viernes, 2 de mayo de 2025
CLAVE DE SOL Y CLAVE DE TIEMPO
CLAVE DE TIEMPO
martes, 19 de noviembre de 2024
OTRO CUENTO NAVIDEÑO
Otro cuento navideño
Mercedes Merino Verdugo
Jose
Antonio Merino Quintanar
Fotografías
e imágenes
Dedicado al benjamín de la familia,
Álvaro Raboso Sánchez
¡Vacaciones de Navidad, este año voy a ver a los primos! Nos vamos unos días a la casa que tiene nuestro tío José Antonio en el monte y, luego, irán llegando el resto de la familia para celebrar el final de un año y el comienzo de otro.
El viaje fue agotador, estamos cansados, gracias a mi tío nos encontramos ordenada la vivienda para acomodarnos en ella.
Nos permitimos un leve descanso y después salimos a echar un vistazo por los alrededores, tras una hora, nos dirigimos de nuevo a la morada.
¡Qué acogedor el habitáculo!, el calor que desprende la lumbre ayuda a conseguir ese ambiente hogareño que a todos nos encandila.
Hemos hecho muchos planes, lo pasaremos fenomenal.
Tenemos ganas de estar los tres primos juntos, de pasar la noche sin dormir, hablando horas y horas cerca de la chimenea recordando muchas aventuras, sobre todo de miedo. Nos atrae de manera especial lo desconocido.
Empezamos contándonos las aventuras más divertidas que nos han ocurrido con los amigos o lo sucedido en el colegio con los compañeros. Luego, entrada la noche, cuando nos encontramos casi apiñados cerca del fuego flota algo misterioso en el ambiente.
Hablamos más despacio, se nos nota el miedo, nuestros ojos brillan más e incluso parece que disminuyen nuestros cuerpos al acercarnos tanto los unos a los otros. Ninguno quiere que los otros piensen que es un cobarde y nos reímos para demostrar nuestra valentía, pero las risas nerviosas nos delatan más aún.
La noche, las historias y la atmósfera que hemos creado nos ponen en tensión. Empezamos por recordar películas de miedo, después hechos que nos han contado, y nos empeñamos en asegurar que son verdad aventuras que nosotros mismos nos imaginamos.
Se oyen frases como estas:
“Te acuerdas cuando el protagonista corría, iba a ser alcanzado y sonaron las campanadas del reloj…”
“Y aquella horrible criatura que emergió del fondo del mar…”
“Me contaron que a mi abuelo se le apareció…”
“Y dicen que es verdad eso que ocurre cada vez que…”
Nos esforzamos por seguir allí unidos, mas el sueño termina venciendo nuestros deseos.
El tío llega y decide que ya es hora de ir a dormir. Las camas están preparadas para recibir nuestros agotados cuerpos.
-Vosotros, Bruno y Loreto, os vais a acostar aquí. Álvaro, el benjamín de los tres, va a dormir en esa pequeña habitación junto a la mía -dice el tío.
Cuando acompaño a mi prima Loreto a la cocina para beber agua veo un insecto repugnante debajo de un mueble, es como si estuviera acechando nuestros movimientos. Grito, grito tanto que los demás se asustan y vienen corriendo. Bruno sonríe y Loreto me pregunta que si me asusto de una araña.
Me parece que no conciliamos el sueño, una vez acostados se oyen algunos comentarios y risitas forzadas que vienen de la habitación de mis primos.
Se duermen todos, solo queda el silencio aterrador de una noche oscura en un lugar apartado entre los montes. Me parece que tengo sueño…
Estamos contentos, el día resultó genial. Pero un acontecimiento imprevisto nos juega una mala pasada. Permanece todo tan oscuro. Oímos ruidos poco conocidos, no podemos distinguir de dónde proceden, ni quién o qué los produce.
De momento no le damos importancia, pero cada vez se hacen más patentes hasta el punto de sobrecogernos, estamos realmente asustados.
Bruno, que es el más valiente de los tres primos, sale al exterior y alumbra con la linterna hacia la oscuridad. No ve nada. El tío sube a la zona abuhardillada acompañado por Loreto para comprobar si viene de allí ese espantoso ruido. Yo me dedico a mirar a través de las ventanas, el exterior es una mancha negra, no se puede distinguir nada. Aterrorizados nos reunimos de nuevo para buscar una explicación a todo aquello que nos está ocurriendo.
Escuchamos algo parecido a un gruñido animal o un quejido humano o puede, incluso, proceder de un aparato mecánico grabado a propósito. Lo que nos inquieta es que cada vez lo oímos más cerca…, y esto nos acaba poniendo los pelos de punta y los nervios a flor de piel.
Por aquellos parajes sólo estamos nosotros. Tratamos de calmarnos unos a otros, de armarnos con objetos contundentes o terminados en punta. Nos preparamos para cualquier eventualidad. Cada vez se oyen los ruidos más cerca, pero no vemos a nadie. ¿Contra qué o quién vamos a enfrentarnos? Lo que sí parece seguro es que el sonido procede del exterior.
Cogemos las linternas para salir, dirigimos el foco luminoso a varios puntos. No se ve nada. De pronto cesa el ruido. El silencio es más espantoso si cabe. Emito un grito aterrador.
-¡No!
Siento que me oprimen muy fuerte el pie y tiran de mí, me agarro al brazo de uno de mis primos, creo que es a Loreto y ella tira a su vez del tío. El extraño ser nos arrastra cada vez más.
Nuestras fuerzas empiezan a flaquear, llega a tiempo Bruno y da un fuerte golpe a esa enorme masa, me siento libre de la trampa en la que he caído.
Casi no puedo caminar, me arrastran hasta el interior de la vivienda.
Una vez allí, examinamos mi pie por el lugar que ha sido oprimido para encontrar una pista, cualquier indicio. ¡Es inútil! Por las señales que vemos en mi pierna parece que he sido atrapado por unas grandes y resistentes pinzas. El dolor es insoportable.
El tío saca el botiquín de primeros auxilios, pero no le ha dado tiempo a levantar la tapa cuando se abre la puerta de golpe.
No entra nadie, aparece un fondo oscuro, es noche cerrada. El ruido sigue allí. Loreto está tan sorprendida que no puede más y grita:
-¡Por favor! ¿Quién está ahí?
Y todos nos unimos a ella desesperados para tratar de calmar a nuestro visitante, de hacerle saber que no vamos a causarle daño.
-Conteste, ¡por favor! -dice el tío.
-Nosotros no le haremos daño –asegura Bruno.
Pienso que aquella persona o animal que está fuera sabe que no podemos causarle daño alguno.
-¿Qué pretende? –me atreví a preguntar.
No obtuvimos ninguna respuesta. Se ha levantado viento, puede haberse abierto la puerta por ese motivo. Seguro que mi pierna ha sido atrapada por un cepo o he pisado entre algunos matorrales y se ha enredado entre ellos. No estamos muy convencidos de nuestras suposiciones, son para tratar de calmarnos. ¿Y el ruido? -pensamos- ¿Y aquella fuerza que tiraba de nosotros?
La noche produce ruidos muy extraños, pero este se oye cada vez más cerca.
Ahora parece que está en la zona de arriba, se arrastra un cuerpo o eso es lo que nosotros podemos sospechar.
La puerta sigue abierta. Se acerca apresuradamente hasta ella el tío y la cierra. Apoya la espalda en ella y respira profundamente.
Yo sigo sentado en el suelo, mi pierna empieza a entumecerse, la hinchazón va en aumento, aparece y desaparece, siento que me desmayo…
El cuerpo de arriba sigue arrastrándose y el ruido se oye más cerca, pero más suave, emite risas de satisfacción.
Nos situamos en el rincón opuesto a la escalera por la que se accede a la parte de arriba, nos preparamos para cualquier suceso. Se oye caer un objeto pesado, ha debido tropezar con algún obstáculo. El viento sopla cada vez más fuerte, el extraño ruido se percibe cerca… lo sentimos en la parte de arriba.
Nos aproximamos más el uno al otro, no sabemos lo que va a ocurrir.
Vemos que mi pierna empeora. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a aquello?
Nuestras caras reflejan el espanto propio de quienes están en peligro, lo que sentimos lo muestran nuestros aturdidos e incontrolados movimientos.
Aquel ser extraño está cerca de la puerta que da a la escalera, en cualquier momento aparecerá.
¡De pronto! Vemos un enorme y horrible bicho asomarse al principio de las escaleras, y yo no puedo moverme, nos ha lanzado una gran telaraña a modo de red para atraparnos. Mis primos corren hacia fuera instintivamente. Me encuentro ante un animal espantoso.
Di un salto a la vez que grito: ¡No!, no me dejéis…
Alguien enciende la luz y trata de calmarme, he estado soñando.
Me animan porque no pasa nada, pero estoy sudando en medio de aquella gélida noche. Mi voz sale entrecortada. Me miro la pierna, se encuentra bien, menos mal.
Empiezo a contarles mi pesadilla y se preocupan al verme tan asustado.
-Era como una gigantesca araña, el ruido era terrorífico -les digo- y vosotros querías huir. Pero yo no podía correr.
-Estamos aquí. No pasa nada, ha sido un sueño. ¡Ve a dormir con tus primos! –me dice el tío.
Nos quedamos un rato despiertos los tres porque Loreto quiere que continúe contándoles lo que he soñado. Y sigo a duras penas hablando para explicarles mi pesadilla y para que se me vaya un poco el miedo que todavía perdura.
-No tenemos que contar historias de miedo antes de irnos a dormir -concluye Bruno.
Trato de imitar aquel extraño ruido para que ellos puedan comprender lo espantoso que era, lo tenía grabado en mi mente. ¡Los tres sonreímos juntos, llegan las terapéuticas carcajadas que consiguen calmarme!
Cada cuento cuenta con su moraleja y esta puede ser una de ellas. Ahora, me dirijo a quien está leyendo o escuchando estas líneas: olvidemos nuestros miedos ancestrales que nos han ido contando y contagiando generación tras generación.
Vivamos el presente con auténtica ilusión, nos cuesta poco y ganamos mucho, aspiremos a convivir en un mundo fantástico en el que nos permitamos crecer con verdadero amor y en armonía.
LA ENREDADERA
La enredadera
Me llamo Piedad, soy una de los nietos de mi abuela, la que plantó la
enredadera del patio. Mi nombre es igual al de ella porque mi padre quiso
seguir con la tradición onomástica de la familia. Hoy os voy a leer algo que me
contaron, siempre pensé que había ocurrido en la realidad, que gracias a la
enredadera se pudo salvar a la señora del octavo, pero parece que es ficción a
juzgar por lo que se nos cuenta al final.
Durante un tiempo notamos la preocupación de Piedad, nuestra madre, por
la enredadera que plantó y que no parecía hacerse mayor. Le habían asegurado
que las enredaderas crecían mucho y adornaban las paredes de una forma especial.
Nuestra madre la había ubicado en una gran maceta y se veía ridícula la
diminuta plantita en un tiesto de tan grandes dimensiones.
Se quedó allí,
un poco abandonada por todos, en el rincón del patio de un edificio de vecinos.
Mi madre siguió regándola, pero sin muchas esperanzas de que se desplegara.
Al cabo de un
tiempo comenzamos a observar que sus tallos eran más largos, sus hojas más
anchas, se estaba desarrollando. ¡Al fin estaba creciendo! Mi madre se puso muy
contenta, porque a pesar de que le habíamos dicho que no se molestara más con
aquella planta, ella continuó cuidándola y suministrándole su ración de agua y
de buen trato diario como a todas las demás.
Los jóvenes
nos fuimos marchando de aquel piso. Nuestros padres seguían allí, los
visitábamos frecuentemente. Sobre todo yo que no tenía residencia fija y
mantenía casi todas mis pertenencias en la casa familiar.
Cuando salía
al patio y regaba las plantas le prestaba mayor atención a la enredadera.
¡Había crecido tanto! Y nosotros que pensábamos…
Se convirtió
en una gigantesca enredadera, sus tallos trepaban por las paredes, cerca de las
terrazas interiores del edificio, ya habían alcanzado el segundo piso, además
de haber rodeado todas las paredes del patio, con ayuda de nuestra madre que en
un principio condujo los tallos a su antojo. Ahora trepaban hacia arriba de una
manera increíble como por voluntad propia.
Había una vez
una vecina en el octavo que se quejaba por todo y aseguró que, cuando llegara
aquella horrible planta a su terraza, no pasaría de allí porque ella se
encargaría de cortarla.
Todo le molestaba
a la pobre señora del octavo, tan joven y tan gruñona.
Últimamente no
había de qué quejarse pues los vecinos eran excelentes personas que no
importunaban a nadie. Pero mira por donde la señora Concha estaba buscando
pelea y encontró un buen pretexto en la molestia que le pudiera ocasionar la
enredadera.
¡Y eso que
tardaría bastantes años en llegar al octavo, si es que llegaba!
Además no
parecía que fuera ninguna molestia porque a los vecinos que había sobrepasado
sus viviendas, por el contrario, les gustaba.
Pasaron los
años, muchos años…
Los padres
comenzaban a envejecer, los sobrinos que quince o veinte años atrás gritaban o
jugaban en el patio los fines de semana ya no venían por aquí.
La enredadera
seguía creciendo, desde abajo yo no podía calcular bien a qué piso había
llegado.
Se
experimentaba una extraña sensación viendo el desarrollo de la planta. ¿Cuál
sería su fin?
La pobre
maceta se quedó pequeña, a pesar de sus grandes dimensiones.
Los largos,
resistentes y flexibles tallos de la enredadera habían alcanzado gran longitud
y grosor.
La señora
Concha envejecía y seguía tan cascarrabias; se preparaba para cortar la planta
que en pocos años llegaría a la altura de su vivienda. Se le llenaba la cara de
satisfacción al ver que al fin podría podarla, era una señora tan gruñona.
Envejeció como todos nosotros y las piernas empezaron a fallarle, también la
vista.
Nuestros
padres dejaron el piso y desde hacía unos años era yo quien pasaba por allí, el
edificio estaba muy abandonado. Solo vivía gente mayor desfavorecida
económicamente que no podía mudarse a pisos o apartamentos nuevos. ¡La ciudad
se había hecho tan grande! Las nuevas viviendas eran mucho más confortables y
las familias jóvenes las preferían a las antiguas.
Casi todas las
semanas procuraba ir por nuestra vivienda para regar los tiestos, dejar algunos
libros y llevarme otros.
Un día… estaba
regando las plantas en el patio y escuché un grito aterrador, era muy temprano.
Miré hacia arriba y vi grandes llamaradas en las viviendas de los pisos
superiores, en el interior. Era fuego y se había propagado a dos plantas de
viviendas.
Salí del
edificio y comprobé que el fuego se extendía solo por las terrazas de las
plantas octava y novena. Entré de nuevo, pulsé el timbre de alarma y subí a
nuestra casa, a toda prisa.
Llamé por teléfono
a los bomberos y volví al patio para gritar: ¡Fuego, es fuego!
Los bomberos y
otros cuerpos de rescate llegaron rápidamente, duró unas horas la evacuación.
Se hizo el
recuento de vecinos y nos dimos cuenta de que faltaba la señora Concha. Estaba
inválida y venía algún profesional de los servicios sociales a cuidarla, pero
sólo unas horas al día y no todos los días.
Se pensó en
los posibles accesos hasta su vivienda; era inútil, no había forma de entrar.
En ese momento
recordé que algunas veces, muchos años atrás, los vecinitos del tercero
aprovechaban la ausencia de sus padres y bajaban hasta el segundo piso, a casa
de sus primos, deslizándose por la enredadera del patio que había trepado hacia
arriba y había alcanzado sus terrazas.
Les dije a
algunos bomberos que me acompañaran, que tal vez se podría subir gracias a la
enredadera que había en la pared de los patios interiores.
En el patio comprobaron
si la enredadera aguantaba el peso de una persona; la planta respondió bien a
las pruebas de los agentes. Uno de los bomberos trepó rápidamente por ella.
Desde el piso
octavo el bombero tiró varias cuerdas, aseguró bien a la señora Concha y
comenzó a descender, otro bombero tiraba suavemente y la bajaron despacito
hasta pisar tierra firme. La señora había arrastrado su cuerpo hasta la cocina
aturdida y llena de miedo, pero gracias a esa iniciativa se pudo llevar a cabo
más rápido su evacuación. Una vez rescatada, salimos corriendo de allí.
La enredadera fue la protagonista para poder salvar a la señora Concha.
Llegaron más
refuerzos, fue una larga jornada.
El edificio
quedó hecho una lástima, tanto el interior como el exterior acabó negro por el
incendio, destrozado.
Se logró
extinguir el fuego y salvar algunos objetos personales, sobre todo de los pisos
más bajos.
El fuego acabó, pero la rehabilitación del inmueble resultaba muy
costosa. A los vecinos nos dieron viviendas en otro edificio, éramos pocos,
algunos ancianos se alegraron. La mayoría salió beneficiada con el cambio.
El edificio
fue derribado unos meses después y con él pensé que estaba enterrada entre los escombros la vieja
y útil enredadera.
Han pasado treinta años, eso parece lo único cierto, en cuanto al resto
del relato, casi todo es ficción: la señora Concha nunca existió, no hubo
ningún incendio. Los padres de aquella familia murieron, la madre hace ya
tantos años… el piso se vendió al poco tiempo de morir Piedad y cada miembro de
la familia continuó viviendo en otros lugares, nacieron más nietos. También murió
Manuel, el padre.
La única que
queda como testigo del paso de aquella familia por allí es la enredadera:
testigo de nuestras correrías de niños, de nuestras risas, de aquel ambiente
familiar pendiente de salir adelante. Cuando llegaban los reyes, si nos compraban
algo, jugábamos en el patio por un doble motivo: los niños por el placer de
disfrutar con el juguete y los padres por el orgullo de haberlo podido comprar.
Han
transcurrido treinta años y el único ser vivo que ha quedado en la vivienda de
aquella etapa que pasamos junto a nuestros padres ha sido la enredadera.
Enredadera fotografiada en la primera década del siglo xxi por uno de sus hijos, José Antonio.
Escrito hacia 1980, en Alcázar, junto a la cuidadora de plantas que era nuestra madre Piedad. Reescrito, en Marbella, en el año 2021 para dedicárselo a la nieta que lleva su nombre: Piedad Merino García. Nombre con el que la bautizaron sus padres, Manuel y Toni.
Mercedes Merino Verdugo
AL MUSEO EN METRO
Al museo en metro
Mercedes Merino Verdugo
En metro
La necesidad me encadena
me liberan los sueños.
De tanto vivir en las nubes
me he colgado de la luna.
Estábamos sentados, otros no podían
permanecer en aquel lugar ni de pie.
Se atrevió a molestar donde no debía
según las normas de la buena sociedad.
Así es la vida, unos derrochamos
sin parar y otros no tienen para comer.
El domingo en el metro
veo caras alegres con amplias sonrisas.
Los días laborales nos acerca
al trabajo.
Los usuarios en el subterráneo
llevan smartphone, móvil, tablet.
Más del ochenta por ciento utilizan máquinas.
Algunos duermen, otros bostezan.
Más metro, más metro, más metro.
El suelo está sucio, algunos papeles
abandonados nos
hablan del poco cuidado.
¡Algarabía de peques!
Salen del colegio
han sido recogidos por las madres, los abuelos
algún que otro padre. Los pequeños cuidados
por los padres. ¿Cuidarán algún día
estos peques varones a sus progenitores?
Se habla de lenguas en el suburbano
conversaciones de políglotas
bajo la villa. ¡Qué deleite!
Jóvenes promesas enganchados a la pantalla
de artefactos varios. Cada vez se integra
más el cuerpo a la máquina.
Algunos parece que se esconden tras un libro.
¡Es tal la exigencia del canon de belleza!
¿Quién lo impone?
Chanclas
Para Alonso Merino García
Si no hay botas, chanclas.
Unos van descalzos
otros con botas de marca.
Me acerco a la infancia
hambrienta para ver el color
de sus alas. Disfrutemos
con los charcos
nos regalan miradas
nos envían muy lejos.
Algunas chanclas
se elevan desde zancos.
Seguridad
Violines, flautas, guitarras…,
el metro transporta música.
Los ciudadanos están tristes:
unos aplauden, otros
colaboran, pocos sonríen.
La seguridad llega en detrimento
de la libertad. Se acalla y silencia
el canto.
El usuario calla desencantado.
La Chusma
Para Alba Rondón González
Me gusta. Somos
más libres, no tenemos
nada que perder.
¡Formo parte de la chusma!
Reímos a carcajadas
no nos importa
el qué dirán.
No sé los demás pero yo
siento que no poseo nada.
Me encanta el uso del concepto
por Pérez Galdós en Marianela.
Más metro
Para Asunción Oliva Portolés
¿Dónde está la medida cuando
la ciudadanía se levanta?
La casta utiliza a la masa para ocultar
sus peores sentimientos: el odio y el egoísmo,
tiene miedo a ser reconocida.
¡El pueblo así no aguanta!
Congoja
No consientas que te conviertan
en sumiso guardián del sistema.
Así se sienten ante la barbarie
quienes antes que nosotros pensaron
y lo reflejaron en imágenes.
Goya, amigo, ¿el perro semihundido
es respuesta o antesala
de las pinturas negras?
Sobre cotos privados
Cuando algunos chicos se reúnen
en panda les sale lo más ancestral,
convierten al sujeto
en objeto para después apresarlo,
desde el más gañán a los más
refinados por el cargo que les ha tocado
en esta escala social se afanan en depredar.
¿Seremos capaces de vivir sin avasallar?
Una labor bien hecha
En el día de las mujeres trabajadoras quiero recordar
a las amas de
casa porque gozan
de poco reconocimiento social.
Cada cual se
debe realizar sus trabajos
personales y, si los puede y quiere pagar, que los
pague
con un salario digno y no sigamos esclavizándolas.
Érase una vez un sastrecillo valiente
se atrevió a
confeccionar
trajes para todo
tipo de gente
vestida a medida con botones
remotos para su control.
De esta guisa vistió a todo el mundo,
muchos fuimos invitados a una fiesta.
Los allí presentes bailábamos sonrientes,
fue manipulado semejante artilugio
y todos quedamos desnudos.
¡Quién nos lo iba a decir,
cómo lo podíamos imaginar,
qué asombro cuando nos miramos!
Me encuentro entre los solitarios,
mas necesitamos sentirnos entre el nosotros
con lo que muchas veces soy de los mandados,
pocas veces estoy en el poder porque no me sienta
bien.
El poder mal utilizado corrompe a cualquiera.
Las Sinsombrero
Para mi compañera de escritura,
Viky Frías Ruiz
Un aplauso por la ocurrencia que el sombrero
se lo pongan otros. Vivamos
con la cabeza descubierta.
Esa historia silenciada de tantas y tantas damas
nos parece imposible que se repita de nuevo.
Pero sabemos que es difícil cambiar
los privilegiados ponen obstáculos.
Sigamos aprendiendo a vivir
a corazón abierto y mente despejada.
Paseo por las calles
Horas sin aliento desafían el tiempo
me agarro al alma para no perder la calma.
Mantenemos viva el ansia de acumular sin parar
riqueza de acá y allá. Guardianes del sistema,
de una u otra manera, somos los de esta empresa
llamada capital pues beneficios nos da.
¡No me bajo del barco soy un fantoche de trapo!
Existen tantos problemas
se complican al contarlos.
A veces sentimos tan de cerca
la sinrazón, es como un comezón
que nos congela la vida.
Si las adversidades nos llegan
mejor llevarlas con calma.
¿Dónde nos encontramos?
Ahora nos llega el correo
de instituciones, administraciones
o a través de yahoo, gmail,
orange, hotmail.
¿Dónde están
los emisores de entonces?
¿Qué ha pasado
con los pueblos y ciudades?
Nos comunicamos
desde un mundo virtual
hemos cambiado los domicilios.
Necesito equilibrio, sentirme en paz.
Bastante tenemos cada cual con nuestros problemas
si nos dedicáramos a resolverlos
de manera particular se solucionaría
la mayoría a escala global.
Clase preferente
Frente a la vejez
no hay nada que hacer
a todos nos llega
y al que no,
la vida le cuesta.
Hoy he visto
dos señoras en el vagón
conversaban amargadas.
Entraban y salían
de todas las edades,
algo nos caracteriza:
viajamos en la misma clase.
¡Nos movemos en metro!
No a las armas
¿Hasta cuándo tendremos
que soportar
la violencia a un igual?
Seamos semejantes a quienes luchan
por lograr una justicia
universal
no a esos prepotentes
que con armas y puños
consiguen lo que quieren.
Ante tanto dolor
se me parte el corazón
me siento presa
de la impotencia.
Reconozco mis limitaciones
el llanto me anega.
El empleo es empleo
Me siento esclava en el trabajo
cuando me doy cuenta
que no puedo cerrar la puerta
para no perder a los clientes.
Tengo que
respetar el horario
necesito cobrar a fin de mes.
El hambre de los demás
A los templos del consumo
acudimos con gran placer
solitarios, en familia
y amigos en panda.
No queremos perdernos
las ofertas del dos por uno.
Resulta excesivo
lo vivimos como necesidad.
¡Y otros mueren de hambre!
El sufrimiento personal
No sabemos del dolor
hasta que no lo sentimos.
Es un aguijón que se instala
en la mente y en el cuerpo,
se extiende por todos
los intersticios sin dejarnos
respirar. El mal se apodera
del yo sin piedad ni compasión.
Es tal la desesperación que
me acuerdo de quienes
sufren sin esperanza alguna.
Las crisis
Llegan las crisis sin horarios
ni fechas demostrándonos
que quienes ostentan el poder
obran como les da la gana.
Miran por su interés.
Lavapiés
Me siento a tomar
un refresco y no me sienta bien,
hacía algún tiempo
que no veía semejantes escenas.
Algunos guardianes del sistema
llegan con motos o coches
para amedrentar a los de a pie.
Cuando se crean dos categorías
naturalcultural
realvirtual
nacen para fastidiarnos
si uno de los dos términos
ejerce el poder contra el otro extremo.
¡Nos sometemos a un sistema injusto!
Fatal actualidad
Anoche me despertó
un mal sueño,
muchas personas
mueren por el hambre
y la guerra.
Las lágrimas cubren mi rostro.
El vuelo de poetas
permanece a ras de suelo
aunque pretenda rozar el cielo,
se convierte en un quiero
y, tantas veces,
no puedo
porque ve las injusticias
a todas horas cumplidas.
Los buenos
deseos
se quedan en simple anhelo.
En un mismo escenario
Las calles se alargan
en sombras quebradas
de transeúntes sin casa,
los sin techo se cobijan
en cartones para pasar la noche.
Las entidades bancarias
alojan junto a sus cajeros
algunos de esos pobres
que no les aportan dinero.
Mañana por la mañana
el barrio lo pueblan ejecutivos
niñas y niños hacia el colegio.
Melancolía
Me duele la necesidad
del hambriento
la melancolía
de los sin sueños.
Me duele la falta de justicia
que soporta el pueblo
la ajustada
realidad
de los sin sueldo.
Me duele la indecisión
algunas veces del ego
la cobardía excusa
del quiero y no puedo.
¿Existen los mercados?
En otro tiempo nos hablaron
de dios los de la religión
del bienestar
los de la nación;
estamos en una etapa de estafadores
nos embaucan
con los mercados.
¿Por qué cambian los nombres
quienes quieren aplastar al pueblo?
Así, las iglesias y los estados
nos acaban defraudando.
Currante amigo, sufriente testigo
cumples el horario preciso
te tratan como a un sumiso.
Como todos desembocarás
acaudalado o no en la mar.
No te llevarás nada.
Anochece en las calles
madrileñas, millones
de luces vuelven a brillar.
Hojas desprendidas
en un corto vuelo
caen a las aceras
serán pisadas, retiradas
por el servicio de limpieza.
¡No sé dónde acabarán!
Más de utopías
Si un mundo imaginario
pudiera inventar me gustaría
que fuera ancho de miras
corto de envidias,
con lo necesario para todos
y no lo mucho para pocos;
que la
educación más la sanidad
fueran prioridad y de la injusticia
no tuviéramos que hablar,
con las diferencias respetadas
en el que se diera la igualdad.
Jóvenes del 15 M
¡Despierta, niño, despierta
despierta, niña, despierta
en Sol se han levantado
temprano y está poblado
con decenas de pequeñas tiendas!
Se convocan a través de la red
toman las plazas en son de paz,
pretenden llegar a los foros de más barrios;
se reúnen en asambleas para dialogar y compartir
ideas.
Parece que quieren conquistar la luna, han comenzado
en la Puerta del Sol su manifiesto para extenderlo al
mundo entero.
¡Ojalá no sea un sueño!
Don dinero de nuevo
Huertos sin agua
casas no
ocupadas
miradas tristes.
Los jóvenes se reúnen
para acordar soluciones,
han fracasado los gobiernos.
El poder en manos del dinero
no es rentable, busquemos otros cauces.
Hemos tenido que llegar a momentos críticos
para pensar otras vías, no perdamos la ilusión.
En las sociedades de la opulencia si nos falta algo
protestamos.
Y, en otras tierras, se sigue muriendo de hambre.
En la portería
Acabo de ver un autobús
miro desde el otro lado
cómo transcurre la vida.
Lo peor del trabajo
es que me mantiene presa
durante unas horas,
quiera o no quiera.
Los coches se marchan
a pasar el día fuera
y los contemplo sentada,
como si nada.
Una moto sale a toda prisa
como si le faltara día,
y observo
callada,
como si nada.
Vuelve la de la bicicleta,
tan coqueta,
con el medio casco en la cabeza,
y oteo asombrada,
como si nada.
Le toca el turno a los de a pie,
se acaba la jornada
y salgo entusiasmada.
En algunas culturas
se devoran unos a otros
como Saturno a sus hijos.
Los cristianos no somos politeístas
pero abundan santos y santas
a la virgen la multiplicamos.
El hombre acumula sin parar
incluso reyes en un portal.
¡Ay, luna, luna!
Va decreciendo toda digna
a lo lejos, la contaminación
da un tono grisáceo al
cielo.
En primer plano
un mastodóntico edificio
para eso recauda impuestos
a la derecha, la ciudad duerme
sin querer darse cuenta
de tantas miserias:
los sin papeles, los sin techo,
los sin trabajo, los sin hospital,
los sin colegio, los sin pan ni paz.
Se me parte el corazón
de dolor cuando pienso lo lejos
que está la humanidad
de una respetable solución.
Una vez comenzado
el espectáculo
no sabemos qué ocurrirá
en el siguiente acto,
nos sentimos protagonistas
de la tragicomedia
de nuestra vida,
necesitamos pensar
que la farsa es real.
La coordenada temporal
acecha suspendida
¡macabra cuerda!
pretende ahorcar la existencia.
En la calle los mendigos
viven sin techo
los vemos al
pasar…
y pasamos.
Cada vez se comunica
más gente a través de la red.
¿Quién escribe cartas en papel?
El libro será un objeto de lujo
para coleccionistas y fetichistas,
las nuevas generaciones
pensarán que es de antiguos
lo que no sea leer en una pantalla.
Algún día otro soporte
sustituirá a los ordenadores.
Paraguas para soportar
el chaparrón
que se nos avecina
nubes de algodón
nos curan las
heridas.
Son muchas las desgracias
se habla poco de esperanza.
¡La música!
¿Una fórmula frente al poder?
Madrid se manifiesta
Es la una menos cuarto
según nos muestra
el reloj del Banco.
Una marea roja sube por Alcalá
la Cibeles
majestuosa
presencia
el evento impasible
apoltronada en el sillón
del carro arrastrado
por unos amantes castigados.
Unos amorcillos agarran
en sus manos un ánfora
y una caracola, ajenos
a la manifestación juegan
divertidos con el agua
mientras el pueblo llena las calles
en señal de protesta.
Todavía no he visto
una manifestación
numerosa
a favor de la
eutanasia,
de vez en cuando se
oye una voz
en primera persona.
Me he levantado
irónica
me he dado cuenta
que la eutanasia llegará,
a la clase política se
le avecina
tal cantidad de
pensiones…
queriendo o sin
quererlo
la aprobará en el Parlamento.
Pinceladas históricas
Panorama triste el que vivimos.
Desde épocas remotas
el poder
ha tratado de ennoblecer
las relaciones
con sus servidores:
en la etapa feudal el vasallaje,
la burguesía le da un viraje
al trabajo
para que lo aprecie el que lo lleva a cabo.
Los románticos con su amor
nos confunden el corazón
y en esta etapa capitalista
si no consumes te decapitan.
Se me olvidaba la Grecia clásica
en la que sólo algunos
disfrutaron de la democracia.
Larga o corta la vida
no deja de ser una más.
Tarea ardua para quienes
se encuentran entre los débiles,
los oprimidos, los silenciados,
los que no pueden levantar cabeza
porque a la mínima se la pisotean.
Me duele el mundo
El mundo está dividido
en pueblos pobres
y pueblos ricos.
Me duele la impotencia
la falta de amor
y las muchas penas.
En un mundo justo
los conceptos rico y pobre
habrían desaparecido.
No se utilizarían las palabras
machismo o patriarcado.
En un mundo justo
los privilegios y el egoísmo
serían un anacronismo.
Nuevas generaciones
Pienso en las nuevas generaciones
me muero de pena,
¿disfrutarán de un mundo mejor?
No sé quién puede responder.
Como tantas otras preguntas
se quedará sin respuesta,
aun así tenemos que seguir
en la vida y trabajar juntos
para conseguir una buena convivencia.
¿Cuidarán estas generaciones a las anteriores?
Me pregunto
qué profesiones salvaría,
ninguna si es una manera
de crear jerarquías.
En este barco sin rumbo
si de lo que se trata es de
que la vida sea vida
es cuestión de trabajar
codo con codo.
En este barco sin rumbo
para que no se vaya muy pronto al fondo
el amor y la justicia
han de ser nuestra guía.
Entre los demás
Cuando puedo vuelo
a ras de suelo,
algunas veces me refugio
entre la gente.
Me gustaría vivir
en un pequeño espacio
con posibilidades infinitas
abierto al prójimo.
Ser ciudadana de una aldea global
en la que reine la amistad
y nos olvidemos
de tener por tener sin más.
Comienza el día
Ya no lucen las farolas,
el astro surge majestuoso
alumbrando por todas partes.
Un edificio se despereza
entre claros y sombras.
Se recuerda el seudónimo
de un poeta para dar nombre
a una estación del metro.
En metro
El metro es una vía estrecha
de distancias cortas y largas emociones:
a una señora se le caen las lágrimas
tras unas gafas, un joven sin dedos
pide limosna mostrando sus manos,
una niña come
un trozo de pan
se lo ha dado su madre,
dos chicas se acarician
tiernamente sin esconderse.
Junto a este grupo de gente
se agolpan añorados recuerdos
en mi mente porque, alguna vez,
compartimos tú y yo un metro.
Al museo
Comentario a un ensayo
Recibí El hilo y el grito, ensayo
de mi amiga Asunción Oliva Portolés, en
un archivo a través del correo electrónico. Lo leí en la pantalla rápidamente
sabiendo lo mucho que me iba a gustar lo que dijera en ese texto, y así fue. En
cuanto pude lo trasladé al papel para leerlo con el interés que requiere para
mí una argumentación feminista.
La pensadora reflexiona sobre dos de los
arquetipos de mujeres: por una parte la mujer sumisa en espera del marido,
Penélope, y, por otra, la que se subleva ante el poder estatal para
cumplir con las obligaciones familiares, Antígona. Ambas mujeres interpretan
perfectamente su papel. Se sacrifican o se rebelan por una misión más fuerte que ellas mismas.
¿Qué fuerza guía a estas mujeres? La pertenencia a una familia y sus leyes
ancestrales. Nada mejor que la familia para perseverar y sustentar la idea y
práctica del patriarcado. Pues sí, individualmente la mujer es anulada y en la
institución familiar se refuerzan los mecanismos necesarios para llevar a la
práctica los imperativos del patriarcado hasta sus últimas consecuencias. La
familia es un camino abonado para mantener en absoluta sumisión a las mujeres.
La doctora Oliva, investigadora a la par
que muchas otras feministas que también han estudiado el sujeto, nos
habla del mismo desmontando algunas teorías de otros filósofos que han escrito
sobre el sujeto. Cuando lo leí, lo que más me llamó la atención fue pensar en
la familia porque es donde nos ensalzan y nos mantienen presas a las
mujeres.
Mientras Penélope teje el hilo Ulises
viaja hasta que, finalmente, vuelve a Ítaca. ¿El hilo de Penélope ayuda a
Ulises para que vuelva a Ítaca?, curiosamente Penélope teje el hilo junto a su
hijo Telémaco.
Por otra parte, la voz de Antígona se alza
pronunciándose contra el poder para cumplir con los deberes ancestrales de la
familia. Aunque el rey Creonte, su tío,
le prohíba a Antígona enterrar a su hermano Polinices, ella necesita
darle sepultura, acabar de una vez para lograr el sosiego. Mientras hay vida
hay esperanza, pero si no hay esperanza tenemos que llevar a cabo lo necesario
para quedarnos en paz.
El hilo y el grito nos habla del amor sacrificado y de
la muerte.
En aquellos días, cuando recibí el
ensayo, me encontraba trabajando en unos relatos cortos que, en mi
intención, hablaban de algunos tipos de familias diferentes. No sé el porqué,
pero algo me vino a recordar mis cuentos cuando leí El hilo y el grito,
y eso me aportaba un nuevo aliciente para que me tomara muy en serio la lectura
del ensayo. Pues me preguntaba si no estaría en crisis la familia, como otras
instituciones. Pese a que la familia es uno de los pilares de la sociedad,
pienso que se constituye frente al poder y me pregunto: ¿si no se utilizara mal
el poder nos tendríamos que atrincherar frente a él?
Para hablarles de la familia me voy a
permitir comentar Las meninas, como si no se hubiera dicho ya
bastante sobre este cuadro. Con la de cientos de interpretaciones que ya
existen, ¿cómo atreverme yo?, me digo.
Miré el cuadro, que conocemos con el
nombre de Las meninas o La familia de Felipe IV de Velázquez,
por primera vez cuando todavía era una niña, no sabía qué representaba ni quién
lo habría pintado; ni siquiera sabía si era una pintura o una
fotografía. Encontré un visor de juguete en un cajón de una mesa abandonada en
el cuarto trastero donde se guardaban las escobas y otros objetos para limpiar
la escuela, me impresionó tanto que cada vez que podía volvía al cuarto
trastero, abría el cajón de la mesa y miraba a través del visor para
encontrarme con aquella familia. ¿Qué me había fascinado de esas personas que
se encontraban juntas en un momento preciso de sus vidas y habían sido
representadas? Quizás la paz que sentía al contemplar la escena, la
tranquilidad, el orden, pensar que no necesitaban nada más, que todo estaba en
su sitio. No lo sé. Más tarde he mirado el cuadro en diferentes visitas al
museo del Prado y he leído acerca de él lo que han escrito algunas y algunos de
sus investigadores. Pues sí, me fascinó, ha sido tanta esa fascinación y durante
tantos años que me permito renombrarlo, desde hace no mucho tiempo, para mí es “La familia de Velázquez”, me
cuadra mucho más ese nombre para explicar un poco lo que quiero contarles
acerca del cuadro.
Mirando esta pintura veo una luz, la de
atrás, que tiene que llenar la estancia para sobredimensionar el lienzo. El
pintor vuelve a su hogar, después de estar por segunda vez en Italia, y parece
que se siente obligado a ostentar sus atributos de pintor. Le viene que ni
pintado el encargo que le hará el rey, está en la plenitud de su arte y nos lo
muestra con todo lujo de detalles.
Felipe IV, después de apreciar el cuadro
en todas sus dimensiones, no pudo menos que conceder a Velázquez la cruz de
Santiago. Se la ganó a pulso pues le demostró que estaba a su altura desde su
profesión de pintor.
El cuadro fascina y se seguirá
interpretando. ¿Qué hubo detrás de la nueva pintura y por qué el rey se quita
el sombrero y lo distingue como uno más de la nobleza, con la cruz de Santiago?
No es sólo un oficio manual, no, no en el pintor Velázquez. La cruz de Santiago
fue pintada después, ¿por el pintor o por el propio rey? Estos y otros interrogantes
siguen sin respuesta y están abiertos a otras posibles interpretaciones. ¿Qué
conversaciones, qué nivel de amistad mantienen Velázquez y Felipe IV para que
le conceda la Cruz de Santiago? Me parece que es como de su familia.
Cuando pensé en una imagen para comentar
el ensayo de Asunción Oliva Portolés me acordé de Las meninas de Velázquez, observo en este pintor que se le pueden
atribuir, según mi interpretación, las figuras de Ulises y Penélope en su misma
persona, según en qué momento de su vida nos detengamos. Y, por supuesto,
también representa, a mi modo de ver, el arquetipo de Antígona, incluso más en
otra de sus pinturas, en Las hilanderas.
Velázquez ha estado en Italia, viaja como el héroe Ulises, regresa a su Ítaca. En
el lienzo podemos reflexionar sobre el hilo que va tejiendo Velázquez para
contarnos la historia de la escena que nos presenta. Y el grito tenue, en tres
dimensiones, que nos lanza el pintor: aquí me tenéis, esta es mi obra y mi
profesión. Se levanta frente al poder de quien quiere ostentarlo, de quien se
le ponga delante. Y no se esconde tras el cuadro ni está pintando, mira al
espectador y muestra sus atributos de pintor: la paleta, el pincel y el gran
lienzo cerrando la escena por la parte izquierda del que mira. Espectacular por
la armonía que consigue, real por la serenidad, por esas tres dimensiones, por
esa profundidad que logra gracias a la puerta que se abre. El foco
de luz de atrás me parece importantísimo, porque envuelve toda la escena dando
luz de manera potente a la parte principal, y no menos importante la luz que
entra a través de las dos ventanas de la habitación donde se representa la
escena, un foco hacia el espejo donde se reflejan los reyes y otro hacia la
escena principal resaltando la personalidad de la infanta Margarita. Se respira el aire.
Los reyes congelados en el espejo, Felipe
IV y Mariana de Austria, ¿cómo algo del pasado? El futuro es la pequeña y la
ilumina, Margarita, la representa con la
astucia del poder, por la mirada, no mira de frente. Las meninas sirviéndola y
cuidándola, ¿la niña mira de reojo a quien le sirve y por lo que le entrega? La
otra menina en pose de reverencia ante el poder.
El niño díscolo molesta al perro, que ni
se inmuta porque todo está en armonía y en su lugar. No hay de qué preocuparse,
nada inquieta al perro, pese a que Nicolasillo esté con el pie sobre el lomo, el
perro lo soporta sin más. El perro, mastín de los montes de León,
protector del ganado y del hogar, fundamentalmente de los niños, se encuentra
tranquilo cerrando otra parte del cuadro. Pero si no fue perro sino cerdo, la
interpretación ya es otra. ¿Quizás un guiño a El jardín de las delicias del
Bosco, si tiene algo que ver con el clero?, ¿en ese caso el niño,
Nicolasillo, pisa al cerdo en pose triunfal, como de cazador con la
pieza bajo sus pies? ¿Cuántas preguntas más pueden surgir de algo que se cambió
por petición real? Nicolasillo pone el pie sobre el mastín, pero el perro ni se
inmuta, todo está en orden, pero ¿de qué orden está hablando el pintor?, ¿qué
orden nos quiere transmitir? Al lado Mari Bárbola dispuesta a entretener a la
infanta mirando al que mira, con toda dignidad, para cumplir con su papel.
Seguimos con las figuras de la escena: el
aposentador, José Nieto, sale por la puerta para dar luz, mero brazo
del pintor, punto de fuga también. Aposentador es un cargo de la casa real que ejerció
el propio pintor. La infanta Margarita representa el poder, el artista la debe
adorar, pero en la mirada veo la astucia, no ha dejado de atribuirle uno de los
signos del poder. ¡Es tan extraordinario este pintor! La pequeña es el futuro
poder y todos giran alrededor de ella, tiranía de los niños, también de las
mujeres. El poder no tiene género, la tiranía puede ser ejercida por los
hombres y por las mujeres, incluso por los niños.
El pintor representa a su familia, la pinta
como si nos la estuviera presentando, es real, como si permanecieran
ahí cada uno de ellos. Velázquez nos muestra sus herramientas de pintor y
eterniza a su familia, el perro en el otro ángulo guardando el hogar, el del
artista. Consigue otra dimensión, el aire se respira, pinta la escena como en
tres dimensiones, consigue que parezca real. La familia frente al
poder, el de los reyes que quedan reflejados en el espejo. En esa estancia, el
cuarto del príncipe, el pintor trabaja con su familia. Margarita se entretiene
con los enanos, Mari Bárbola y Nicolasillo; y las meninas, María
Agustina Sarmiento de Sotomayor e Isabel de Velasco, la cuidan.
Diego Velázquez se encuentra en su casa.
Además eterniza su profesión: la pintura
es la protagonista por el enorme lienzo y la manera de mostrárnoslo junto a la
paleta y el pincel. Es el patriarca de la familia, años después Felipe IV le
concede la cruz de Santiago. Paz en esa estancia tan hogareña, luz entre los
oscuros de la familia, la luz realza las figuras de la niña, las meninas y los
enanos. Velázquez convierte el cuarto en su hogar, eterniza el momento hogareño
que él nos transmite.
La pareja de guardadamas en penumbra. La
mujer en menos penumbra, ¿futuro de las mujeres, según el pintor? Pues las
protagonistas en este caso son las mujeres, y en otras más de sus pinturas.
Considero que a Velázquez se le podría rescatar entre los pintores que
reivindican a las mujeres porque las pinta con dignidad. Representó a las
mujeres en el papel que se les ha atribuido a lo largo de la historia, pero con
un digno protagonismo. Opino que se podría reivindicar a Velázquez
porque nos muestra a las mujeres en primer plano, pese a su desnudo femenino,
ya sabemos, el de La Venus del espejo, pero pinta a
las mujeres con dignidad, como a cualquier otra persona ocupe el puesto que
ocupe en la escala social. Por tanto, me parece que es un varón rescatable, como pintor, por el trato que da a las mujeres, pese a lo
de la Venus, tema tratado por alguna feminista.
Si a las mujeres nos han relegado durante
siglos al hogar y es desde ahí donde hay que enterrar a los muertos,
es por lo que Antígona se alza frente al rey para decirle: deja que
yo realice mi labor como me corresponde, se dirige al rey para reivindicar su
papel. Por todo lo expuesto, para finalizar, si no han conseguido coger el hilo
en Las meninas les invito a mirar la
hebra de Las hilanderas, también
representa El hilo y el grito, a mi
modo de ver. En este caso, podemos dar más relevancia a la figura de Antígona
por estar relacionada con la muerte.
Y si, según nos muestra Velázquez en Las hilanderas, esto es cuestión de
tiempo, pues lo que tenemos es que disponemos de una vida con muerte segura, no
puedo terminar sin formularme otra pregunta más: ¿por qué la vida y muerte de
unas personas recibe mejor trato que la de otras?