
Resulta curioso sorprender
a una persona conocida
en un momento en el que no espera
ser vista y la mirada de un transeúnte
ni se la imagina. En un café del barrio
desayunaba y leía el periódico
alguien que en otro tiempo
me hubiera gustado hablarle
acerca de un trabajo que me traía
entre manos. El interés que me suscita
hoy está muy lejos del que me despertaba
antes. No obstante, al verla con el bocado
entre los dientes y pasando las hojas
de un diario leyendo titulares por encima
me ha provocado una sonrisa
al comprobar que se guarda una cierta
estima a quienes de alguna manera
han formado parte de mi vida.
M. Godúver
1 comentario:
Comerse las letras de un diario,
en soledad,
se vuelve un acto íntimo
y no debería ser observado.
Imágenes nuestras circularán,
en las posturas más abstrusas:
son tiempos de cámaras profusas
que no dejan títere sin retratar.
Sin embargo,
mientras haya miradas amigas
podemos estar tranquilas.
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