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A las abnegadas mujeres que siguen obedeciendo al 'padre'
y se dedican a cumplir una intensa jornada laboral en el hogar.
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Llega el día de la mujer trabajadora y quiero recordar
a toda esa cantidad de "amas de casa" o dedicadas
a “sus labores” -se decía antes- que nunca han tenido
un reconocimiento social, ha dependido
de lo genial o mediocre que fuera su marido
para convertirse en la “señora de” o la que está casada
con el susodicho mequetrefe: un “don nadie”.
Algunos de esos geniales maridos han podido
dedicar su tiempo a tareas reconocidas socialmente
mediante estipendio gracias a que tenían solucionada
toda la infraestructura en el hogar, ¡dulce hogar?;
gracias a todas las horas de trabajo gratuito que
el ama de casa ha realizado a lo largo de su vida
sin que a nadie le interesara reivindicarlo como un
trabajo porque no hay estado que pueda pagarlo,
y, si fuera el marido el que lo tuviera que pagar,
¿cuántos podrían sufragar las horas que se trabaja
para sacar adelante una familia y un hogar?
En fin, estamos a años luz de conseguir la justicia
en cualquier ámbito que destaquemos como noticia.
Todo pasaría porque cada cual se realizara sus
trabajos personales y, si los puede y quiere pagar, que los
pague a quien los realice con un salario digno y no sigamos
esclavizando a quienes nos limpian el hogar y/o cuidan a los hijos.
Dejémonos de tanta “pasta gansa” y pongámonos a trabajar de verdad.
En vez de tanta diferencia en los salarios premiemos más la laboriosidad,
el trabajo bien hecho, la voluntad de superación y la responsabilidad.
Hay trabajos que merecen más salario –dicen quienes piensan que ellos son
los que tienen más 'cargo'- quizás tendríamos que empezar a considerar qué es lo que debemos valorar. Menos rollos y más 'bollos' a repartir entre la humanidad. Y, como no está “el horno para bollos”, que sea: pan, maíz, arroz (en otro tiempo fue la 'sal') o cualquier elemento básico que el ser humano necesite para sobrevivir, con una salud digna y una educación precisa para poder pensar y no tenga la mente en
condición de claudicar por defecto de alimento o por exceso de entontecimiento.
No estoy sugiriendo reivindicar la 'pecunia' para el ama de casa
porque con eso ya sabemos lo que pasa. Es cuestión de dignificar
el trabajo en el hogar, que se compartan más las tareas familiares
y, que, si no se las resuelve uno personalmente (porque no
quiera o porque no pueda),
quien laboralmente las resuelva
sea considerado un trabajador como otro cualquiera,
reconociéndole todos sus derechos laborales y no lo convirtamos
reconociéndole todos sus derechos laborales y no lo convirtamos
en un remiendo de medida social sin garantía salarial.
Lo dedico, de manera especial, a quienes realizan esta labor
y la convierten en un arte 'perecedero', pues, es un trabajo
de Danaides -aunque no han matado a nadie- las más de las
veces dedicadas a dar vida parecen condenadas a no ser
reconocidas, y, si se casan con un maltratador ahora va siendo
vox populi que, incluso, a algunas de esas mujeres las asesinan.
Lo dedico, de manera especial, a quienes realizan esta labor
y la convierten en un arte 'perecedero', pues, es un trabajo
de Danaides -aunque no han matado a nadie- las más de las
veces dedicadas a dar vida parecen condenadas a no ser
reconocidas, y, si se casan con un maltratador ahora va siendo
vox populi que, incluso, a algunas de esas mujeres las asesinan.
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M. Godúver
M. Godúver
1 comentario:
Don Nadie y Doña Nadia se casaron y tuvieron nadiecitos.
Don Nadie se sentó en el trono y, como no sabía ortografía, puso el acento donde no debía:
tronó.
Doña Nadia y los nadiecitos se asustaron, le rindieron pleitesía y lo adoraron.
Don Nadie se sintió el rey de la creación.
Los nadiecitos crecieron. Doña Nadia aprendió a leer y dejó de barrer, cocinar, limpiar.
Don Nadie del trono tuvo que bajar.
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