literarias… Todavía resuena en mi cabeza su voz armoniosa recitando un poema de Baudelaire. Estuve algunos días sin aparecer por su casa, quería saber si ella sería capaz de venir a buscarme a ver qué me ocurría. Fue en vano. María no apareció. Durante unos días me dediqué con entusiasmo a la música y a la lectura, algunas mañanas salía a pasear por la playa…, y el resto del tiempo en casa, todo el día sola, sin más contacto con el mundo exterior que el aparato de televisión, comportándose como una ventana abierta al mundo. Y además yo podía abrirla y cerrarla a mi antojo. En la mayoría de los hogares es una ventana abierta siempre, es como la médula de la casa…, altiva protagonista, dando voces: bla, bla, bla… La llamada “caja tonta” y quienes la utilizamos ¿qué? ¿A qué viene todo esto ahora? Divagando un rato… Me había saturado de arte fantástico: la música, las imágenes, la escritura. Siento verdadero placer en estas horas de agradable y escogida compañía desde mi soledad buscada. Te sientes entera, tan cerca y distante de esos seres que han compuesto algo tan hermoso…, de lo que tú puedes participar. ¡Qué dicha, y es tan sólo la figura! Eso escribí en otro tiempo. Refiriéndome, claro está, a todo aquello grandioso que somos capaces de percibir admirándonos por los distintos sentidos sin llegar a palparlo, a tenerlo cerca, a sentirlo físicamente. A todo cuanto se nos aparece en la distancia, y sí que lo podemos acercar a nosotros, pero de una manera inmaterial. El portador o portadora de todo lo que nosotros sentimos tan nuestro está lejos. Muy lejos. ¿No será que al hacerlo nuestro somos ya un poco portadores? ¿Acaso sea eso? Era muy temprano todavía, seguro que María ya se había levantado. Sin dudarlo corrí hasta su casa… Llamé en la ventana de su dormitorio y vi su silueta levantándose. - Abre, soy yo. Tuve que esperar un buen rato en la puerta, se me hizo interminable. Por fin la vi. - ¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? - He pensado que estaría despierta y me he atrevido a venir a desearte un buen día. - Vaya, te gusta madrugar. - A ti, por lo que se ve, también. - No mucho, algunos días me despierto y me pongo a leer antes de levantarme. No es a diario, a ver si lo vas a tomar por costumbre. - Quería verte. Hace días que no había venido. A propósito, ¿por qué no has ido por casa por ver qué me pasaba? - ¿Debía ir? - Pienso que sí. - Creí que te habías marchado algunos días a Madrid o a otro lugar. ¿Cómo iba a saber que estabas aquí? - Estaba. Y te echaba de menos en ocasiones… ¿Qué estás leyendo? - Releía algunos pasajes de la Biblia. - ¿Eres católica? - Supongo que sí. - Lo supones solamente. - Quiero decir que lo soy…, y practicante, ya sabes. - Ya, es el único sitio donde una señorita como tú puede salir: a la iglesia. - No es por costumbre. Creo que voy porque lo necesito de verdad. - ¿No has dudado alguna vez? - Por supuesto que he dudado, muchas veces. Hay miles de preguntas que no tienen respuesta y la religión no te la va a dar. Hace unos años que estuve muy apartada de Dios, de todo lo que supone tener fe… Cuando me quedé completamente sola en casa, cuando murió mamá, fue como un reencuentro con todo aquello que me había llenado tanto, tiempo atrás, después nuevos replanteamientos… Y sin proponérmelo me iba acercando más y más a los asuntos sagrados. Me sentía de nuevo cerca de ese Gran Ser, al que sólo te puedes acercar con fe verdadera. Ahora no lo pienso, creo, sin más. Es la única manera posible. Me siento alegre cada mañana y sé que es por una fuerza espiritual, que alguien desde fuera de mí me ayuda. Es como sentir un amigo junto a mí, aunque no lo vea lo siento. No sabría qué más decirte. - Creo que experimenté algo parecido en alguna etapa de mi vida. Ahora no tengo ningún sentimiento religioso… No me preocupa en absoluto. Es como una liberación. De pequeña creía de un modo muy infantil, ya sabes cómo nos enseñan la religión cuando somos niñas, a base de temores. Cuando se me murió el niño Jesús pasé una etapa bastante mal. Me parecía que no sabía cómo comportarme. Llegó, al fin, otra etapa de mi vida bastante hermosa y muy fructífera. Era una fe inmensa lo que sentía. Creía en todo, hasta en la virgen y los santos… Incluso pienso que me hubiera gustado ser santa. Sentía a Cristo muy cerca, como un amigo. Debió de ser mi madurez o la gran cantidad de experiencias, mi misma evolución, mis atracos de lectura de todo tipo… El caso es que me fui apartando, día a día, de la iglesia, de sus exigencias. Ya no me parecía mal lo que hacía porque era pecado. Sabía lo que era malo sin necesidad de tanta teoría. Hoy te puedo decir que vivo sin darle importancia a temas de religión, es cultura religiosa. Y si existe o no un ser creador de cuanto nos rodea no me preocupa. Es algo que no puedo negar o afirmar. Simplemente prescindo de todos esos temas para vivir y me responsabilizo de lo que hago bien o mal, me doy explicaciones ante mí misma. ¿Confiesas incluso? - Sí, aunque no me gusta, soy consciente de que no confieso como debiera, pero aquí no hay otra manera de poder comulgar. Hay que pasar antes por el quiosco y hablar con don Paco. Podría hasta negarme la comunión si no lo hiciera. Lo más importante es arrepentirse y no reincidir. - Ya entiendo. Vamos a dejarlo, ya te he dicho que no me importa demasiado. Me gustas con el pelo suelto, también cuando lo tienes recogido. Siempre presentas un gran atractivo bastante hermoso. ¿Has tenido alguna vez a alguien con quien compartir tus momentos más íntimos? ¿Has vivido con alguien aparte de con tus padres? - ¿Qué preguntas son esas? Consigues que me ruborice. - Te noto nerviosa. - Nunca he vivido con un hombre, siempre he estado con mis padres, ya te lo dije. - ¿Te hubiera gustado? - Ahora ya es tarde para todo eso y si algún día estuve enamorada, como le ocurre a todo el mundo, no tuve la oportunidad de relacionarme con ese hombre, lo más seguro es que yo a él no le gustara lo suficiente. - ¿Entonces no has tenido nunca a un hombre junto a tus senos, perdido y dichoso con todo tu cuerpo? María escuchaba emocionada y a la vez perpleja. - No creo que sea tan importante hablar de esa cuestión ahora. - Sí o no. - ¿Por qué te importa tanto? - Si no quieres no contestes, no tienes por qué hacerlo. - Voy a asearme y a ponerme otra ropa, se está haciendo tarde y tendré que abrir pronto. Espérame. - Disculpa, no pretendía… - No te preocupes, sé que no. María salió de la habitación hacia el cuarto de aseo… No sé por qué tendré que hacer estas preguntas, he podido molestarla, no era mi intención, pero he conseguido… ¿Por qué va a tenerme que contestar a mí preguntas como esas, ¿qué es lo que me habré creído? Mientras tanto, María se sentía muy acalorada… No sé qué me está pasando ha conseguido ponerme nerviosa. ¿Por qué ejerce este hechizo Pilar en mí? Su presencia me gusta y me hiere a la vez. ¿Qué me está ocurriendo? Si supiera ella cuánto la he echado de menos estos días, nunca se lo diré. He contado cada minuto, las horas se me hacían interminables. Cada persona que llegaba a la tienda me sobresaltaba pensando que sería ella y después, cuando mis ojos comprobaban que no era Pilar, se me deshacía el corazón en pedacitos… Y de nuevo la esperanza, por si viniera. Ahora llega después de ochenta y dos horas haciéndome todo tipo de preguntas, indagando de esta manera en mi vida. Consigue ponerme nerviosa y a la vez estoy deseando que me pregunte, que me hable, que esté conmigo. Quiero verla sonreír. ¡Sus movimientos son tan libres! ¿Me considerará atractiva de verdad?, ¿qué puede ver de atractivo en mí? Salió después de un rato largo. -Tengo que marcharme. Disculpa por lo de antes. ¿Puedo darte un beso?, -Pilar se aproximó para besarla acariciadoramente en la mejilla. Te han salido colores… ¡Me gustan tus mejillas sonrojadas! Mañana volveré. Quedó paralizada y no pudo decir: te esperaré. Vuelve, ¡por favor! María sintió un hormigueo agradable e indescriptible por todo el cuerpo. ¡Oh, Dios! No puede ser, si Pilar es… Todo el día lo pasó medio atontada, tropezaba sin darse cuenta. - Marita, ¿qué le pasa, -preguntó Rosa. - Nada. ¿Por qué? - Me parece que hoy no ha desayunado. - No tenía hambre. - Si está mal llamo al médico, no quisiera que pudiera pasarle algo malo. - No te preocupes, Rosa, no es nada. Ahora mismo iba a pasar a desayunar. Quédate aquí mientras tanto. - Como quiera. ¿Se me notará mucho? Rosa parece que se ha dado cuenta, al menos ha notado algo raro. ¿Qué me está ocurriendo con Pilar? Deseo verla aparecer en cualquier momento, se me hacen las horas tan largas. ¿Vendrá esta noche? Me gustaría tanto que volviera por aquí cuanto antes. ¡Cómo lo deseo! ¡No! El zumo de naranja. Se ha derramado todo por el suelo. Y dirá Rosa: ¿qué le ocurre, señorita, quiere que llame al médico? No, no. Llama a Pilar. Por favor, que venga Pilar. Si pudiera gritar y que ella me oyera. Pilar no podía oírla porque se encontraba muy lejos de allí, ni siquiera estaba en el pueblo. Había ido a la ciudad a comprar ciertos artículos y ropa… Seguro que María se sorprenderá cuando le dé todo esto, pero es la única manera de que salga de su casa, lograré sacar a esa mujer del claustro donde se esconde. No sé si ir, lo dejaré para mañana. Menuda sorpresa se va a llevar cuando vea todo lo que he comprado, espero que le siente bien. Es más alta que yo, será su talla. Cuando le enseñó a María todo lo que había comprado en la ciudad se quedó un poco confusa. ¿Qué quería decirle? - ¿Para quién es? - Es para ti. He pensado: si no te atreves a salir a la playa conmigo siendo tú, si parecieras otra persona a lo mejor te animas. ¡Pruébatelo! - Es ridículo. ¿Por qué voy a disfrazarme para salir de casa? - Porque no te atreves a venir conmigo donde yo quiero. Así no te reconocerá nadie. Pruébatelo, no tienes que utilizarlo, sólo veamos si te queda bien. - Como quieras, pero esto no implica que tenga que ir vestida así para acompañarte. - ¡Fantástico! No te reconocerán. - No lo haré. - Ven, mírate en el espejo, no te queda mal, podrías pasar por todo un caballero. Me gustas también así. - A mí no. Y no me vuelvas a decir que te gusto. - Quieres que te diga que te quiero. Pues claro que sí, eres una mujer magnífica a quien he conocido gracias a haber venido a este maravilloso pueblo y estoy contenta. ¡Me encanta como eres! Si no quieres no te lo digo más y si te molesto demasiado me marcho. No es mi intención. - No, por favor, no te vayas… - Quiero que pasees conmigo por la playa, acompáñame. Esta noche vendré a recogerte. Aparcaré mi coche junto a tu puerta para que salgas de casa vestida así y te meterás en él, nadie sabrá quién es el señor que me acompaña. Podremos pasear por la playa, después iremos a mi casa y nos quedaremos las horas que queramos viendo el movimiento de las olas en la noche… Acompáñame, quiero que estés a mi lado. Ahora me voy. No te olvides, volveré esta tarde, prepáralo todo; al pantalón le tendrás que coger un poco de largo. A María se le había pasado el día más deprisa y más interminable, estaba a cada momento pendiente de la puerta. ¿Con qué otra sorpresa aparecería esta tarde? Pilar llegó muy sonriente cuando estaba a punto de cerrar, no había nadie. - ¿Tienes todo preparado? - Sí, aunque no estoy muy segura de que deba hacerlo. - Pero si no es un crimen. Recógete el pelo más arriba para que lo tape bien el sombrero. Y la barba, que no se te olvide esa barba… ¿Me dejas que te ayude? María no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero no era dueña de su voluntad en ese instante, no podía decirle que no. Subió al coche como le indicara Pilar, saliendo por la puerta del comercio como si fuera un cliente. Pilar se encargó de cerrar todo y salir por la otra puerta. Una vez instaladas en el coche no pudo contener la risa. - ¿Estás asustada? - Creo que me reconocerán. - Así y desde lejos… Imposible. Creerán que es un amigo mío. Además, a ellos qué les importa. De momento te he sacado de casa y estás conmigo en el coche, podemos ir donde queramos. Pasearemos por la playa. - ¿Cómo voy a volver? - Esto es un rapto, no volverás nunca… No te preocupes, ya lo pensaremos. Será fácil. María empezaba a sentirse bien, aunque no le gustaba la idea del disfraz. Y la barba en la cara le molestaba. Qué se propondría Pilar. Se mostraba atrevida y sorprendente… Respiró hondo y se acomodó en el asiento. Se dejó en manos de su reciente amiga. - Tendrás que aprender a conducir. ¿Cómo es que no te has sacado el carné? - ¿Para qué lo necesito? - Para viajar, para trasladarte de un lugar y no depender de nadie: conductores, horarios, huelgas… - No pienso viajar mucho y en el pueblo, el coche, más que útil es un estorbo. Si salgo poco y, además, lo voy a hacer en coche se me va a olvidar andar, ¿no crees? - Si tienes que viajar te será muy útil. Ya lo verás. - ¿Dónde vamos? - De momento a la playa y a mi lado, pasearemos junto al mar hasta que nos hayamos extasiado con su presencia, con su inmediatez. Por allí no veo a nadie, dejaremos aquí el coche. - No sé si me atreveré a salir de aquí. - Te ayudaré, no te habrás pegado al asiento. El coche se detuvo, cesó el ruido del motor y se apagaron las luces. La luna llena flotaba en la atmósfera como si fuera un globo blanco escapado de las manos de un niño. - Sal que no hay nadie, además, no te podrían reconocer. Todos pensarían que éramos una pareja de enamorados. No podrían reconocer a la dulce Marita, la hija de don Alberto. - Menos juerguecita a costa de una… ¡Me encanta caminar por la playa! - Te he comprado unas zapatillas muy cómodas. - ¿Cómo sabías mi número? - He comprado uno mayor que el mío. Eres más alta que yo. ¿Estás contenta? - Veremos cómo resulta la aventura, todavía no me has dicho cómo y cuándo voy a volver a casa. - Mañana te llevaré a la iglesia en el coche, como si hubieras ido a misa. Después volverás a casa y todo arreglado. - ¿Volveré así a casa? - Estoy en todo, he traído tu ropa. La puse en una bolsa y la traje con nosotras, mientras tú sólo pensabas en que te iban a conocer. - ¿Y los zapatos? - Los zapatos también. - ¿Dónde pasaré la noche? - En mi casa, ¿dónde si no? - Por qué lo habré consentido. - Estás muy a gusto, pienso. Ven, vamos a acercarnos hasta las olas. María se sentía muy alegre, se había olvidado del traje que vestía, incluso un poco de la barba… Miraba a Pilar de un modo diferente, nunca se había dado cuenta del cuerpo tan bonito que tenía, a pesar de su delgadez. Y le gustaban sus ojos negros en aquella noche. - Sígueme si te atreves, voy a correr hacia las olas, -dijo Pilar. Vi cómo se acercaba al agua, su cuerpo alejándose me conmovía, me produjo una extraña sensación. Quería sentirlo más cerca. Su silueta a través de la luz de la luna resultaba excitante. - No te acerques tanto, te mojarás. No sabrás calcular con la fuerza que vienen las olas y hasta dónde se aproximan, gritaba María. - Sí lo sé, lo he aprendido a fuerza de remojarme. Ven, acércate a mi lado. Pasaron unas horas en la playa, incluso terminaron tumbadas sobre la arena mirando el cielo, cogidas de la mano… Pilar se aproximó más a María para abrazarla y ésta se retiró bruscamente. - ¿Qué clase de hombre eres?, ¿no te gusto acaso? - ¿Crees que voy a disfrazarme de hombre hasta ese punto? - ¿Por qué te has puesto tan seria? Es una broma. No pretendo que te comportes como un hombre. Vamos para casa, está empezando a notarse el frío… Una vez en casa Pilar comenzó a bromear… - Pareces todo un caballero, dormirás en el sofá y que no vea yo que quieres pasar a mi dormitorio. Esta noche es pronto todavía, no te lo permitiré. - No te he dicho que quiero dormir a tu lado. - ¿Por qué te pones tan seria cuando bromeo a causa de este disfraz? - No me gusta. Ya puedes ayudar a quitármelo. La barba es una molestia y el pelo ha empezado a caer por debajo del sombrero… Estaré hecha un disfraz, nunca mejor dicho. ¡Maravillosa!, -le dijo- mientras se acercaba para ayudarle a quitarse la barba y el bigote. Sus miradas se entrelazaban sin quererlo. - Tienes un encanto especial. Aunque te he notado un poco… ¿Por qué te enfada tanto que me refiera a ti como varón debido a este traje? Si es una broma. - No me enfada, sabes que desde el principio no me ha gustado la idea. - Hemos estado juntas en la playa, tú has podido salir. Ha sido el modo de sacarte de tu mundo. Olvídalo. Tengo pocos alimentos para comer. Pero iré preparando la cena mientras tú te pones cómoda. Ahí tienes en el cuarto de baño todo lo necesario. María pensó en marcharse, pero en realidad lo que deseaba era quedarse allí. Le gustaban algunos detalles, los añadidos por Pilar a la decoración de aquella casa, las huellas de Pilar podían rastrearse a lo largo de aquel espacio convertido en vivienda. Una vez que me vi frente al espejo me miré atentamente. ¿Qué me ha sucedido? Esa mujer me hechiza, y me ha traído a su casa, no debería quedarme aquí y, sin embargo, es lo que más deseo. Es muy cariñosa conmigo, para ella es normal, pero yo siento que la quiero demasiado, la deseo. Seguro que no bromearía tanto si se lo dijera. Salió después de media hora. - Me gustas más así, no te va el disfraz de hombre, eres tan femenina. ¿Nunca habías usado pantalón? - Sí, algunas veces íbamos al campo con mi padre a merendar, era más cómodo el pantalón, pero hace mucho tiempo. - Cena tú mientras me ducho. - ¿Tú no comes? - Ya he comido. - Qué a gusto se queda una después de una ducha… Pondré música. ¿Quieres que descorche una botella? Tengo algunos cavas. - De acuerdo. - ¡Cuidado! Te va a dar el tapón, cierra los ojos… - Qué haces, me estás mojando. - No importa, te secaré. Cogió una servilleta y la deslizó suavemente por su cara, después el brazo. - Ya está. Brindamos por nosotras. - Por ti. - ¿Bailamos…, has bailado alguna vez con la luz apagada? - No, no apagues la luz… No puedo mantenerme en pie, -María reía a carcajadas. Pilar la cogió de la mano y la llevó hasta el medio del salón. Después de un rato largo cayeron sobre el sofá. - No nos podemos tener en pie entre la bebida y la juerga que nos traemos…, -reían descaradamente. - Espera, te ayudo a levantarte, -la abrazó y se quedó un momento a su lado tumbada, mirándola. ¿Por qué no me dejas mirarme en tus ojos? - Creo que hemos bebido demasiado -dijo Pilar. - Y eso te preocupa. - Un poco. Cuando te aproximas a mí siento una pequeña excitación. - Yo también. - Nunca me había ocurrido algo así. - No me digas que nunca habías estado excitada. - Quiero decir que nunca una mujer me había provocado… - Y qué más da. Es el acercamiento a otro ser el que te estremece. ¿Por qué no te olvidas del sexo? Déjame acariciarte, lo haré lentamente. - He bebido ya tres copas y tú me gustas mucho, Pilar. Bésame si quieres… Pasaron al dormitorio fundidas en un abrazo. A la mañana siguiente, cuando María se despertó se encontró junto a Pilar, estaba medio desnuda y le dolía un poco la cabeza. Empezó a recordar lo que había ocurrido la noche anterior. Todo empezó por el disfraz. Después el cava, no debía haberme quedado. Mas cómo no quedarme si toda yo lo pedía a gritos. Me causaba mucho placer sentirme tan cerca de Pilar, ¡me gusta tanto esta chiquilla! Su cuerpo es tan delicado… ¡Cómo besa! Nunca me había sentido tan fuera de mí y a la vez yo misma. Es sorprendente cómo esos movimientos armónicos logran unir tan estrechamente todas las células del cuerpo en busca del mismo fin. Pilar empieza a despertarse y pregunta: - ¿Qué hora es? - Las siete. Nos tenemos que levantar. Tendrás que llevarme a la iglesia como me dijiste. - Si te parece descansamos hoy aquí las dos juntas y mañana te llevo. No tienes que dar explicaciones a nadie. - Seguro que si no le abro a Rosa llamará a cuatro hombres para que tiren la puerta abajo. - ¿Hasta ese punto? - Sí. - Tenemos que levantarnos o derribarán tu puerta. Ahora estamos más despejadas, anoche con el vino… Me gusta acariciar tu cuerpo intacto. Una vez más, por favor. - ¿Habías estado alguna vez con otra mujer? - Sí, con una. - ¿Eres lesbiana? - En todo caso bisexual. Estoy casada. - Lo había olvidado… Estoy poniéndole los cuernos a tu marido -tuvo que reírse-, eso es lo que dicen ellos. - ¡Qué dices! Nadie está engañando a nadie. Me gustas, me encuentro muy bien contigo y no me siento culpable porque te haya acariciado. - Menudas caricias. - Muchos besos, muchas caricias. Tú y yo estábamos bien. ¿No es maravilloso? - ¡Levanta! Tenemos que ir para casa. ¿Dónde dejaste mi ropa? - Ahí, en el armario, en una bolsa amarilla. El viaje hasta la iglesia fue corto. María pensaba en silencio y Pilar siguió bromeando. - Ya estamos aquí, todo marcha bien. ¡Tienes un culo precioso! - Calla, perversa, estamos en la casa de Dios. - Seguro que está de acuerdo conmigo si te lo ve. Todo había pasado, sana y salva. Rosa había llegado y no notó nada extraño. Aunque… - Tienes que cuidarte más, señorita. Pareces un poco cansada. Siempre tiene que poner el punto sobre la “i”. La dichosa Rosa, cansada dice… ¿Qué sabrá ella de cansancios? Me siento como nunca. Pilar entró sonriente a la tienda y al ver a María la abrazó. - No debes hacerlo aquí. - ¿El qué? - Lo que acabas de hacer. No puedes llegar, abrazarme y darme un beso en la boca durante unos minutos. Te imaginas si nos viera alguien… - No me importa. - Y a mí tampoco, pero la gente de aquí no lo entendería. - A mí sólo me importas tú. - Ya sé, pero debemos de ser prudentes. - A quien le haga daño que lo diga. ¿Acaso tú no lo deseas? - Basta ya, lo entiendes perfectamente, no puede ser así. - Sabía que no nos veían. - No me fío mucho…, ¿habías comprobado que no había nadie? Los campos vestían hermosos colores de pequeñas florecillas por todas partes. Lucía un sol radiante que atravesaba cada poro de mi piel. Sin pensarlo más me puse un traje de baño, me bajé a la playa. Estaba desierta… Todavía no habían llegado los primeros veraneantes. Estoy contenta por mi último encuentro con María, quizás haya sido un poco rápido. A lo peor, cuando se ponga a pensarlo detenidamente, no le guste nada lo que ha pasado. ¿Qué pienso yo de todo lo ocurrido? Me ha caído muy bien, en las pocas semanas que la conozco ha logrado calar muy dentro de mí. Aunque no lo puedo evitar, cuando estaba con ella pensé en Raquel…, me la recuerda un poco. Pero no se parecen en nada. Y lo más extraño, bueno, no tanto, de quien más me acuerdo es de Beatriz. Con ella sí que me gustaría tener una experiencia tan hermosa como la de anoche. Fundirme en sus brazos con sus besos, sus caricias. ¡Sería ideal! Nunca pensé que Beatriz pudiera significar tanto en mi vida. Ha sido poco a poco, somos amigas desde siempre. Nuestra amistad se consiguió paseo a paseo, secreto a secreto. Cada día un poco más cerca, hasta conseguir esa compenetración. Después nos alejamos. ¡Era inevitable! Se casó, no me dejó ninguna esperanza, nuestras vidas seguían caminos distintos. Yo conocía a Andrés y decidimos formar pareja. Han sido unos años agradables. Hemos luchado mucho juntos, como socios hemos vencido. Conseguimos salir a flote en esta sociedad tan competitiva que nos arrastraba al paro. Y después de tanto esfuerzo… Se acabó, siempre se termina, todo acaba un día u otro. He venido a descansar unos meses, creo que no volveré. He seguido viendo a Beatriz. Y lo sabe, para mí es mucho más que una amiga. Nuestros encuentros buscados, planeados (sobre todo por mí), conseguidos a base de esfuerzos. Cuando está cerca el día que voy a verla mi corazón late más deprisa, sólo cabe ella en mi pensamiento. A Beatriz le gusta que la quiera, no le importa que la ame de este modo. Aunque nunca sospechará hasta qué punto la he deseado en ocasiones. Cuando nos vemos procuro mantener cierta distancia, para no sentir su presencia tan cerca que no pueda aguantarme sin acariciar su piel… Es dichosa con sus pequeños, su marido le proporciona una vida alegre. Intenta continuamente ser mejor, más buena. Sentirse más a gusto con lo que tiene. Es una persona fenomenal. ¡Tan religiosa! Conseguirá ser feliz, estoy segura. Hace tiempo que no nos vemos, con los años nuestros encuentros se fueron distanciando y últimamente nos visitamos una o dos veces por año. Lo que suele ocurrir. La última vez que la vi iba dispuesta a contarle que me resultaba muy difícil vivir sin estar a su lado. Que quería vivir más cerca de ella, pero en el momento que me encuentro frente a frente no sé qué me ocurre, soy incapaz de dar un paso adelante en mis propósitos. Con los deseos tan grandes que tengo de sentirla a diario. Sin embargo, no puedo. Beatriz conseguirá estar mejor cada día. Su marido, sin complicaciones, le ofrece una situación apacible, sus hijos la llenan. Ella misma me lo ha confesado algunas veces. Se encuentra a gusto en su hogar. No debo complicar la vida a nadie, seremos amigas. Sé que está ahí, en todo momento; siempre que quiera verla puedo ir a verla, a hablar, a pasear juntas… No puedo pedir más. ¿Y Raquel? El ser más misterioso que se ha cruzado en mi camino. Viví unos años tan llenos de ella. ¡Qué incógnita tan grande! Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. Sin embargo, todavía recuerdo nuestro último momento juntas. Habíamos llegado a una relación tan absurda que ya no entendía nada de nada. Sé que la idealicé demasiado. Cuando estaba lejos creía morirme por no sentir su presencia y en el instante que la tenía cerca una mezcla confusa de sentimientos me dejaba muerta. No podía continuar con aquella angustia vital y tuve que dejar de verla por un tiempo. Nunca sabré qué es lo que quería ella, qué pensaba lo que me estaba ocurriendo. Aquella noche primaveral me acompañó hasta casa, al despedirnos, en aquel abrazo quedó todo dicho. Y nunca pude comprender que nos separáramos. Raquel es el misterio más grande que se me ha presentado en mi corta existencia. No podré conocerla. Todo en relación a ella se alza frente a mí como una gran incógnita. Pasó un año…, y otro, me fui haciendo a la idea de que no me atrevería a intentar una relación de amigas. Cada vez resultaba más difícil volver de nuevo. Me atraía tan intensa y misteriosamente aquella mujer que a su lado no sabía ni cómo comportarme. Todo fue inútil. Al cabo de unos años intenté llamarlo otra vez, perseguir la relación amistosa que cortara un día. ¡Imposible! Existía algo dentro de mí que conseguía deshacerme de emoción con sólo marcar su número de teléfono. Me muero de ganas de ir a su encuentro y no soy capaz de acercarme a su entorno. Es como si una gran fuerza, ardiente en deseos, me estuviera destrozando hasta el punto de no poder conseguirlo ni con el pensamiento. ¿Qué es lo que ocurrió? Cuando pienso en Raquel se estremece todo mi ser dejándome sin fuerzas, sin aliento. ¡Es tan absurdo! ¿Cómo podría arrancármela de mis entrañas? Mientras exista una brizna de vida en mí sentiré el deseo de tenerla cerca y a la vez no verla… Han pasado muchos años…, debía de haberse atenuado, al menos atenuado, este gran sentimiento que hierve en mí a borbotones desparramando cada célula de mi cuerpo, dejándolo sin vida. Y, ahora, María se me presenta como un nuevo amor, me encuentro a gusto a su lado, es como si me esperara desde hacía tiempo para alegrarme en estos meses que pasaré por aquí, como para continuarme de algún modo. Debemos de hablar sobre lo ocurrido. Pasada la resaca seguro que no verá los hechos de la misma manera. Espero no causarle daño. No quiero herir a nadie. Me gustaría dejar todo esto. Bajar el telón, no sin antes borrar aquello que pudiera ocasionar mal alguno. Quisiera rastrear mi camino para arreglar lo más defectuoso… No se puede volver atrás. ¿Quién va a brindarme esa oportunidad en bandeja? Me había olvidado que estoy bajo el sol, me estoy quemando. Caminaré hasta casa…, cerraré la puerta como quien levanta un muro frente a todo cuanto le rodea y me dejaré caer entre las sábanas a descansar…. Me estoy quedando dormida. Mientras tanto María… Había pensado cerrar la tienda antes de lo acostumbrado, no tenía ganas de ver a nadie. Han pasado ya dos días y Pilar no ha venido por aquí. ¿Qué estará planeando ahora? No sé qué pensará ella de todo lo sucedido. Ha sido algo hermosos de lo que no me arrepentiré nunca, pero no puedo permitir que tantos deseos se apoderen de mí. Mis principios me lo impiden. He estado reflexionando detenidamente…, me dejé llevar por su encanto, la vitalidad que rebosa, su libertad de movimientos… Ha sido como un hechizo. Llegó a su fin. Creo que hoy o mañana la veré. No sé cómo va seguir comportándose. Tango la intención de dejar bien clara mi postura en ese sentido. No puedo permitirme más libertades, aunque sea lo que más deseo. ¿Cómo hemos llegado tan lejos?, ¿qué sentirá por mí?, ¿cómo será la otra? Esa mujer a la que ha sentido tan próxima. ¡Oh, Dios, ¿cómo salir de este enredo tan agradable y peligroso? En ese momento oyó unos pasos cerca de su puerta, después el timbre. Habló alguien desde el exterior. - ¿Quieres abrirme? - Claro. - ¿Qué tal te encuentras? - Bien. ¿Por qué no me hablas de ti? Te conozco muy poco. ¿Qué has venido a hacer a este pueblo? - Necesitaba descansar unos meses. Ya te lo he dicho. - ¿Qué quieres? - Te encuentro preocupada…, ¿qué te ocurre? - ¿Qué quieres de mí, Pilar? - No he pensado nada en concreto. Has reflexionado sobre lo que pasó y te arrepientes. Es lógico. Ha ocurrido demasiado rápido. Pensaba que te encontrabas a gusto conmigo, me limité a dejarme llevar…. - No me arrepiento, lo he pensado mucho. No sé ni cómo explicártelo. Nunca me había ocurrido algo así. Necesito tiempo. Quiero sentirte cerca, pero no puedo. - Lo entiendo perfectamente, no me expliques nada. ¿Quieres que me quede contigo? - Quédate, tenemos que hablar. Después te marchas a tu casa, aunque te pidiera lo contrario. - Quizás sea lo mejor. También yo me dejé llevar por el encanto de aquella noche. ¡Y no busquemos muchas respuestas, no las hay! Es normal lo que ha ocurrido. Nos atraemos mutuamente. - Para mí es muy importante. - Ya sé. - ¿Qué significa para ti? Ya has tenido otras experiencias como ésta. Cuéntame, por favor. - No sé cómo te lo diría. Esa otra mujer de la que te hablé…, no significó mucho. Era una amiga un poco de ocasión. Nos conocimos casualmente, conectamos bastante bien desde el principio. Teníamos algo en común: las dos éramos capaces de sentirnos atraídas por otra mujer. Estuvimos juntas una temporada, éramos dos personas inseparables. Fue una etapa muy bonita. Me di cuenta que no resultaba tan absurdo que me sedujera hasta ese punto el mundo femenino, otra mujer. Ella había tenido varias amantes. Me imagino que yo sería otra más. No había conseguido una relación estable con ninguna porque resulta muy complejo y ella, a su vez, ya lo era bastante. Acabó hace tiempo. Apareció otra mujer en su vida. Era de esperar. Nunca quiso tomar decisiones tajantes. No era la persona que yo quería realmente. La quería, cómo no, pero no estaba dispuesta a pasar todos los días a su lado. Era muy absorbente. La otra es una chiquilla, está loca por Virginia. - ¿Se llama Virginia? - Sí, parece que les va muy bien. Lourdes es la mujer que necesitaba. Cuando las he visto he podido comprobar que están contentas. - ¿Seré yo otra amiga de ocasión? Te quedarás unos meses y después… ¿A quién buscas? - No pienso que seamos amigas de ocasión. Desde que nos vimos hubo una especie de flechazo. Las dos nos sentíamos bien en nuestros diferentes encuentros. Te confieso que siento algo muy especial por otra y además está mi amiga, Beatriz. Me parece que es la mujer que más amo. - Entonces no tengo una sola rival. - ¿Por qué hablas de rivales? Qué lejos está la realidad de todo eso. - Ni yo misma lo sé. ¿Qué me está pasando? No entiendo nada. Me hablas de una experiencia con Virginia y de tu amor por otras dos mujeres. Dejémoslo por hoy, voy a volverme loca. - Será mejor que me marche. Seguiremos con esta conversación otro día. Ahora, acuéstate y descansa. Antes de abrir la puerta se abrazó a ella y la besó suavemente en los labios. En las mejillas de María se deslizaron unas lágrimas apenas perceptibles. - Te quiero… No lo dudes, -dijo Pilar. Tienes razón en algo, sólo podría quedarme unos meses. María se sintió muy sola cuando entró en su dormitorio. Se acordaba de la noche que pasó junto a Pilar. En el fondo deseaba sentirla cerca, pero no podía. Pensaba una y otra vez por qué le ocurría algo así. Después de una larga hora consiguió dormirse. Y en su casa Pilar… Me parece que voy a dejar que pasen unos días sin verla, debe de ser muy difícil para María tomar decisiones en uno u otro sentido. Será más fácil decidir si no me hago muy presente o, quizás, no, ¿quién sabe? Estos días me dedicaré a prepararme, tengo que dejar ordenados algunos asuntos todavía. Iré algunos días a Madrid, dejé algunos temas pendientes. Es mejor que esté todo listo. La semana que he pasado en la ciudad me ha dejado exhausta. Cómo agota la vida allí. Bien es verdad que no he parado de un lugar a otro. Me hospedé en un hotel, no quería pasar mucho tiempo con Andrés. Para él resulta todo tan fácil. Verlo sí que lo he visto, comimos un día juntos. Ya se le ha pasado el enfado de la última vez. Me preguntó cuándo volvería de mis vacaciones. Es un hombre estupendo, encontrará una mujer como él merece. Ahora será todo más fácil. Cuenta con una buena posición social. Nuestros operarios y clientes lo adoran. Es una persona buena, sin ningún tipo de complicaciones. Los primeros veraneantes ya han llegado. Los vecinos del chalé más cercano son simpáticos y parece que quieren relacionarse conmigo. Son una pareja, hombre-mujer, jóvenes y un niño de unos dos años. Es un chavalín precioso, con un cabello rubio rizado y unos grandes ojos azules. Ayer estuvimos en la playa juntos, ya me habían visto por aquí y me saludaron muy cariñosos. Hicimos las presentaciones. El niño, Óscar, estuvo jugando conmigo. ¡Me divertí tanto con ese niño! A lo mejor si Andrés y yo hubiéramos decidido tener hijos nos habrían unido. Al principio no quisimos y después nos acostumbramos a estar solos, era demasiado tarde. No lo creo, nunca deseé con suficientes ganas tener un hijo; él tampoco, incluso lo hablamos en alguna ocasión. Hemos vivido quince años juntos. Tengo buenos recuerdos de nuestra relación. Pero ahora ya no puede seguir. Él lo aceptará más tarde o más temprano. Cuando llegué a la tienda de María había dos clientas y pude ver sus movimientos estudiados mientras la observaba. Ella miraba de soslayo de vez en cuando. Despachó a aquellas mujeres y cerró las puertas. Quedamos solas. - ¿Qué te ocurre? Creo que estás más delgada, desmejorada. - Tenemos que hablar, Pilar. A ti te pasa algo. - Qué va, es tu imaginación. María no estaba de acuerdo, hacía días que la veía con otro brillo en los ojos. Muy triste. - ¿Por qué no me lo cuentas? - Contarte qué. - Lo que piensas, lo que sientes. - No te preocupes demasiado. - Me gustaría que hiciéramos un viaje juntas. ¿Por qué no me acompañas? Quiero visitar Madrid, he estado tan pocas veces. - No sé, ya te lo diré. ¿Cuándo quieres ir? - Mañana, eso es mañana. Prepáralo todo. - No tenía intención de volver tan pronto por casa. - Vamos a un hotel. - Lo pensaré esta noche. - No lo pienses, vamos a ir. Es mejor no planearlo demasiado. Esta tarde le diré a Rosa que faltaré unos días y todo lo que debe hacer. Tienes que animarte, quiero que me lleves a todos esos lugares de los que me has hablado. Preséntame a las personas que conoces. - Mañana te lo diré. - Mañana nos marcharemos. - ¿Por qué te has decidido ahora? Otras veces te lo he propuesto y tú no has querido. - Quiero salir de aquí, tienes que ayudarme, ¿de acuerdo? - Claro. - Y anímate. Lo pasaremos bien. - Saldremos temprano. Ahora me voy, habrá que ir haciendo las maletas. Esta vez la besó María y la abrazó muy fuerte. - Te quiero muchísimo, Pilar. - Yo también. - No lo dices muy convencida. - ¿Cómo lo tengo que decir? - Más alegre. Te siento triste. No me gusta que estés tan melancólica. - No es nada. Pilar cerró la puerta tras de sí. María se quedó pensando en qué podría sucederle, está bastante grave y ella sin darse cuenta. Tendría que hablar con Andrés. Indagar. 2. NOCTURNO FORZOSO A la mañana siguiente, tal como habían quedado, se detuvo un coche junto a la casa de María. - Ya voy. Sólo tengo que echar un último vistazo. Creo que le expliqué suficientemente a Rosa lo que debe de hacer mientras esté fuera. Luces tu alegre sonrisa. Me alegro, quiero que lo pasemos bien. - ¿Cómo te has decidido a salir de aquí? - Lo pensé y me dije: este es el momento. Tengo que divertirme, no me lo has dicho tú muchas veces… - Ojalá y sea así. Haré lo posible porque este viaje te resulte agradable. - Nos resulte, las dos lo haremos posible. Te encuentro mejor hoy. - Me he sentido más viva al verte tan ilusionada. Me gusta que te comportes de esta manera. - Algún día te marcharás y tendré que ir a verte. Quiero saber dónde vives. - Ya entiendo ¿Todo listo? - Sí, adelante. Las últimas casas se iban quedando atrás. María veía cómo se alejaban del pueblo, pensaba en lo que era capaz de hacer por aquella mujer. Tenía que averiguar tanto sobre ella. Qué le había llevado hasta allí. Sólo lo conseguiría adentrándose en su mundo. - Vas muy callada… ¿Qué piensas? - Hace tanto tiempo que no viajo. Salía con mis padres a todas partes y pocas veces. - No entiendo por qué te quedaste en el pueblo. - ¿Y dónde iba a ir? - A cualquier parte. Tienes que moverte más. Hay lugares preciosos. En Madrid podrías vivir más independiente, o en Barcelona, estarías más cerca de donde siempre has vivido. Pienso que terminarás saliendo del pueblo. La ciudad es tan diferente. Te puedes mover libremente sin que se enteren todos tus vecinos de lo que haces o dónde vas. ¿No lo has pensado? - Hasta ahora no me importaba en absoluto. Mi vida transcurre de manera tranquila, ya lo sabes. No sé de otro lugar. Desde que te conozco ha cambiado todo un poco. Siento deseos de viajar, de ver otros mundos, relacionarme con otras gentes. - No es fácil, María. En la ciudad la gente se encuentra muy sola. - Más sola que estoy yo. - Es diferente esa soledad… Algunos dicen que no podrían vivir en un pueblo, otros, imposible verse en una gran urbe. Aunque todo es acostumbrarse. Descansaremos un rato, salgamos de la autopista… ¿Quieres que vayamos hasta Valencia? - No tengo ningún interés. - Entonces seré yo tu guía. - De acuerdo. - Mira, este lugar es muy bonito. Vamos a ver el mar por última vez. ¿Cuántos días piensas estar fuera? - Diez o doce, si tú quieres. - Vayamos despacio. Nos tomaremos el viaje con calma. Estás lejos de tu pueblo, de tus vecinos. Aquí no te importará que te bese. - Pilar, me desarmas con tus caricias. - Ven aquí, quiero abrazarte. Dejaron descansar los cuerpos en la hierba. El campo les ofrecía un manto acogedor. - Tienes unos muslos hermosos. Me gustan tus manos y tus ojos, tu boca. Toda tú. Déjame acariciarte. - Es lo que estás haciendo desde que salimos del coche. - Si no estás a gusto, dímelo. - ¿Cómo no? Me es tan difícil renunciar a tus abrazos. Pero tú no me quieres, Pilar, quizás preferirías estar con Raquel o Beatriz. - En este momento no. Eres tú a quien siento cerca. - Sólo por eso. - No lo hagamos más difícil. Me gusta besarte, acariciar tu cabello. Tu serenidad fingida me encanta, porque estás un poco nerviosa, ¿no? - Un poco. Luchan dos poderes en mí: por una parte, el corazón, él quiere estar a tu lado; por otra parte, mi cabeza me dice que esto me acarreará problemas. - Olvídate del pensamiento. Abrázame, ¡por favor! María se sentía viva, todo su ser temblaba en los brazos de Pilar. Tan poderosa ante ella. - Me arrastras hasta ti, no puedo tomar decisiones sintiéndote tan próxima. - Bésame, María. Sólo quiero sentirte a mi lado. Vivir nuestro acercamiento. - Siento mayor vitalidad y a la vez estoy agotada. No sé qué me ocurre. - No empañes tus claros ojos. Deja que seque tus lágrimas. - No, déjalas lavar mi rostro para que parezca más deslumbrante ante ti. Son de emoción. Me alegra tanto haberte encontrado. - María, no sigas, tus palabras me llegan tan dentro. Temo que crezcan dejando una huella imborrable. Imposible de arrancar. - Te quiero tanto… - Ya sé. Se fundieron en un abrazo sobrecogedor. - Sigamos el viaje. Esta noche quiero ver iluminada tu amada ciudad. - ¡Vámonos! - Otro tironcito hasta la hora de comer. - Cuando tengas hambre me lo dices y paramos, no antes. - El viaje está resultando una delicia, dentro de una hora estaremos en Madrid. Iremos directamente a un hotel. Algún día nos pasaremos por casa. No creas que te vas a quedar sin conocer a Andrés. Ya verás qué hombre más majo. - ¿Él lo sabe? - Saber qué. - Que, de vez en cuando, prefieres a las mujeres. - Siempre he preferido a las mujeres. Él es mi marido. Nos casamos un día porque los dos pensamos que era lo mejor. Nos ha ido bien. No he encontrado a la mujer con quien pudiera compartir mi vida. Algunas veces le insinuaba algo referente a lo que sentía por otra mujer, pero creo que él nunca se lo tomó demasiado en serio. Estaba con él y le bastaba. - Te habrá sido difícil compartir algunos momentos muy íntimos con Andrés si amabas a otra persona. - No es un hombre muy exigente. Lo quiero mucho. Sé que no lo deseo, pero nuestras relaciones han funcionado. Aunque yo nunca estuve muy satisfecha. Sabes, he aprendido a amar. Que hagas esto o aquello en un momento determinado no tiene tanta importancia. Se soporta agradablemente. Es un hombre bueno y su bondad hacía sentirme a gusto en sus brazos. Me acerco a él y siento lo feliz que es. Sabe enfrentarse a cualquier problema… Y es como un niño grande. Siempre me causó esa impresión. Ya estamos llegando. ¿Dónde quiere hospedarse la señorita? - Quiero uno de calidad. - ¿Al Ritz o al Palace?, -con ironía. - Decide tú, pero si no me gusta, mañana nos cambiamos. - En fin, nos permitiremos un lujo por esta vez. No quiero que me hagas ir de un lado a otro con las maletas. Una vez instaladas decidieron salir a pasear para ir mostrándole los encantos de la noche en Madrid a María. - Veamos la movida madrileña. - ¿Se nota mucho el cambio en esta ciudad? - Está mejor, hay que reconocerlo. - ¿Eres socialista? - No exactamente, me considero un poco más a la izquierda. - ¿Y tú? - No sabría contestarte, estoy con la mayoría. Mande quien mande siempre estaré debajo. Les ocurre a los políticos que, cuando están en el poder, se elevan más de la cuenta, les preocupa demasiado la fachada y, sobre todo, mantenerse en ese pedestal. Casi no puedo creerme que esté por aquí contigo, me siento muy bien. - La que no se cree que estés por aquí soy yo y, además, que tú me animaras a realizar este viaje. Daremos una vueltecita y nos acostaremos pronto. Estoy un poco cansada. Después de una larga hora volvieron, sus fuerzas no daban para más. Tomaron algo y subieron a la habitación. - Estoy molida -Pilar se había tumbado en la cama. Como siga aquí me duermo. - Necesitamos una ducha. Primero entraré yo. Pilar, no te duermas –María salió radiante. - Estás muy alegre, me gusta verte así. Te siento tan cerca, casi no puedo creerlo. - Levanta, te vas a dormir como sigas con esos ánimos. - No voy a dormirme, ahora mismo estaré contigo. Después de un rato apareció Pilar, María la vio enflaquecida. - Me preocupa tu estado, creo que estás más delgada que cuando llegaste a mi pueblo. No comes casi nada, siempre dices que no tienes hambre. ¿Qué me ocultas? - ¿Qué preguntas son esas? Vas a estropear esta maravillosa noche. - Acércate más, ven a mi lado. ¿Qué escondes tras esa mirada que me sonríe? - No sigas, ahora no. - ¿Cuándo piensas contármelo? - Otro día. - No, Pilar, ahora. Quiero que seas sincera conmigo. - No sé qué podría contarte. Sólo puedo decirte que apenas tengo hambre y como poco. - ¿Te duele algo? - No, qué estás pensando. Estoy en perfecto estado de salud física y mental. Ahora verás cómo me sobran energías. - Chiquilla, déjame, vas a desgastarme. - No es posible, te acariciaré dulcemente. - ¿Qué vas a hacer cuando regreses a Madrid?, ¿volverás con Andrés? - No, pero eso no debe de importarnos ahora. - ¿Te gustaría vivir conmigo? - Qué dirían en tu pueblo… - En cualquier otro lugar. - Crees que resultaría. Vas a dejar tu pueblo para vivir conmigo. - ¿Por qué no? - Luego hablaremos de este tema detenidamente. Déjame relajarme a tu lado, quiero dormir. Mañana, si quieres, vamos por casa. Al día siguiente… - He estado observándote mientras dormías, me hace gracia tu postura acurrucada. Pareces una niña buena. - ¿Acaso no lo soy? - ¿Cómo podría pensar de otra forma? - Gracias, buena mujer. Acerca tu mano a mi cama, quiero abrazártela… Nos levantaremos y llamaré a Andrés para que nos espere a desayunar en casa. Así lo conoces. Cuando llegaron Andrés no sabía que iría acompañada y no estaba vestido del todo. - Creí que vendrías sola. - Es una amiga, se llama María. La he conocido en el pueblo donde vivo. Hemos venido a ver Madrid, nos vamos pronto. - Os invito a desayunar abajo. No tardo en vestirme. - Si no tiene nada, como siempre que he faltado. Bajaré a la compra y desayunamos aquí. Quédate, María. Cuando estuvieron solos María pregunto a Andrés rápidamente sobre algunos asuntos que le interesaban. Quería saber algo cuanto antes, quedaron en verse. - Ya estoy aquí. Ahora mismo preparo el desayuno. Has visto qué marido tan guapo tengo. - ¿Os quedaréis muchos días en Madrid? - Algunos, pero preferimos estar hospedadas por el centro, así será más fácil visitar los lugares que quiero que conozca María. - Lo que tú quieras. Al final siempre haces lo que te apetece. Podríamos quedar alguna noche a cenar juntos. - Ya te avisaremos, quizás mañana. Visitaron el Prado y estaban agotadas. Fueron al hotel a tomarse un respiro antes de ir a comer. - ¿Quieres que cenemos esta noche con tu marido? Quedamos en llamarlo hoy. - Lo llamaré para que se pase a recogernos, él vendrá en coche. ¿Te ha gustado Andrés? - Parece un hombre especial. No me extraña que lo quieras tanto. A las nueve en punto apareció Andrés en la puerta del hotel a recogerlas. - ¿Dónde desean que las acompañe?, -preguntó sonriendo. - Elige tú el restaurante, -dijo María. Cuando Pilar les dejó un rato para ir al servicio, María pudo decirle a Andrés que para hablar tendrían que hacerlo aprovechando parte de la noche, mientras durmiera Pilar. Andrés esperó en una cafetería cerca del hotel hasta que María pudo bajar. - Y si despierta. - No te preocupes, he dejado una nota bien visible diciendo que no me apetecía dormir y había salido a dar un paseo. - No es normal que, después de las doce, te apetezca salir sola, sin conocer la ciudad. - La nota es más que nada para que no se alarme y me espere. - ¿De qué quieres hablar? - De Pilar. - ¿Qué ocurre? - Eso es lo que quiero que tú me cuentes. - No tengo nada que contar. - ¿No te has dado cuenta que está un poco más delgada? - Es normal. Come muy poco y además hace gimnasia. Dice que así se encuentra mejor. - A mí me parece que le sucede algo. ¿Por qué tomó la decisión de irse allí? - Quería descansar. Me enfadé mucho con ella por aquello de querer irse sola durante algunos meses. Pero prefiero que se marche sola unos meses y luego regrese a que se vaya para siempre. - ¿Te ha dicho que quiere dejar de vivir contigo? - Necesita un descanso. Después de estos meses regresará al hogar. Es mejor así, te alejas un tiempo y, después, se cogen las cosas de siempre con más ganas. - Entonces no sospechas que le puede estar pasando algo más grave. - No creo. - ¿Qué médico visita ella? - Ninguno. - Alguno tendréis, ¿no? - ¿Cuándo fue la última vez? - El año pasado. - ¿Quieres darme su dirección? - Sí, pero no te preocupes. Yo la encuentro igual que antes de marcharse, después de un tiempo volverá. Todo habrá pasado. - Me alegra que estés tan seguro, pero yo lo pongo en duda. - Creo que está pasándole algo más grave. Sé que esconde algo que no somos capaces de sospechar. Lo averiguaré. - No le des más vueltas, sólo quiere descansar unos meses. Es un poco caprichosa. María volvió al hotel con la esperanza de que Pilar no hubiera notado su ausencia. Podía estar bien tranquila, dormía profundamente. Estuvo observándola un rato antes de meterse en la cama, pensaba una y otra vez en lo que podría sucederle. No entendía cómo Andrés podía tomarse con tanta calma lo que ella sospechaba. Quizá no ocurría nada en absoluto y sólo le obsesionaba la idea de que pudiera pasarle algo. De todas formas, seguiría buscando respuestas. Hablaría con Pilar, era lo mejor. Al otro día al despertarse. - Buenos días, Pilar, tienes unos ojos preciosos por la mañana. - Vamos a levantarnos, es ya muy tarde. Quiero que conozcas algunos sitios donde voy cuando me encuentro muy sola. - ¡Adelante! Estoy deseando conocer todos los lugares que a ti te gustan. Dieron un largo paseo por el Retiro, caminaron hasta Sol y fueron a comer a Sobrino de Botín. - ¿Eres asidua de este restaurante? - Qué va, es la segunda vez que vengo. Después de tomar un café siguieron con sus paseos y descansaron en el Huerto de las Monjas. - ¡Qué tranquilo es esto, Pilar! - ¿Verdad? Parece imposible que detrás de esos muros la gente suba y baje con sus automóviles a toda marcha, con prisas. - Te voy a hacer una serie de preguntas y quiero que me contestes sí o no, ¿de acuerdo? - Veamos qué tipo de preguntas son esas. - ¿Has ido al médico en los últimos meses? - No. - ¿Sospechas que tienes alguna enfermedad? - No. - ¿Fuiste a mi pueblo realmente a descansar? - Sí. - ¿Por algún otro motivo? - Sí. - ¿Cuál? - Sólo sí o no. - ¿Eres feliz? - No puedo contestarte. No sería del todo cierto un sí o un no. - ¿Tienes ganas de vivir? - No. - ¿Quieres morir? - Sí. - No puedo creerlo, ¿por qué? - ¿Cómo puedo contestar a esa pregunta? - Dejemos este estúpido jueguecito. Quiero que hables claramente sobre lo que piensas, ¿por qué? - Es difícil de explicar. Pero acabarás sabiendo qué razones puedo tener para no querer seguir con esta vida. Me pesa mucho. No aguanto más. - ¿Quién te podría hacer cambiar de opinión? Y Andrés está tan tranquilo. - No lo sabe. - Mejor que no lo sepa. Es absurdo. ¿Cómo puedes pensar en algo así? - Es una decisión muy respetable que cualquier ser humano tiene derecho a elegir si es lo que quiere. - No puedo entenderlo. - Ni yo pretendo que lo entiendas. Respeta mi opinión. - Cómo voy a permitir, a soportar que te quites la vida. No es posible, estás jugando conmigo. Y, sin embargo, te creo capaz. - Yo no he dicho que vaya a suicidarme. Dejémoslo. - Cómo vamos a dejarlo. Tenemos que hablar más…, ¿por qué no quieres vivir? - Seguro que no te convencería. Vámonos, me pone triste este lugar. - Sí, salgamos de aquí. Quiero divertirme, vamos a algún sitio divertido, tienes que animarte. Si fueras tan feliz a mi lado como lo soy yo cuando estoy contigo… Déjame llegar hasta a ti, no me cierres tus puertas, Pilar. - ¿Dónde quieres que vayamos? - Elige tú. Seguro que se te ocurrirá un lugar divertido. - Quiero verte reír. Tengo que sacarte esa funesta idea de la cabeza. - No te preocupes, a lo mejor se me pasa. - ¡Ojalá! ¿Qué te gustaría hacer?, ¿te gustaría ver a Raquel? - Eso es asunto mío, no volvamos a hablar de ella. No creo que la vuelva a ver nunca más, -en tono de enfado. - Tan sólo quiero ayudarte. Preséntame a Beatriz. Me gustaría conocerla. - No vive en esta ciudad. - Vamos a visitarla, creo que te gustará. No tenemos que quedarnos aquí más tiempo. - No es mala idea, podríamos ir unos días. Seguro que te gustarán sus hijos, son encantadores. - En marcha. - Un momento. ¡Cuánta prisa! Nos iremos mañana. Tendré que avisarle por teléfono…, y si no estuvieran. - ¿Cómo no van a estar? - Podrían tener vacaciones. Habrá que avisar. Saldremos por la mañana y por la tarde estaremos allí. Lo primero que haremos será ir a un hotel, ella nos convencería para que nos quedáramos en su casa y no quiero causarle demasiadas molestias. Es tan hospitalaria. Ya verás qué amiga, es…, no sabría cómo explicarte. Será mejor que la conozcas. Hace tiempo que no nos vemos. Hemos sido amigas desde la infancia. Pasamos unos años muy alegres mientras estuvimos juntas. Después llegaron los años de tomar decisiones y cada una tomó un camino distinto. Cada vez nos hemos ido alejando más. En distancia, claro. Es a la persona que más cerca siento. - Cambia el brillo de tus ojos al recordarla. Se les presentaba de nuevo un largo viaje. María estaba bien allí con ella, no tenía que ir a otra parte, pero sabía que la amiga de Pilar podría ayudarla a conocerla más. Haría todo lo que estuviera en sus manos por acercarse más a Pilar. Pilar estaba emocionada por su próximo encuentro con Beatriz y se le notaba más alegre. Mas pensaba que después las despedidas son horribles. ¿Cuándo volverla a ver? Y si fuera la última despedida, ¿Cómo se despide una para siempre? Y sin decírselo, sin que se note. Se encontraba un poco asustada. Comenzaron el viaje por la mañana, temprano, cada una por motivos diferentes deseaba ver a Beatriz. También por motivos diferentes cada una de estas dos mujeres temía el encuentro con Beatriz: Pilar, porque la presencia de ese ser tan amado, algunas veces, la desquiciaba, la dejaba hecha pedazos, sobre todo a la hora de partir; María, porque sabía que Beatriz significaba mucho para Pilar y tendría que ver cómo se querían esas dos amigas de siempre. Comprobaría, cara a cara, todo el amor que Pilar era capaz de sentir por su amiga, todo cuanto ya sabía a través de Pilar. Llegaron más tarde de lo previsto y decidieron dejar para otro día la visita a Beatriz. Pilar la avisó de sus nuevos planes y quedaron para comer juntas, mientras los niños estaban en el colegio. María durmió muy cerca de su amada, pensaba una y otra vez en la mujer que iba a conocer. Presentía que aquel encuentro podía arrancar a Pilar de su lado. Y todo lo hacía por ella, intentaba tenerla para siempre y, quizá, los pasos que estaba dando sólo conseguirían alejarla más. Tenía que intentarlo, cómo encontrar a quién o aquello que pudiera hacerla cambiar de opinión sobre su postura ente la vida, la vida y la muerte. Sólo las personas más allegadas a Pilar podrían sacarla de aquel atolladero. Cuando Pilar y Beatriz se encontraron, frente a frente, se abrazaron de manera intensísima. María las miraba con celos. Quedaban tantas frases dichas en aquel abrazo. No ignoraron, en ningún instante, la presencia de María, una vez presentadas siguieron caminando. A pesar de que ellas no lo pretendían, María se sintió de más en aquel afectuoso y nuevo descubrimiento. Estaba comprobando lo unidas que se pueden sentir dos personas, por los lazos de la amistad. Cómo recordaban llenas de alegría y cariño su tiempo pasado, cómo vivían su presente intenso. Aunque las dos sabían que el futuro juntas les estaba prohibido. Que no podían hacer planes para después. Pasaron casi todo el día juntas. Por la tarde fueron a recoger a los niños y quedaron a cenar en casa de Beatriz para poder saludar a Luis. Los niños, de siete y diez años, eran traviesos, cariñosos; encantadores, -como dijera de ellos Pilar. El marido, Luis, las recibió de manera afectuosa. María no perdía de vista a Pilar. La manera de moverse entre aquella familia. La sentía más alegre. Y observaba una vez más, cien veces más, las miradas, tan tiernas que se regalaban las dos amigas. Parecían ignorar todo, aunque sin pretenderlo. Sólo tenían ojos para ellas. Se sintió tremendamente sola en la compañía de aquella familia. Comprobaba que el corazón de Pilar estaba muy lleno de otra. A pesar de saber que era muy amplio y que en él cabían más, incluso ella. Pilar aparecía radiante al lado de Beatriz. Su sonrisa era otra, sus ojos lucían de una manera intensa. El tono de su voz era aún más cariñoso. El trato que daba a los niños tan lleno de querer, parecía un regalo prestado que iría a parar a manos de la madre de ellos, de su amiga. Era un ambiente ideal, pero todos los demás presentes estábamos allí de relleno. Éramos una serie de personajes puestos en escena para que el encuentro de las protagonistas fuera posible. Todo se movía en torno a ellas. Los niños se fueron a dormir, quedaron los cuatro. Un poco más tarde Luis se despidió y disculpó diciendo que tenía que madrugar y quedaron las tres. María sentía deseos de escapar, quería dejarlas a solas, acaso no eran ellas solas quienes participaban de tanta dicha. Nunca sospechó que Pilar estuviera tan amarrada a esta mujer. Se hizo tarde, tenían que ir a descansar. - ¿Cuándo os vais? - Mañana, -dijo María apresuradamente. - No hemos pensado el día exacto, pero quien manda, manda; soy su acompañante. Este viaje ha sido posible por deseo expreso de ella. - ¿Os veré antes de…?, ¿por qué no os quedáis más tiempo? - Tengo que regresar a casa, -dijo María. - Vendremos a despedirnos. Mañana nos veremos, Beatriz. Pilar aproximó su mano a la de Beatriz para abrazarla mientras le decía: Buenas noches, descansa. Estás preciosa, parece que no han pasado los años. María sintió herido su corazón. Todas esas frases, en ese tono, nunca se las había dicho a ella. Cuando estuvieron en el hotel. - ¿La quieres mucho? - No podrás nunca imaginar cuánto. - Será algo así como lo que siento yo por ti. Es con ella con la que te gustaría compartir la vida, ¿verdad? Con Beatriz si serías feliz. - Es posible, nos conocemos desde pequeñas. Pero tiene su vida y está a gusto con su marido y sus hijos, no sería capaz de turbar su dicha. - Me gustaría estar más cerca de ti, Pilar. Mas las últimas horas las has tenido tan llenas que sólo desearás dormir, descansar y seguir junto a tu amada amiga, aunque sea en sueños. - Ven aquí, con Beatriz no podría hacer esto. - ¿El qué?, -fue besada largamente. - Besarte como te beso a ti. - ¿Te gustaría? - No lo sé. Estoy tan unida a ella que quizá un mayor acercamiento, por mi parte, conseguiría separarnos. No lo podría soportar. Pilar se durmió más pronto que de costumbre, con frases entrecortadas, María seguía allí, a su lado. Cogió la mano de Pilar y la besó dulcemente mientras acariciaba el pelo de ese ser tan querido. A la mañana siguiente recogieron todas sus pertenencias y salieron del hotel en busca del coche. Pasarían por casa de Beatriz para despedirla y vuelta al pueblo de María. El viaje estaba llegando a su fin. Pilar entristecía por momentos, sabía que la despedida sería un palo muy duro. Se armó de valor y se dirigió hacia la casa de su amiga. - Estás más callada. - No me gustan las despedidas. Me siento tan mal cada vez que tengo que despedirme de Beatriz. Me queda un vacío inmenso. - Puedes volver otro día, no te aflijas tanto. - No, seguramente pasará mucho tiempo sin que nos veamos. Cada vez es más difícil. Además… - ¿Qué ibas a decir? - Nada, olvídalo. - ¿Qué te ocurre? - Ya hemos llegado. Mírame, ¿se me nota muy triste? - Un poco. - Cuéntame algo alegre. No quiero que Beatriz me vea así. - ¿Qué podría alegrarte? Piensa en ella, dentro de un rato la podrás ver de nuevo. - Ya, para… Cuando llamaron a la puerta abrió Beatriz. - Pensaba que no llegabais, estoy esperando desde que llevé a los niños al colegio. Quedaos a comer, estoy sola. Los niños no vienen y Luis come fuera. - Quien decide es María. - No puedo negarme. Aunque no lleguemos a la hora que quería. Brilló otra luz en el rostro de Pilar, se le notaba a la legua las ganas que tenía de permanecer más tiempo junto a Beatriz. Después de comer tuvieron que despedirse. Pilar lo hizo de manera no habitual. Cuando abrazó a Pilar para partir la retuvo un rato junto a ella acariciando su pelo, besándole repetidas veces todo el rostro, incluso cerca de la boca. Beatriz quedó un poco extrañada. Observó una mirada triste en los ojos de Pilar, como si fuera su último adiós. Abrazó a su amiga muy fuerte y quedó junto a ella más tiempo que de costumbre en otras ocasiones parecidas. Las dos se miraron tiernamente y estrecharon una vez más sus cuerpos. Las manos quedaron entrelazadas al ir separándose. Las miradas seguían mezclándose y gritando, ahogado en silencio, todo lo que no se atrevían a pronunciar. María pudo comprobar durante el viaje que Pilar no estaba allí, su mente quedó en otro sitio. Cómo podía estar tan llena de aquella mujer, -se preguntaba. - No estés tan triste, puedes venir a verla cuando quieras. - No, no la veo siempre que quiero. Es imposible. Me gustaría verla a diario. ¡Cuánto he deseado vivir junto a ella! Pero ahora ya se pasó. Soy muy fuerte. Sé que no puede ser. Acepto estas circunstancias…, y otras. Todo, admito todo. Se acabó, no lucharé más. - ¿Qué quieres decir? - Vamos a dejarlo, no volvamos sobre lo mismo. - ¿Cuánto me gustaría que me amaras! - No vayas tan deprisa. Estamos llegando a tu pueblo. Te pedirán un montón de explicaciones. Tendré que aparecer poco por la tienda y de puntillas para que no sospechen nada de nuestra relación. Y si quiero verte tendré que ser yo quien vaya a tu casa. Esto es lo que nos espera en tu pueblo. - Estoy decidida a marcharme donde quieras. Te lo digo de verdad. No quiero separarme de ti. - Te lo agradezco. Déjame quedarme un poco más. Después decidiremos las dos. - Como quieras. - Ahora te dejaré en tu casa y yo me marcharé a la mía. - Quédate esta noche. - No quiero causarte más problemas. - No me importa lo que piensen. Ni las preguntas que puedan hacerme unos u otros. No me importa nadie. No dejaré que te vayas. Nunca. - ¿Qué te pasa hoy? - Te siento muy distante, aunque te tengo cerca. No sé qué estás pensando. ¿Qué quieres hacer? Quédate, ¡por favor! - No te impliques demasiado, después es muy difícil… - Quiero que estés conmigo. Necesito sentirte junto a mí. - No sé qué es mejor, pero te haré caso. - No sabes lo feliz que me haces. No quería dejarte sola, te encuentro tan desplomada…, y yo estoy hecha ciscos al verte así. Pasaron la noche juntas en un abrazo quieto y silencioso. Era mejor no decir nada. A la mañana siguiente Pilar se dispuso a marchar. - Volveré por aquí otro día. - Te esperaré todas las horas, cada minuto. Era la hora de abrir el comercio. Rosa llegó un poco antes, no sabía que María hubiera regresado. - ¡Buenos días! - ¡Buenos días, Rosa! ¿Qué tal ha ido todo? - Bien. ¿Habéis llegado esta mañana? - No, fue anoche. - Como he visto que se marchaba ahora su amiga… La veo triste. ¿No se lo ha pasado bien? - Ha sido un viaje encantador. Muchos kilómetros, estoy cansada. - Descanse hoy, yo me encargaré de todo como estos días. Pilar se sintió aliviada una vez que estuvo a solas en la casa que había elegido para reflexionar de alguna manera, tomar otra postura ante la vida, ante la vida o la muerte. Dedicó parte de la mañana a ordenar las ropas y después salió a tomar el sol a la playa. Se encontró con sus recientes vecinos y con el niño de éstos. Jugó un rato con él, se sentía muy feliz a su lado. Había conseguido que el niño la reconociera y se encontraban muy a gusto jugando los dos. Le entregó los juguetes que le había comprado en la ciudad. Los padres encantados porque así podían tener un rato para ellos solos. Mientras ellos iban a nadar, Pilar jugaba con el niño. Se había convertido casi en un hábito. Todas las mañanas salían a la playa. Pilar acudía contenta a esa cita que nadie había previsto. Allí estaban los tres, como de costumbre. Los necesarios saludos y el juego que compartía con ese pequeño, por un momento se diría que sólo existían los dos. El niño se dirigía a ella cuando la veía aparecer. Lo recibía con un abrazo muy maternal, lleno de ternura. Pilar se había acostumbrado a compartir esa parte de la mañana con el pequeño. María estaba muy preocupada, no sabía nada de Pilar desde el día que se marchó de su casa después del viaje y no le parecía normal. Pensó que no esperaría más tiempo, si no venía tendría que ir ella a la casa de la montaña. Era ya tarde, se armó de valor y se dirigió a ver a Pilar. Ahora ya no le importaba nada, ni nadie. Al acercarse no vio luz. Ninguna de las ventanas estaba iluminada. - Estaban las luces apagadas. ¿Te habías acostado? - No, estaba tumbada ahí, me gusta la obscuridad. - Me tenías preocupada. Hace días que no bajas a verme. - He estado muy ocupada. - Pilar, he esperado tanto, estos días se me han hecho interminables. Me he formulado tantas preguntas, tantas respuestas han pasado por mi cabeza… Me tenías tan… - ¿Qué te pasa?, ¿te has enamorado de mí? No seas boba. No lo consientas. Es una experiencia muy bonita, pero si no acaba bien suele ocasionar mucho daño. María, es mejor amar, sentir amor por todo el mundo y no encapricharse demasiado por alguien determinado. - Ya sé, ya sé. No vas a darme lecciones tú ahora. Soy mucho mayor… Necesitaba verte. - Más mayor…, los sentimientos, si no somos capaces de dominarlos, nos convierten en unos inexpertos en cualquier etapa de nuestra vida. Así de sencillo. - Sin embargo, es tan bonito sentirse atraída por otro ser. - Sí. - Cada vez que pienso en el poco tiempo que te conozco, lo poco que sé de ti…, cómo te habrás colado tan dentro. - Esos asuntos son inexplicables. Como casi todos los que conciernen a la vida emocional y al ser. Dejémoslo. - No puedo dejarlo, me interesa profundizar en tu vida. Necesito sentirte próxima. Conocerte más. - Acércate…, soy toda tuya. - No es sólo esa aproximación, tú lo sabes. - Puedo ofrecerte bien poco ya. - ¿Por qué?, ¿qué piensas?, ¿qué o a quién necesitas? Haré lo posible por ofrecértelo. - ¿Tanto poder tienes? - Cuando se desea algo con mucha fuerza es más posible que ocurra, sobre todo si se lucha por conseguirlo. No quieres luchar por nada. - No puedo. - ¿Por qué no?, ¿qué quieres? - Nada, no quiero nada. - ¿Ni a nadie? - Qué astuta eres. En serio, no creo que exista alguien que pudiera hacerme cambiar. - Eso ya lo veremos. - No sé cómo. Ven, quiero que estés a mi lado. María se quedó a pasar la noche. Aquella mujer le importaba bastante. No podía dejar pasar aquella oportunidad, de relación real, que se había presentado en su vida. Había soñado tantas veces con amantes, imaginado de qué manera sería capaz de amar…, cómo acariciaría al ser que tuviera cerca. Y se encontraba unida a aquella mujer, tan intensamente. Una semana más tarde… Llaman, será María, últimamente parece no importarle lo que digan las gentes de este lugar. - Espera, María, ya voy, se oyó una voz desde el interior, al abrir la puerta: ¿qué haces aquí?, –las amigas se estrecharon en un largo abrazo. - Yo también tengo derecho a unas vacaciones, crees que vas a ser tú sola quien pueda permitírselas. - ¿Cómo has llegado hasta aquí? - Es muy fácil, quiero pasar unos días con mi amiga. Me dijiste que se estaba muy bien en este pueblo. Quiero comprobarlo. - Y yo me lo voy a creer. Ha sido María, se está preocupando demasiado por mí. Me parece que ha estado unos días de viaje. ¿Ha ido a verte? - Gracias a ella podemos estar juntas. No es lo que siempre hemos deseado: marcharnos unos días lejos, solas. - Sí, pero no lo hemos planeado… - No me pidas más explicaciones. ¿No me vas a dejar entrar? - Y Luis, ¿qué piensa él? - Por qué no te callas y me dejas entrar. - Adelante, tú sabrás lo que haces. - Se supone que estoy realizando un trabajo en un pueblo, durante una semana, la decoración, ya sabes. Quiero estar contigo. Es verdad que María se ha encargado de todo. - ¿Por qué ahora?, ¿qué te ha contado? - De eso ya hablaremos. Ahora ayúdame a instalarme. ¿Cuánto tiempo piensas estar por aquí? - No lo sé. Estoy bastante bien en este lugar. La tarde transcurrió de manera agradable, una vez tranquilizada Pilar de que Beatriz había dejado todo solucionado en su casa. Recorrieron el pueblo y sus alrededores. - No me extraña que esté aquí, esto es encantador. ¡Ojalá pudiera quedarme más tiempo! - Una semana me has dicho. No está mal. Intentemos pasarlo bien, como tú dices, siempre hemos deseado tener nuestras propias vacaciones. Voy a poner música. - Me alegra tanto estar contigo. - Yo también me alegro. - Vaya, esto empieza a gustarte. - Cómo no, lo hemos soñado tantas veces. - Pues aquí me tienes, toda tuya. - Será un decir. No me provoques, sabes que me atraes de una manera muy especial. - Y tú a mí. - Sí, pero de distinto modo. A ti te gustan los hombres y a mí me apasionan las mujeres. - En eso tienes razón. Sin embargo, contigo me siento muy bien. No me importaría… - No sigas, es mejor. - ¿Por qué no te acercas más? - No quiero. - Pero lo deseas. Quiero estar tan cerca de ti. - ¿Por qué?, ¿por qué ahora? - No me gustan tantas preguntas. Quiero estar cerca de ti. Eso es todo. - Es mejor que vayamos a dormir. Debes de estar rendida. - Necesito que me quieras. - No es verdad. - Por favor, ayúdame un poco. No es nada fácil. - No, Beatriz. No sé por qué has venido, qué te ha contado María; todo está relacionado con ella. No quiero que lo hagas por mí -en tono bastante enfadada. - Yo también te necesito. - Pero no así. - No me hagas seducirte, aunque te aseguro que lo conseguiría. Tengo muchos encantos -tratando de animarla y animarse. - Soy muy dura, me conoces. Vamos a dormir. - No podré dormir si no me abrazas. Necesito sentirte… -Pilar no pudo aguantar más y tendió las manos al vacío pidiendo a gritos la aproximación a Beatriz. - No soy tan dura…, ven a mi lado. - Así es mejor, Pilar. Quiero estar tan… Pilar besaba y acariciaba a Beatriz tan dulcemente como si se encontrara en una inmensa nube de ensueño. No podía creerse que estuviera tan cerca, tantas veces lo había soñado que no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Cómo podía estar abrazándola. Después de una, dos horas, ¿quién sabe?, se fueron a dormir. Muy juntas. Frases de amor guardadas desde tanto tiempo atrás se sucedieron sin descanso mientras permanecían abrazadas en aquel encuentro amoroso. A la mañana siguiente se despertaron muy tarde. - Ha sido maravilloso, Pilar, nunca me había sentido tan fascinada. - ¿Más que con Luis? - Es distinto. - Me vas a empezar a contar por qué haces todo esto. - Es ya muy tarde, ¿no vamos a levantarnos? - Cómo no. Fueron a visitar a María y a comprar algunos alimentos para comer. Por la tarde decidieron quedarse en casa, aunque el sol invitaba a ir al agua a darse un baño. Cuando anocheció salieron a dar un paseo, un largo paseo por la playa. Pilar necesitaba hablar con Beatriz, saber exactamente lo que le hubiera contado María. - Creo que ya está bien, no puedes seguir fingiendo, - Beatriz habría abrazado a Pilar besándola y este gesto la irritó un poco. - No estoy fingiendo. Sabes muy bien que yo te quiero tanto como puedas quererme tú. - De acuerdo, sé que no es fingido. Bien, dime qué te ha contado María. - Es verdad, ha hablado conmigo. Está muy preocupada, me contó que no comes mucho. Estás más delgada desde que vives aquí. Le has hablado del suicidio. ¿Cómo no va a preocuparse? María te quiere mucho, Pilar. - Lo sé. ¿Qué opinas tú del suicidio? - No puedo entenderlo. ¿Qué te ocurre? - Estoy cansada. No puedo seguir más tiempo. No quiero vivir más. Tengo derecho a decidir qué hacer con mi vida. Eso es todo. - Nada más ni nada menos. Pero, ¿qué te falta? Andrés es un buen tipo, ¿qué piensa él? - Qué va a pensar. No se lo creería. Por qué alguien que aparentemente está bien iba a querer desaparecer para siempre… Para él resulta todo tan fácil. - ¿Y para ti no? - No, no quiero seguir un día y otro trabajando a todas horas para olvidarme de mí, de lo que quiero, de lo que siento. Estoy decidida, no quiero seguir más tiempo viviendo en este mundo que no me llena, tan injusto. Paso el día ocupada en mil asuntos para no pensar, para no darle más vueltas a la cabeza, para no preguntarme mil veces: ¿Qué pinto yo aquí? Beatriz, todos los seres que quiero o he querido se han ido marchando lejos, otros para siempre. No puedo soportar el alejamiento de mí misma. Finjo una vida que no es la mía. Ahora ya no me importa qué es lo que me hubiera gustado ser, a quién me gustaría ver a mi lado cuando me despierto cada mañana. Sólo quiero descansar… Eso es: tomarme unas vacaciones eternas. - Eres muy joven. Algunos te queremos mucho. No puedo entenderlo, ni permitirlo. Y no quiero dejar de verte, aunque sólo sea una vez al año…, saber que estás ahí. - Lo he pensado mucho. - ¿Qué has pensado?, ¿cómo puedes pensar en algo así: desaparecer para siempre? Hay otras soluciones. Puedes empezar de nuevo. - ¿Dónde?, ¿cómo?, ¿con quién? No, Beatriz. Ya no tengo fuerzas… - Te has ido hundiendo en esa idea, te ayudaré. Hay que empezar de nuevo. No me importaría marcharme, lejos, contigo. Comenzaremos de nuevo las dos. - No seas tan espléndida. No resultaría. Ya estás haciendo bastante con pasar una semana a mi lado. Tienes unos hijos y un marido, te ofrecen lo que tú quieres. - También te quiero a ti. No puedo hacerme a la idea de que no vayas a estar. No lo hagas, me dejarías tan sola. - Pero si apenas nos vemos. - Si supieras con cuánto anhelo espero cada uno de nuestros encuentros, ya sé que cada vez nos hemos ido alejando más, pero eres una parte de mi vida. No dejo de pensar en que algún día pudiéramos vivir más cerca. - ¿Y qué seríamos amantes? - Terminarías arrepintiéndote. No estoy dispuesta a causar problemas a nadie y menos a ti. - Espera un poco, mis hijos empiezan a necesitarme cada día menos. Ya te he dicho que estaría dispuesta a marcharme contigo. - No sigas, Beatriz. No te lo permitiría. - ¿Y a Raquel no la has vuelto a ver? - Raquel es como un deseo inalcanzable, nunca podrá ser realidad. Una desea tanto algo que piensa que es real, pero a veces pienso que Raquel sólo es un sueño. Una de mis maquinaciones, como una imaginación. - Te dije que la habías idealizado mucho. Sigues pensando que es el cúmulo de todas las perfecciones. Pero no es así. Atrévete a verla de nuevo, quizás te esté esperando. - Con los brazos abiertos. Eso es lo que yo quisiera, dejémonos de infantilismos, sé que no. Nunca dio un paso hacia mí y cuanto más se acercaba la sentía más lejos. No puede ser. ¡Es un sueño! - Es real y tú lo sabes. - Es tan sólo un deseo. - A María la vas a hacer polvo. No puedes imaginarte cuánto te ama. Cómo está luchando por tu vida. Creo, incluso, que ha estado en Madrid a ver a Raquel. - No quiero sucedáneos. La quiero, pero no lo suficiente. A veces he pensado en Raquel cuando estoy junto a ella. - Lo sabía, no tienes que decírmelo. Entonces…, ¿qué puedo hacer? - Nada, no es tan trágico. - ¿Cómo no?, ¿qué esperas después? Tú no eres muy creyente, me lo has comentado en ocasiones. ¿Por qué te atreves a dar ese paso? Lo entendería si esperaras algo mejor. - No me hables así. La otra vida de vosotros los creyentes es tan sólo un deseo. Un gran deseo que desaparece en las manos mismas de la muerte. - Yo no lo creo así. - Es como para mí Raquel… Si algún día la tuviera entre mis brazos seguro que se desvanecería. Cuanto más cerca más lejos la siento. - No estoy de acuerdo ¿Cómo puedes comparar? - Bueno, dejémoslo. Si estoy bien en el otro barrio te aviso y te vienes conmigo. No sería mala idea. - Y te lo tomas a broma…, no lo puedo comprender. - Beatriz, te quiero muchísimo. Deseo que seas feliz, que disfrutes al lado de tus hijos, de tu marido. Que encuentres a tu Dios. Quiero todo lo mejor para ti. Te agradezco esta semana que me estás regalando. No sabes lo feliz que me hace sentirte tan cerca. - Quiero que te quedes… - Será como un largo y lejano viaje. No nos volveremos a ver más. - No lo hagas. Necesito que estés aquí. - No me lo pongas más difícil. Vamos a casa. Déjame disfrutar de estos días a tu lado. Beatriz estaba asustada, no podía creerlo. Y sabía que Pilar era capaz, pues no era testaruda ni nada. Al llegar a casa se abrazó a ella queriendo persuadirla una vez más. No podía pensar que aquellos fueran los últimos días que la vería. No podía permitírselo. - Pilar, no lo hagas. Te echaré tanto de menos. Si supieras cuánto… - No vuelvas a hablar del tema. Quiero verte como siempre: contenta, más alegre que nunca. Todavía nos quedan unos días. - No puedo dejar de pensar que puedas ser capaz de… - No lo pienses. Has venido a pasar unos días conmigo y no nos vamos a poner tristes. - Habrá que reírnos. - Sonríe, me gusta más. Los días que pasaron juntas estuvieron llenos de alegría por parte de ambas, aunque supieran que serían los últimos. No volvieron a hablar de la muerte. Pasaban los días… -Ven, Beatriz, quiero que conozcas a un niño con el que juego algunas mañanas. Es precioso, se llama Óscar. Después de separase del grupo Beatriz preguntó a Pilar que por qué no había tenido ella uno. - ¿Tener qué? - Un hijo. Todo hubiera sido distinto, estoy segura. No lo he tenido porque no llegó el momento y no creo que ahora deba de ponerme a pensar en si un hijo hubiera sido la solución. ¿La solución a qué? - A nada, Pilar. Un hijo no te hubiera solucionada nada. Pero hubiera sido distinto. - Quizá sí, parece que tienes más el deber de vivir por ellos hasta verlos crecidos, menos necesitados. Luego crecen y te das cuenta, pobre de ti si no lo haces, de lo poco que te necesitan ya. De lo distintos a ti que son, seres independientes. Esas falsas ilusiones de la madre que vive para sus hijos se esfuman un día. Y todo vuelve a lo mismo: la tremenda soledad del ser. Quizás sea la relación que más nos ata y la que más nos duele cuando se pierde, cuando vas comprendiendo lo poco que te echan de menos… Es ridículo pensar que los hijos son una solución, para algunos puede ser. No para mí. Olvidémoslo, qué más da ya. - Como tú quieras. Había llegado el momento de la despedida. Beatriz tenía preparado el equipaje. Se cruzaban por las distintas habitaciones de la casa maquinalmente, bastante tristes, se dirigían escasas palabras. Quizás esta vez sería la última. Esta sensación flotaba en el ambiente haciéndose irrespirable. Llenándole todo el cuerpo de impotencia a Beatriz; de decisión asumida a Pilar. Parecía que no tenían nada más que contarse. Beatriz se sentó un rato antes de coger las maletas para partir. - Pilar, siéntate. No sé qué decirte, pero déjame hablar contigo otra vez. - Te escucho - No lo hagas. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero quiero que estés aquí. Necesito verte de vez en cuando. - Lo entiendo. - No sabes bien cuánto lo deseo. - No me pidas algo así. Ya no es posible. Lo he pensado demasiado. Gracias por estar conmigo estos días. Beatriz se aproximó a Pilar abrazándola de manera intensa. Unas lágrimas comenzaron a cubrir sus ojos. - No llores, me entristece. No quiero recordarte de este modo, -acarició suavemente su mejilla y secó sus lágrimas con las yemas de los dedos, con los labios. Tranquilízate. Quiero verte sonreír -Beatriz se sintió tan cerca…, su proximidad consiguió que olvidara todo por un momento. Ahora estás mejor. Tenemos que marcharnos. Fueron a despedirse de María… Pilar la acompañaba hasta la estación. La música las envolvió en aquel viaje. Una vez allí, compraron el billete y se dirigieron a localizar el tren. Tuvieron que esperar un rato… Entrelazaron las manos. El último abrazo y una despedida entrecortada. - ¡Hasta pronto!, -dijo Pilar. - Eso espero. Escríbeme, comunícate conmigo, quiero saber cómo transcurren tus horas. - Lo haré. El tren comenzó su viaje…, desde el andén Pilar miraba una vez más a Beatriz. Ahora ya no la veía. Caminó lentamente hacia el coche y regresó a la playa por donde anduvo dos horas antes de volver a su morada. Intentó escribir una carta dirigida a Beatriz. Rompió varias cuartillas y finalmente decidió no dejar nada escrito en aquella noche. Sólo una breve carta dirigida a María. La dejó en un sobre en la mesa junto a otro montón de folios escritos a mano. De pronto recordó una novela que había leído hacía tiempo; la `nivola´ como la llamaba su autor, Niebla. El pobre Augusto, casi preso de la locura, decidió conversar con quien lo había creado. ¿Por qué no iba ella a intentarlo? - Oye, tú. La del bolígrafo, la de los papeles rotos… - ¿Te diriges a mí? - Sí, te digo a ti. Escúchame un momento. Quiero seguir un poco más, no acabes todavía. Sé que manejas bien los hilos y esto se acabó. Pero quiero que me concedas un último deseo, unas páginas más. ¡Por favor! - No es posible, Desde el primer momento estaba así elegido. Ahora no quiero echarme atrás, viniste aquí con este fin. No irás a arrepentirte. Esta obra no sería posible si tú no mueres. No te puedo dejar errante para que otros vayan contando tus historias. Quiero llevarte hasta el final, eres mi personaje. Lo mejor es que ocurra como pensé al principio. Tú estabas de acuerdo, no puedo hacer nada ahora. Todo estaba pensado, planeado cómo debía de ser. - Diez páginas, sólo te pido diez páginas…, verla una vez. Necesito ver a Raquel. Tú puedes conseguirlo. Si quieres me llevas a verla en un instante. Sólo tienes que escribirlo. No te das cuenta de que es mi último deseo. Además, creo que tú te mueres de ganas. - No era lo acordado. Después me pedirías más y más, no era lo acordado. No puedo acceder. - Pídeme tú un deseo y hacemos cambio. - ¡Cómo puedes ser tan ridícula! No puedes concederme ningún deseo. - Puedo pensar en algo que quieras quede escrito para siempre. - Si tú no piensas, soy yo quien piensa por ti, eres mi creación. - Eso sí que no. Soy diferente a ti ya. Tú no puedes amarla como yo la amo. No puedes olvidar que he sido creada para dejar bien patente cómo soy capaz de amarla… Esto no hubiera sido posible si yo no fuera capaz de amarla como yo la amo. Toda yo no es nada más que el amor que he sido capaz de sentir por ella, por ellas. Lo sabes y en eso, al menos, ya no puedes controlarme. Te mueres de ganas de volver a verla. Pero tú cedes y yo, sin embargo, me moriré, me dejarás morir con el deseo más hermoso de mi vida. ¿Por qué no me dejas verla? Yo moriré satisfecha y tú podrás manejar a tu antojo este último encuentro, aunque no sea real, aunque sea ficticio. ¡Por favor, no consientas que muera todavía! Sólo te pido verla. - No puede ser. Te he dicho que es imposible. - Tienes miedo. Todavía tienes miedo… Quizás porque ella no quiere verte nunca más, y lo leíste en su mirada; o porque crees que ha querido verte siempre y por vuestras respectivas dudas os habéis condenado a estar lejos, como si no existieseis. ¡Todo es el maldito miedo! No sabrías comportarte, lo sé. - No te dejaré hablar más. ¿Cómo puede estar ocurriendo algo así? No lo aguantaré. Esta noche te marcharás a la playa, como otro día cualquiera, y acabarás para siempre. - Quizás encuentren mi cuerpo en la playa. Pensarán que es un suicidio. - No te encontrarán. - No estés tan segura. No puedo aguantarme con todos tus caprichos. Ahora se marcha allí, después conoce a María, la visita Beatriz…, y mi final acercándose más y más. - Sabías para lo que habías sido creada. Te entusiasmaba el papel del personaje lleno de amor que ibas a representar. - De acuerdo, pero déjame verla una vez. - No, ahora ya es demasiado tarde. ¡Hasta siempre, Pilar! - Claro, ya veo lo que soy: un juguetito en tus manos. Pero te he hecho pasar un mal trago. Y si esta noche no fuera a la playa. ¿Qué harías? - Estarás allí, no lo dudes. - ¡Qué ridículo este desdoblamiento!, ¡qué ganas de sobrevivir como sea! Tú te mueres conmigo y sé que María encontrará estos folios. Esperó que fuera más tarde, se vistió como si fuera de fiesta y salió de aquella casa que la albergara durante meses. Se sentó para mirar el mar desde lejos…, después bajó a la playa y fue adentrándose en el mar, la atraía de manera fascinante. Así desapareció envuelta por las olas. María pasó toda la noche muy inquieta, le preocupaba la situación en la que se encontraba Pilar después de haberse despedido de Beatriz. Creía que pasaría por su casa al volver de la estación, estuvo esperándola. Rosa apareció puntual, como siempre. - Buenos días. - Rosa, voy a salir, encárgate de abrir. María salió un tanto acelerada hacia la casa de Pilar… En la mitad del camino pensó que no debía de molestarla, quizá necesitaba estar sola. Dio media vuelta y regresó hacia el pueblo. Pero no…, tenía que verla, corrió hasta las mismas puertas de su casa. Estaba abierta. Entró apresuradamente y no la encontró. La llamaba a gritos, buscaba por todas las habitaciones y finalmente salió por si estaba en la playa. Miró a lo lejos, no la vio. Volvió para esperarla. Se sentó…, desde esa posición pudo ver el sobre que estaba dirigido a ella, leyó muy nerviosa. Recogió los folios y salió de la casa. Esta vez caminó lentamente, hecha jirones. Se encerró en su habitación y comenzó a leer. 3 EL ALBA Y NOCTURNO FINAL Hasta aquí es más o menos lo que había escrito Dámaris…, ¿o era Pilar? Estos folios fueron encontrados, en la casa que alquiló, envueltos en un paquete y una nota que decía: a Victoria Olmo. Cuando los tuve en mi poder me sorprendió lo que estaba leyendo. Se había limitado a contar lo ocurrido en los últimos meses con todo lujo de detalles. Me conoció bastante bien durante el tiempo que pasamos juntas. Esa chiquilla me fascinó. Puedo continuar con esta historia después de encontrar lo que escribiera Pilar. Ha respetado casi todo, he añadido otras opiniones o vivencias mías. Nunca le dije que había estado a ver a Raquel, es el comienzo del relato. Para acabarlo, Pilar me necesitaba y me encontró. Ahora lo entiendo perfectamente. Y, sin embargo, no se lo reprocho. Es lo más hermoso que me ha ocurrido en mi vida: conocerla. Bien, continuaré, es lo que ella deseaba. Habíamos abierto al público como cualquier otro día, pero aquel sería muy diferente a todos los demás. Rosa oyó el griterío en la calle y pasó a avisarme. - María, María. - ¿Qué ocurre? - Hay mucha gente en la playa, creo que ha sucedido algo espantoso. Es su amiga, Pilar. Cuando oí Pilar salí corriendo donde se apiñaba la mitad del pueblo. Llegué y la habían tapado, sólo pude ver la silueta de un cuerpo cubierto. No puede tocarla, -oí que decía alguna de las personas que se encontraba allí-, me arrodillé frente a aquel cuerpo y descubrieron su rostro, era ella. No había dudas. Percibí que alguien me retiraba con fuerza, me había aferrado a Pilar creyendo que podía gozar de su presencia unos instantes más. Llegué demasiado tarde. Había agarrado su mano y noté que alguien la desprendía de las mías. Ese fue el último contacto material con aquel ser. Me hicieron un montón de preguntas, ahora no recuerdo cuáles, ni qué pude contestar en ese momento. Vi cómo la recogían como si de un bulto cualquiera se tratara y la metieron en uno de los coches. ¡Los sentí alejarse en el vacío! Después avisaron a Andrés, todo quedó en sus manos. Un mes más tarde me entregaron el paquete que Pilar había dejado para mí. Es todo cuanto conservo de ella…, y aquellos meses que pasamos juntas: los recuerdos en mi memoria y aquellas vivencias escritas. Los comentarios en el pueblo se hicieron insoportables. Cada uno interpretaba los hechos a su manera con: curiosidad, morbo, escarnio…, falta de respeto. No estaba muy segura de lo que quería hacer. De pronto todo se me presentaba como nuevo y yo me sentía más y más agotada. Había transcurrido todo tan rápidamente. Ahora me quedaba sola, era como si hubiera estado siempre, pero apenas unos meses atrás era distinto. Decidí marcharme del pueblo y continuar en otra parte. Lejos de aquellos parajes que me habían acogido siempre. Mas era difícil, nunca había vivido fuera de mi casa, de aquel pueblo. Aquellas personas que en otro tiempo se mostraron cariñosas, complacientes, hoy eran mis enemigas. No sé qué mal les hice. ¿El no ser como ellos querían que fuera? Todos me dieron la espalda. A Pilar la tacharon de mala mujer, loca, drogadicta y yo le había abierto mis puertas. “Sabía que esa mujer no traería nada bueno a esta santa casa”, -comentó un día Rosa. No sé cómo Rosa se atrevió a hablar de ese modo delante de mí. Aunque ya no me importaba nada de lo que dijeran. Pasé unos días como sonámbula, paseaba por la playa a cualquier hora. Sobre todo, en la obscuridad cuando no había nadie, por si aparecía, aun sabiendo que no volvería a verla. Por aquellos lugares más frecuentados por Pilar podía imaginarla mejor, escuchar su cálido tono de voz llamándome. ¡Sentía su presencia cerca! Creí enloquecer. Al cabo de unos meses todo estaba resuelto. Me vine aquí, a la ciudad, hace algo más de dos años. Al principio resultaba angustioso. Recorría todos los lugares que ella me había enseñado. Creía verla en cada esquina, sentada en un banco. Su rostro se desvanecía en la memoria confundiéndola entre tantos otros rostros que se cruzaban en mi camino. Olvidé que nos habíamos hecho unas fotografías y, un día, aparecieron ante mí sonriéndome, como si alguien las hubiera dejado entre mis libros. En una estábamos juntas, fue cuando visitamos a Beatriz. Hizo unas copias y me las regaló cuando vino al pueblo. Con este material contaba para reconstruir su historia, y un cúmulo inmenso de sentimientos, de buenos sentimientos hacia su persona, a ella, a Dámaris o a Pilar. Me preguntaba una y otra vez por qué me había sucedido esto a mí. Nunca hubiera imaginado que mi vida podría cambiar tanto en tan escaso tiempo. Me eligió para contar su vida…, o era mi propia historia. ¿Qué es lo que estaba pasando? No sabía por qué seguía escribiendo y, sin embargo, presentía que tenía que continuar, que el final no había llegado. Contaba con suficiente dinero para abrir una librería en la ciudad, necesitaba estar ocupada, aunque contraté a dos jóvenes y casi eran ellos quienes realizaban el trabajo. Después me di cuenta que lo que más deseaba era seguir conociendo a Pilar, aunque fuera a través de quienes la conocieron. A esa labor dediqué parte de mis horas libres. Resultaba la vida tan fácil a su lado, me trasmitía alegría, a pesar de estar a punto de morir. No llegaré a entenderlo. Por propia voluntad…, ¡me ha hecho ciscos! Llega ofreciéndome todo y después se marcha. No estaba muy segura de que Andrés se fuera a acordar de mí, pero tenía que hablar con él. Al llegar me abrió la puerta una joven muy mona. Después supe que era la nueva pareja de Andrés. Me hizo pasar al interior, Andrés me esperaba. Habíamos quedado previamente por teléfono. No me arrepentí de ir, pero me encontraba fuera de lugar. No creo que a él le gustara remover el pasado. Me dijo que le había sorprendido mi llamada y mi afán de querer seguir ligada a Pilar. “¿Qué hubo entre vosotras?”, -me preguntó- eludí como pude la contestación a ciertas preguntas y traté de llevar la conversación por donde me interesaba. Comprobé que estuvo dolido por la actitud de Pilar durante un tiempo y, después, trató de vivir su vida. Por lo que pude comprobar le iba bastante bien. Ya me habló ella de Andrés, sabía que a él le sería fácil afrontar cualquier problema. “Dejar todo por una mujer, no puedo creerlo”, -me dijo. No estaba yo tan segura que fuera por una mujer. En Pilar había latentes sentimientos amorosos difíciles de trasmitir y no pudo soportarlo más, en ese impulso por eternizarse en otros se dejó atrapar por el hechizo marino. Acabó con su vida presa por el pánico de afrontar la realidad y tantos problemas. ¿Por qué escribo todo esto? Si no lo sé. ¿Quién sabe lo que piensa quien es capaz de ir a la muerte en vez de dejar que la muerte nos arrebate la vida? ¿Quién sabe? Lo único cierto es que algunos son capaces de dar ese salto y los demás lo podemos aplaudir o censurar… En la práctica resulta que ese ser deja de estar entre nosotros y quienes lo queremos nos es difícil acostumbrarnos a prescindir de su presencia. ¿Y lo que hubiera llegado a ser…, si se hubiera quedado más tiempo? ¡No puedo continuar pensando en el absurdo! Quedo sin fuerzas. ¿Han probado a cerrar los ojos y tratar de hacer presente el cuerpo de un ser que no tienen a su lado? Es un trabajo frustrante y casi se consigue. Pero es eso que ya no está entre nosotros, en la imaginación o en el pasado. No, eso no, ni aun siquiera lo que conseguimos con el sueño. Que ya sé que soñando son imágenes como en una nebulosa, otras veces más nítidas, que hablan y se mueven y están ahí como fuera de nosotras, que las estamos viviendo en el turbulento mundo de nuestra mente, cuando el cuerpo descansa durmiendo. No es eso, quiero decir cuando despiertos estamos haciendo el esfuerzo de sentir a una persona frente a nosotros, pero real. Un ser que se mueva y nos hable. Casi lo he conseguido, he tenido esa sensación… Y cuando abro los ojos se desvanece. ¿Creen que estoy loca? No. Me encuentro sola. Tremendamente sola. Salgo a pasear y me confundo entre la gente para sentir cuerpos que andan y respiran, seres que van de un lado para otro. Ninguno se detiene. Todos tienen prisa. Observo a mi alrededor y veo millones de células deambulando y cada una está junto a otra casi confundiéndose para formar un conjunto limitado, preciso y ésta, a la vez, formando parte de otro más grande, así sucesivamente, hasta llegar a los límites, si los hay, del Universo. Y yo, a mi vez, también formo parte. ¿Qué es este embrollo vital? ¿A dónde nos lleva? No es obsesión, es que en ocasiones me salgo de mis casillas. Es mejor dejarlo y tratar de vivir, sencillamente. Había planeado un viaje para poder hablar con Beatriz, creo que es la persona que más cerca estuvo de Pilar, quien más la conoció. Dejé que pasaran unos años. Seguro que estaría muy afectada. La llamé por teléfono y comprobé lo mal que lo estaba pasando. Al final me decidí. Le comenté lo que estaba escribiendo y casi me lo reprochó. “Déjala descansar en paz” -me dijo. Fue una visita relámpago. Le pareció un poco obsesiva mi insistencia en ahondar en la vida de Pilar. Por lo demás se mostró muy amable conmigo e incluso me invitó a quedarme más tiempo. No acepté. Sabía que había concluido lo que me llevó hasta allí. No estaba dispuesta a ayudarme demasiado en la busca de más datos para enriquecer la novela. Nos despedimos cariñosamente. No nos hemos vuelto a ver. No sabía cómo terminar con este relato. Beatriz no estaba dispuesta a ayudarme. Andrés no la conoció demasiado y yo me perdía en un mar de dudas. Una mañana…, vi que una de las personas que estaba en la librería me resultaba conocida. Me acerqué a ella y le pregunté si se llamaba Raquel. - Sí, ¿de qué me conoce? Me parece recordar su cara. - Soy María. Nos vimos una vez. ¿No recuerda? Fui a su casa porque me pareció que podría persuadir a Pilar. - Ahora lo recuerdo. ¿Qué hace aquí? La encuentro más cambiada, creo que me dijo que vivía en… - Sí, vivía donde le dije. Después de la muerte de Pilar tuve que salir del pueblo y me instalé aquí. Raquel había quedado paralizada. - Vamos a una cafetería - Si no le importa podemos pasar a ese despacho. - Como quiera. Una vez que estuvieron instaladas Raquel empezó a preguntar sobre lo que había ocurrido. - ¿Le apetece un café? - Sí, gracias. Entonces… Pilar ha muerto. - Como le dije aquel día que nos conocimos…, no quería vivir. - Pero yo no podía imaginar que fuera tan grave. - No sé si sería muy grave, pero ella no quiso vivir más tiempo. La quería a usted demasiado. - Estaba obsesionada conmigo. Me había idealizado demasiado. - Sólo ella sabrá lo que sentía por usted. Pude comprobar lo llena de Raquel que estaba esa chiquilla. Vaya si lo comprobé. A ella, me parece, le daba miedo enfrentarse con usted. Me contaba que se ponía muy nerviosa cuando la tenía cerca, no se atrevía a hablarle claramente de lo que sentía. - Para Pilar la vida era como un juego, no creo que yo le fuera tan imprescindible. Le encantaba parecer diferente, conseguir lo más difícil. Hoy se dedicaba a esto y mañana a aquello sin dar a nada demasiada importancia. - Yo no opino así. Llevaba una vida bastante estable. No creo que eso suponga hacer una cosa hoy y otra mañana. Me contaba que no podía seguir en esa situación. Llegó al pueblo a descansar -me dijo. Probablemente a morir, lo tenía bien planeado. - Lo ve, no aguantaba mucho tiempo. Era como una niña, sólo jugaba. - Por favor, no piense así. No podrá imaginar cuánto la quiso. - Estoy un poco sorprendida. ¿Podemos vernos en otro momento? - Por mí encantada. Llámeme cuando quiera o pásese por aquí. Ya sabe dónde encontrarme. Raquel salió de aquel establecimiento algo nerviosa, pensativa. Pero caminaba con la cabeza bien alta…, como desafiándose. Se aproximó a una zona ajardinada y se sentó a descansar. No podía dar otro paso, pensaba una y otra vez en lo que le había contado María. ¿Por qué lo hizo realmente?, -se preguntaba. María le había hablado en serio y no podía dar crédito a esa conversación. ¿Por qué iba a cambiar ella la marcha de esos acontecimientos?, ¿por qué estaba tan convencida aquella mujer?, ¿por qué fue a buscarla a ella? Se sucedían toda una serie de preguntas martirizándola. Recordaba la pregunta que le formulara María cuando la conoció: “¿A qué tiene miedo?” Y su rechazo inmediato. Sintió la necesidad de echar a esa mujer de su casa y lo hizo. Perdió el control de sí misma. Pensaba una y otra vez en Pilar. En lo que había significado. No pudo aceptar que la quisieran. Había estado luchando tanto tiempo por no sentir nada hacia otra mujer. Y apareció Pilar con toda su frescura, esa vitalidad juvenil, dispuesta a todo, a entregarse, a amarla. No, no podía aceptar aquella relación que le proponía Pilar sin decir nada, sólo a través de sus gestos, sus miradas, sus atenciones repetidas tantas veces…, y aquel último día. El encuentro donde se despidieron para siempre. ¿Por qué no se había atrevido a retenerla? La vio partir y aceleró el motor de su coche para salir corriendo de aquel entorno. Se sintió fuerte al haber podido rechazar aquella relación que se le ofrecía. Una vez más había vencido a sus sentimientos. Aquello era demasiado, cómo iba a suponer ella que Pilar podía sentir del mismo modo, que Pilar se sentía atraída por ella. Además, no era cierto, se casó y vivió durante años con un hombre. Luego entonces ella llevaba razón. Sabía que Pilar estaba equivocada. No entendía nada de lo sucedido, sólo quería volver a ver a María para hablar de lo ocurrido. Era como para confirmar sus pensamientos. María también estaba equivocada, se repetía una y otra vez. Había pasado más de una semana. Se sintió con fuerza para hablar con María y hacerle comprender que no estaba en lo cierto. Al llegar a la librería preguntó por ella, un joven le dijo que esperara un momento. Iría a buscarla. Se dedicó a leer títulos y páginas al azar de algunos libros. María salió a su encuentro agradeciéndole aquella visita. - Deseaba que volviera. - Necesito conocer más detalles. Creo que los últimos meses estuvisteis muy juntas. - ¿Damos un paseo? - Eso mismo iba a proponerte - empezaron a tutearse. Caminaron durante horas sin rumbo fijo. Confundiéndose entre coches y personas. La conversación las mantenía muy interesadas. - No sé por qué estoy contándote todo esto a ti. Nunca hubiera imaginado que a una persona desconocida pudiera hablarle tan íntimamente. - Creo que no somos tan desconocidas. Pilar consiguió unirnos. Yo tuve su cuerpo, pero pensaba en ti. - ¿Pilar era lesbiana? - No, lesbiana no. No rechazaba a la otra mitad de las personas que vivían a su alrededor porque fueran de otro sexo. Amaba a alguien y se entregaba. No podía pensar si eras hombre o mujer si te quería. Amaba y no le daba importancia a lo que colgara o se abriera en la entrepierna. Si hay que calificarla de algo en sus relaciones amorososexuales con el resto de la humanidad, era de bisexual. - Era capaz de sentir ese tipo de amor lo mismo por una mujer que por un hombre… ¿Se sentía atraída por ambos sexos? - Creo que para ella eso no era fundamental. Quería a la gente sin distinción de ningún tipo. Si tenía que abrazar o acariciar, confundiéndose en el otro cuerpo, no pensaba previamente si era hombre o mujer. Hasta parece ridículo que la mayoría actuemos de otra manera. Me desquiciaba el acercamiento tan íntimo que experimenté a su lado. No lo podía evitar, la atracción era superior a mí. Nunca me había ocurrido algo parecido. Siempre imaginé que me sentiría dichosa en los brazos de un hombre, que algún día podría conocer a ese hombre que me sacara de mi soltería. Pasaron los años y me di cuenta que ya era demasiado tarde, acepté mi soledad, mi celibato. ¡Lo tenía tan asumido! Y un día apareció Pilar rompiendo todos los moldes. Al principio me negaba ese sentimiento que me llevaba hacia ella. Pero Pilar era más fuerte que yo, me arrastraba a seguirla. La seguí y me abandonó nada más comenzar. Siempre supe que no era a mí a quien quería, que estaba a mi lado, pero muy lejos. Me habló de ti, de Beatriz, una amiga suya. Y de Andrés, el que fue su marido…, lo quería muchísimo, sabes. Pero tú rompías con todo. Estabas en ella de una manera tan patente. No lo podía ocultar. Al menos no conmigo. A Beatriz la amaba demasiado. Cuando las vi juntas sentí celos por su amistad…, su manera de entenderse sin decir nada. Por los años que habían pasado juntas. ¡Se conocían tanto! Beatriz llegó dispuesta a abandonarlo todo por ella, a pesar de encontrarse en una situación bastante estable. Estoy segura que Beatriz no se sentía, en modo alguno, atraída por un ser de su mismo sexo, lo que hubo entre ellas fue como un regalo que le hizo antes de que se marchara. La quería y la comprendía. No dudó en sentirla plenamente. - Beatriz debe de ser una persona maravillosa. - Lo es. Creo que no le gusta que siga indagando en la vida de Pilar. Me podría dar tanta información, pero no quiere. - Yo no conocía demasiado a Pilar, según me cuentas. - Ya lo sé -mira el reloj-, es bastante tarde. Regresemos a casa. ¿Quieres que nos volvamos a ver? - Claro que quiero. Este próximo mes voy a estar muy ocupada. Tengo que rodar fuera, te llamaré cuando regrese. - Si no lo haces iré a buscarte. Sé dónde vives, –ambas sonríen. - Nos veremos de nuevo. María estaba contenta por haber conocido a Raquel, nunca imaginó que llegaran a encontrarse. Raquel, por su parte, estaba sumida en la desesperación. De pronto se levantaba el monstruo de los deseos ante ella. Había estado todo tan controlado. El trabajo la tenía ocupada al máximo y no tenía ningún problema últimamente en ese sentido. Su vida se le presentaba, día a día, de manera clara e inmediata. Dedicaba todo el tiempo a su profesión que le entusiasmaba Y, ahora, volvía a formularse las mismas preguntas, a replantearse ciertos temas. No estaba muy segura de querer volver a ver a María y, sin embargo, era lo que más deseaba, se sentía atraída por aquella mujer. Preparó el equipaje, lo metió en el coche y partió a su lugar de destino, todo el equipo estaría esperándola. Era una mujer tremendamente activa y las semanas que estuvo fuera se había olvidado, un poco, de los diferentes encuentros con María. El trabajo la mantenía pletórica, la absorbía por completo. Estaba encantada con su labor creativa, de la manera que conducía a sus personajes, de la forma que ese arte la forzaba a continuar. En ocasiones, era arrastrada por su propia creación, en vez de dirigir, era ella quien estaba forzada a encaminarse hacia algo que no sabía bien, pero pensaba que era eso y no esto otro lo que debía realizar en ese momento. Había dado vida a tantos personajes, creado escenas tan diversas. Su mundo estaba tan repleto. Su sonrisa jovial, su manera tan atractiva de vivir. La seriedad y responsabilidad ante el trabajo, sus logros, le habían hecho merecerse el respeto y la admiración de muchos seguidores. Contaba con numerosos compañeros, con verdaderos amigos. ¿Por qué iba a tener miedo a nada ni a nadie? Una vez en su casa, repasando unas notas para su próxima película, apareció ante ella un papel con el sello de la librería. Respiró profundamente. No lo dudó más y descolgó el teléfono. Volvería a verla. Habían quedado en su casa. María llegó puntual. - ¿Qué tal el viaje? - Estupendo. Ha resultado mejor de lo que esperaba. Teníamos una serie de problemas con el protagonista, se resolvieron felizmente. - Me alegro. Me gustaría ver cómo transcurre un rodaje. Dispongo de tiempo. Además, dejo en buenas manos el negocio. ¿Cuándo vas a rodar la próxima vez? - En una semana nada, de momento. Tengo que pasar unas escenas para comprobar cómo han quedado. Aunque espera, podríamos irnos unos días a Cantabria. Un compañero, muy amigo, dirige una película que, creo, puede ser muy interesante. Hablaré con él esta noche. Te diré en qué hemos quedado. No sé cómo pude comportarme tan drástica contigo aquel día que nos vimos por primera vez. - Llegué a tu vida sin previo aviso y responsabilizándote e incluso dando a entender que tú podrías evitar la catástrofe que se avecinaba. Fui demasiado atrevida, no merecía otra respuesta, no te preocupes. - Me sorprendió mucho y me asustó lo que viniste contándome. Te atreviste a decirme que tenía miedo. Tú no sabías por qué, pero yo sí y eso me hizo mucho daño. Soy lesbiana, lo he sido siempre y nunca me he atrevido a comportarme como tal. Mis rollos son con hombres y, por supuesto, frustrantes. Tengo fama de que me gustan mucho los tíos, pero no pasan de ser una aventura. Sé disimular, debería de haber sido actriz. Puedo ser capaz de interpretar bien cualquier papel. Nunca he tenido contacto carnal con mujer alguna, lo he evitado a toda costa. Cuando conocí a Pilar me fascinó. Me fui dando cuenta de lo compenetradas que estábamos, lo a gusto que nos sentíamos juntas. Nunca di un paso de mayor aproximación, mas deseaba ardientemente su llegada. Y ella, de lo más anárquico que he conocido en mi vida, aparecía sin avisar, cuando menos lo esperaba. Con el tiempo me di cuenta de lo enamorada que me sentía y de que ella se había enamorado de mí. Yo sabía ocultarlo porque ya lo había hecho en algunas ocasiones, pero ella no. Empecé a poner excusas para no vernos. Me parece que eso la llevó a la confusión, a sentirse culpable o algo por el estilo. Algunas veces había interrumpido en mi vida sin avisar y le hice ver que eso no me gustaba, a base de rechazos. Un día apareció a buscarme y me dijo que era mejor no vernos durante un tiempo. Me confesó que se había enamorado de mí y que no estaba dispuesta a molestarme nunca más. De momento creí que había ganado la batalla, aunque sentí la necesidad casi venciéndome de ir a buscarla. No lo hice. Pensé que me había idealizado, era su último amor casi adolescente, se le pasaría. No podía arriesgarme para nada. Dar ese paso para después perderlo todo. Me importaba demasiado lo que pudiera pasar. No me creí que fuera tan serio lo que sentía Pilar. Raquel había entristecido por momentos. María se dio cuenta y quiso aliviarla. Se acercó a ella de forma muy cariñosa. - No me toques, por favor, -angustiada. - No pretendía herirte, sino todo lo contrario. ¿Qué te ocurre, Raquel? ¿Por qué te hace tanto daño eso que sientes? - No lo sé -más tranquila-, no sé lo que me pasa. - Te empeñas en ocultar lo que sientes y alguna vez tendrás que enfrentarte a ti misma. Creo que estás perjudicándote más de lo que piensas. Eres capaz de sentirte atraída por otra mujer y no lo aceptas. No te das cuenta que te haces polvo. - Había conseguido no enamorarme de ninguna otra mujer. Apareces tú ligada a ella, recordándomela, tan cariñosa… No puedo renunciar tantas veces a estos deseos que siento. Necesito que me abraces. María la abrazó, sintió un amor maternal por aquella mujer. La sentía herida, muy independiente, eso sí. Pero tenía tanta necesidad de amor, de ser amada. Permanecieron un rato largo en ese abrazo. María la acariciaba tiernamente, percibió cómo se serenaba Raquel. - ¿Estás más tranquila? - Sí, gracias. No sabes cuánto me gusta que seas tan amable conmigo. - Me gustaría que fuera Pilar quien pudiera verte así, tan llena de dudas, como cualquier otra persona, a pesar de tu apariencia de ser autosuficiente. - Quizá debería de haber sido más sincera con ella. - Hubiera sido mejor. Pienso que ella tuvo miedo a acercarse a ti, te había idealizado. Y tú tuviste miedo a ese acercamiento. Miedo de vosotras mismas en el fondo. A ella le daba miedo quererte y tú temías ser querida. Es una lástima que no os atrevierais a conoceros más. - Ya no puede ser. - Llama a ese amigo tuyo. Si tú puedes y, es posible, te acompaño a Cantabria para ver el rodaje de una película. Las dos necesitamos un descanso. Raquel deseaba conocer más a María y aprovechó esta ocasión para poder viajar juntas, pasar unos días con ella. Todo estaba listo. Partirían de un momento a otro. Estaba esperándola. El viaje fue bastante placentero, fueron a buscar el hotel y a encontrarse con Ricardo. Después de una larga y agotadora tarde, aunque sólo fueran espectadoras, decidieron descansar. Recibieron una llamada, eran los chicos del equipo de Ricardo, querían cenar todos juntos. No podían negarse. Se unieron a ellos. Terminaron extenuadas, pero antes de dormirse intercambiaron algunas frases, comentarios sobre la gente con la que habían pasado la velada. Raquel los conocía bien y María, de manera curiosa, preguntaba sobre uno y otro. - Juan es magnífico. - Has estado toda la noche con él. Se nota que te ha gustado. - Cómo no va a gustarme, es tan atractivo. - Un mujeriego. - ¿Por qué hablas así de él? - Lo conozco demasiado. - Ha estado tan cordial conmigo, tan encantador. - Es su táctica. Un día más y te acostarás con él. - Pues no me importaría. - Ya sé. ¿Tienes tantas ganas de…? - Qué manera de hablar. Me gusta, eso es todo. - Que te siente bien. - ¿Qué te pasa? - Conozco a esos hombres, sólo buscan sumar una más a sus conquistas. - Deja de hablarme así. Estoy cansada. ¡Buenas noches! Raquel tardó un poco más tiempo en dormirse. Salió al balcón y se quedó observando las estrellas. Al acostarse vio cómo dormía su acompañante. Sentía muy cerca aquel cuerpo femenino, le hacía experimentar sensaciones tan contradictorias: el deseo de entregarse y el rechazo consciente por no dejarse vencer. No estaba dispuesta a dar un paso hacia una relación de ese tipo. Lo había evitado durante tantos años. A la mañana siguiente se levantó y María no estaba. Después de una hora bajó al vestíbulo y la vio hablando con Juan. - Parece que os habéis encontrado de nuevo -le dijo-, cuando se quedaron a solas. - Me preguntaba si permaneceríamos más días. Me ha invitado a cenar esta noche. - ¿Has aceptado? - Por supuesto. Ya te he dicho que me agrada su compañía. - Haz lo que quieras. Después te invitará a su habitación. Ya me contarás mañana. - ¿Por qué estás tan segura de que te lo voy a contar? - Olvídate de él, si quieres divertirte elige a otro. - Me gusta Juan. - Tú verás lo que haces. - ¿Acaso te molesta? - ¿Por qué iba a molestarme? Sé cómo es y te utilizará para alargar su lista de conquistas. Es muy egoísta. - Déjame comprobarlo. ¿Quieres? - Por mí…, allá tú. Salió apresurada del hotel. - Espera, Raquel. Hemos venido juntas, me gustaría ir contigo. Visitaron algunos lugares dignos de aquella ciudad y fueron a comer a un restaurante cerca de la playa, al Sardinero. Por la noche María se vistió cuidadosamente para acudir a la cita con Juan. - Te estás poniendo muy atractiva. Se dará cuenta de que te mueres por su cuerpo. - No me importa lo que piense. - Que te diviertas. - Lo dices en serio. - Claro, ya que estás decidida a ir procura pasarlo bien. - No esperaba menos de ti. Raquel se quedó con unas ganas inmensas de estrecharla antes de que se marchase. Se había puesto realmente atractiva. La esperó hasta muy tarde, no regresó. La imaginaba en los brazos de Juan. Sabía, por experiencia, cómo era ese hombre. No perdía el tiempo. Cuando se despertó, a la mañana siguiente, oyó que había alguien en el cuarto de baño. Se quedó tranquila, había vuelto. Esperó en la cama hasta que saliera María. - ¿Lo pasaste bien? - Sí, es un hombre encantador. - ¿Has pasado la noche con él? - Como suponías. - Te lo dije. - Estoy contenta. Deberías alegrarte por mí. - Me preocupa que te hagas ilusiones, para él eres sólo una aventura. - No busco más. - Será mejor. - Tengo todo el día libre ¿Qué piensas hacer? - ¿Y Juan? - Ha terminado la aventura. Lo sabías. - No esperaba que fuera tan rápido. - Tiene que marcharse. Nos volveremos a ver en otra ocasión. Me ha pedido el teléfono. - ¿Crees que te llamará? - Estoy segura. - ¿Tan segura estás? - No le he hecho mucho caso. Olvidémonos de Juan, seguro que él no se acordará tanto de mí. - Quién sabe, muestras un atractivo muy especial últimamente. - ¿De verdad? Cuánto me alegro. Ya va siendo hora de que vaya rompiendo corazones. - Tómatelo a risa… - ¿Qué haces en la cama a estas horas, no vas a levantarte? - Era muy tarde cuando me dormí anoche. - ¿Fuiste a algún lugar? - No, estuve aquí. - ¡Levántate! Vamos a comer y hacemos planes para la tarde. Por la noche se acercaron a la playa y pasearon durante horas. María iba muy callada. - ¿En qué piensas? - Esto me recuerda a mi pueblo. He pasado toda mi vida allí. Nunca imaginé que pudiera cambiar de lugar. - Creo que estás mejor. - Es posible. - ¿Te vas a poner nostálgica? - Procuro no aguar la fiesta a nadie. - Me alegro, no me gusta ver caras tristes. - Vamos a dormir, ¿quieres? - Sí, ya está bien por hoy. Además, no tienes muchas ganas de hablar. Los días que pasamos juntas nos sirvieron para conocernos un poco. La curiosidad por conocer más detalles sobre la persona que nos uniera había quedado satisfecha por ambas partes. Sólo quedábamos Raquel y yo, frente a frente. Parecía que habíamos conectado y sería posible eso que denominamos amistad. Aunque el tiempo sería quien se encargaría de demostrarlo. Al regreso quedé informada de lo ocurrido durante los días que había pasado fuera. Me puse al frente de la librería como era habitual. Tuve que pedir algunos libros y dar entrada a otros que se recibieron durante mi ausencia. Todo había transcurrido con normalidad. Los jóvenes que trabajan conmigo no tuvieron ningún problema. Se podía prescindir de mí durante una temporada, como suponía. Algunas veces pensaba en Raquel. Era una persona muy sensible e inteligente, lo que no entendía era ese empeño suyo en ocultarse la atracción que sentía por otras mujeres. Aunque sus razones, tendrá. Quién era yo para juzgar su postura. No me extrañaba que Pilar hubiera estado tan fascinada por ella y, a la vez, dudara tanto. Raquel hizo lo posible por crear esa confusión. No estaba dispuesta a dejarse vencer, a pesar de quererla mucho. Pilar me hablaba de ella como una persona fría y distante. Era difícil una aproximación. En el fondo temía amar y ser amada. Y Pilar también. Pero desde que decidió no seguir viviendo más empezó a comportarse de manera sincera. Hacía lo que quería, ya no temía nada. Y, sin embargo, no se atrevió a ver a Raquel. La había idealizado demasiado, eso es. Temía enfrentarse a la realidad: a Raquel y a ella misma. Ayer llamó Juan por teléfono, lo esperaba. Nos volveremos a ver. No sé qué siento en realidad. Seguramente no es nada más que el deseo de estar en los brazos de un hombre. Lo había imaginado tantas veces… Me gustaría que llegáramos a ser buenos amigos. No podría soportar lo uno sin lo otro. Raquel es una persona que me atrae muchísimo, pero no voy a engañarme, sé que todo tiene como fondo el haber conocido a Pilar. Parece como si quisiera conseguir lo que ella no pudo: el acercamiento a Raquel. Tengo que prepararme para acudir a esa cita, Por una parte, deseo ese encuentro, pero tampoco quiero que se convierta en una relación absurda, vernos para pasar un rato en la cama. Iré, está claro. Esta noche me presentaré y veamos qué ocurre en ésta y otras ocasiones, si las hay. Estoy muy acostumbrada a vivir sola, mas es tan diferente la soledad en las zonas urbanas. El ámbito rural tiene su lado positivo. Estaba tan habituada a aquello. Cogí un taxi y me acerqué hasta la cafetería donde habíamos quedado. Allí estaba él, tan atractivamente presentado. Cómo negarme bocado tan exquisito. Después de cenar me acompañó a casa, lo invité a subir. Se quedó conmigo toda la noche. Al amanecer me dijo: “Te volveré a llamar”. En cierto modo era lo mismo que yo había perseguido, continuidad, pero sentía un vacío muy grande. Comprendía que no sería capaz de aguantarlo mucho tiempo. En fin, no llamará muy pronto, lo llamaré más despacio. Pilar me había empujado a esta otra manera de vivir. Con el paso de los años me sentía a gusto en la gran ciudad. Contaba con pocos amigos, aunque siempre había sido así, ahora, echaba de menos el ambiente tan cordial que existe en los pueblos. La gente se acerca a tu establecimiento a comprar y te habla de otra manera. Estaba muy apartada de mis convecinos, pero ellos se hacían presentes, me llenaban las horas. No sé el porqué de esta nostalgia tan absurda. Haciendo balance puedo estar satisfecha. Me encuentro mejor, lo que pasa es que se echa de menos lo que ya no tenemos. Me muevo con más libertad. A nadie le importa lo que piensas o cómo eres. Les tiene sin cuidado quién llega a tu casa, no te controlan. Tengo que reconocer la diferencia tan abismal que existe. Se puede vivir mejor en muchos aspectos: sociales, culturales, de relaciones. Decididamente esto me gusta. No podría volver a vivir en un pueblo. De nuevo estaba allí, Raquel acababa de cruzar el umbral de la puerta. - ¡Buenos días! - ¡Hola! - ¿Has estado fuera? - Sí, ya te lo dije. Vine hace un par de días. He pensado que podríamos salir estar tarde juntas. ¿Te apetece? - Claro. Espérame, voy a recoger un libro que tengo para ti. Pensaba enviártelo, ya que has vuelto te lo llevas. - Es una maravilla -me dijo cuando regresé. - Me alegra que te guste. Te lo envolveré. - Pensé que te gustaría tenerlo. - Sí, pero esto es muy caro. Es una joya - Los regalos se aceptan. - ¿Qué has hecho estos días? - Nada en especial. Ya sabes que paso aquí la mayor parte del tiempo. - Me gustaría que me acompañaras al estreno de mi próxima película. Será mañana a las siete. Puedo pasar a recogerte para ir juntas. - De acuerdo. Aunque sería mejor que fueras con un guapo galán. Imagino que acudirán los protagonistas y muchos compañeros, estarás muy solicitada esa noche. - No creas, ocurre siempre igual. Existen unos momentos en los que todos te asedian. Pero al final cada uno va a su rollo, pronto nos dispersamos. Si fuera un éxito me gustaría celebrarlo contigo. - Creo que los comentarios sobre el transcurso del rodaje ya te lo confirman. - No puedo quejarme. - Te acompañaré, así conozco a más gente dedicada al espectáculo. - ¿Has vuelto a ver a Juan? - Me llamó y cenamos juntos. - Sólo cenasteis… - Qué curiosa eres. - Me interesa saber lo que haces. - Y ese interés tan repentino. - Piensa, piensa en mis inclinaciones ocultas… - Veo que estás cambiando. - Algún día tenía que ocurrir. Al día siguiente estuve esperando la llegada de Raquel. La notaba un poco nerviosa, aunque ella ya había llevado a cabo el trabajo y estaba satisfecha. Desde luego fue un éxito, como todos habían previsto. Después de proyectada la película tuvo que recibir las felicitaciones de amigos y compañeros, cuando pudimos nos alejamos de aquel numeroso grupo. Me invitó a tomar una copa en su apartamento. Estaba muy contenta. A mí me alegraba mucho verla en ese estado. Creo que se lo merecía. - ¿Quieres quedarte esta noche conmigo o te acompaño? - Será mejor que me quede, es ya muy tarde. - Entonces podemos seguir un rato más. Me apetece hablar, no tengo sueño. - Yo tampoco. Es fenomenal, Raquel, me ha encantado tu película. Tengo guardadas algunas historias, en forma de novelas, quizá se podrían adaptar para un guion cinematográfico. - No me habías dicho que escribías. Déjame leerlo. Me gustaría trabajar contigo. Podríamos escribir juntas algunos guiones. - Despacio. Todavía no sabes lo que escribo. - Habrá que leerlo. - Te dejaré algunos relatos. Si sirven los aprovechamos y si no a la hoguera. - Suelo ser bastante meticulosa a la hora de juzgar el material con el que voy a trabajar. Tendré que leerlo detenidamente, a lo mejor es un tema interesante. - Eso espero. - Mañana te acompaño a casa y me lo dejas, lo iré leyendo por las noches. Otro asunto, los próximos quince días estaré muy ocupada no creo que nos podamos ver. - No hay prisa. Tómatelo con calma. Han estado guardadas durante años, pueden esperar un poco más. - Estoy deseando ver cómo escribes. No imaginaba en ti esa faceta, aunque por qué no. - No estoy muy segura de que puedan gustarte. Serás la primera persona que las lea y me asusta un poco lo que puedas pensar. No me gustaría que perdieras tu valioso tiempo leyendo lo que escribo. - ¿Hace mucho que lo escribiste? - Llevo escribiendo algunos años, creo que me tendrías que dejar que lo seleccionara. Tengo mucho trabajo frustrado y no merece la pena que lo leas todo. - Como quieras, aunque no me importaría ir seleccionando yo misma. - Mañana veré lo que tengo por ahí. Me acompañó a casa. En el último momento casi no me atrevía a dejarle aquellos escritos que había guardado durante años. Entré en mi dormitorio mientras ella esperaba en el salón y aparecí con un par de novelas. - Llévate estas dos. Después te dejaré alguna otra. Quiero releerlas antes de entregártelas. Además, con esas tendrás más que suficiente para saber cómo escribo. - Tengo que marcharme. Cuando esté más libre te llamo. - ¡Hasta pronto! Raquel cogió el paquete de cuartillas y las metió en el bolso. Después desapareció. Durante algún tiempo me dediqué a leer lo que había escrito. Me daba la sensación de que aquello no tendría mucho interés. Durante días y días estuve esperando impaciente su llamada, quería saber lo que le habían parecido. Llamó después de dieciocho largos días y acudí a su casa con cierta prisa. Abrió la puerta. La saludé un tanto inquieta, tenía tantos deseos de escuchar lo que opinaba sobre mis trabajos literarios. - Siéntate aquí. Voy a preparar un café. Vi cómo se marchaba a la cocina. Salió de nuevo, se acercó al aparato de música y llenó el ambiente de bellos sonidos. Se sentó muy cerca de mí, comenzó hablando de su trabajo. - He pasado unos días agotadores. Parecía que todo me salía mal. La protagonista se rompió una pierna, tendrá que estar escayolada durante meses. Estamos rodando escenas en las que no aparece Elisa. Nos retrasamos más de lo que teníamos previsto. En fin, no estará acabado el trabajo para la fecha que habíamos pensado. Intentamos incluso sustituirla, pero no ha dado resultado. Hemos encontrado a una joven que con el maquillaje y demás casi logramos sean idénticas. Falla el lado artístico, ya no es igual. - Y no se podría empezar de nuevo con otra actriz. - Tenemos muchos metros de rodaje, no podemos volver al principio. - Es una lástima. - Menos mal que tengo otros trabajos pendientes. Fue a la cocina, sirvió el café. Me preguntó por la librería y asuntos relacionados con ella. Al final se decidió a hablar sobre lo que me interesaba. - Ya he leído tus novelas, -quedó en silencio-, técnicamente son perfectas. Me gusta más las que titulas: “En un país lejano”. - A mí también. - No sé qué decirte. Las siento un poco vacías. Los personajes se mueven como en una nebulosa, no resultan muy reales… - Ya te dije que no servirían. Tenía mucho tiempo libre y me dedicaba a escribir. - He visto fechas al final, imagino que serán los años en los que las escribiste. No te desanimes, merece la pena que sigas escribiendo. Deberías de darle más fuerza a los personajes, que se sintieran más vivos, con problemas, todos los tenemos. Siente a los personajes. Una se puede desdoblar mil veces, si quiere, para darle más fuerza a cada ser que está creando. Me gustan mucho tus descripciones, eres muy observadora. El paisaje tiene que ser modelado de tal manera que al espectador le sea fácil identificar el estado de ánimo de los protagonistas a través de él. La escena tiene que dar sólo la información que nosotras queramos… Me estoy pasando con la crítica y si te das cuenta lo llevo al mundo del cine. Es mi óptica. Déjame que lea algo más, quizá eso que a ti te parece peor tiene gancho y podemos utilizarlo. - No creo. He estado repasando algunos relatos y todos se parecen. Son los mismos temas, los mismos personajes irreales, como tú me dices. Será mejor que lo olvidemos. - No quiero que dejes de escribir. Mira a tu alrededor y observa cómo es la gente. Inventa historias, pero no te olvides del mundo que te rodea. Vamos a dejarlo me estoy poniendo insoportable. - No me importa que seas sincera, es lo que te pedí. - No hubiera sido capaz de decirte lo que no pienso. Me gustaría que trabajáramos juntas. Sigue escribiendo, revisa. ¿Has escrito algo últimamente? - Sí y no. - ¿Cómo debo entender eso? - Quiero decir que sí estoy escribiendo, pero no me gustaría que la gente lo conociera, me he transparentado mucho en ese trabajo. - Precisamente es lo que quería decirte. Hay que trabajar en lo que a una le gusta realmente, en aquello que se deja la piel… Me gustaría leer eso que no quieres se conozca. - Todavía no está terminado, ya lo pensaré. - Siento haber sido tan devastadora. No pretendo herir tus sentimientos, sólo quería que supieras lo que opino. - De nuevo te repito que no me importa. Yo lo he querido así. Raquel siguió hablando, pero esta vez había cambiado el tono de su voz. - A través de lo que te conozco, gracias al tiempo que hemos pasado juntas me he dado cuenta que hemos conectado rápidamente. Me alegra mucho haberte encontrado. Eres una persona realmente atractiva. Me gustaría que pudiéramos vernos más a menudo. - Sabes que dispongo de tiempo y pocos amigos. Por mi parte no será difícil, por mi parte estoy bien localizada. - Dentro de unos días me marcharé a París. Tengo que recoger unos documentos y visitar algunos lugares relacionados con el personaje histórico de mi próximo trabajo. ¿Te vienes? - Así de pronto. Será mejor que lo piense y te lo diga mañana. Después de una hora me despedía de Raquel. Me había quedado un poco desilusionada. Sabía que mis escritos no eran buenos, no sé cómo tuve que contarle que escribía. No me habían molestado sus críticas, en realidad cada uno sabe muy bien cómo ha hecho un trabajo. Me sentí muy animada cuando fui al estreno de su película y ver cómo todos se acercaban a ella para felicitarla. Fue eso lo que me fascinó y quise trabajar a su lado. Lo que estaba claro es que como actriz era impensable y vislumbré la posibilidad de que fuera como coguionista. ¡Qué atrevimiento el mío! ¿Autora de qué? Cuento con una docena de cortas y malas novelas. Me alegra que haya sido sincera conmigo. Así aprenderé a no hacerme ilusiones. Quiere que la acompañe y no sé si ir. Me fascina tanto el mundo en el que se mueve. Es una persona tan llena, tan solicitada. Ser su amiga me gusta, la acompañaré. Estábamos en París, la patria chica de mamá. Recuerdo cuando veníamos los tres a visitar a los abuelos. ¡Me parecía tan distinto al mundo en el que yo vivía! Me había olvidado de lo atractivo que resulta un lugar así. Hacía tantos años que vine por última vez. Cuando murieron mis abuelos se acabaron los viajes, mamá empeoró y cada año resultaba más difícil. Estas calles, sus casas…, el Sena dormía en los recuerdos de mi niñez. Volvía a ellos y me transportaban a mis años jóvenes tan unida a papá. Se me agolpan tantas sensaciones diferentes. En aquel tiempo percibía olores distintos a los que hoy se respiran. ¡Cómo había cambiado! Y, sin embargo, la huella del pasado estaba impregnando cada metro de sus bulevares. Ese aire de ciudad cultural y sofisticada…, siempre atractiva. Rodeada de esa aureola de ciudad deseada por tantos artistas. Nos hospedamos en un hotel junto al Sena, las noches vistas desde el balcón parecían diferentes. Raquel estaba junto a mí y casi lo había olvidado, abstraída por tantos recuerdos. Habíamos pasado todo el día de un lado para otro visitando museos, al archivo. Estábamos realmente agotadas. Raquel se acercó y deslizó suavemente su mano desde mis hombros. “Es precioso, ¿verdad?, -me dijo. Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo. Algo parecido había sentido junto a Pilar. No me había dado cuenta hasta un poco después, reaccioné repentinamente. Raquel me preguntó si estaba molesta por algo que ella hubiera hecho. “No”, -le contesté entrecortada. Pronto comprendí lo que estaba sucediendo y no me encontraba segura de lo que sentía realmente. Me di cuenta que a Raquel ya no le importaba mostrar sus sentimientos a otra mujer. Llegó un camarero con una botella de champán. Amablemente la descorchó y se marchó. Pensé en la noche que pasé junto a Pilar. ¡Estaban en mí tan presentes aquellos momentos! Raquel sirvió dos copas y me ofreció una. “¿Brindamos?” -me preguntó. Acerqué mi copa a la suya y oí el tintineo del cristal. - ¿Estás muy callada? ¿Te ocurre algo? - No, siento agotamiento. Mañana podremos descansar. Sólo tengo que recoger otros documentos, habré acabado con lo que vine a buscar. - Raquel, no sé qué estás pensando, pero te mantiene muy lejos de aquí. - Cuando estoy rendida no soy capaz de mantenerme en pie. Lo siento, voy a acostarme. Mientras me desnudaba vi cómo me observaba Raquel, me intimidó aquella mirada. Me puse nerviosa. Forcé una sonrisa. Ella era muy inteligente, sabía lo que estaba ocurriendo. A la mañana siguiente me despertó el ruido del agua al caer en la bañera. Sentí que se aproximaba por detrás. Me volví de repente. - ¿Te has asustado? - No, estaba despierta. - Voy al baño, -se acercó más. María, quieres… Se abrazó a mí y quedé paralizada en ese abrazo. Era como si Pilar hubiera vuelto. La seguí, en aquel momento la hubiera seguido donde quisiera. Cuando empezó a caerme el agua encima me desperté del aletargamiento en que me habían sumido tantos recuerdos. Vi los chispeantes ojos de Raquel mirándome. Me acariciaba, la acariciaba. Me sentí fundir. Volvimos a la cama y pasamos varias horas juntas… Su cuerpo era tan hermoso. Unos días más en París y regresamos a casa. Raquel estaba realmente encantadora. Vi cómo partía en su coche desde la ventana. Esperé todo el día y no apareció, tampoco sonó el teléfono. Llamé a su casa y oí su voz gracias al contestador automático. Tenía ganas de verla, de sentirla cerca. Fui arrancando hojas del calendario que tenía sobre la mesa del despacho. Raquel no dio señales de vida. Estaría muy ocupada. Ya era muy tarde, otro día que no llamó. Estoy tumbada en la cama llenándome con diversas melodías. Es una manera de transportarme lejos, de sacarme de este mundo a otros mundos etéreos. La escritura se me queda corta en ese afán de expresar lo que siento tan dentro de mí, qué puede haber comparable al momento ese en el que tu alma se siente turbulenta, llena de contradicciones, angustiada…, y después de un breve tiempo, sin saber el porqué, llega la calma. Aparecen las lágrimas apenas perceptibles o la sonrisa capaz de cambiar al rostro más fiero, más desencajado. Recuerdo una tarde de tormenta, era muy jovencita, acababa de cumplir diecisiete. Oímos que todo estaba revuelto, los hombres corrían como locos hacia la mar embravecida, se escuchaban gritos; llamar a cada puerta, repetidas veces, quienes corrían hacia el puerto. El griterío inundo el silencio de la noche. Mi padre me cogió de la mano y corrimos con todos los demás. Nunca había visto algo tan espantoso. Una gran cortina de furiosa y espumosa agua chocando contra las rocas quería arrollarnos. Ese gran horror de la catástrofe que puede vivirse a la vez por un grupo numeroso estaba ocurriendo en esos momentos. Veíamos cómo el agua traía en un arrastre monstruoso algunas barcas más pequeñas o bien cuerpos sin vida, algún miembro sólo incluso; trozos de madera, cabos sueltos de algunas cuerdas… Aquella noche estaban sucediendo escenas apocalípticas. Los corazones, de cuantos vivíamos esos acontecimientos, palpitaban al unísono. Las escenas tristes se sucedieron. Pasaron unas largas y angustiosas horas y al final la mar se fue calmando, poco a poco. La gente se abrazaba de manera desesperada, impotentes. Parecía que todo lo peor había pasado. Días llenos de lamentaciones por los daños sufridos en la catástrofe y vuelta a empezar. Después lució un sol radiante como queriendo borrar aquellos momentos tan devastadores, todo se quedó en calma. Vuelta a reconstruir. Al cabo de unos meses había quedado en el recuerdo. ¿No sería el sol la clave? Es decir, la vida. Se me estaban cerrando los ojos, el recuerdo de aquellas escenas me había vuelto a agotar. Al amanecer abrí las ventanas, el sol me había despertado. Juan llamó de nuevo y acudí a su cita. Aunque sabía que sería distinto. Me llamaba cuando no tenía otro plan mejor, hablar sobre temas generales y al lecho. No me gustan las despedidas, ni dar demasiadas explicaciones porque no creo que a él le importara demasiado. Estaba convencida que aquella cita sería la última. Era un hombre muy atractivo, pero la aventura había llegado a su fin. Aunque él no quería enterarse, seguro que volvería a llamar. Empezaba a disfrutar de lo que me aportaba el vivir aquí. Madrid podía resultar una ciudad hermosa. Los paseos por los lugares que me enseñara Pilar habían empezado a perder un tanto el recuerdo que me unía a ellos. Ahora los veía desde otra perspectiva. Asistía a numerosos espectáculos. Ya no me importaba ir sola. Recordaba a Pilar, cómo no. Pero me daba cuenta de que Beatriz llevaba razón, es mejor dejar a los muertos en paz. ¡Qué dicha si la tuviéramos! Gracias a mi relación con Raquel había conocido a otro tipo de personas, algunos muy raros y curiosos, como los libros que vendía. Pasaba la mayor parte del día ocupada en mi trabajo, habíamos conseguido un ambiente muy cordial los tres que trabajábamos juntos. Todo parecía marchar viento en popa. En ocasiones la vida se presentaba bastante cruel, no ya conmigo, sino con gente que estaba a mi lado, a la que conocía de cerca. Cada uno teníamos una serie de problemas que solucionábamos según nuestras posibilidades y seguíamos adelante. Últimamente me sentía más tranquila, aunque hubiera pasado por momentos de verdadera confusión. “El tiempo todo lo cura”, es una frase que oía frecuentemente, en boca de las gentes más viejas de mi pueblo. Pensé que habían pasado bastantes años y volví por allí. En principio le dije a Raquel que me acompañase para que lo conociera, después cambié de opinión. Llegué por la mañana, el pueblo estaba tranquilo. Me fui acercando a la playa muy despacio… Se sucedían en mi mente toda una serie de recuerdos. Pasaba de una edad a otra de mi existencia en un vaivén anárquico. Corría siempre cerca de él, de papá. Y mamá allí, debajo de la sombrilla, observándonos. Me acerqué hasta la casa que alquilara Pilar. Estaba un poco cambiada, Me senté en el lado de la roca que le gustaba, pude comprobar con calma que se movía el agua de mi trozo de mar. Me sentí muy emocionada al verme en el lugar que me había acogido tantos años… Regresé al pueblo, entré en la iglesia. Esta vez me senté en uno de los bancos del final. Observaba todo atentamente, como si fuera a verlo por última vez. Me acerqué hasta el coche y fui a comer a Figueras. Visité el museo de Dalí por la tarde. Esperaba que llegara la noche cubriendo con su manto negro la luz del día para volver al pueblo. Y regresé, el embrujo de la noche me llevaba hasta la playa. Encontré jóvenes en mi camino, mi cuerpo solitario paseaba sigilosamente sobre la arena. Y recordé su silueta, con toda precisión, a través del juego luminoso de la luna con la mar. Por un momento sentí la necesidad de confundirme con las olas. Me había mojado hasta la cintura. Mis fuerzas flaquearon, no sabía bien hacia dónde dirigirme. Finalmente di la vuelta y caminé hasta donde había dejado el coche. Aceleré el motor del vehículo y salí huyendo de aquel entorno. De vuelta en Madrid volví a ver a Raquel. - Quería haberte acompañado, lo habrás pasado mal. - Tenía que ir sola, en otra ocasión iremos juntas. Le había dejado una serie de relatos cortos para leer. Había venido a traerlos. - Esto promete, creo que podríamos trabajar las dos con este material para escribir un guion para una película, incluso varios cortometrajes. - ¿Estás segura? - Es muy distinto a esas largas novelas que leí. Los personajes están vivos: lloran y ríen. Te confunden, tienen problemas. Me parece que podría resultar. ¿Quieres que lo intentemos? - Si crees que pueden ser útiles. - Estoy segura. Habrá que empezar a trabajar duro. Comenzaremos el viernes, tendré más tiempo a partir de entonces. Íbamos a trabajar juntas. Me entusiasmaba la idea. Tenía ganas de conocer el mundo del espectáculo desde dentro, aunque sólo fuera colaborando en la creación de los guiones que hacen posible el sensacional arte del cine. Tantas imágenes que llegan a nosotros confundiéndonos, alegrándonos, haciéndonos llorar. Es el espectáculo que llega a un número mayor de personas. Recuerdo, cuando de pequeña, me acercaba con papá a ciudades para ver una película. Aquella fascinación que ejercía en mí ese espectáculo. Te encontrabas con gente de todo tipo. Todas las clases sociales podían disfrutar de aquel invento. No se necesitaba preparación previa, no se tenía que desembolsar mucho dinero. También asistí a otros espectáculos: el teatro, la ópera. Cada uno ocupaba su lugar y eran distintos en sus manifestaciones. Acogían a seres de otras clases, personas con otras inquietudes. Eran para minorías. El cine era para todos y hemos podido gozar de la dicha de intercambios culturales, sociales… Al principio con todos, en las grandes salas o en uno de los lugares más grandes del pueblo donde se acercaban con una máquina cinematográfica, de vez en cuando, para proyectarnos alguna película. Y las veíamos con cortes, mal sonido; con movimientos extraños en las imágenes. Pero todos acudieron a ver a Tomasín, Pamplinas o Charlot…, después algún western. Más tarde, uno a uno, el cine se cuela en nuestros hogares a través de la televisión, luego el vídeo. El cine, atrayente mundo de sonido y color que nos inunda. El arte que acoge las otras artes ofreciéndolas. Estaba muy contenta al sentirme tan cerca de Raquel, por poder colaborar en una profesión como la suya. Después de todo mi colaboración no me impedía seguir con mi trabajo regentando la librería. Era otro medio de acercar la cultura a más gente. En realidad, siempre estuve muy unida a los libros, a la hora de elegir una ocupación para poder seguir inmersa en el mundo laboral, cuando tuve que salir del pueblo, pensé que una librería estaba muy cerca de mis gustos y posibilidades. De ahí que me decidiera, finalmente, por abrir este tipo de establecimiento. Tuve suerte conociendo a aquel librero de viejo que se jubilaba, me proporcionó un buen fondo para comenzar mi propio negocio y ampliarlo. La vida se me presentaba muy llena, contaba con ocupaciones gratificantes y tenía tiempo para mí. Más o menos lo que había soñado. Raquel llegó el viernes a buscarme y comenzamos a trabajar juntas. Nos fuimos dando cuenta que podría ser interesante tomarnos muy en serio el guion y llevarlo al cine. Casi habíamos terminado, el material para comenzar la película estaba en nuestras manos. Nos decidimos y nos embarcamos en la tremenda aventura de hacer realidad un proyecto. Raquel cobraba todo el protagonismo, comenzó a rodar. Algunos días, cuando yo no podía asistir al rodaje, venía por la noche a verme, a comentar cómo había transcurrido la jornada. Unas veces aparecía alegre, todo funcionaba; otras, el brillo de sus ojos lo había ocultado bajo una mirada triste, llena de confusión. Parecía que todo se venía abajo. Pasaron aquellos meses, nos parecieron interminables. Llegó el momento del estreno. Y allí estábamos las dos, en la sala. Agarradas a las butacas como si nos las fueran a quitar. Son instantes de mucha emoción. Dos horas más tarde comenzaron a llover las felicitaciones. Quienes lo habíamos hecho posible nos sentíamos contentos. Estaba llegando la aprobación del público. Necesitaba un descanso, no estaba acostumbrada a tanta tensión. Le propuse a Raquel marcharnos unos días fuera. Todo estaba planeado. Pasaríamos una semana en un pueblo cerca de la costa. Nos mostrábamos alegres, el esfuerzo estaba recompensado. Aunque las críticas eran de todo tipo entre el público estaba teniendo bastante aceptación. Raquel cosechaba grandes éxitos, éste era uno más que se unía a otros afirmándola, más y más, en su labor. - ¿Estás contenta? -me dijo. - Sí, me alegra muchísimo haber colaborado. - El cuento era tuyo, sólo tuvimos que adaptarlo para escribir el guion. - Gracias, pero el esfuerzo mayor ha sido el tuyo. Incluso la idea de llevar al cine un tema así. Aunque las dos hayamos colaborado económicamente quien ha dejado la piel en el inmenso trabajo que eso requiere, dirigir otra película, has sido tú. - Brindemos por nosotras. Por nuestra relación. Nos mantendremos unidas, las dos podemos llevar a cabo grandes proyectos. - No hagamos demasiados planes. Caminemos despacio. - ¿No te sientes bien conmigo? - Sabes que sí -dijo María. - Entonces todo está de nuestro lado. Vamos a la playa. Quiero que demos un paseo. Caminamos largas horas por la playa, nuestros pies descalzos se hundían en la arena, no quedaban huellas atrás, la mar en su oleaje barría con todo. Raquel me hablaba de proyectos entusiasmada, quería que volviéramos a trabajar juntas. - Otro de tus cuentos también me ha gustado. Habrá que ir pensando en hacer el guion. Déjame leer esa novela que titulas: “Llegó el final” Me parece que es lo último que estás escribiendo. - Todavía no he terminado, no estará acabada hasta dentro de unos años, quiero trabajar más en esa historia. - Como quieras, pero me gustaría ir leyendo lo que ya tienes escrito. - Prefiero que la leas cuando acabe. - Está bien, como prefieras. - Necesito un tiempo para reflexionar sobre toda la serie de personajes que aparecen en el relato. Todavía no sé exactamente lo que va a ocurrir. Quiero que estén aún más vivos… Me has enseñado mucho acerca de cómo tratar a cada personaje. Pero siempre falta algo más. Es tan difícil calar en el alma humana. Sabemos lo que hacemos, esto o aquello, los resultados los tenemos en nuestras manos. Pero… ¿Por qué? ¿Qué nos mueve a comportarnos así y no de otra manera? - No hace falta teorizar demasiado. Quienes se acercan a ver una película quieren que se les ofrezca un buen producto, claro está. Técnicamente cada vez tienen que ser más perfectas. Pero no quieren un tema demasiado complicado. Los problemas del ser humano preocupan, pero la mayoría lo que quiere es divertirse. - Me dedicaré a buscar material en el fondo de mi librería y de otras librerías como la mía, tengo suerte de poder acceder a libros que ya no se encuentran en las librerías de libros nuevos, me muevo con libros que ya están descatalogados. - En el panorama cinematográfico hay de todo. - Estoy de acuerdo. Sin embargo, me gustaría trabajar con temas que atraigan a todo el mundo, que interesen a todos. - ¿Por ejemplo? -pregunta Raquel. - No sé, los temas de siempre, pero a la vez distintos. Eso, enfocarlos desde diferentes puntos de vista. - Podíamos probar. - Lo haremos. La noche nos iba envolviendo con su hermosa capa negra de estrellas brillantes. Seguíamos hablando y paseando como si fuera lo único y último que hiciéramos en nuestra vida. A lo lejos se oía el sonido tan característico que produce el agua al chocar contra las rocas. Vuelta a casa. Me gustaba viajar, cuando regresas sientes de una manera muy especial lo reconfortante que resulta encontrarse con lo cotidiano. Parecía como si todo estuviera esperando para que llegara a ponerlo en funcionamiento. Abres la puerta…, si es de noche, enciendes la luz. Después dejas caer el agua del grifo…, esos objetos, muebles, tan de una, vuelven a ser utilizados. Permanecen dormidos en la ausencia, como si estuvieran olvidados. De pronto te das cuenta cómo late el corazón de cada uno de ellos. El ruido que origina la persiana al caer sobre el alféizar, la ventana al ser cerrada. Sientes más dentro de ti a todo lo que te acompaña sin exigir nada a cambio, si acaso, esperan el respeto y el ser tratados bien. Encuentras más acogedor tu sillón preferido, la cama es más confortable. Cada rincón de tu hogar te va mostrando lo apegada que estás a él. Y aparece frente a tus ojos ese objeto tan entrañable, ves en él años y años de recuerdos. Las manos que lo han tocado, los ojos puestos en él de personas que estuvieron cerca de ti. Los comentarios que se dijeron acerca de su hermosura. Raquel y yo seguimos trabajando, fueron los años más productivos de mi vida. ¡Ha pasado tanto tiempo desde entonces! Parece que llega el momento de descansar, de dejar de ser, de no decir nada. Todo cuanto te rodea te comprende. Y llegó con el invierno el último atardecer. Salí al balcón para observar cómo chocaba la lluvia contra el asfalto. Las calles estaban llenas de coches, los limpiaparabrisas subían y bajaban sin cesar. El agua se deslizaba hacia las alcantarillas. Preparé el equipaje, de un momento a otro llegaría el taxi, me marchaba a un hospital. No sabía cuándo estaría de regreso. Caminaba por la casa lentamente. Pasé a la biblioteca…, cogí un libro y lo abrí por la página cuatrocientos sesenta y ocho. Era un artículo de Larra: “La vida de Madrid”. Sólo leí algunas líneas: “Muchas cosas me admiran de este mundo, esto prueba que mi alma debe pertenecer a la clase vulgar, al justo medio de las almas…”. Lo cerré cariñosamente y lo volví a dejar en su lugar. Después deslice mis manos por el lomo de aquellos libros que me habían acompañado toda mi vida. Me hicieron reír, reflexionar…, conocer la vida de otros. Me senté junto a la ventana y miré al exterior, todavía faltaba media hora para que pasara el taxi a recogerme. De nuevo junto a los libros. Me acerqué a ellos, alcancé uno y leí en su interior: “Señores, -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.” Oí el timbre, llamaban desde abajo. Utilicé las escaleras con el fin de hacer más larga la despedida. El coche me estaba esperando, indiqué al conductor la dirección donde nos dirigíamos y al cabo de unas horas ya estaba instalada en la cama de una de las habitaciones. Han pasado tantos años desde que ocurrieron los hechos que he contado en esta historia… Algunos los recuerdo en la lejanía, como si no los hubiera vivido. Estoy aquí: pensativa, cansada y vieja. Como dijera Machado, mas no triste. Se agolpan en mí toda esa serie de escenas vividas junto a seres queridos. También sobreviví a Raquel. Entre todas esas escenas…, los meses que pasé junto a Pilar. Recuerdo su rostro entre tantos otros…, su silueta adentrándose en el agua. Y yo muero entre estas cuatro paredes en un hospital. Es otra manera de morir, pero siempre solas quienes así vivimos. ÍNDICE Momento vespertino………….. 3 Nocturno forzoso……………….. 51 El alba y nocturno final……….. 90