jueves, 6 de noviembre de 2008

LA PIEDAD EN MARÍA ZAMBRANO

La piedad, una extraña relación entre autora e investigadora

Mercedes Merino Verdugo



Mi trabajo de investigación se titula: “La piedad en María Zambrano”, pero me voy a permitir presentar esta comunicación bajo el título de : “La piedad, una extraña relación entre autora e investigadora”.
En primer lugar, daré unos breves datos biográficos de la autora para insertarla en el tiempo histórico que tuvo que vivir y les comunicaré algunas claves de su pensamiento místico-filosófico . En segundo lugar, me centraré en el concepto de amor en María Zambrano. En principio mi investigación estaba encaminada al estudio de tal concepto pero, a medida que iba estudiando más a la autora, me daba cuenta de que debía insertarla en un sentir más místico para poder comprenderla. Y así surgió el concepto de piedad. A modo de conclusión, puesto que la línea de investigación que sigo está orientada desde un punto de vista de “género-sexo”, la pongo en relación con Simone Weil y Simone de Beauvoir y trato de desentrañar qué influencia tuvo el feminismo en María Zambrano. Por último, apuesto por una revisión del concepto de piedad desde una postura teórica feminista; porque creo que es imprescindible una crítica a los tópicos en los que las mujeres hemos sido educadas, socializadas, encasilladas.


1. Datos biográficos y antecedentes


María Zambrano nace en 1904 en Vélez-Málaga y muere en Madrid en 1991. Su padre, maestro de profesión, es trasladado a Madrid en 1908 y el siguiente año a Segovia. En esta ciudad la familia Zambrano conoce a escritores de la Generación del 98, de manera más directa a Antonio Machado. María Zambrano vive en Segovia hasta que vuelve a Madrid para asistir a las clases de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y Manuel García Morente. Aquí empieza la primera etapa de su pensamiento, desde los años 1924 a 1939, según los análisis de algunos críticos; ésta corresponde a los años transcurridos en España en conexión con la llamada Escuela de Madrid años que políticamente están enmarcados por la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil. Comienza su exilio a partir de 1939. En la primera etapa del largo exilio vive en países de Latinoamérica, aunque en varias ocasiones vuelve a Europa, donde se instalará definitivamente a partir del año 1953: primero en Roma y después en un pueblecito del Jura francés, cerca de Ginebra. En Noviembre del año 1984 regresa a España, y vive en Madrid hasta su fallecimiento en 1991.
A partir de la década de los 80 recibe una serie de reconocimientos : el premio Príncipe de Asturias de Humanidades en el año 1981; en el año 1983 es nombrada Doctora “honoris causa” por la Universidad de Málaga; en Vélez-Málaga se constituye la Fundación que lleva su nombre en 1987; y en el 1988 se le concede el premio Cervantes, siendo la primera mujer que recibe este galardón.
Desde los primeros escritos de María Zambrano encontramos claves de lo que va a constituir su pensamiento místico-filosófico. Ya en 1934 a causa del artículo “Hacia un saber sobre el alma” tuvo problemas con su maestro, José Ortega y Gasset porque no se sintió comprendida por él. Vivió momentos muy críticos a causa del acontecer histórico español. Desde asumir una incipiente vida política a finales de la década de los veinte y durante toda la década de los treinta pasa a una vida más privada y se refugia en su labor como escritora. Cuenta con un gran bagaje filosófico, pero escribe dando prioridad a una verdad revelada por intuición y por otros conceptos más aparejados a la religión que a la filosofía, adentrándose por vericuetos insondables, cercanos a la mística, de los que es difícil hablar. Nos intenta, desde los “ínferos del alma”, trasmitir un sentir originario. Para ella es como “otra manera de mirar” a la que le había enseñado su padre. Denomina a su pensamiento “razón-poética”; une Filosofía y Poesía para dar una respuesta válida a tanto desasimiento. La Poesía sería un hallazgo por gracia y la Filosofía una búsqueda guiada por un método. Considera que ambas necesitan iluminarse mutuamente para revelar al hombre su “unidad originaria”.
Los críticos nos hablan de los autores que influirán en Zambrano; de una manera más directa José Ortega y Gasset, aunque también algunos pensadores de la Generación del 98, especialmente Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Como referencias más lejanas estarían Platón, Agustín de Hipona, Spinoza y Martin Heidegger. Y entre los místicos destacan Juan de la Cruz y Miguel de Molinos.


2. El amor y la piedad en María Zambrano

Nuestra autora descarna el concepto de amor en un proceso que va desde el amor intelectual al más sacro amor. Para ello va “purificando” el amor, no dejando vestigio alguno del simple deseo-carnal-amoroso. Nos dice que la carne por sí misma vive en la dispersión, pero por el amor se redime, pues busca la unidad. Tanto la filosofía como el cristianismo han trazado el camino por el cual el instinto erótico se transforma en amor: es el camino de la salvación. De esta manera, Zambrano presentará a la Filosofía como una forma de amor , la única forma de amor que no es una pasión porque es amor intelectual. El pensamiento, al ser amor, participa de lo intrínseco del amor que es su capacidad de trascender y por tanto de engendrar, libre del cuerpo, la belleza misma.
Este anhelo de amor liberado de toda concupiscencia al tiempo que sus propias ansias por renacer, determinan que esa verdad revelada que busca le lleve a algo así como a “nacer del todo”; es decir, la vuelta al origen, el sentirse hija una vez más. Incluso llega a preguntarse: ¿no dejaremos de ser hombres si dejamos de ser hijos? Lo que me ha llevado a mí a preguntarme: ¿no podría interpretarse esto como una necesidad de sentirse reconocida? Aquí es donde empiezo a interesarme por el concepto de piedad en María Zambrano.
Traigo a colación una cita de la autora sobre la tolerancia que considero está en relación directa con lo que ella piensa acerca de la piedad: “Se ha inventado, para llenar este vacío, la tolerancia, palabra favorita del léxico del hombre moderno. Pero “tolerancia” no es comprensión, ni trato adecuado, es simplemente, el mantener a distancia respetuosamente, eso sí, aquello con lo cual no se sabe tratar” . Zambrano critica abiertamente la postura de la Modernidad, que sólo se ocupa de las ideas “claras” y “distintas”. Nos dice en La Cuba secreta y otros ensayos: “Piedad es saber tratar con el misterio. Por eso su lenguaje y sus modos han repugnado tanto al hombre moderno que se ha lanzado, frenéticamente, a tratar sólo con lo claro y distinto” . Añade en Para una historia de la piedad: “Piedad es saber tratar con lo diferente, con lo que es radicalmente otro que nosotros” .

El tiempo dedicado a la investigación me ha hecho pasar en mi relación con la autora por un proceso muy parecido a lo que ella nos va comunicando a lo largo de sus escritos sobre el amor. En primer lugar sentí el deseo de conocerla: me parecía una figura interesante y, mientras la conocía o creía conocerla, vivía los sentimientos más contradictorios. Al ser una relación unilateral me producía una especie de desasosiego: ¿qué es lo que me iba contando? ¡No podíamos dialogar, reconocer nuestros rostros! Más tarde, después del tiempo pasado en su compañía, empecé a quererla: después de todo era la “mujer de papel” con la que más horas había compartido. Y desde ese trato con lo diferente, con lo que no es igual a mí, ese saber tratar con lo distinto, me he ido reconciliando con la autora, dándose finalmente una extraña relación que bien podríamos, al decir zambraniano, denominarla “piedad”.


3. María Zambrano y las mujeres

Y así, desde esta postura, me dispuse a ponerla en relación con otras pensadoras. Elegí a Simone Weil y a Simone de Beauvoir porque son contemporáneas de ella y además cada una busca un camino diferente: místico la una y filosófico la otra. Vengo a concluir que María Zambrano no fue tan atrevida como ellas. Y me pregunto: ¿no será que la “devoción” le resta libertad? A pesar de ser una mujer bastante libre en muchos aspectos, pienso que la excesiva devoción a sus mayores la condiciona en muchos otros. Por ejemplo, su postura esencialista cuando habla de las mujeres es igual a la del maestro y a la de tantos otros varones de los que se rodeaba. Comprendo que intenten reivindicarla algunas feministas llamadas “de la diferencia”, pese a que María Zambrano siempre declaró que no era feminista.
Debido a mis análisis sobre el poder patriarcal que he realizado durante los últimos años y gracias a algunas de mis maestras y a algún que otro varón simpatizante en ésta “nuestra lucha política”, he podido dar cierta forma teórica a lo que yo había pensado a lo largo de mi existencia y he aprendido a no conformarme con la educación recibida, al comprobar que trata muy injustamente a las mujeres. Por este motivo me atrevo a proponer una revisión del concepto de “piedad”. El icono más conocido nos representa a la madre sacrificada acogiendo al hijo en sus brazos. No estoy de acuerdo con esa idea de la maternidad ni, por supuesto, con esa idea de la piedad. Apuesto por la piedad siempre que sean múltiples formas de piedad, donde los actores en escena se reconozcan mutuamente, en un baile de movimientos-posiciones-intercambiables.

Les propongo estas cuatro representaciones de la piedad, pequeña muestra de un tema iconográfico tan recurrente.
La Piedad de Ribera, es una piedad religiosa, pero no el icono típico de la Virgen con Cristo yacente en sus brazos. En este fragmento los representados son tres: el discípulo-amado extiende el brazo acogiendo el cuerpo inanimado del maestro y la madre eleva una mirada a las alturas implorando por el hijo.
En Los santos inocentes, vemos a la Régula con la hija enferma en sus brazos: esta piedad social dirige las miradas de los padres a un posible espectador, miradas de rabia e impotencia; inquisidoras.
Bergman nos propone el icono típico de la piedad. En esta imagen la mirada es interior. En un abrazo maternal, quien ha cuidado a la enferma en su largo proceso hasta la muerte, la acoge intentando trasmitirle apoyo vital.
Miguel Ángel, en La Piedad Rondanini, representa lo más parecido a mi propuesta utópica de piedad. Ambas figuras de pie se confunden en un abrazo, en el que no nos atreveríamos a asegurar quién se apoya y/o carga con quién. He pensado que, si fuéramos capaces de componer la música adecuada, estos actores cuya presencia parece sugerirnos una danza interior, cobrarían vida.




Bibliografía seleccionada de María Zambrano


ZAMBRANO, María(1993): Claros del bosque, Seix Barral, Barcelona
- (1989): La España de Galdós, Endymion, Madrid, pp. 55-142
- (1998): Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México
- (1989): Para una historia de la piedad, Torre de las Palomas, Málaga
- (1986): El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, México
- (1997): La tumba de Antígona, S.G.A.E., Madrid
- (1993): Hacia un saber sobre el alma, Alianza, Madrid





1 comentario:

LA PEQUEPANDI dijo...

OLE Y OLE MI NIÑA QUE ARTE TIENE........QUE BIEN QUE SE SUBE LAS FOTITOS....ENHORABUENA.......BESOS Y CARIÑOS DE ANA.