
Recuerdo cuando llegaba
la noche después de la cabalgata,
sabíamos lo de los reyes
y que no había magia:
los padres estaban en casa.
Poníamos los zapatos en fila
junto a la puerta de la terraza,
soñábamos por si algún regalo
aparecía después del alba…
con qué ilusión te levantabas
para ver la sorpresa, tan de mañana.
¡Por pequeño que fuera el obsequio
con qué alegría se celebraba!
...
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¿ENTRÓ POR LA VENTANA?
Te despiertas al alba
y encuentras a alguien
que se ha colado en casa.
Llega con tantas noticias
que nos sonreímos juntas
al contar las albricias.
Ha sido el mejor regalo
del año desde aquellas
noches en blanco
cuando esperaba con
ilusión lo que me dejaban
en los zapatos.
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M. Godúver